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lunes, 5 de enero de 2009

Recomendando libros: Los hombres del Triángulo Rosa. Memoria de la barbarie

Hans Neumann es un escritor austriaco que firma bajo el pseudónimo de Heinz Heger. Es interesante lo de la nacionalidad porque los de La Casa del Libro no se han enterado y lo tiene clasificado como literatura francesa… En fin. Este escritor y documentalista conoció en los años sesenta a un homosexual que presenta con el sobrenombre de Joseph K. (un guiño a Kafka), y que vivió el horror de los campos de concentración nazi, del que Neumann escribe una biografía autorizada. Se titula Los hombres del triángulo rosa, Memorias de un homosexual en los campos de concentración nazi. El triángulo rosa es el distintivo que en la solapa y en una pernera del pantalón debían llevar los homosexuales en la Alemania de Hitler, así como en los territorios ocupados. Durante la barbarie que la Alemania Nacionalsocialista generó en Europa en los años 30 y 40, los homosexuales fueron, junto con los judíos y los gitanos, los que más sufrieron la descerebrada acción del terror. Sé que me van a entender, si leen esto como quiero expresarlo exactamente, si además añado que quizás los homosexuales fueron aún peor parados. ¿Por qué? Entre los propios detenidos en los campos, los homosexuales eran los parias, y todos, absolutamente todos, se sentían con derecho a maltratarlos y humillarlos. Encima, terminada la guerra, los pocos que habían sobrevivido no tuvieron derecho a reparación alguna, y ha sido exclusivamente desde la década de los 80 que se ha empezado, poco a poco, a recuperar su memoria, homenajearlos, y entregarles las pensiones que les correspondían. ¿Por qué? Porque eran homosexuales, un delito en Alemania y en la mayor parte de Europa cuando acabó la guerra. De alguna forma, se estaba diciendo que lo que se había hecho con los demás era horrible, pero que los homosexuales eran delincuentes comunes. Vale, de acuerdo, se había sido un poco duro con ellos, pero no se podía darles reparación alguna dado que su delito era real. ¿A que es repugnante? Por razones más o menos obvias, el tema me afecta y me interesa. Siempre he sentido un especial interés por el Holocausto, casi desde que siendo un niño mi madre me permitió ver la serie de televisión con ese nombre protagonizada, entre otros, por Vanesa Redgrave y Marisa Berenson. En cuanto a testimonios escritos que existen, este es de los pocos, junto con el libro de Pierre Seele titulado Yo, Pierre, Deportado Homosexual. El libro tiene algunas ventajas y muchas desventajas. La ventaja: es descarnado, y nos muestra el horror nazi en toda su extensión, acercándonos además a cómo es la vida cotidiana en un campo de concentración y cómo se organiza, lo cual lo convierte en un documento histórico excepcional. La desventaja, está narrado con demasiada frialdad, con demasiado desapasionamiento, con demasiada lejanía, y cuando trata de ser reivindicativo casi molesta, las reflexiones acerca de la inmoralidad del hecho resultan infantiles y fatuas. Cuando el protagonista reflexiona acerca de su situación, parece como si quisieran cargar las tintas sobre lo que no tiene ya tinta que cargar. Frases del tipo ¿Cómo me podían hacer eso por simplemente amar a una persona de mi mismo sexo? resulta tan vacía y lejana ante lo que se está contando, que a menudo sobran. El hecho del Holocausto, en sí, es tan terrible, el salvaje bestiario que representaron los alemanes que se dejaron seducir por el horror es tan despreciable, que nada de lo que se diga puede acentuar la onerosa sensación de asco que todo el proceso de los campos de concentración significa. Acrecienta el horror la sensación de desprecio que supone no haber reparado a estas víctimas durante más de cuarenta años. La mayor parte de los homosexuales que fueron recluidos en campos de concentración y sobrevivieron han fallecido sin ver reconocida en vida su calidad de víctimas. Hoy por fin se les reconoce. Hace poco se inauguró un monumento en su recuerdo en Berlín, donde ahora mismo sólo había una pequeña lápida en forma de triángulo rosa. Holanda acogía desde los 90 el que hasta ahora era el único existente. Sin embargo, lo recomiendo. En España está editado por Amaranto y viene avalado por el Ministerio de Cultura Austriaco. Termino con la foto de Erwin Schimitzek, preso gay en Auschwitz, muerto a los 23 años, para que le pongamos cara al horror. Hoy tendría aproximadamente 88 años. Se entiende que el triángulo rosa sea, ahora, el símbolo, en positivo, de la lucha del colectivo gay.

domingo, 4 de enero de 2009

Estampas berlinesas... El Museo del Pueblo Judío.

