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jueves, 12 de noviembre de 2009

Renée Fleming en el Teatro Real... Habe Dank!

Llego con las sensaciones un poco divididas del concierto de Renée Fleming en el Teatro Real de Madrid. Ella estuvo maravillosa, tras un comienzo algo accidentado, pero me pasa lo de siempre: el repertorio escogido. Acaba de grabar un disco de arias veristas, y si bien el verismo siempre me gustó poco, ahora ya me gusta nada. Acepto I Pagliacci de Leoncavallo y poco más. Musicalmente me parece, todo el estilo, auténtica chatarrería musical. Desde el punto de vista del drama, argumentos de sinsentido donde priman héroes y heroínas de cartón piedra aunque se clasifiquen de realistas, con emociones desorbitadas que, musicalmente, se resuelven con compositores mediocres por medio de mucho agudo en forte o contrapunto en graves imposibles. Como dijo la Tebaldi: con chillar un poco y poner cara melodramática lo tienes resuelto. A finales de los años 60 del siglo pasado, Montserrat Caballé cantó en Philadepphia Andrea Chenier de Giordano, y muchos críticos dijeron que si bien había estado fabulosa, lo cierto es que cabía preguntarse si esa voz, tan hermosa, y ese talento musical eran para malgastarlo con ese tipo de música. Caballé entendió el mensaje, y no volvió a cantar ese rol, ni otros por el estilo, hasta que su voz hubo alcanzado muchísimo más peso y su repertorio habitual se resentía. Yo ahora me pregunto lo mismo de Renée Fleming. Verdad es que no va a cantar nunca estas óperas completas en escena, pero malgastar un talento y una voz así, una personalidad musical que nos ha dado excepcionales representaciones en el repertorio francés, en Mozart, en Richard Strauss, en óperas eslavas, en numerosas obras contemporáneas, incluso en Barroco, es un desperdicio.Ahora bien, si la Caballé del esplendor regresara a dar cien conciertos de verismo, allí estaría yo en primera fila, y disfrutaría como el que más. Con Renée Fleming en escena, cante lo que cante, siempre saldrás contento, porque lo hará bien. Estos días se escribirán maravillas en los foros, ya imagino a algunos que vi por el Real afilando el cuchillo, acerca de si Fleming no está bien y otras tonterías. Lo que sucede es que Fleming acaba de cumplir 54 años, y está en un momento de inflexión de su carrera. Ya no tiene, es normal, la voz de hace 10 años, y está lejos del declive, sobre todo porque es muy inteligente y sabe dosificar su trabajo, pero ya surgen algunas dificultades propias de la edad, la voz se ha ensanchado, oscurecido un poco, y ella se ha puesto manos a la obra con su actual estado vocal, formidable aunque lo dicho pueda resultar un contrasentido. Existen grandes voces y grandes cantantes. No siempre se conjugan. Grandes cantantes sin una gran voz fueron Alfredo Kraus, Carlo Bergonzi o Dietrich Fischer Dieskau. Incluso podríamos meter en el mismo saco al grandísimo Jon Vickers. No eran grandes voces porque o no eran especialmente grandes en volumen o extensión, o siéndolo el timbre era feo o leñoso. Pero eran auténticos músicos, grandes cantantes, y todo lo demás daba igual. Existen grandes voces y grandes cantantes a la vez: Montserrat Caballé, Kirsten Flagstad, Mirella Freni... Muchos, realmente, los olímpicos prácticamente todos. Luego existen cantantes, con voz, pero que no tienen ni idea de cantar, como últimamente J. (¿es Jonas?) Kauffman y muchos otros. Para ser un gran cantante hay que ser un gran músico, como he dicho antes, y eso, en el mundo de la ópera, no te creas que sobra, más bien lo contrario. Renée Fleming está en la frontera de la gran voz, realmente sorprende porque no es especialmente grande ni voluminosa, pero con una excepcional técnica se defiende y se crece. El instrumento, aunque pueda ser pequeño, es de una gran belleza. Pero es que además es un músico incomparable, pocos cantantes hay hoy en día con un dominio tal de los estilos que canta, de lo que hace, y de la música como concepto. Esta noche pasó de Rossini a Verdi, de ahí a Strauss, se metió en los veristas, hizo un alto con Puccini, y cerró con un bis de nuevo dedicado a Richard Strauss, y lo hizo cambiando el estilo, la emisión, incluso la técnica, de manera perceptible: dominaba todo lo que estaba haciendo.Cuando Caballé, hablo mucho de ella en esta cadena pero es que hay una razón, debutó en Nueva York, un crítico en el New York Times escribió la ya celebérrima frase Callas + Tebaldi = Caballé. Yo esta noche no paraba de pensar Caballé + Schwarkopf + Freni = Fleming. Eso no le quita, en absoluto, personalidad, sino todo lo contrario. Esta gran soprano norteamericana pertenece a la línea de la tradición que se remonta al pasado y que la emparenta con Caballé, Freni o Tebaldi en cuanto al perfecto equilibrio entre expresión y belleza, lo que implica un gran dominio técnico. Pero de Schwarkopf le viene la entrega al texto y a la inmersión dramática. Por suerte, en su dieta fonográfica, porque se nota que escucha mucho antes de lanzarse a hacer su versión, no está Maria Callas y toda la parentela de eximias actrices (las de la cara melodramática, las que podían inventarse la partitura sin que pasara nada, y a la pruebas me remito, escúchese a Callas cantando Norma partitura en mano y verán lo que quiero decir). Buena actriz, que sabe que en la ópera la inflexión dramática no puede olvidarse la música, lo que implica un enorme sentido de la expresividad vocal. O sea, Montserrat Caballé. Se nota que es un antecedente directo de Fleming, porque este concierto pudo haberlo firmado la catalana hace un par de décadas: piedras de toque del repertorio, piezas eximias de lieder, y obras desconocidas que interpretó magistralmente pero con las que hay pocas posibilidades de hacer comparaciones. Para una soprano que entra en la madurez vocal, es el camino más correcto, Fleming ha aprendido la lección.Comenzó el recital