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sábado, 25 de julio de 2020

De libros: "Los inocentes" de Oswaldo Reynoso.

La editorial "estruendo mudo", que descubrí en mi último viaje a Lima junto con la librería del mismo nombre, reeditó en 2006 el clásico de la literatura peruana "Los inocentes", una colección de cuentos entrelazados escritos por Oswaldo Reynoso (1931 - 2016), cuidadosamente revisados por el autor, que los había publicado originalmente en 1961, causando un notable revuelo. Ha tenido una edición con otro nombre, muy poco adecuado, "Lima en rock". Pero si lo encuentras, debes saber que son la misma obra. No puedo hacer una reseña de este libro al uso, porque sería como reseñar "La Tía Tula" de Unamuno o "Misericordia" de Galdós. Es una obra conocida, sobre todo en Iberoamérica, y ha sido presentada y analizada algunas veces en nuestro país, sobre todo por el gran Luis Antonio de Villena, que lo ha leído y conoce todo. Sería muy petulante por mi parte divulgar una obra conocida, un clásico de la historia de la literatura del Perú, y presentarlo de nuevas. Reynoso es un escritor inmenso, que abrió un camino que luego muchos siguieron. Un realismo social preñado de jerga y de escenas inquietantes que, por supuesto, azoró y molestó a la sociedad peruana, a la que no le gusta nada mirarse en el espejo. 


Nosotros, en España, conocimos gracias a "Los cachorros" y "Los Jefes" ese estilo peruano realista e iconoclasta de la mano de Mario Vargas Llosa, pero no es lo mismo, ni es igual. La capacidad analítica de Reynoso, y sobre todo su investigación filológica, es más intensa, y finalmente más veraz, aunque Vargas Llosa sea un literato más completo. En otras artes como la pintura o la escultura, pasa también mucho que conocemos a un gran artista y por su fuerza y originalidad, pero también por desconocimiento contextual, creemos que es un hito aislado, original en sí mismo, sin raíces. Eso se arregla de un modo fácil no sólo poniendo a cada autor en su lugar, sino por medio de exposiciones que permiten realizar esa contextualización. Así, sabemos que Velázquez, Rubens, Rembrandt, Goya o Picasso tienen un contexto y nacen del mismo. Ahora mismo en el Museo Thyssen de Madrid se puede ver una magnífica exposición sobre Rembrandt y el retrato holandés de los S. XVI y XVII que nos aclara el panorama: Rembrandt tiene un punto de partida y un proceso de singularización dentro de una escuela pictórica excepcional, con autores que muchos, incluso los que hemos estudiado historia del arte, no conocíamos. 


En literatura, como en música, es más difícil hacer ese viaje. Pero si tienes suerte y de pronto cae en tus manos una obra como la que estoy reseñando, entiendes que muchos de los autores iberoamericanos que conocemos, la gran generación que se juntó en Barcelona, por ejemplo, con Vargas Llosa y García Márquez a la cabeza, tuvieron unos antecedentes claros, una tradición que muchas veces no nos ha llegado. Así, las historias que nos escriba Reynoso de un grupos de adolescentes y jovenzuelos de barrio limeño a principios de los 60, con sus alusiones a la prostitución homosexual, sus códigos de conducta, los olores, los ambientes, y la realidad tan poco folclórica, son una revelación de apenas 50 páginas. Esos chicos de pandilla, de billar y de cerveza, esos hombrecillos haciendo un viaje iniciático siniestro, son los mismos que luego nos deslumbraron en la obra de otros. Entonces "Matacabros" de Santiago Galarza se nos antoja un vigoroso homenaje, por no decir otra cosa más concreta (y delictiva), a "Los inocentes", con una salvedad: "Matacabros", publicado originalmente en 1996, no tiene hoy en día el más mínimo interés, ha envejecido desastrosamente mal pese a los intentos de recuperación, mientras que "Los inocentes", publicada en 1961, resiste hoy cualquier lectura, y cualquier análisis. 


Oswaldo Reynoso fue profesor, fue un prolífico autor, y tuvo miles de incidentes en su país debido a lo que la bienpensante sociedad peruana denominaba libertinaje u obscenidad literaria. Por razones políticas tuvo que exiliarse durante la dictadura de Morales Bermúdez, y eligió China para hacerlo. Marxista convencido, refugiarse en China no es, para mí, su mejor decisión, toda vez que su país, Perú, vivió la voraz violencia de Sendero Luminoso, el grupo guerrillero maoísta que dejó tras de sí centenares de miles de muertos y una sociedad destrozada. Pero bueno, eso son historias mías, él se mantuvo marxista hasta el final, lo que además chocaba con su condición homosexual, que habría significado su ruina en cualquier país comunista. Un mes después de su muerte fue publicada una foto en la que en pose de artista señorial luce junto a un modelo desnudo, tan parecido a los mestizos y cobrizos chicos de barrio que nos reveló en su luminosa literatura. Pidió que esa fotografía no viera la luz hasta su muerte: último pudor o última provocación. Eso debemos decidirlo nosotros. 


Si tienes la oportunidad, y este libro cae en tus manos, no dejes de leerlo. La edición revisada de "estruendo mudo" no es de especial calidad, tiene problemas tipográficos y de impresión, y se le han añadido una colección de fotos, que en el caso de un autor consagrado tiene más sentido que cuando lo hacen con autores nóveles o seminóveles; y algunos artículos sobre el autor y su obra escritos por diferentes intelectuales o personalidades relevantes peruanas, que a mí me han interesado menos por su irregularidad. 

domingo, 7 de julio de 2019

De libros: biografías de políticos. "Mi historia" de Michelle Obama


Me gusta mucho el género de la biografía, las memorias o la autobiografía. Políticos, artísticas, personas que han protagonizado momentos de la historia: todos los que puedan significar una enseñanza. Dentro de ellas, los presidentes de los Estados Unidos, como sus homólogos de Europa, suelen escribir memorias más o menos interesantes, pero que hay que leer. Normalmente, este tipo de personajes, que tienen su punto de vanidad e incluso su caudal de iluminación, están convencidos de que todos los hechos de su vida son relevantes y van a dejarnos boquiabiertos. Desde el primer azote de la abuela Mae hasta el día que se pusieron su primer reloj. El problema es que no suele ser para tanto, y las memorias se convierten en una enumeración prolija, y a veces aburridísima, de hechos poco atractivos. Recuerdo con horror las memorias de uno de los presidentes de los Estados Unidos que más me interesan, Bill Clinton, que tenía como mil páginas, y que tuve que abandonar como en la página 300 cuando el presidente aún contaba con unos 12 años. Era horrorosamente aburrida, describía con todo lujo de detalle el hecho vital más nimio y falto de cualquier singularidad. Otros personajes tratan de decir "qué normal soy" pero cuando lees esos párrafos en los que rezuma la "normalidad" te das cuenta de que son forzados,, por falsos. En ese sentido me gustaron mucho los libros de recuerdos de la actriz Katharine Hepburn, porque los escribió en plan "soy la hostia, siempre he sido la hostia, sabes que soy la hostia, y te voy a contar exactamente lo que me de la gana". Las memorias y biografías serias intentan huir del cotilleo común, lo que se agradece, aunque un poco tampoco viene mal. Y los grandes líderes políticos, supongo que en aras de mantener versiones oficiales o no levantar polémica, cuentan muy por encima los momentos clave de sus mandatos, de los que rara vez ahondan en su análisis. Hay una excepción, y he leído muchísimas memorias de expresidentes y líderes de todo tipo, y son las memorias de Harry S. Truman, porque están escritas con una enorme humildad. Ese hombre ante la decisión de lanzar la primera bomba atómica, o cuando se vio sentado en el despacho oval y no sabía muy bien de qué iba eso; el martirio de una administración que murió entre constantes escándalos de corrupción, siendo él, la clave de esa pirámide, un hombre honesto. Recomiendo leerlas, porque son francamente reveladoras. Las de Churchill, por contra, son un soberano coñazo de varios tomos camuflados y muy bien escritos, eso sí.


