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viernes, 24 de octubre de 2008

Thomas Tallis, compositor inglés


Hace unas semanas estaba yo enganchado a la serie de TV americana The Tudors donde realidad y ficción se mezclan para dar resultados curiosísimos. Me encanta, casi me fascina, esa capacidad de los guionistas para con hechos objetivamente reales hacer mezclas e interpretaciones subjetivas que dan explicaciones a la historia las más veces ñoñas por intereses de audiencia. En esa serie aparecía Thomas Tallis, músico inglés que vivió entre 1505 y 1585, al que lían primero con un buen amigo del Rey Enrique que resulta ser el contagiado 0 de una epidemia que asola el país, y después cuando no saben muy bien que hacer con él lo lían con dos hermanas ninfómanas de las cuáles una muere pero se le sigue apareciendo a la otra en forma de espectro. Luego desaparece de la acción, y no sabemos si volverá a aparecer en otra temporada. Entonces estuve, a raíz de lo que se contaba en la serie, refrescando (es un eufemismo, en realidad aprendiendo) algunas cosas de la historia de Inglaterra, y decidí comprobar la veracidad de los personajes y de su acción. En esas estaba yo investigando el de Tallis cuando me topé con algunas de sus obras, que estaban en internet, y me interesó un poco más. Comencé a conseguirme algunas de las grabaciones que hay de su obra, y estoy absolutamente arrobado con ellas. De hecho llevo días escuchándolo con fruición, porque además cuando yo me pongo obsesivo compulsivo no tengo límites. Este es el prólogo prosáico a una música exquisita.

Me gusta la música anterior al siglo XIX, y si queremos bajar la frontera, anterior a Mozart, pero no me adentro demasiado en ella porque creo que me va a significar un esfuerzo intelectual notable. Ya sé, creo, todo lo que tengo que saber para disfrutar de la música desde 1800 en adelante, y en el último año he hecho grandes esfuerzos para adentrarme de lleno en Wagner y en la música del siglo XX. Cuando abres una puerta en la música culta, y quieres disfrutarlo como experiencia estética y ética, necesitas de una formación, y de una información, que lleva tiempo. Ahora, bajar por debajo de la frontera de 1700 me produce esa sensación de agobio, esa sensación de que son demasiados siglos de música y que no voy a ser capaz de asimilarlo como se merece, que además estoy muy mayor. Al conocimiento de los lenguajes, las escuelas, la estructura y la teoría musical, hay que unirle las exigencias de la interpretación (la discusión entre historicistas y el resto del mundo), y si bien con 18 años ese reto me lo comía con patatas, reconozco que ahora me causa más pereza.

Y entonces llegó Thomas Tallis, y me obligó a empezar ese esfuerzo, porque su música me ha impresionado mucho. Para empezar, algunas de sus melodías, todavía en unos modos que no dudaré en denominar de tardomedievales, rondando abiertamente el gregoriano, son muy conocidas, e incluso populares, sobre todo por difusión televisiva y cinematográfica. Estoy seguro que si digo Gregoriano muchos tararearán una melodía que ahora sé fue compuesta por Tallis (no diré cual, lo dejo para que al que le interese lo descubra). Pero esa tradición tardomedieval, como lo era en todo el arte inglés de la época de Enrique IV (recuérdese la arquitectura, sobre todo) evoluciona en Tallis hacia otros lenguajes ya plenamente renacentistas de una singular belleza y complicación disfrazada de simplicidad. Sus obras para teclado son interesantísimas, pero las obras vocales simplemente llegan a lo impresionante, por el nivel de exigencia, de pureza melódica, de destreza a la que deben de llegar los intérpretes, y de estructura formal novedosa.

Desde el punto de vista sensitivo, lo que me evoca Tallis, que también es válido porque no todo va a ser el análisis formal, es una gran quietud y serenidad, realmente generada por el fuerte espíritu religioso y místico de las composiciones (no hay que ser creyente para captar eso).