con un aria de Armida de Rossini, cuyo tempo me pareció excesivamente lento, aunque una soprano como ésta puede mantenerlo, y así mostrar la agilidad de la que es capaz, que no es de una coloratura, evidentemente. Tuvo algún problemilla muy puntual de emisión, con alguna nota que llegó raspada, pero resolvió con facilidad. Luego, una de sus grandes creaciones, la Canción del Sauce del Otello de Verdi. Renée Fleming sólo ha cantado tres papeles verdianos, muy inteligentemente, la Desdémona del referido Otello, la Violetta de La Traviata, y Amalia Grimaldi, de Simon Boccanegra. No le hace falta ninguno más, y si se lanzara a otros podría ser muy interesante el resultado, pero su voz posiblemente se resentiría, aunque a uno le gustaría verla en la Leonora de Il Trovatore. Esta noche, su intervención como Desdémona me llegó realmente a emocionar, es una pieza a la que tengo un gran cariño, y logró resolverla con toda la tensión y la melancolía que se esperaba. Renée Fleming se acerca, creo, a todo lo que canta, con una enorme humanidad, intentando dotar a todas sus interpretaciones de un claro realismo tangible, y esta Desdémona era el equilibrio perfecto entre el dolor, la resignación, y la melancolía. Ambas arias, por cierto, han sido piedras de toque de la Caballé, siguen las coincidencias...... Como siguieron en la segunda parte del concierto, que empezó con cuatro lieder de Richard Strauss asesinados por una orquesta sin matices y mal dirigida pero que la voz de Fleming supo elevar a lo más alto, eligiendo, además, la versión de Dedicación orquestada por el propio Strauss en 1940 y que no suele interpretarse, y que Montserrat Caballé había cantado en directo en París dirigida por Leonard Bernstein y que ambos grabaron después por primera vez en la historia fonográfica para Deutsche Grammophonn (la diferencia con la versión habitual es que se intercala un verso, Du wunderbare Helena, justo antes del final, lo que incluso el Teatro Real desconoce porque en el programa de mano se presenta la primera versión del lied). A partir de ahí, el verismo de Giordano y Leoncavallo, del que se cantaron dos arias de su versión de La Boheme (más casualidad, la primera vez que se grabo una de ellas también fue con la Caballé), para después dar un guiño y pasar de nuevo a La Boheme, pero esta vez de Puccini (otro compositor al que cada vez le tengo menos aprecio, y en especial esta ópera empieza a resultarme un monumento a la cursilería), donde Fleming llegó al arrobo. Siguió Giordano, con una estremecedora escena final de Fedora al término de la cual yo braveé sin pudor, y finalmente un aria de Iris de Mascagni que gravitaba entre una intoxicación de meztcal o directamente la esquizofrenia, pero que en la voz de Fleming tuvo incluso algo de sentido. Después el paroxismo, un Teatro Real entregado que aplaudió hasta límites insospechados, y braveos sin ningún tipo de pudor. Siguieron tres propinas, O mio babbino caro, de nuevo un guiño a Caballé, y este no puede ser casual, aún hoy se considera la versión de la catalana como la más bella de cuantas se han grabado, y ella lo incorporaba siempre como bis de sus conciertos, hasta hace escasísimas fechas. Un retorno a un trilladísimo verismo de Zandonai que me interesó poco, y finalizó ni más ni menos que con el lied Morgen de Richard Strauss, nada que ver con todo lo anterior, que Renée Fleming ha hecho suyo con una versión que debe poco a las típicas de los cantantes centro y norte europeros y mucho más con otras, más líricas y sensuales (y de nuevo Caballé pululaba por allí, pues para mí la catalana ha hecho una de las versiones más incontestables de esta hermosísima canción).Pero si bien hago tantas alusiones a la Caballé, es para ahora poder decir que bien, que hay muchos puntos de conexión y que es evidente que Fleming conoce el repertorio y el hacer de la grandísima Montserrat y la tiene como soprano de cabecera, pero no es menos cierto que sus versiones son personales, pensadas, diferentes, y en absoluto copian o suenan a Caballé, son debidas al criterio estético y musical de la americana, y brillan por méritos propios. Es lo que hace a los grandes cantantes.La orquesta del Real fue un desastre, como en el pasado, los vientos se confundieron de compositor y parecía que estaban con Wagner, absolutamente excedidos en cuanto a volumen. No quiero hablar más de López Cobos, un gran director que está echando por tierra su prestigio cada vez que toma la batuta en Madrid, pero tiene un metrónomo incrustado en la cabeza, alguien debería prohibirle usar relojes, no se puede encorsetar así el sonido, y si Fleming era capaz de pasar de Rossini a Verdi, de ahí a Strauss, sumergirse en el verismo y finalizar de nuevo con un lied con un perfecto cambio de estilo, la orquesta, con López Cobos a la cabeza, no supo hacerlo. Los matices inexistentes, desaparecieron unos cuantos silencios, la ejecución tosca, y con Strauss... Simplemente eso era cualquier otra cosa, yo no soy director y no sé decir cómo se dirige a Strauss, pero sí soy capaz de afirmar que desde luego así no. Una orquesta que con directores invitados ha estado sonando bien y controlada, vuelve a ser un desastre con el director titular. Las plañideras de Cobos, que las hay, seguirán negando la evidencia, yo estoy deseando que este señor se marche.Decir, por último, que Fleming firmó discos al final de concierto en la tienda del Real, para lo cual los aficionados se lanzaron a comprar unos discos de precios excesivamente hiperventilados, si se me permite la metáfora. Me parece una ordinariez, ya lo he dicho, y creo que los grandes coliseos, y los grandes artistas, deberían prescindir de este tipo de circos. Ahora, un video para no perder las buenas costumbres, que une a la fabulosa Renée Fleming con otro músico excepcional: Cecilia Bartoli, que actúa el 12 de diciembre en el Real, y ¡ya tengo entrada!

