Otra de las cosas que sorprenderá es que el edificio no tiene acceso, es una caja hermética, secreta, una suerte de cáliz oculto, un nuevo símbolo… ¿De una cultura tan cercana y tan poco conocida? ¿De una sorpresa? ¿De una historia de dolor?
Es un edificio, ya he dicho, obsesivo y compulsivo, y con una tremenda carga semántica… ¿Qué edificio no es así en Berlín? Realmente la potencia de la nueva ciudad es, a veces, agobiante. Es un escenario telúrico en el que se representa un drama, uno con miles de matices, desde el más amable al más sanguinario. Es curioso, pensé que las salas dedicadas al Holocausto serían espectaculares y casi sangrantes, pero no, el edificio, en sí mismo, es un enorme vistazo al oneroso recuerdo, las salas dedicadas al mismo son mucho más discretas (agradablemente). La Topografía del Horror, en el mismo Berlín, es más impactante.
… Se echa de menos la existencia de una exposición dedicada a la reconciliación con los palestinos… El museo, en sí mismo, no me interesa demasiado, porque nunca me han gustado los museos etnográficos ni antropológicos, y este al fin y al cabo lo es. Pero es muy interesante su arquitectura, así como su jardín inclinado, creo que el Jardín de los Ausentes, un lugar donde no hay nada en vertical ni en horizontal, y por tanto –lo comprobé por mi mismo– es muy fácil caerse.
El patio del Holocausto es una gran sala fría y negra, con una ligera abertura en la parte superior, que se estrecha (la planta es triangular) hasta hacerse de una angostura impracticable. No pude sentirme demasiado impresionado, porque ese sitio necesita de soledad y silencio, y un grupo de turistas jovenzuelos, creo que americanos, nos lo impidieron, preguntándonos cosas como si en España había mujeres bonitas.
Pero sí me impactó, y casi es la razón de esta entrada, el Patio de los Desaparecidos (o de los Olvidados). Se trata de un patio cubierto de caras de acero con rictus de dolor. Para poder visitarlo, tienes que pisar esas cara, lo que ya de por sí es desagradable. Pero además es que las mismas, al chocar, chirrían escandalosamente, y dada la naturaleza del espacio en que se encuentran, ese sonido halla rápidamente un fuerte eco. Al final, pareciera que esas caras te gritan de dolor y espanto mientras caminas sobre ellas. Es una experiencia desazonadora, y uno de mis diálogos con un espacio artístico contemporáneo más intenso. Te dejo un vídeo que he publicado en youtube, pálido reflejo de lo que te quiero expresar.
Si pasas por Berlín, debes visitar este edificio…
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