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domingo, 7 de julio de 2019

De libros: biografías de políticos. "Mi historia" de Michelle Obama


Me gusta mucho el género de la biografía, las memorias o la autobiografía. Políticos, artísticas, personas que han protagonizado momentos de la historia: todos los que puedan significar una enseñanza. Dentro de ellas, los presidentes de los Estados Unidos, como sus homólogos de Europa, suelen escribir memorias más o menos interesantes, pero que hay que leer. Normalmente, este tipo de personajes, que tienen su punto de vanidad e incluso su caudal de iluminación, están convencidos de que todos los hechos de su vida son relevantes y van a dejarnos boquiabiertos. Desde el primer azote de la abuela Mae hasta el día que se pusieron su primer reloj. El problema es que no suele ser para tanto, y las memorias se convierten en una enumeración prolija, y a veces aburridísima, de hechos poco atractivos. Recuerdo con horror las memorias de uno de los presidentes de los Estados Unidos que más me interesan, Bill Clinton, que tenía como mil páginas, y que tuve que abandonar como en la página 300 cuando el presidente aún contaba con unos 12 años. Era horrorosamente aburrida, describía con todo lujo de detalle el hecho vital más nimio y falto de cualquier singularidad. Otros personajes tratan de decir "qué normal soy" pero cuando lees esos párrafos en los que rezuma la "normalidad" te das cuenta de que son forzados,, por falsos. En ese sentido me gustaron mucho los libros de recuerdos de la actriz Katharine Hepburn, porque los escribió en plan "soy la hostia, siempre he sido la hostia, sabes que soy la hostia, y te voy a contar exactamente lo que me de la gana". Las memorias y biografías serias intentan huir del cotilleo común, lo que se agradece, aunque un poco tampoco viene mal. Y los grandes líderes políticos, supongo que en aras de mantener versiones oficiales o no levantar polémica, cuentan muy por encima los momentos clave de sus mandatos, de los que rara vez ahondan en su análisis. Hay una excepción, y he leído muchísimas memorias de expresidentes y líderes de todo tipo, y son las memorias de Harry S. Truman, porque están escritas con una enorme humildad. Ese hombre ante la decisión de lanzar la primera bomba atómica, o cuando se vio sentado en el despacho oval y no sabía muy bien de qué iba eso; el martirio de una administración que murió entre constantes escándalos de corrupción, siendo él, la clave de esa pirámide, un hombre honesto. Recomiendo leerlas, porque son francamente reveladoras. Las de Churchill, por contra, son un soberano coñazo de varios tomos camuflados y muy bien escritos, eso sí.


