
Uno de los más firmes defensores de la libertad, porque liberalismo significa creer realmente en la libertad, en la democracia y en la separación de poderes, es el profesor Dr. D. Carlos Rodríguez Braun, personaje que hace un par de décadas, o algo menos, me parecía desde mis posiciones de izquierda un ser de ideas abominables, y ahora sin embargo considero uno de los pensadores económicos más interesantes que existen, sobre todo por su capacidad de análisis y de divulgación. Recuerdo una vez, cuando leí uno de sus artículos en una revista, en la que hablaba del mito del Ché Guevara, y una de sus ideas me sedujo, y me llevó a reflexionar sobre el revolucionario y a darme cuenta de algunas cosas. Decía el profesor que se entiende como un valor ético en sí mismo el morir por unas ideas, y que era una de las incorrecciones más repetidas para mitificar al Ché. Pero, apuntaba, también Hitler, o Mussolini, murieron por sus ideas. Sólo con esta analogía echaba por tierra un principio que muchos aceptan como moralmente unívoco. A mí me dio que pensar, y fue una semilla que germinó con el tiempo. Ahora el Ché, con su legado de ejecuciones durante su mandato como ministro de industria en Cuba, no me parece un personaje éticamente inmaculado, y desde luego poco recomendable. Nadie que intenta imponer por la fuerza un ideario puede ser saludable para la evolución de la humanidad.
Estoy derivando. He leído varios libros de Carlos Rodríguez Braun, y hace muy poco devoré su última creación: Economía de los no economistas. Es un libro tremendamente ameno y aconsejable, e incluso los que no estén de acuerdo con los supuestos de su autor verán elementos que los llevarán a reflexionar y a debatir ideas, lo cual siempre es saludable. Hace el profesor, en este ensayo, una colección de artículos dedicados a la presencia de las ideas económicas en ámbitos muy alejados a la de los economistas. Son ocho artículos, que repasan desde la imagen económica en la obra de John Ford hasta el análisis, brillantísimo, de las ideas económicas aparecidas en El Mercader de Venecia, de Shakespeare.
No quiero destripar el libro, porque lo que me apetece es que lo leas, ya que si lo haces verás desfilar ante ti nuevas dimensiones acerca del pensamiento económico y la Iglesia Católica, representada por la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II (Rodríguez Braun es ateo, como un servidor, por lo que su lectura de esta encíclica es una atinada visión de realidades y contradicciones en el pensamiento económico y social del Vaticano, con rigor, respeto y sin tentaciones anticlericales); tendrás otra visión de la relación entre comercio y prensa, con especial atención a la Transición política y el Estado de las Autonomías; o entenderás el por qué de tantos mitos sobre la economía y los economistas. Si bien todos me han gustado, el sexto, dedicado a Cultura y Economía, creo que brilla con luz propia. Rescato dos citas: La economía no es una parte del mundo, sino una forma de mirarlo (con ella empieza el artículo), y, sobre todo La imagen cultural más extendida es la de una sociedad que sólo puede optar entre la pobreza más abyecta y la riqueza más alienada. Ahí queda eso, seguro que te da que pensar, ahora mismo.
Carlos Rodríguez Braun es una autor acertadísimo, y, como ya te dije, incluso cuando no estés de acuerdo con él, sin duda te hará reflexionar sobre diversas realidades que, a veces, por ser mitos tan extendidos, si siquiera sabemos que pueden estar equivocados. Eso es un logro intelectual de primera magnitud. Sólo por eso, merece la pena acercarse a su pensamiento.