Hoy ha abierto en el Caixaforum de Madrid una interesantísima exposición dedicada al pintor inglés William Blake. Allí estábamos para disfrutarla. Primero tengo que decir que está muy bien organizada, no es una magna exposición ni la exposición del siglo sobre Blake, tiene las obras justas, muy bien expuestas, y el recorrido se hace agradable y nada abrumador. Asimismo, las tres salas finales, dedicadas al legado de Blake, representado por los grupos de "Los Antiguos" y "Prerrafaelitas", además del Neorromanticismo inglés del S. XX, están francamente bien, y de alguna manera reivindica la posición de Blake en la historia del Arte, tantas veces en desequilibrio frente a otros movimientos. Yo debo decir, por ejemplo, que no lo estudié durante la carrera, posiblemente por ser demasiado extravagante para la profesora que me impartió esta parte de la pintura. Apareció anecdóticamente, pero no le dieron demasiada importancia. Tampoco es que sea el sum sum corda del arte inglés, pero tiene un justo lugar que no podemos olvidar.
Curiosamente, Blake será siempre citado como un pintor simbolista inglés cuando apareció casi cien años antes que el simbolismo (y sin casi). Ello es debido a una de tantas personalidades que de pronto no pueden ser encorsetadas cronológicamente y son definidas según un patrón de lenguaje, aunque al final surge las paradoja porque esos patrones de lenguaje a su vez están clasificados cronológicamente. Le pasa a Leonardo, le pasa a Goya, y también a William Blake, como a otros. Las ciencias humanas tienen que y tienden a clasificar, pero a veces eso es imposible.
De Blake me interesa no sólo su arte (que debo decir no me apasiona) sino sobre todo su discurso ideológico. Un pintor que representa el racionalismo propio de su tiempo, triunfante tras la Revolución Francesa, como el error que llega a encarnar incluso en la forma del demonio. Para no introducirme en discursos demasiado intelectuales, no sólo para no hacer esto aburrido sino para no meterme en jardines de los que luego no sepa salir, hay un principio del propio Blake, que voy a parafrasear, seguro que mal: sólo logrando salir de la tendencia social que se impone a la percepción, descubriremos que ésta es infinita. Eso es el mayor logro de Blake, inconformista, onírico, consecuente y paradójico, como lo es su pintura religiosa, cuándo él tiene unas ideas tan sui generis sobre el cristianismo, como aquella en la que asegura que el dios del Antiguo Testamento es un falso dios, una especie de ánel supremo que se cree dios pero no lo es; y que por tanto hace en la creación de Adán el verdadero momento de la desgracia para la humanidad, y no con la expulsión del paraíso. Librecreacionista pero no exhuberante. Al final, por extravagentes que parecen sus imágenes, responden a un criterio de precisión artística muy clara, y que bebe sus fuentes de Renacimiento, muy especialmente en Miguel Ángel, momento en el que Blake encuentra el verdadero comienzo del arte.
Al discurso artístico, perfectamente clasificado en la exposición, tenemos que añadirle el técnico, y aquí es donde Blake plantea serios problemas de conservación. Es tan personal en el uso de los materiales, mezcando temple con acuarela, y a su vez con óleos fluídos, haciendo de cada copia de sus grabados algo tan distinto y difícil de repetir, que el paso del tiempo ha atacado casi todas sus obras, por la fragilidad de sus elementos constitutivos. Así lo advierten los organizadores de la muestra: hay obras de las que poco o nada queda de los colores originales, pues la luz y el tiempo los ha desvenecido. Grietas por una mala elección de soportes, y un caos material que al final hace sus obras casi imposibles de restaurar. Desgraciadamente, será muy difícil que Blake recupere su esplendor pasado. Lo más importante es conservarlo, más allá de reintegrarlo. Los fondos de la muestra provienen de la Tate Gallery de Londres, así como los de "Los Antiguos", "Prerrafaelitas" y "Neorrománticos" que lo acompañan. Una de las galerías más interesantes del mundo, a veces ensombrecida para los turistas por los otros grandes museos londinenses, y últimamente por la Tate Modern. Pero exhibiciones como esta, que estará en Madrid hasta el 21 de octubre, demuestran el ingente patrimonio de esta importantísima institución. No dejes de verla, en el Caixaforum de Madrid, merece mucho la pena. Yo, que no era ni un gran seguidor ni un gran conocedor de la obra de Blake, he cambiado totalmente de opinión en la hora y media que he estado contemplando su legado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario