El pasado 15 de agosto (yo estaba de viaje) falleció el Profesor Dr. D. Alfonso Emilio Pérez Sánchez. No voy a hacer una glosa de su personalidad profesional, sino que trataré de contarte otras cosas que hoy alegran mis recuerdos sobre él. Fue, y es, el más importante de los Historiadores del Arte españoles modernos, reconocido internacionalmente y premiado en todos los rincones del mundo. Legiones de Honor, Premios Nacionales, Medallas de Oro... Se lo ha merecido todo, pero todavía merece más.Una vez alguien me pregunto ¿Cómo es que te llevas tan bien con Pérez Sánchez? Recuerdo que se lo conté a D. Alfonso, paseando los dos en mi coche, unos meses después. Tenía fama de terrible para algunas personas, porque era serio, porque no dejaba que le tomaran el pelo, porque sabía exactamente quién era y no le gustaban ni los aduladores ni quienes se acercaban a él con razones que le parecían improcedentes. Además, era un inmenso tímido, y esa timidez era entendida por algunos (idiotas) como mal carácter. Alfonso Emilio se rió cuando le conté que me habían hecho esa pregunta, le hacía gracia tener esa fama. ¿La razón por la que me quería y respetaba? Primero por ser discípulo de uno de sus mejores amigos, el Profesor Dr. D. Alberto José Darias Príncipe, a quien tanto debo. Pero, sobre todo, porque siempre le mostré un sincero respeto, afecto y cariño. Cuando te vuelvan a preguntar eso, me dijo, diles que te trato bien porque eres un amigo educado y amable, y porque yo me porto bien con las personas educadas y amables. Me agradecía de corazón lo que yo hacía por profesión y por devoción, acompañarlo y hacerle la vida más sencilla cuando venía de visita a Tenerife. Además, aprendía de él como una esponja. Esos años, los primeros de mi carrera, fueron mágicos, porque tuve la oportunidad de conocer a personas de gran renombre, y todos ellos dejaron en mí un poso importante. Pero creo que D. Alfonso Emilio Pérez Sánchez fue el que más me marcó. Me enseñaba y explicaba cosas con sincera paciencia, se preocupaba porque entendiera aquello que el arte me ofrecía, y regaba sus conversaciones con mil anécdotas y gestos cariñosos. Siempre se alegraba cuando nos encontrábamos, y jamás, en ninguna ocasión, me mostró desagrado ni por mi actitud ni por mis constantes preguntas. Compartí con él mesa y mantel en numerosas ocasiones, algunas en la intimidad del hogar de uno de sus mejores amigos y discípulo, que ha estado a su lado hasta el final, en el proceso lento y mezquino que se lo ha llevado. Gran persona este discípulo, en quien muchos deberían de mirarse para entender lo que es el cariño y el agradecimiento, la amistad más sincera, el Profesor Dr. D. Benito Navarrete.La última vez que me vio me tiró de las orejas porque yo me enrocaba en mi plaza de profesor de instituto y había dejado un poco atrás mi carrera como investigador y como historiador del arte. Pero tras ese tirón de orejas me aseguró que me entendía, la Universidad española se había convertido en algo que nada podía ofrecerme, de verdad, en estos tiempos tan mediocres.Fue un excelente poeta, y publicó sus versos gracias a su amigo Francisco Brines, a quien tuve ocasión de conocer gracias a D. Alfonso. Además, sus libros y ensayos se esperaban con fruición en los medios académicos de medio mundo. El mejor director, sin género de dudas, que ha tenido el Museo del Prado en los últimos 40 años. Dimitió, sin pensárselo, y dándonos a todos una lección de dignidad, por dos razones: por no haber sido aceptada su petición de que el Museo se ampliara hacia el edificio que hoy ocupa el oportunista Museo Thyssen; y por mostrar abiertamente su rechazo a la intervención de España en la llamada Primera Guerra del Golfo. Dimitió, insisto, por dignidad y por pundonor, y la administración de entonces, que como todas las administraciones no admitía que uno de sus integrantes mostrara disensión, no hizo nada por retenerlo. El ministro era, si no recuerdo mal, Jorge Semprún. Tras Pérez Sánchez, algunos directores mediocres, otros, como Calvo Serraller, a quien no se dejó trabajar y se desfenestró por razones estúpidas; también alguno muy notable, pero todos herederos de lo que fue su gestión: Alfonso Emilio Pérez Sánchez hizo que el Museo del Prado dejara de ser nominalmente una de las 3 pinacotecas más importantes del mundo y empezara a serlo en serio. La magna exposición de Velazquez, de 1988, fue el pistoletazo de salida.Con Pérez Sánchez, España pierde a uno de sus mejores intelectuales. Yo a un amigo a quien tenía un enorme cariño y respeto. Tuvo el reconocimiento en vida, y lo tendrá por muchos años, porque nos legó un trabajo excelente que engrandeció nuestra cultura. A ese gran hombre, que en las fotos se muestra serio y con una enorme presencia física, lo recuerdo yo, cantando animadamente un tanguillo de Cádiz, y luego glosándome las maravillas de la copla, con estribillos a dúo incluídos. No todo el mundo puede decir eso, y es la imagen que quiero guardar yo, hoy, en mi memoria. Entre otras, ilustran esta entrada dos fotos con el Profesor (¡qué joven estoy!) en una excursión a la isla de la Gomera que hicimos en mayo de 1994. En una de ellas, nos acompaña el gran poeta Francisco Brines.
BLANCO VIERNES, ¿TE VIERNES?
Hace 18 horas
2 comentarios:
Uge, desde Venezuela, se te extraña.
Saludos.
Ed.
Sin duda un grande entre los grandes de la Historia del Arte español. Muchos respetos a una persona que no tuve el placer de conocer pero así me hubiese gustado.
Publicar un comentario