Thomas Tallis nació en 1505 y murió en 1585. No se sabe demasiado de sus primeros años, aunque sabemos que en 1531 está en Dover, concretamente al frente del órgano en el Priorado. De allí pasó a Londres, donde en 1538 ya sabemos que ejerce como músico en la Abadía agustina de la Santa Cruz de Waltham. De ahí pasó a la Catedral de Canterbury, y por último fue nombrado gentilhombre de la Capilla Real en 1543, al parecer con magníficas relaciones tanto con el Rey Enrique VIII, que apreciaba mucho su labor, como con la Reina Catalina de Aragón. Es muy curiosa su posición como músico para dos corrientes del cristianismo: para la Iglesia Católica en sus inicios, luego para el Anglicanismo, y en ambos credos supo crear una estética diferenciada. Si nueva era la Iglesia de Inglaterra (más clara en la cabeza del Arzobispo de Canterbury que en la del muy pragmático Enrique VIII), nueva debería ser también su tradición musical, embebida de las corrientes nacionales. Sin embargo, Tallis supo mantenerse al margen de toda controversia, y contrariamente a otros grandes hombres de su periodo, no acabó con sus huesos en la Torre de Londres ni con la cabeza cortada (esto es una exageración irónica que se permite un servidor). Conoció a toda la línea sucesoria de Enrique, hasta Isabel I, y murió a una edad francamente avanzada.

Como antes dije, el grueso de su obra se cimenta en la música sacra, y es conocido como el padre de la música religiosa inglesa. En sus primeros años, aún bajo la inspiración católica, realizó composiciones litúrgicas de una gran riqueza, que se tornaron más adustas con la llegada de la Iglesia de Inglaterra: tendencia al estilo silábico y abundancia de acordes. Pero la novedad, en Tallis, reside en intentar hacer confluir texto y música, es decir, establecer ritmos y estructuras bien diferenciadas según las características de lo que se dice, impregnando el significado de las palabras de contenido musical. También destaca por su empleo del inglés y del latín, alternativamente, en sus textos. Con Isabel I, un mayor estoicismo inundó el arte inglés, y con ello también la música, y Tallis no fue ajeno: abandono paulatino de la polifonía y composiciones preñadas de un fuerte misticismo.

Así pues, Thomas Tallis es un compositor que, bien asentado en dos tradiciones, la inglesa y la cristiana, sabe, además, experimentar y buscar nuevos caminos. Cada uno de sus periodos tiene grandes obras, pero personalmente me han impresionado, ya en la Inglaterra Isabelina, el motete Spem in allium de una pasmosa simpleza pese a su grandiosidad (ocho coros de cinco personas cantando al unísono) y las impresionantes Lamentaciones de Jeremías.

A su muerte había generado un enorme caudal de composiciones, y toda una escuela había crecido a su alrededor. William Byrd escribió en una de sus canciones: Tallis ha muerto, y con él muere la música lo que dice mucho del éxito que Thomas Tallis tuvo entre sus colegas contemporáneos. Su influencia llega incluso a compositores del siglo XX, como Vaugahn Williams.

Hay unos treinta discos publicados con la obra de Tallis. Incluso existe un grupo, la Tallis Scholars, especializado en interpretar sus composiciones. De todos modos, no son demasiados discos, dada la ingente obra que dejó; ni al parecer, aquí dejo hablar plenamente a los expertos, están todos grabado en las mejores condiciones de interpretación. Raro en los ingleses, aporto yo. Las composiciones que he ido desgranando desde youtube son sólo una muestra de su trabajo. Espero que os guste y os animéis a escucharlo. Aquí os dejo un enlace para que conozcais sus discos: http://www.goldbergweb.com/es/busquedas/?words=Tallis&restrict=/es/discography/.

Dos arquitecturas alemanas 1949 - 1989. Excelente propuesta.

