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lunes, 28 de diciembre de 2009

Jenufa, de Janacek, en el Teatro Real

Continúa la temporada del Real, y continúa para mí brillantemente, con una de las sensaciones del año, que era la esperadísima Jenufa que se ha desarrollado entre el 4 y el 22 de diciembre. Me instaba Miguel, en un comentario a mi entrada sobre Cecilia Bartoli, a escribir algo sobre esta ópera, y me descubría porque realmente me estaba costando escribir esta entrada dados las dudas intelectuales que a mí mismo me surgían cuando pensaba en ello. El problema, para mí, es Janacek. Ahora está de moda en Europa, como bien dice alguien a quien quiero y respeto mucho en todos los planos, pero también en el intelectual, y como está de moda, se hace en todos lados y parece que tiene que gustar. Jenufa no es una mala ópera, cuidado, aunque como siempre los argumentos de Janacek me resultan tremendamente oscuros y complicados, no como El caso Makrópulos, pero es de todo menos gratificante. En este caso, con infanticidio incluído.
Pero Leos Janacek, para mí, tiene un problema: nunca sé, musicalmente, a dónde quiere ir, y cuando pongo sus óperas una detrás de la otra no entiendo cuál es su discurso estético. Me parecen todas demasiado diferentes, muy poco personalizadas, y sin un rumbo coherente. Ahí está, ya lo he dicho. El magnífico montaje de Lulu con el que se inició la temporada cosechó el desprecio, estoy seguro de que orquestado, de gran parte del público, y la pregunta sigue siendo ¿y por qué Janacek no?. Quizás es eso: la moda. Con Berg yo sí tengo esa sensación de saber de dónde viene y a dónde quiere ir, con Janacek todo me parece mucho más casual, más causal, y a veces aburrido. Jenufa es una buena ópera, muy lírica, y complicada para los personajes, con un argumento, ya lo he dicho, oscuro y a ratos endiablado. Una joven despreciada por el amante que la he dejado embarazada, desfigurada por el quien la ama de verdad, y con una madrastra tremenda que no duda en asesinar al niño del pecado para salvar la honra de su proahijada. Todo bastante duro y difícil. La orquesta es una de las grandes protagonistas, con un volumen pastoso y cruento a ratos, y las voces están especialmente cuidadas en todo el proceso.
El montaje, en coproducción con la Scala de Milán, basada al parecer en el montaje original del Chatelet de París, es bastante interesante, por su sencillez, y por sus momentos estéticos francamente impactante, como cuando la cuna del niño empieza a ser azotada por la nueve mientras que su abuelastra reflexiona sobre la necesidad de matarlo. Algo más absurdo me pareció, por lo complicado y lo extrevagante, la presencia de las aspas del molino, pues la acción pudo haber funcionado perfectamente sin que aparecieran, pero parece que tratándose de Janacek siempre tiene que haber algo espectacular sobre la escena (en Makrópulos fue la gigantesca esfigie de King Kong). La firma Stephane Braunschweig, con Thibault Vancraenenbroeck como figurinista, y qué gran trabajo hizo este último, con un vestuario tan parco como efectivo y potente. Un escenario enmarcado por enormes tabiques amaderados, de los que a veces simbólicament surgía un hueco de un potente color rojo (en forma de cruz durante todo el tercer acto), que se movían para adecuarse a cada momento de la acción, y un uso admirable de la iluminación, eran la base de todo el proceso, que nos recordaba a veces la tortuosa atmósfera en la que se movían los protagonistas, a veces la esperanza, y otras simplemente, la tristeza. No se puede negar que todos los implicados en el montaje lo habían pensado, y además mucho.
