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lunes, 10 de noviembre de 2008

El triunfo del Tiempo y el Desengaño, en el Teatro Real.


El Teatro Real de Madrid ha tenido a bien representar escénicamente este bello oratorio de Haendel. El resultado, para mí, un solemne fiasco. De hecho me marché al terminar la primera parte de la representación, y no recomendaría este montaje ni esta versión a nadie.

¿Qué ha fallado?
  1. Los cantantes han estado irregulares, con gravísimos problemas de afinación y volumen. Quizás por no contar con auténticos especialistas en todo el reparto. La triunfadora de la noche, Vivica Genaux, está absolutamente sobrevalorada, su coloratura es muy sucia, y la mayor parte de las veces la aspira.
  2. El montaje era ininteligible, y muy soso, muy aburrido, en un oratorio sin coros y que no es más que una sucesión de recitativos y arias, con algún dúo muy de tarde en tarde, la puesta en escena no puede ser tan estática. Por otro lado, desentrañar los símbolos se hacía a veces imposible, y cuando deja de interesar hacerlo, te aburres soberanamente.
  3. La orquesta no estuvo mal del todo, pero para este repertorio hacen falta orquestas especializadas, e incluso otros instrumentos más acordes a lo que se está interpretando. Musicalmente la obra es un pequeño joyerito, pero interpretada así, se convierte en un ladrillo infumable.
  4. Una vez más tengo que decir que este tipo de óperas no debe representarse en el Real, porque es un teatro demasiado grande, y el sonido se pierde hasta la desesperación. La Zarzuela, u otro coliseo que haya de buscarse, serían más adecuados.
  5. Un oratorio es un oratorio, y representarlo es una memez. En versión de concierto hubiera estado infinitamente mejor. Vaya manía de inventar la rueda cada cinco minutos.

¿Por qué me fui? Porque me dormía, porque era incapaz de meterme en la historia, y porque los cantantes me estaban llevando al límite de la indignación. Nada de todo eso, con estos mimbres, iba a mejorar en la segunda parte, porque la concepción misma de la representación era un soberano error, así que personalmente un chocolate caliente me iba a ser de más provecho que un muy mal representado Haendel.

Recomiendo escuchar la versión de Minkowsky. Entonces encontraremos la verdadera dimensión de esta obra.

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