Un concurso internacional le dio a Daniel Libeskind, arquitecto polaco, la posibilidad de construir la sede del Museo del Pueblo Judío, en Berlín. Este interesante, obsesivo y compulsivo edificio es hoy una de las muestras más vibrantes de una ciudad que se empeña en nacer y renacer continuamente, de una ciudad que ha debido volver a ser en un plazo de apenas veinte años. Lo primero que sorprenderá del edificio es su planta, en forma de rayo, y su macizo alzado cubierto de zinc del que de vez en cuando surgen ventanas de diversas formas y tamaños que vienen a reflejar, en su irregularidad y asimetría, las heridas y bandazos que el pueblo judío ha vivido a lo largo de su historia. De esa combinación no surge un espacio interior, sino muchos, con diferentes luces, sonidos, formas… Un viaje que trata de ser tan iniciático, tan envolvente, como la colección que alberga.

Otra de las cosas que sorprenderá es que el edificio no tiene acceso, es una caja hermética, secreta, una suerte de cáliz oculto, un nuevo símbolo… ¿De una cultura tan cercana y tan poco conocida? ¿De una sorpresa? ¿De una historia de dolor?

Si quieres más datos, aquí te dejo las páginas oficiales del arquitecto y del museo:
http://www.juedisches-museum-berlin.de/site/DE/00-Metanavigation/01-Besucherinfo/07-Espanol/espanol.php?meta=TRUE
Es un edificio, ya he dicho, obsesivo y compulsivo, y con una tremenda carga semántica… ¿Qué edificio no es así en Berlín? Realmente la potencia de la nueva ciudad es, a veces, agobiante. Es un escenario telúrico en el que se representa un drama, uno con miles de matices, desde el más amable al más sanguinario. Es curioso, pensé que las salas dedicadas al Holocausto serían espectaculares y casi sangrantes, pero no, el edificio, en sí mismo, es un enorme vistazo al oneroso recuerdo, las salas dedicadas al mismo son mucho más discretas (agradablemente). La Topografía del Horror, en el mismo Berlín, es más impactante.

… Se echa de menos la existencia de una exposición dedicada a la reconciliación con los palestinos… El museo, en sí mismo, no me interesa demasiado, porque nunca me han gustado los museos etnográficos ni antropológicos, y este al fin y al cabo lo es. Pero es muy interesante su arquitectura, así como su jardín inclinado, creo que el Jardín de los Ausentes, un lugar donde no hay nada en vertical ni en horizontal, y por tanto –lo comprobé por mi mismo– es muy fácil caerse.

El patio del Holocausto es una gran sala fría y negra, con una ligera abertura en la parte superior, que se estrecha (la planta es triangular) hasta hacerse de una angostura impracticable. No pude sentirme demasiado impresionado, porque ese sitio necesita de soledad y silencio, y un grupo de turistas jovenzuelos, creo que americanos, nos lo impidieron, preguntándonos cosas como si en España había mujeres bonitas.

Pero sí me impactó, y casi es la razón de esta entrada, el Patio de los Desaparecidos (o de los Olvidados). Se trata de un patio cubierto de caras de acero con rictus de dolor. Para poder visitarlo, tienes que pisar esas cara, lo que ya de por sí es desagradable. Pero además es que las mismas, al chocar, chirrían escandalosamente, y dada la naturaleza del espacio en que se encuentran, ese sonido halla rápidamente un fuerte eco. Al final, pareciera que esas caras te gritan de dolor y espanto mientras caminas sobre ellas. Es una experiencia desazonadora, y uno de mis diálogos con un espacio artístico contemporáneo más intenso. Te dejo un vídeo que he publicado en youtube, pálido reflejo de lo que te quiero expresar.



Si pasas por Berlín, debes visitar este edificio…