La Orquesta titular del Real estuvo bien dirigida por Ivor Bolton, pero son grandes momentos, creo que Bolton es un director de oficio, pero no una de esas grandes batutas, aunque defendió el puesto con dignidad y logró que los problemas habituales de la orquesta con el joven director titular del Teatro no aparecieran. Silbo mirando para otro lado (el tema López Cobos ya me cansa). También anduvo bien el coro del Real, dirigido aquí por Peter Burian, acompasado y conjuntado, que es lo mínimo que puede pedirse a un coro, aunque a veces no pasa.Un reparto interesantísimo en el que, por primera vez en tiempos, todo el mundo estuvo bien. Yo vi el primer reparto, porque por esas fechas apenas pude permitirme el lujo de llegar a la función que había comprado, se me hacía imposible ir al segundo reparto, aunque quien lo vio dice que la inmesa Ana Silja, como la Madrastra de Jenufa (me niego a escribir Kostenilnosequé, que se me esguinzan los dedos) demostró que quien tuvo retuvo y aunque cantar ya canta poco, hizo las delicias del público. En mi caso, la titular para ese papel, que es la verdadera protagonista de la obra, para qué nos vamos a engañar, fue otra de las grandes voces del pasado, Deborah Polaski, que evidentemente, dada su edad, ya no tiene la voz de antaño, ni nadie lo espera, pero en este personaje supo brillar con luz propia. Estuvo espectacular, si bien en las zonas agudas ya evidentemente chilla más que canta, y hay pasajes que se le resisten, su fuerza escénica y su caudal de recursos técnicos bastan para sacar adelante el personaje con sobresaliente. En sus grandes monólogos (me niego a llamarlos arias) la tensión subía varios enteros, y especialmente cuando decide asesinar al hijo de Jenufa a mí se me pusieron los pelos de punta. Alta, espigada, con unas manos de una fuerza expresiva sin límites, y unos ojos poderosísimos, había que ver lo que este animal escénico era capaz de regalarnos.En la parte masculina estuvieron muy bien Miroslav Dvorský como Laca, con una voz no especialmente poderosa pero sí con un elegantísimo fraseo, y francamente muy bien Nikolai Sukoff como Steva, cuya comprensión escénica del personaje me pareció perfectamente trazado. Mette Ejsing como la Abuela Buryja es una gran cantante que cumplió más que satisfactoriamente con su cometido en un papelito minúsculo.Quiero dedicar unas líneas a una debutante en el Real, la soprano catalana Marta Matheu, que como mujer del Alcalde demostró que es uno de los grandes valores actuales de la lírica española. El papel no daba para mucho, pero su voz, desde que yo la escuché hace un par de años, se ha ensanchado y tomado cuerpo, y corría por el Real con el color y la potencia que uno espera de una gran cantante. Atención a la Matheu, que además es una chica adorable y divertida, y por la que sé que el elenco estuvo muy unido y animado durante todas las funciones, lo que ayudó a la magia de cada noche. Especialmente la del 22 creo que fue memorable. Esta soprano está llamada a grandes papeles. Y algunos dirán que como es amiga mía, aunque amiga es una palabra excesiva pero nos conocemos y tenemos respeto y cariño mutuo, por eso hablo así, pero no, puedo asegurarte que si pensara otra cosa pasaría de puntillas por ella.No voy a detenerme en todos los personajes, aunque también quiero recordar a la jovencísima Marta Ubieta como Karolka a la que también auguro un gran futuro en la ópera.Por último, la titular de la ópera, Amanda Roocroft, como Jenufa, un papel un poco pavisoso pero muy difícil desde el punto de vista musical, algo menos intenso escénicamente desde mi punto de vista. La soprano estuvo simplemente perfecta, lo tiene todo: línea de canto, elegancia, sentido del estilo, técnica, potencia adecuada, elegancia. Si el papel fuera algo más lucido habría sido un triunfo aún más clamoroso del que fue. Es otra de esas jóvenes y grandes voces que nos dicen que los que cacareamos por la crisis de las voces estamos algo sordos, o algo influídos por el pasado.Una noche de éxito y para disfrutar de un compositor que aún no ha logrado llenarme del todo, pero que sí merece, por esta obra, un lugar singular en la historia de la ópera.