No me gusta hacer comentarios o reseñas de exposiciones o eventos que ya no pueden ir a ver los pocos amigos que se pasan por este blog, salvo en el caso de la ópera, donde por cuestiones de entradas ya suele estar todo el pescado vendido. Por falta de tiempo y exceso de trabajo no he podido contaros antes la magnífica exposición que pude ver en Madrid, concretamente en la Arquería de Nuevos Ministerios, titulada Dos Arquitecturas Alemanas: 1949 – 1989. Ha sido una de las grandes exposiciones del año en Madrid, lástima que aún la arquitectura no suela llamar a grandes cantidades de personas cuando se realizan estos eventos. Por ejemplo, se celebró la Semana de la Arquitectura, que incluía visitas a numerosos edificios y acceso a perspectivas urbanas de Madrid casi desconocidas, y no fue exactamente muy publicitado. Esta exposición se mantuvo pocos días, y terminó el 12 de octubre. Yo la pude contemplar la semana anterior, y salí muy contento. ¿Qué pudimos conocer? Cómo dos naciones que se erigían en “la verdadera Alemania” realizaron dos sistemas arquitectónicos diferenciados, debidos a un programa, en principio, y a unas tesis constructivas muy diferenciadas. La Alemania Federal, con más medios y posibilidades, iniciaba en 1949 un camino estético que la alejaba en todo lo posible de la tradición, que entendían contaminada por el nazismo del que era necesario distanciarse, como si eso le hubiera sucedido a otros o hubiera sido una mala gripe. Ese camino estético pasaba por echarse en manos de las tendencias americanas y norteuropeas, para muy poco después (apenas una década) conformar una corriente estética y un estilo contemporáneo independiente, una suerte de Escuela Alemana de Arquitectura. La Alemania del Este (me cuesta tanto poner eso de Democrática), sin embargo, decidía no romper con esa tradición –Stalin estaba ahí, y esa tradición en la que se había regodeado el nazismo era también la que a él le interesaba, dicho muy a la ligera, lo sé- sino valerse de ella, para conformar con mucha más dificultad una estética propia, pues la onerosa presencia de la estética soviética acompañó al país hasta el final. En ese camino, aciertos y desaciertos. La Alemania Federal parece ganar por goleada, pero cuando se trata de espacios públicos, funcionales o grandilocuentes, o por la arquitectura docente, la Alemania de Este, fiel a su programa de colectivización, triunfa claramente, o el excepcional ejemplo de la Sede de la Filarmónica. Dos estéticas contrapuestas, dos estilos nacionales que optaban por ser el más puro ejemplo de germanicidad, que se ven aquí, por fin, las caras, en una exposición clarificadora que ya se ha visto en otros lugares de España y creo seguirá paseando por nuestra geografía, si los organizadores no se terminan enfadando porque en la exposición de Madrid se rompieron de manera sangrante dos de los paneles, que de igual sangrante forma intentaron ser escondidos con cinta adhesiva oscura y cutredad. Por lo demás, muy bueno el diseño de la exposición, que si bien es demasiado grande (no puede ser menos) se distribuye por tipologías, en enormes paneles, y si quieres ver más al detalle unos planeros en los que toda una serie de imágenes, a las que tú accedes abriendo el mueble, están impresas sobre planchas metálicas (o sobre otro material perfectamente adherido al metal hasta parecer lo primero). Además excelentes maquetas que nos daban una clarísima muestra de lo que allí se cocía.

Ahora sería interesante que mis amigos del joven estudio Aroca & Baudet Arquitectos ilustraran esta entrada con un comentario.

jueves, 16 de octubre de 2008

Un ballo in maschera en el Teatro Real... Triunfo de Marcelo Álvarez

Ha comenzado la Temporada en el Teatro Real de Madrid, y además ha empezado con buen pie (ya era hora, ejem, ejem). Un Verdi como dios manda, y además para disfrutar pese a las irregularidades. Lo pasé muy bien. La escena a cargo de Mario Martone (director), Sergio Tramonti (escenógrafo), Bruno Schwengl (Figurinista) y Duncan Macfarland (coreógrafo), coproducción del Real con el Covent Garden, estreno en la plaza. No es mala, de hecho hay cuadros fantásticos, como toda la escena de Ulrica, pero hay otros, de más baja intensidad (una buena idea para armonizar los clímax) que se pasaron de austeros... Tanto, tanto, que parecía un reflejo de la crisis económica y daban algo de estupor. El acto final, en el baile, muy bueno, con ese espejo que previamente había servido de fondo y que giraba hacia el techo ofreciendo un espectáculo visual muy hermoso (y seco, porque yo he visto cosas en esa escena auténticamente circenses). Buena, con reservas, pero muy sencilla, sin mayores pretensiones, sin intentar "enseñar" al espectador lo que el autor quiso decir (normalmente cuando los directores de escena hacen eso nos hallamos ante la medriocridad intelectual disfrazada de otra cosa).

