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lunes, 11 de agosto de 2008

Opera in the park, San Francisco: Una idea para disfrutar

Estados Unidos, país que tanto criticamos a este lado del Atlántico, porque asimilamos que una administración nefasta implica un pueblo nefasto. Que nos reímos de ellos, que creemos que estamos a año luz culturalmente. Que nos atrevemos a llamarlos paletos porque aplauden a Plácido Domingo cuando sale a escena en Die Walküre… Ese país tan paleto, no necesitaba ni de los tres tenores, ni de Freddy Mercury, ni de Aidas en Plazas de Todos o de Luís Cobos para llevar la música a las masas. Ahí estaban los maravillosos conciertos escolares de Leonard Bernstein (¡qué tendrán que ver con El conciertazo!), y allí estaban las veladas en las que los grandes teatros de ópera sacaban, y sacan hoy, a sus estrellas a la calle. Un neoyorkino podía ver a Luciano Pavarotti y a Montserrat Caballé gratis cantar La Boheme en Central Park, en medio de sus representaciones habituales en el Metropolitan Opera House, y no pasaba nada. Todos iban allí, la mayor parte de las veces gratuitamente, se lo pasaban bomba, y embriagan a un público que quizás, más tarde o más temprano, iría a verlos al teatro. Para cuando en Europa inventamos algo así, los estadounidenses llevaban haciéndolo décadas. No es una declaración proamericana, es que es justo dar al César lo que es del César, y si eso lo dijo el segundo en mando de la Junta Directiva Celestial, entonces es que está bien.
Toda esta perorata es para poneros lo que he podido recuperar en youtube de dos maravillosos conciertos de la serie Opera in the park celebrados en San Francisco en 1981 y 1984. Ambos con un denominador común, o una denominadora comuna, que diría cierta ministra de cierto gobierno, que es Montserrat Caballé. Que para mí es la mejor soprano de la historia muchos lo tienen claro, algún día escribiré por que. Empezamos por 1981, Montserrat Caballé, soprano, y Marilyn Horne, mezzosoprano, dan un memorable concierto al aire libre en San Francisco, del que he rescatado seis cortes. Me consta que faltan muchos, como un fantástico dúo de la Semiramide de Rossini en el que un avión hace perder el tino a las dos y aún así llegan al final sin parar de dar una sola nota. Pero lo recuperado, por obra y gracia, como no, de Onegin65, es fantástico. Dos cantantes pasándoselo en grande, y haciéndoselo pasar al público, que las trata como lo que son: diosas. No sé el orden original, yo he hecho este. Empiezan las dos cantándonos el dúo Mira, o Norma de la ópera Norma de Bellini.

Sigo con Marilyn Horne cantándonos Cruda Sorte de L’italiana en Algeri de Rossini.

Ahora es Montserrat la que ataca una de sus grandes recreaciones rossinianas, de la ópera La Donna del Lago, Tanti affetti in tal momento.

De nuevo Marilyn Horne, esta vez con Thomas, del que interpreta Connais-tu le pays? de la ópera Mignon.

Y Montserrat Caballé con la primera de las dos veces que la escucharemos, en esta entrada, cantando Pace, pace mio Dio de La Forza del Destino de Verdi.

El final del concierto (los Opera in the park de San Francisco siempre terminan cuando salen los globos, lo veremos más abajo) no puede ser más cursi y arrebatador a la vez: las dos divas interpretando La Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann de Offenbach.


En 1984, Montserrat Caballé vuelve a Opera in the park acompañada por Sherrill Milnes, barítono, Paul Plishka, bajo, Nunzio Todisco, tenor, y un cuarto cantante que no he logrado indentificar, pero que sale al final del concierto… Igual no es ni cantante. La cosa empieza de manera espectacular, con Milness, Todisco y Caballé, haciendo una escena de Il Trovatore verdiano.

No sé si este es el orden, pero pongamos ahora a un tembloroso Plishka cantando Come dal ciel del Macbeth verdiano.

Mi barítono favorito, con diferencia, Sherrill Milnes, con su pelucón y su impresionante planta, regala este Prólogo de I Pagliacci de Leoncavallo.

El olvidable, y obviable, tenor Nuncio Todisco hizo dos interpretaciones dentro del mundo de la ópera verista. De un lado, Cavalleria Rusticana, Addio alla madre (Mascagni).

Y en segundo lugar, de nuevo I Pagliacci, el conocidísimo Vesti la giubba.

La única dama entre tanto cantante, recibida como la más grande, que es lo que es, por ese público formado por melómanos, turistas, curiosos, y habituales de estos saraos. Que bien se lo está pasando Montserrat. De nuevo Pace, pace mio Dio de La Forza del Destino de Verdi.

Y cerramos el concierto con globos, por supuesto, y con el celebérrimo Brindis de La Traviata. Todos tienen claro quién manda ahí, Montserrat Caballé, que no para de hacer el ganso, decir algunas de sus partes en inglés, y dirigir a la orquesta, a sus compañeros, al público, y hasta a los globos. Esta Caballé divertida y dueña de la escena demuestra que cuatro años antes, con Horne, había aprendido bien la lección.

Espero que lo hayáis pasado muy bien. No intentan ser versiones de melómano, sólo divertimentos que estoy seguro hicieron que muchos se aficionaran a la ópera. Hay que ver lo mucho que parecen divertirse los que pudieron estar allí. Y aún quedaban años para el Barcelona pero el público estadounidense sabía muy bien quién era La Caballé.

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