Así que, un poco predispuesto por la fuerte campaña mundial de publicidad, me apetecía mucho leer "Mi historia", de Michelle Obama. "Becoming", el título original inglés, se entiende un poco mejor, por lo que ella pretende con el libro. No hay un solo cotilleo, eso ya lo advierto de antemano, ni ningún hito del gobierno de su marido o momento histórico que ella se detenga a describir, salvo lo que significó el asesinato / ejecución de Osama Bin Laden, y aun así pasa de puntillas. La primera parte, infancia y adolescencia, es muy aburrida por lo que conté antes. Michelle Obama, que es una mujer influyente y poderosa, cree que numerosísimos hechos de su crianza son realmente inauditos y enriquecedores. Que si el primer concierto de piano, que si el primer día de escuela, que si no supo deletrear una palabra y exigió que le repitieran el examen (con 4 años)... En fin, el mensaje es: mujer, negra, de un barrio difícil, lo tiene mucho más complicado para salir adelante, y tiene que romper uno, dos, tres y hasta mil techos de cristal. El problema es que los explica muy bien en su propio prólogo, así que cuando machaconamente nos los "demuestra" una y otra vez llega un momento en que "chica-negra-que-lo-consigue-con-esfuerzo" te harta bastante. Lo mismo pasa con su primer periodo universitario, que detalla hasta la nausea, dando una trascendencia brutal al más simple de los gestos. Sin embargo, de los años de Harvard no cuenta absolutamente nada. Una mujer tan prolija en todo el libro, de Harvard no hace el más mínimo comentario, que sin embargo parecería muy interesante, a priori. Luego viene su desarrollo profesional, su noviazgo con Barack Obama, a quien admira, expone y defiende a lo largo de todo el libro; y los dos mandatos en la Casa Blanca. Es interesante que Michelle Obama intente dar a toda esa narración un sesgo de género, pero con verdadero conocimiento, lejos de cualquier frivolidad o arranque de cuarta, quinta o sexta ola (tengo un poco despistadas las olas feministas ya). Una mujer que sabe de lo que habla y expresa lo que significó quedar a espaldas del hombre con poder y relegada a una figura decorativa y madre que un día descubre la verdadera dimensión de su poder y lo utiliza. Todos los capítulos que reflejan su obsesión porque sus hijas fueran niñas "normales" y que se hicieran su propia cama resultan un tanto artificiales, por increíbles, y me vino a la cabeza cierto paralelismo que no voy a contar aquí por si acaso. Hay pasajes del libro que parecen poco creíbles, otros un tanto vengativos, pero se perdonan porque no son trascendentales. No es un gran libro de memorias pero deja perlas interesantes y creo que puede servir a muchos, especialmente mujeres y personas pertenecientes a minorías. Hay un momento en el prólogo que me encantó, porque va a ser el leitmotiv de la biografía: "Desde mi reticente incursión en la vida pública he sido aupada como la mujer más poderosa del mundo y también apeada a la categoría de 'mujer negra malhumorada'. A veces he sentido la tentación de preguntar a mis detractores qué parte de esa frase les molestaba más: ¿Malhumorada, negra o mujer?". Ahí está la clave, y Michelle Obama la desarrolla: mujer, ¿y qué?, negra, ¿y qué?, malhumorada, ¿y qué? Eso, que se convierte en una lectura feminista de un periodo histórico, bastante más humilde de lo que esperaba pese a la potencia intelectual del personaje, con una formación académica y laboral inmensa, resulta francamente de interés. Y luego otra dimensión de la biografía, que es el sentimiento acerca de su país, totalmente bipolar, y que asomará  entre las 100 últimas páginas. Algo que uno sospecha Michelle Obama quería hacer desde el principio pero decidió dosificar muy inteligentemente: "Pido un poco de paciencia, porque lo que sigue no será necesariamente más llevadero. Ojalá Estados Unidos fuese un lugar sencillo, con una historia sencilla; ojalá pudiese narrar mi parte en ella tan solo a través el cristal de lo que era ordenado y grato; ojalá no hubiese pasos atrás y cada pena, cuando llegase, al menos resultara ser, en última instancia, redentora. Pero Estados Unidos no es así, ni yo tampoco. Y no voy a intentar retorcer eso hasta darle una forma perfecta". Y ahí están los atentados, los tiroteos, los asesinatos sin sentido, las crisis sociales, una tras otra, desde la perspectiva de una primera dama que tuvo que asistir a demasiados entierros debidos a la violencia social en las calles del país, mientras los políticos de todo signo están más interesados por conseguir prebendas de la Asociación Nacional del Rifle que por limitar el uso de las armas. Lo mejor es que lo dice, tal cual, sin filtros, porque ahora, Michelle Obama, ha decidido defender lo que quiere sin que la responsabilidad de su marido implique prudencia. Va a decir lo que piensa y cómo lo piensa, y además deja claro que no tiene intención de entrar en política, pero sí seguir haciendo política. Creo que este libro es un prólogo a lo que está por venir, y desde ese punto de vista, sus reflexiones políticas, escondidas entre historias de mamá perfecta y puntillosa, pueden motivar, aún no estando de acuerdo, porque son genuinas. Realmente uno agradece su campaña a favor de la educación de las mujeres en todo el mundo, porque se antojan gestos más coherentes y válidos que gritar consignas en las calles contra machirulos una o dos veces al año. 

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