Mircea Cartarescu es uno de los mejores escritores rumanos de la
actualidad. Posiblemente ganará un merecidísimo Premio Nobel de Literatura en
los próximos años. Acabo de terminar un conjunto de relatos que, tras haber
aparecido en solitario en diversas ediciones, son recopilados por el autor en
este volumen, que titula “Nostalgia”.
Lo compré el pasado mes de junio, incluso lo llevé conmigo en mis vacaciones
limeñas, pero no lo pude terminar hasta hace muy escasas fechas. Y hay un por
qué no achacable a mi pereza al leer, ni a la extensión, 375 páginas.
Comienza el libro con una historia espectacular, “El ruletista”, que narra la existencia de un hombre que dedica su
vida jugar a la “ruleta rusa” por
dinero. Y siempre, siempre, gana. Hasta que se enfrenta a una pistola con el
tambor repleto de balas. Hasta ahí puedo contar. Es una historia impactante,
directa, plagada de imágenes bellas y de un lenguaje florido y recargado. Pero
tan original y sugerente que se gana al espectador sin remedio.
La historia que cierra el volumen es igualmente atractiva, muy en la
línea del anterior. Se llama “El
arquitecto”, y aunque tiene una gran incongruencia narrativa, es tan
extraña, siniestra y rica que de nuevo encandila a quien la lee. Hablar de
incongruencia en una historia que casi es de ciencia ficción parece un poco
raro, pero incluso cuando dejas que el surrealismo desborde tus narraciones,
tienes que atar todos los cabos prosódicos.
… y queda el corazón del volumen. Que, según Cartarescu, son realmente “Nostalgia”, dado que “El ruletista” y “El arquitecto” aparecen catalogados por el autor como prólogo y
epílogo. Así que “Nostalgia” está
formada por tres relatos más, “El
mendébil”, “Los gemelos” y “REM”, largos y muy complicados. Aquí es
donde está el problema. Cartarecu es brillante, inteligente, y domina el idioma
y la escritura como nadie, pero si alguna vez se leyó aquel ensayo de Italo
Calvino en el que desgrana cuál debe ser el oficio del escritor, no le hizo
mucho caso a las lecciones más importantes del italiano. Las historias se
pierden entre metáforas, historias cruzadas, imágenes mágicas y un lenguaje terriblemente recargado y
barroco. Páginas y páginas de oraciones subordinadas que nos alejan, a veces,
del mensaje, y nos despistan como lectores. Historias que parecen lo que no
son, pero que en algún momento se revuelven con tanta rocalla que incluso dejan
de interesar. Sucede en “El mendébil”,
donde nada es lo que parece y donde la perturbadora imagen de dos niños
enfrentándose a sus cuerpos desnudos se pierde entre adjetivos y atmósferas
cargadas. Una escritura que resulta terrible, y retrasa la comprensión y la
lectura, sobre todo en “Los gemelos”.
Sólo hubo un instante de la historia, casi al final, con los protagonistas
vagando por un mundo subterráneo e inventado de Bucarest, en el que logré engancharme.
Pero no más, ni siquiera me interesó la conclusión. Personajes travestidos no
se sabe bien por qué que culminan en un sucio hospital. En esas llegamos a “REM”, que como su nombre indica va a
tratar de sueños y soñadores. La más larga de todas las narraciones, la empecé
con mucho miedo. Y aunque tiene los mismos mimbres, ese lenguaje brillante pero
recargado y extremadamente poliédrico, consigue dotarlo de un ambiente mágico y
bello que logra captar la atención de principio a fin. El problema son las
muchas historias alternativas. Hay pasajes, imágenes, ideas, que si
desaparecieran no tendría la más mínima importancia ni afectarían a la
historia. Quizás Cartarescu necesita un “montador”,
como si de un director de cine se tratara, que podara su inmensa arboleda de
todo aquello que realmente ni ayuda ni explica la trama. Una mujer ya en la
treintena, cuenta a su joven amante tras un encuentro sexual un largo capítulo
de su niñez, en una Rumanía que ya no existe, con personajes diversos, multidimensionales,
y a veces raros, encerrando a la protagonista en un espacio tan real y cercano
como onírico y vaporoso.
¿Lo recomiendo? Desde luego sí, pero léelo con cuidado, con calma, con
tiempo, y despacio. Tendrás que releer algunos párrafos, alguna vez te
aburrirás, pero el destino final interesa, porque Cartarescu posee una poética
finalmente hermosa en la que nuestra vida, nuestra propia historia, aparecerá,
en cada rincón, sin darnos cuenta. Ahí está su interés, en contarnos como nadie
lo hace hoy una verdad que a veces duerme en lo más alejado de nuestra memoria.
Especialmente de los que nos criamos en la segunda mitad del siglo pasado. Está publicado por la Editorial Impedimenta, con una fabulosa
introducción de Edmundo Paz Soldán que nos ayuda a conocer más a este escritor
rumano.