Un Ballo in maschera es una ópera de Verdi, como antes dije, con libretto de Antonio Somma, que interpreta un libretto anterior de Eugene Scribe para una ópera de similar argumento compuesta por Daniel Auber, y que yo no conozco. Muchos la sitúan como la respuesta italiana a Tristan und Isolde de Wagner, aunque yo creo que esa categoría le calza mejor a Aida. ¿De qué va? Pues de un tenor y una soprano que quieren acostarse y un barítono que se lo impide... que es lo que dijo Bernard Shaw del argumento de todas las óperas... Riccardo (el tenor), gobernador de Boston, está enamorado en secreto de Amelia, esposa de su fiel amigo Renato (la soprano y el barítono). Al pobre Gobernador le crecen los enemigos, y hay unos malos muy malos que lo quieren matar. Riccardo tiene que firmar la orden de destierro de una bruja, Ulrica, pero antes de hacerlo, y no tanto para mostrar su magnanimidad sino para echar unas risas, decide visitarla disfrazado de pescador. La bruja pica, no adivina que es el gobernador, pero cuando lee la mano de Riccardo se asusta y tiembla... Vaticina que va a ser asesinado por un amigo. Concreta aún más, a los requerimientos de Riccardo, que lo matará el primero que lo salude dándole la mano. Riccardo se rie de la profecía, dado que la bruja no ha adivinado que es el gobernador, pero algunos de los conspiradores, que están en la escena, se asombran de que la bruja esté tan cerca de la verdad... Nadie quiere darle la mano al gobernador, por miedo a la profecía, y en eso que entra Renato, Riccardo piensa esta es la mía, y le da la mano: no hay problema, es su más leal amigo y servidor, jamás habría pendencia entre ambos, y menos un asesinato. ¡Ah! se me ha olvidado que previamente, Riccardo había sido testigo de cómo en secreto la bruja Ulrica ha aconsejado a Amelia unas hierbas que crecen bajo la horca para alejar un amor prohibido que ésta siente, y que no es otro que el gobernador. Amelia decide ir a buscar las hierbas esa misma noche pues está consumida por los remordimientos, y Riccardo promete seguirla, declararle su amor e impedir que tome las hierbas que acabarían con tal pasión. Y así llegamos al siguiente acto: en el tremendo paraje de la horca, Amelia busca los hierbajos aleja amores (¡quién los hubiera tenido!) y Riccardo aparece, cantando ambos uno de los dúos de amor más hermosos de la ópera italiana. De pronto llega Renato, marido de Amelia, para avisar a Riccardo que unos conspiradores andan buscándolo por la ciudad para matarlo y que se dirigen hacia allí (total que era un encuentro secreto, pero se ha enterado hasta el gato). Amelia se ha ocultado bajo un velo, y Riccardo decide huir, no sin antes hacer jurar a Renato que acompañará a esa mujer hasta la entrada de la ciudad, que no la mirará ni escuchará, que no indagará en quién es, y que cuando la deje a las entradas de la urbe se marchará dando un rodeo por otro camino... Renato jura, pero cuando está cumpliendo su cometido, es detenido por los conspiradores, que obligan a descubrirse a Amelia, dejando la vergüenza de Renato a la vista. Empieza el pandemonium: Renato se une a los conspiradores y decide matar a su mujer, a Riccardo, al apuntador, y a dos señoras que pasaban por allí y