Este libro cuenta el origen de la colección, en la apertura comercial del Japón de mediados del S. XIX, desde su adquisición en París por parte de Charles Ephruossi, famosísimo historiador del Arte, benefactor de impresionistas como Monet, Degas o Renoir; y su posterior periplo por Viena, Londres, Tokio y el regreso a Londres, donde aún permanecen. Visto así, es algo sencillo, pero lo cierto es que con esa excusa, la enigmática colección de refinadísimos netsuke, de Waal nos cuenta la historia de su familia y, por ende, la de la Europa desde esas lejanas fechas del S. XIX hasta la II Guerra Mundial y su posguerra. La historia del encumbramiento familiar, siempre bajo la sospecha y el encono del antisemitismo europeo, esa realidad que aún hoy duerme de forma latente en nuestra cultura, un fenómeno netamente común, no alemán ni austriaco o ruso. Un fenómeno que ha sobrevivido, de modo exasperante, al capitalismo, a la democracia, al comunismo y a la falsa piedad pro palestina. También es un breve tratado sobre la evolución del gusto y la cultura desde el epicentro parisino al resto del mundo.
La familia Ephrussi se convierte en un símbolo de gloria y caída, de honor y burla, de sinsentidos. Sufren los embates del escándalo Dreyfuss, la violenta separación familiar de la Primera Guerra Mundial, donde los primos luchan en bandos diferentes. No aciertan a huir de Austria a tiempo y los envuelve la invasión nazi. A partir de ahí, la supervivencia y el tesón, hasta reconstruirse al mismo tiempo que Viena y Tokio, símbolos de la devastación y la derrota.
Como sucede con "La poeta y el asesino", de Simon Worral, este libro teje una sucesión de tramas que nos llevarán a entender, algo más, la verdad, la realidad de esta Europa nuestra, y esbozará, además, subtramas, a veces más desarrolladas, otras pendientes de un alfiler, como la de la sirvienta Anna, cuya historia es crucial para la familia pero cuya memoria desaparece a morir los ancianos que la trataron sin desvelar, siquiera, su apellido. La historia de los Ephrussi, una historia de la alta burguesía, puede recuperarse, rescatarse, pero no la de los humildes seres invisibles que los acompañaron.
Es, insisto, un relato veraz de un mundo que enloqueció, se calmó, pero sigue ahí. Recomiendo encarecidamente su lectura, y la edición de Acantilado, con traducción de Marcelo Cohen.
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