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miércoles, 24 de febrero de 2010

Bernarda Fink, mezzo, en el Teatro de la Zarzuela.

Esta entrada es más cercana, puesto que este recital del XVI Concierto Lied de La Zarzuela fue hace escasamente dos días. No iba yo muy convencido, y si bien no me desagradó, mantengo ciertas reservas y opino que es el más flojo de cuantos ha programado este año el Teatro. La mezzo argentina Bernarda Fink, acompañada, notablemente bien, por el pianista Anthony Spiri, hizo en la Zarzuela un recital poco comprometido, casi autocomplaciente, que comenzó con una primera parte dedicada al Schumann más facilón, con los horribles temas con letra de la Reina María Estuardo incluídos, puesto que salvo las 5 primeras piezas, algo más sesudads el resto se consagró a las referidas canciones con textos de la Reina de Escocia y a una breve selección de Myrthen, canciones de ambiente escocés un tanto abigarradas. La segunda parte fue enteramente hispana, con el ripioso Granados de La Maja Dolorosa, de música excepcional, seis coplas del argentino Luis Giannéo, populares y poco más; lo mejor del concierto, las Quattro Liriche basadas en poemas de Antonio Machado escritas en español por el italiano Luigi Dallapiccola; para finalizar con los Cuatro Madrigales Amatorios de Joaquín Rodrigo. La voz es bella, una cantante correcta y con buena técnica, sin problema alguno de afinación, aunque el volumen es pequeño, no sé qué haría esta cantante en un gran teatro con una orquesta detrás. Sus grandes problemas surgen en los agudos, y muy especialmente en aquellos que tiene que emitir en forte, donde se abre demasiado, los hace fibrosos, e incluso hacen un poco de daño en el oído. Entonces, ¿qué es lo que no me gusta de la Fink? Que es cursi, tremendamente cursi, tanto que no paró de recordarme a María Bayo, aunque no es tan cursi como la navarra ni tiene sus graves problemas de afinación. Pero no se puede cantar todo como si fueras una señorita de provincias. Incluso cuando intentó ser arrabalera, con las canciones populares de Giannéo, lo que quedaba era una señorita bien imitando a una arrabalera. Esperaba yo con fruición el famoso De los álamos vengo de Rodrigo, obrilla que me encanta y a la que tengo un gran cariño, y que se saldó con una decepción: no se puede cantar algo así de una forma tan aburrida y monótona, sin ardor, sin alegría, con una sonrisa algo tontaina, y en resumen tan sosamente. Lo mejor, ya lo dije, las Quattro Liriche, basadas en poemas de Antonio Machado, donde la cantante demostró de lo que puede ser capaz y la amplitud de su voz, repertorio comprometido, muy actual, y difícil. Pero eso fue un pequeño oasis en un recital, por lo general, aburrido.

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