no tenían nada que ver ni con la ópera ni con Boston... Amelia se salva pues pide unas horas para poder despedirse de su hijo. Justo entonces el alegre matrimonio es invitado a un baile de disfraces en el palacio del gobernador (que vaya momento elige para hacer una fiesta, y además que gracioso invitando a un baile de disfraces de ahora para después, a ver quién encuentra disfraz en Boston tan deprisa). Ese es el momento que los conspiradores eligen para matar al titular de dicho palacio. El azar hace que el encargado de cumplir la tarea sea el propio Renato. Con algún que otro avatar de por medio, nos enteramos de que Riccardo, para no ser infiel a su amigo y caer en la tentación de tarle un toquecito por aquí, un toquecito por allá, a Amelia, decide enviarlo, junto con su ésta, a Inglaterra, ascendiéndolo además con honores. En el baile, Amelia, que ha descubierto los planes de asesinato, intenta prevenir a Riccardo, pero finalmente Renato lo pilla, y le asesta una cuchillada. Mientras muere, el gobernador confiesa que no ha habido infidelidad (lo que antes le había dicho ya su la soprano, pero está claro que a las mujeres no hay que hacerles caso cuando dicen esas cosas y que la palabra de un hombre, además moribundo, vale más en esto de la ópera), descubre su plan para enviarlos a Europa, y en su último acto como Gobernador, perdona a los conspiradores. Arrebatados de dolor, todos los presentes asisten a la muerte de Riccardo, que ha sido algo pendoncete, pero menos. Musicalmente está muy bien, muy verdiana, y las arias de todos los protagonistas son espectaculares. Si no la has escuchado, ya tardas. Versiones comerciales en cd, como Pavarotti y Freni (dudo con esta última, pero no tengo ganas de buscarlo), Di Stefano con Callas o la muy recomendable Carreras - Caballé (el tenor en estado de gracia, ella magnífica como siempre), serían recomendables. Tampoco desdeñemos a Domingo. Ni otras que circulan en vivo por esos mundos de dios. En cuanto a los participantes, empiezo por la señora que tienen más arriba, de nombre Elena Zaremba, mezzosoprano, que hace el muy grave papel de Ulrica, otrora confiado a contraltos (Marian Anderson, por ejemplo). Estuvo bien, con momentos titubeantes, un vibrato muy del este, una dicción algo confusa, pero una magnífica presencia escénica. Es muy mona, y lucía terrible sin embargo. Bien en la zona aguda, correcta en los graves, a veces problemas de volumen, pero tampoco tiene mucho tiempo de calentar la voz, todo sea dicho. Provocó una de las anécdotas de la noche: como ahora vamos a la ópera acojonados porque se nos ocurre aplaudir y empiezan los rectores de la etiqueta a mandar a callar (una moda como otra cualquiera, ahora no se aplaude durante la representación) pues las intervenciones de Ulrica no fueron celebradas pese a merecerlo; pero a medida que la noche avanzó el público perdió timidez y fue ovacionando otras intervenciones. Zaremba no salió a saludar al término de la representación, lo que yo creo fue debido a esta falta de sensibilidad del público con su magnífico trabajo. O eso o que tenía la tortilla enfriándose y esperarse más de hora y media para unos aplausos es demasiado tiempo. En todo caso, no fue bonito, no.

