La exposición El retrato en las Colecciones Reales que se ha organizado en el
Palacio Real es una de las muestras más interesantes de cuantas se llevan a
cabo ahora mismo en Madrid. Cuidada con esmero, muy bien elegidas las piezas y
del tamaño adecuado, recorre cinco siglos de retratística asociada a la
monarquía española, que formó parte activa en la conformación del retrato como
género pictórico. Ya sea atrayendo a los grandes maestros, ya sea por la rígida
conformación de la iconografía asociada a la imagen Real, la aportación
española es indiscutible. Es una exposición recomendable, encontramos cuadros bellísimos y curiosidades que muchos no conocíamos, y debes ir (estará hasta mediados de abril).
Aunque son formalmente más, la exposición
se divide en 3 partes bien diferenciadas. La primera, dedicada a los Austrias,
desde los Reyes Católicos hasta Carlos II. Para mí, la parte más interesante,
de mayor calidad, y que presenta algunos de los mejores ejemplos de retratistas
españoles y europeos desde el gótico tardío hispanoflamenco hasta el barroco.
Van der Weyden, Juan de Flandes, Antonio Moro, Pantoja de la Cruz, Rubens,
Ribera, Coello, Giordano y un largo etc.
jalonan esta parte de la muestra, que nos hace sentir no sólo la calidad de la
pintura asociada a la Corona española, sino también la rigidez de la imagen y
la potencia protocolaria que se asociaba a ellos.
Aunque está presente, uno
echa de menos algún retrato más del gran Sánchez Coello, sin duda a la cabeza
de los retratistas de corte durante el renacimiento; y hay dos notabilísimas
excepciones: Tiziano y Velázquez, padres del retrato real de la Corte Española,
que sin embargo están presentes en espíritu, esencia y en forma de una pequeña
miniatura en el caso del segundo: Diego Velázquez. Creo que no exponer ningún
retrato de Felipe IV de Velázquez o de Carlos V de Tiziano es un error notable
y sensible; el mayor "pero" a la muestra, y más aún cuando su
influencia impregna a gran parte de los pintores que sí tienen un lugar en la
misma. No sé a qué se debe la ausencia, si es por una razón práctica, política,
estética o ética, pero no hay nada que lo explique desde el punto de vista
formal. También faltaban ejemplos notables de Los Leoni (el expuesto era
menor).
Por razones de gusto personal, con la
llegada de los Borbones aparece también la pintura que deja de interesarme, y
es la segunda parte de la exposición. No es culpa de ellos y no se vea en mis
palabras una mayor intencionalidad, realmente la pintura del S. XVIII, salvo
notables excepciones, no me interesa demasiado. Sin embargo los ejemplos son
interesantísimos, especialmente aquellos de Carlos III y Carlos IV que menos se
parecen a la "imagen habitual"
que tenemos de ambos monarcas. De nuevo los grandes nombres, de entre los que
destaca, como no, Francisco de Goya, a quien no se dejó de lado, por suerte.
La tercera parte comienza con Isabel II y
termina con Alfonso XIII. Variada, curiosa, encontramos retratos románticos
interesantísimos como el que Esquivel hace a la joven reina y su hermana como
dos amigas disfrutando de una tarde en el jardín, hasta los más recientes que
Lazlo hizo de Alfonso XIII y de la Reina Victoria Eugenia, pasando por Madrazo,
por Benlliure y un excepcional busto de los mismos monarcas; y por un sensible
y modernísimo retrato que también para Alfonso XIII realiza el cada vez más
recuperado Sorolla. Aquí las ausencia, más que de artistas, son de monarcas. Ni
rastro de Fernando VII y sólo un retrato infantil, escultórico y más curioso
que trascendente de Alfonso XII (gran
Rey que, salvo por su afición a la vida
nocturna, creo que es el más parecido a S.M. Felipe VI de todos sus
antecesores: inteligente, formado, demócrata y culto).
Termina la exposición, todos pensaríamos
que la excusa perfecta, por el retrato de la Familia de Juan Carlos I que por
fin entregó Antonio López a la Casa Real tras quince años de retraso. No soy un
gran seguidor del hiperrealismo ni de Antonio López, pero siempre he reconocido
la maestría y la destreza técnica del pintor, por encima de todos los de su
generación. Es un pintor consumado, y maneja su profesión como nadie. Por eso
me sorprende el plúmbeo y definitivamente aburrido retrato de la anterior
familia real que nos ha presentado. Se
entienden los guiños iconográficos al pasado, se entiende la obsesiva presencia
de la luz; pero no que los personajes parezcan figuras de cera, sin vida,
incluso con una dudosa proporción. No me va nadie a salir con que es una
intención temática, política e ideológica.
Lo que hay es desgana, un cuadro al que creo que Antonio López no supo
hincarle el diente, quizás por presión, quizás porque no le apetecía, pero el resultado
es definitivamente irregular y, desde mi punto de vista, decepcionante. No está
a la altura del artista, de los retratados. Muy buen la idea del comisariado de
la exposición de enfrentarlo, en la misma sala, a un retrato de D. Juan Carlos
realizado por Salvador Dalí, a partir de una foto oficial y con técnicas
copiadas de las novedades del momento. Si tengo que elegir entre ambos, me
quedo con el surrealismo de un Dalí decadente frente al hiperrealismo de un
López desganado e insustancial. La figura
de Juan Carlos, y su reinado, merece más al primero que al segundo.