Y un segundo, para escucharla en solitario, con uno de los Cuatro Último lieder de Richard Strauss.

4 comentarios:

Hugo dijo...

Yo creo que el problema básico que hay aquí, y en parte el causante de esas sensaciones encontradas que dices, es que quizás Puccini sea casi el único compositor verista que resiste que se saquen sus arias del contexto de la ópera sin que parezca que las estamos sacando por la fuerza. Levantar un recital SOLO de arias veristas, es muy muy difícil, por no decir imposible.

Corona 88 dijo...

Magníficos comentarios del recital de Fleming, gracias por compartir tus impresiones acerca de éste evento, me han gustado mucho.

Saludos!!!

Anónimo dijo...

Hola, ante todo quería darte las gracias por tu magnífica reseña del recital. Me encanta la ópera, disfruto realmente con ella, pero soy sólo un simple aficionado, no tengo ni de lejos tu nivel de conocimientos y leer tus comentarios me ha resultado muy interesante. Simplemente añadiría que coincido plenamente en el tema del repertorio. Estuve en el recital, y también en el otro que dio en el Real, en 2004, y en mi modesta opinión éste no valió ni la décima parte que el anterior, y pienso que el problema fundamental fueron efectivamente los números que se interpretaron, creo que piezas en general mediocres y que no le permitieron a Renée Fleming brillar como ella ha demostrado que puede hacerlo.

Un saludo y muchas gracias de nuevo.

Anónimo dijo...

Gracias por tus palabras, anónimo!