Esta chica es Alessandra Marianelli, que me asombró porque la anterior vez que la escuché me había dejado frío, además de que sospeché de alguna que otra trampilla en la emisión. No sé si hubo trampa o no, pero esta soprano hizo un excelente Óscar, con una buena afinación, mejor agilidad, e interpretación entregada. Óscar es un personaje que detesto, pero estuvo encantadoramente interpretado por Marianelli, un lujazo.


Lo más irregular de esta noche (o regular según se mire) fue Marco Vratogna, barítono, en el papel de Renato. Vamos a ver, es un sustituto, y ya está, no le demos más vueltas, y si en lugar de sustituto hace de segundo reparto y a veces de primero, es por los tiempos que corren. Pero engola, cubre en demasía, se estrangulan los agudos y a veces parece bulgaro porque no se le entiende nada de su lengua materna. Hizo lo que pudo. El primer aria un fiasco, y la segunda, mi tan querida Eri tu.. simplemente correcta con todas las reservas del mundo para un cover. El Renato inicial, Carlos Álvarez, canceló por enfermedad, y este cantante hizo lo que pudo en un papel que le viene enorme. Una pena. Escénicamente con cierta tendencia al marmolillo.

Una de las estrellas de la noche, Violeta Urmana, como Amelia. Estuvo maravillosa, cantó muy bien, con una enorme potencia. Uno, en su afán de perfección, pediría algo más de matices, un poco más de apianamiento de la voz, pero cuando se tiene esté océano vocal, pues debe costar un poco. Se ha puesto un poco cachorrona, lo que provocó un momento algo irónico en la puesta en escena (que se tapara con el velo y Renato no reconociera a su orondisima esposa disfrazada de tal forma de mesa camilla): con Caballé, que era el doble de la Urmana en cuanto a volumen, no habría habido esa ironía... No digo más, pero a buen entendedor... Violeta Urmana es una destacadísima cantante, de lo mejor del panorama internacional, pero a mí me resulta algo fría, y si quieres ser fría y cantar Verdi o te apellidas Tebaldi, o Sutherland, o Caballé (que no eran frías, pero si querían podían permitirse el lujo de serlo) o no te sale. Agudos perfectos, afinación correctísima, buena interpretación en general. Lo de la frialdad es problema mío, eso seguro, cualquiera que escuche a esta mujer disfrutará mucho, yo también, pero es que hay papeles que una vez pisados por las olímpicas de los 50, 60 y 70 no ha vuelto a crecer la hierba, y uno es nostálgico. Jopé, no quiero ser burro. Brava Violeta! que siga cantando mucho, por favor, que con lo que hay en estos momentos para elegir si encima nos falla ella la hemos jorobado. Maravillosa en sus dos arias, especialmente en Morrò, ma prima in grazia..!
El triunfador de la noche fue Marcelo Álvarez, tenor del cono sur, concretamente Argentina, con quien dicen que me parezco. Ojo, igual en el pasado, pero ahora él está demasiado gordo (Marcelo, haz dieta que no cuesta tanto y saldrías ganando en soltura escénica) y yo demasiado delgado. En fin, ¡qué decir! Una gozada verlo y escucharlo. Sólo una pega, por la que empiezo, que en las grandes escenas a mucho volumen se reserva demasiado, quedando su voz muy escondida en el conjunto, y uno hubiera querido que destacara ahí un poco más. Pero es muy poca crítica comparado con lo que nos ofreció. Matices, todos los del mundo, unos agudos rutilantes, con eso que los entendidos llaman squillo y que yo estoy convencido que es una chufla y que no existe (lo que pasa con los cantantes es lo siguiente: un violinista tiene mil recursos y figuras perfectamente definibles y repetibles con técnicas muy precisas, pero un cantante no tiene esas posibilidades, lo que hace que entre eruditos -dios nos libre de ellos- freelances, y cantantes orgullosos se hayan inventado toda una terminología técnica para definir cosas y establecer parámetros que muchas veces no son más que tontunas que no existen, pero quedan muy bien... a ti, que no ves el squillo por ninguna parte, te dejan con cara de besugo pensando lo insensible que eres, y da para una conversación de varias horas tan ricamente, el problema es cuando te dicen que el squillo es fundamental para que la voz corra por un teatro, pero que si no tienes squillo corre tambien... una memez). Álvarez convenció. Canto legato, fraseo inmaculado, dicción perfecta, lirismo, voz bella, virilidad, volumen adecuado con aquellos peros que puse al principio... Es uno de los mejores, a años luz de otros que parecen más mejores y que circulan por ahí... Lo tiene todo para hacernos disfrutar, con una zona media (lo que de verdad diferencia a los grandes cantantes) finísima, elegante y certera. Lo mejor de una gran noche.

Hubo otros intérpretes de papeles menores, como Borja Quizá como Silvano... El gallego ha ganado volumen desde que lo escuché en La Boheme en A Coruña, espero que de forma éticamente no reprobable, y su presencia escénica (alzas incluídas porque lo he tenido al lado y me llegaba a la cintura, así que tan alto como luce no es) ha mejorado, siendo ahora más viril. Por cierto que estaba aparcado a mi lado en el parking y su otrora encantadora sonrisa ha sido sustituida por un rictus de mala hostia importante.

La orquesta del Real llegó a estar correcta, y el plumbeo y aburrido López Cobos tuvo momentos importantes. A mí este señor no me gusta, creo que vino al Real en plan ya estoy mayor, unos añitos aquí en casa y luego me marcho, sin más algaradas. Nunca ha sido uno de los grandes, pero si fue un director correcto. Ahora sólo lo es en lo que le interesa. Mediocre su paso por el Real. Algunos lo defienden. La mediocridad siempre encuentra adeptos, sobre todo entre los semejantes. Yo no voy a llorar su marcha, aunque lo que venga sea peor, jamás caigo en eso. El coro también algo mejor que otras veces, así que un pequeño aplauso para su director, Peter Burian. Todo ello referido, eso sí, a la representación del lunes 13 de octubre. Si otras noches fue mejor o peor, servidor no tiene la culpa y no puede hablar de lo que no ha escuchado.

lunes, 6 de octubre de 2008

Jóvenes Arquitectos Españoles en La Arquería de Nuevos Ministerios... con trampa...