Así que, un poco predispuesto por la fuerte campaña mundial de publicidad, me apetecía mucho leer "Mi historia", de Michelle Obama. "Becoming", el título original inglés, se entiende un poco mejor, por lo que ella pretende con el libro. No hay un solo cotilleo, eso ya lo advierto de antemano, ni ningún hito del gobierno de su marido o momento histórico que ella se detenga a describir, salvo lo que significó el asesinato / ejecución de Osama Bin Laden, y aun así pasa de puntillas. La primera parte, infancia y adolescencia, es muy aburrida por lo que conté antes. Michelle Obama, que es una mujer influyente y poderosa, cree que numerosísimos hechos de su crianza son realmente inauditos y enriquecedores. Que si el primer concierto de piano, que si el primer día de escuela, que si no supo deletrear una palabra y exigió que le repitieran el examen (con 4 años)... En fin, el mensaje es: mujer, negra, de un barrio difícil, lo tiene mucho más complicado para salir adelante, y tiene que romper uno, dos, tres y hasta mil techos de cristal. El problema es que los explica muy bien en su propio prólogo, así que cuando machaconamente nos los "demuestra" una y otra vez llega un momento en que "chica-negra-que-lo-consigue-con-esfuerzo" te harta bastante. Lo mismo pasa con su primer periodo universitario, que detalla hasta la nausea, dando una trascendencia brutal al más simple de los gestos. Sin embargo, de los años de Harvard no cuenta absolutamente nada. Una mujer tan prolija en todo el libro, de Harvard no hace el más mínimo comentario, que sin embargo parecería muy interesante, a priori. Luego viene su desarrollo profesional, su noviazgo con Barack Obama, a quien admira, expone y defiende a lo largo de todo el libro; y los dos mandatos en la Casa Blanca. Es interesante que Michelle Obama intente dar a toda esa narración un sesgo de género, pero con verdadero conocimiento, lejos de cualquier frivolidad o arranque de cuarta, quinta o sexta ola (tengo un poco despistadas las olas feministas ya). Una mujer que sabe de lo que habla y expresa lo que significó quedar a espaldas del hombre con poder y relegada a una figura decorativa y madre que un día descubre la verdadera dimensión de su poder y lo utiliza. Todos los capítulos que reflejan su obsesión porque sus hijas fueran niñas "normales" y que se hicieran su propia cama resultan un tanto artificiales, por increíbles, y me vino a la cabeza cierto paralelismo que no voy a contar aquí por si acaso. Hay pasajes del libro que parecen poco creíbles, otros un tanto vengativos, pero se perdonan porque no son trascendentales. No es un gran libro de memorias pero deja perlas interesantes y creo que puede servir a muchos, especialmente mujeres y personas pertenecientes a minorías. Hay un momento en el prólogo que me encantó, porque va a ser el leitmotiv de la biografía: "Desde mi reticente incursión en la vida pública he sido aupada como la mujer más poderosa del mundo y también apeada a la categoría de 'mujer negra malhumorada'. A veces he sentido la tentación de preguntar a mis detractores qué parte de esa frase les molestaba más: ¿Malhumorada, negra o mujer?". Ahí está la clave, y Michelle Obama la desarrolla: mujer, ¿y qué?, negra, ¿y qué?, malhumorada, ¿y qué? Eso, que se convierte en una lectura feminista de un periodo histórico, bastante más humilde de lo que esperaba pese a la potencia intelectual del personaje, con una formación académica y laboral inmensa, resulta francamente de interés. Y luego otra dimensión de la biografía, que es el sentimiento acerca de su país, totalmente bipolar, y que asomará  entre las 100 últimas páginas. Algo que uno sospecha Michelle Obama quería hacer desde el principio pero decidió dosificar muy inteligentemente: "Pido un poco de paciencia, porque lo que sigue no será necesariamente más llevadero. Ojalá Estados Unidos fuese un lugar sencillo, con una historia sencilla; ojalá pudiese narrar mi parte en ella tan solo a través el cristal de lo que era ordenado y grato; ojalá no hubiese pasos atrás y cada pena, cuando llegase, al menos resultara ser, en última instancia, redentora. Pero Estados Unidos no es así, ni yo tampoco. Y no voy a intentar retorcer eso hasta darle una forma perfecta". Y ahí están los atentados, los tiroteos, los asesinatos sin sentido, las crisis sociales, una tras otra, desde la perspectiva de una primera dama que tuvo que asistir a demasiados entierros debidos a la violencia social en las calles del país, mientras los políticos de todo signo están más interesados por conseguir prebendas de la Asociación Nacional del Rifle que por limitar el uso de las armas. Lo mejor es que lo dice, tal cual, sin filtros, porque ahora, Michelle Obama, ha decidido defender lo que quiere sin que la responsabilidad de su marido implique prudencia. Va a decir lo que piensa y cómo lo piensa, y además deja claro que no tiene intención de entrar en política, pero sí seguir haciendo política. Creo que este libro es un prólogo a lo que está por venir, y desde ese punto de vista, sus reflexiones políticas, escondidas entre historias de mamá perfecta y puntillosa, pueden motivar, aún no estando de acuerdo, porque son genuinas. Realmente uno agradece su campaña a favor de la educación de las mujeres en todo el mundo, porque se antojan gestos más coherentes y válidos que gritar consignas en las calles contra machirulos una o dos veces al año.