Hans Neumann es un escritor austriaco que firma bajo el pseudónimo de Heinz Heger. Es interesante lo de la nacionalidad porque los de La Casa del Libro no se han enterado y lo tiene clasificado como literatura francesa… En fin. Este escritor y documentalista conoció en los años sesenta a un homosexual que presenta con el sobrenombre de Joseph K. (un guiño a Kafka), y que vivió el horror de los campos de concentración nazi, del que Neumann escribe una biografía autorizada. Se titula Los hombres del triángulo rosa, Memorias de un homosexual en los campos de concentración nazi. El triángulo rosa es el distintivo que en la solapa y en una pernera del pantalón debían llevar los homosexuales en la Alemania de Hitler, así como en los territorios ocupados. Durante la barbarie que la Alemania Nacionalsocialista generó en Europa en los años 30 y 40, los homosexuales fueron, junto con los judíos y los gitanos, los que más sufrieron la descerebrada acción del terror. Sé que me van a entender, si leen esto como quiero expresarlo exactamente, si además añado que quizás los homosexuales fueron aún peor parados. ¿Por qué? Entre los propios detenidos en los campos, los homosexuales eran los parias, y todos, absolutamente todos, se sentían con derecho a maltratarlos y humillarlos. Encima, terminada la guerra, los pocos que habían sobrevivido no tuvieron derecho a reparación alguna, y ha sido exclusivamente desde la década de los 80 que se ha empezado, poco a poco, a recuperar su memoria, homenajearlos, y entregarles las pensiones que les correspondían. ¿Por qué? Porque eran homosexuales, un delito en Alemania y en la mayor parte de Europa cuando acabó la guerra. De alguna forma, se estaba diciendo que lo que se había hecho con los demás era horrible, pero que los homosexuales eran delincuentes comunes. Vale, de acuerdo, se había sido un poco duro con ellos, pero no se podía darles reparación alguna dado que su delito era real. ¿A que es repugnante? Por razones más o menos obvias, el tema me afecta y me interesa. Siempre he sentido un especial interés por el Holocausto, casi desde que siendo un niño mi madre me permitió ver la serie de televisión con ese nombre protagonizada, entre otros, por Vanesa Redgrave y Marisa Berenson. En cuanto a testimonios escritos que existen, este es de los pocos, junto con el libro de Pierre Seele titulado Yo, Pierre, Deportado Homosexual. El libro tiene algunas ventajas y muchas desventajas. La ventaja: es descarnado, y nos muestra el horror nazi en toda su extensión, acercándonos además a cómo es la vida cotidiana en un campo de concentración y cómo se organiza, lo cual lo convierte en un documento histórico excepcional. La desventaja, está narrado con demasiada frialdad, con demasiado desapasionamiento, con demasiada lejanía, y cuando trata de ser reivindicativo casi molesta, las reflexiones acerca de la inmoralidad del hecho resultan infantiles y fatuas. Cuando el protagonista reflexiona acerca de su situación, parece como si quisieran cargar las tintas sobre lo que no tiene ya tinta que cargar. Frases del tipo ¿Cómo me podían hacer eso por simplemente amar a una persona de mi mismo sexo? resulta tan vacía y lejana ante lo que se está contando, que a menudo sobran. El hecho del Holocausto, en sí, es tan terrible, el salvaje bestiario que representaron los alemanes que se dejaron seducir por el horror es tan despreciable, que nada de lo que se diga puede acentuar la onerosa sensación de asco que todo el proceso de los campos de concentración significa. Acrecienta el horror la sensación de desprecio que supone no haber reparado a estas víctimas durante más de cuarenta años. La mayor parte de los homosexuales que fueron recluidos en campos de concentración y sobrevivieron han fallecido sin ver reconocida en vida su calidad de víctimas. Hoy por fin se les reconoce. Hace poco se inauguró un monumento en su recuerdo en Berlín, donde ahora mismo sólo había una pequeña lápida en forma de triángulo rosa. Holanda acogía desde los 90 el que hasta ahora era el único existente. Sin embargo, lo recomiendo. En España está editado por Amaranto y viene avalado por el Ministerio de Cultura Austriaco. Termino con la foto de Erwin Schimitzek, preso gay en Auschwitz, muerto a los 23 años, para que le pongamos cara al horror. Hoy tendría aproximadamente 88 años. Se entiende que el triángulo rosa sea, ahora, el símbolo, en positivo, de la lucha del colectivo gay.
No había visto esto hasta ahora. Tomo nota; tus recomendaciones (las que he seguido al menos) siempre han sido excelentes. Y este tema me apasiona, en este caso, con doble motivo.
ResponderEliminarEugenio, esto no lo publiques, pero en el último parrafo corrige Auschwitz, si us plau.
ResponderEliminarDavid ex-Tamino
Publicado queda que da igual, gracias por la corrección Ex Tamino!
ResponderEliminarBuscaba información sobre el trato a los homosexuales por parte de los nazis, y encontré bastante. Me gustó tu blog, algunos de los temas que tratas y cómo lo haces. Gracias, y suerte.
ResponderEliminarhttp://lluisuni.blogspot.com/2011/01/mal-principi-dany.html
ResponderEliminarEstá en catalán, espero que lo entiendas, sino, te paso una traducción.
lluisuni@hotmail.com