Esta vez sí que voy a ser breve, pese a lo que me criticáis algunos de los que os acercáis a leer este blog. He estado en esta exposición en la Arquería de Nuevos Ministerios de Madrid. Bueno, es irregular, hay cosas mejores, y cosas peores. En general, me dio la sensación de periodo de crisis, de un arte, la arquitectura, que no sabe muy bien dónde está ni a dónde va. Y cuando eso pasa ¿qué hay que hacer? Mirar atrás, y rebuscar en la tradición. Los sesenta, los cincuenta, Le Corbusier... Estos son algunos referentes que se me metían en la cabeza con la mayor parte de los proyectos que veía.

Es una muestra interesante, que nos dice que la arquitectura española está en un buen momento, con alguna mirada de interés hacia los Países Bajos, pero en general sabiendo algo de lo que quiere producir: edificios baratos y sostenibles, arquitectura funcional, formas de la sencillez.

Digo en el título de esta crónica que la exposición tiene trampa. Pues sí, porque no es una exposición de jóvenes arquitectos españoles, sino una exposición de jóvenes arquitectos que le gustan a Campo Baeza (arquitecto y profesor) y a sus amigos (hasta el comisario de la exposición, Aparicio, es su discípulo y amigo). El jurado internacional está plagado de amigos, seguidores y discípulos de Campo Baeza, y se nota en los edificios escogidos y en las personas que los firman (algunos de los cuáles también son discípulos o cercanos al brillante arquitecto con Estudio en Madrid). Es un grupo monocolor, y no cupo, creo yo, el debate.
Aparte de los arquitectos de línea estética y ética cercana a Campo Baeza, aparece algún que otro nombre extraño, quizás el precio que hay que pagar, quizás la devolución de un favor, quizás algo más raro todavía, o todo lo contrario. Uno de los casos más sangrantes es Izaskun Chinchilla, arquitecta que desde que acabó la carrera no se ha parado de ponderar (y ya hace años) y todavía no tiene nada de interés levantado. Ni un sólo proyecto que podamos presentar, salvo la reforma interior de su propio estudio, y algunos stands en exposiciones... Es decir, una porquería para lo que debe ser la actuación de un arquitecto. De resto, nada, ni una imagen, ni una pared, muchos proyectos y menciones, pero ninguna realidad. Y a esta chica la seleccionan en esta exposición con, como no, un proyecto, el de rehabilitación del Castillo de garcimuñoz. Se vende bien, eso sí, haciendo maquetas muy chics (ya no, la que está en esta exposición es vergonzosa, y me parece que alguien debería ver por qué se le ha dado a semejante enjendro dinero público para rehabilitar un edificio) donde emplea materiales de deshecho (vi la de su proyecto de fin de carrera en la sede de la revista Croquis, y había hasta medias viejas rotas (limpias, eso sí). La pregunta es, una chica que no tiene obra terminada, ¿qué pinta en esta exposición? La segunda es ¿qué padrinos tiene? La tercera ¿sabe ella que las jóvenes promesas en algún momento tienen que dejar de prometer y hacer algo?. Seguiré con atención la carrera de esra chica, de hecho llevo años siguiéndola, desde que vergonzosamente la incluyeran en otra exposición hace muchos años sobre la mesa del arquitecto... Espero, alguna vez, poder criticar, ya sea en positivo o en negativo, aunque sea una mísera pared levantada por ella...

... Al margen quedan grandes arquitectos jóvenes como Ecosistema 2000 (que le ganó a Chinchilla en el concurso para boulevard en Vallecas) y que serán los únicos representados en el Pabellón de Madrid de la Expo de Shangai... Estos chicos que están haciendo verdadera arquitectura interesante, ¿por qué no están?

No es que la expo no merezca la pena, no es que los arquitectos escogidos sean malos, es que no son una selección de lo que realmente hoy se está haciendo en España. Aquí os dejo una de las maquetas, no es la de Chinchilla, que aún era más patética. Ésta, por lo menos, es cachonda.