6 comentarios:

Miguel dijo...

Que conste que yo cada temporada digo "otro Janacek?? que rollo!!! y que no pensaba ir a Jenufa y que compré la entrada unos días antes de la función (cosa impensable con casi cualquier otra ópera) y que la temporada pasada me marché en el intermedio de Katia a pesar de que el montaje de Carsen es de lo mejor que haya visto en muchos años y que también lo hice tras el segundo acto de Lulú porque me aburría todo lo que pasaba en escena y me aburrían los cantantes y la orquesta (y una de las noches más intensas que he vivido en mi vida operística fue la Lulú de la Zarzuela y espera esta con expectación), pero con Jenufa no podía ni parpadear tal era el dramatismo de lo que ocurría en escena y su traducción musical y escénica. Este es otro ejemplo de lo que yo llamé en una ocasión "aportar". Por si no fuera suficientemente dramática la música y el texto en el momento en que la madrastra decide matar al bebé, la nieve cayendo sobre la cuna y quedando negra sobre el suelo como si fuera carbón añade más tristeza y desolación. Es cierto que el primer acto era más endeble pero no me pareció mala elección las aspas para sugerirnos que la acción discurre ante un molino.

Eugenio dijo...

Gracias Miguel! A mí la presencia de las aspas me pareció un poco blufff pero bueno. Es curioso lo que dices de "Lulù". Ya iba acojonado al Real, te lo digo en serio, esperando en acabose. Pero me metí en el asunto y me gustó de verdad. No sé qué decirte de la puesta en escena, porque he intentado buscar explicaciones. Una amiga la vio desde el quinto piso y me decía que muchos matices que yo había visto a ella, por la lejanía, se le habían escapado, y lo achaqué a ello. No sé si finalmente es que la ópera es tan buena que el montaje me dio igual o qué, pero el caso es que sí me pareció interesante, y además nada gratuito. Hablaremos de ello! Un saludo.

la granota dijo...

Gracias por añadirme a tu lista de blogs. :)

Miguel dijo...

El problema radica en la dirección de escena de Loy en primer lugar. Yo la vi desde la fila 3 y pensé que había muchos matices que estaban muy bien para el teatro pero no para una ópera porque pasan completamente desapercibidos. Este director ha decidido que la ausencia total de decorados y los trajes contemporáneos son su seña de identidad, así que es imposible meterse en la obra, ni hay sugerencias escénicas que creen "ambiente" ni hay una identificación con lo que está pasando. Suma que un mismo cantante realiza varios papeles sin a penas cambio de vestuario, con lo que o conoces bien la obra o no sabes quién está en escena. Después hubo momentos inexplicables como el suicido del pintor en mitad del escenario mientras el doctor y Lulú, que se supone están en otra habitación, se hallan a dos pasos y que impide asociar lo que se está diciendo con lo que está ocurriendo. O la condesa arrastrándose por el suelo, llenándolo todo de rosas para finalmente quedarse tirada al fondo. En realidad no pasaba casi nada sobre el escenario, no veo mucha diferencia entre eso y una versión en concierto. Después no podemos negar que la obra es bastante árida aunque la música tenga momento de gran intensidad

Eugenio dijo...

Estimado Miguel: Sobre la aridez de la música... No sé, a mí realmente no me lo parece, pero eso va en otro tipo de cuestiones que atañen a los gustos de cada uno. Me resulta curioso lo que dices, realmente me pasó lo contrario a ti. Te hago una concesión en cuanto a que si no conoces el libreto puedes tener confusiones en la última escena, pero es una concesión a regañadientes jejejejeje, aún así creo que no era tan difícil de captar la idea. En lo que sí disentimos totalmente es en la escena del suicidio del pintor. Quizás tiene que ver con dónde estaba yo sentado, desde arriba, donde el haz de luz cuadrada que envolvía al personaje y se dibujaba perfectamente en el suelo me dejaba entender perfectamente que el mismo estaba aislado de los demás, en esa otra habitación, sin necesitar tabiques que los separaran. Fue uno de los momentos que más me gustó del montaje, nunca nos pondremos de acuerdo ahí. El momento de las flores me pareció también bello, y sobre todo remarcado por el ritmo y la intensidad de la música en toda esa escena. Una metáfora de un camino, una línea vital que se abría y que Lulú iba a destrozar como todo lo que tenía en sus manos. Realmente es que en escena ocurrían muchas cosas, la ausencia de decorados o de un atrezzo más lucido no impedía que pasaran todas esas cosas, por eso no estoy tampoco demasiado de acuerdo con que no había grandes diferencias con una versión de concierto. De todos modos, a mí me sucede que cuando la música me resulta arrebatadora, el montaje me da exactamente igual. Me pasó con el Lohengrin del Liceu, que firmaba "Kochinisky" (permíteme la broma) que aunque el montaje era espantoso disfruté como nunca porque la obra era inmensa. El problema es que a "Kochinisky" no le encontraba mayor sentido, mientras que en este caso, la puesta en escena me pareció muy inteligente. Como ya te dije, iba asustado y pensando justo lo contrario, a nadie que conozco le gustó el montaje, y por eso el hecho de que finalmente me llenara, y también a mi acompañante, fue muy interesante. Un abrazo!

Miguel dijo...

Uge, muchas gracias por tus apreciaciones me han parecido muy interesantes, es una pena que no haya una segunda oportunidad para contrastarlas.
He descubierto una cosa en la red gracias al blog de Nina que no sé si conoces. Por si acaso te lo comento. Es este enlace http://www.swissradio.ch/menu/discography/klassik/opern/index.htm Se trata de una radio Suiza donde retrasmiten óperas raras rarísimas
En primer lugar tienes los horarios y lo que van a retransmitir y si bajas hay un apartado llamado Song history con unos recuadros con banderas, pues si clicas sobre "current song" que es lo que están retransmitiendo en ese momento, ya te conecta y sigues toda la retransmisión. Una pasada. Ahora estoy escuchando a una tremenda Kasarova en Dom Sebatiem Roi de Portugal de Donizetti.
Las banderitas son para conectar con tiendas on-line de música, así que ni caso
Espero que lo disfrutes y que tengas un feliz año lleno de música, cultura y sensaciones porque es evidente que ideas ya las tienes. Un abrazo