Un año prácticamente sin escribir en el blog. Un año en el que he ido a exposiciones, he leído libros, he ido a conciertos, me han pasado cosas. ¿Ha habido una razón para no escribir? Supongo que sí y no. Por un lado, el exceso de trabajo, por otro, el tener que ocuparme de muchas cosas personales que dejaban en segundo plano este blog. También, quizás, falta de ganas. ¿Realmente tengo algo que decir? Supongo que es la crisis de los 40, o algo así. Cerré este blog con un homenaje al maestro Domingo Pérez Sánchez, y no he vuelto a escribir una sola palabra. Ahora lo retomo. ¿Por qué? Porque me apetece. No sé si hay alguien ahí, o si alguien me sigue o me lee, o me espera, pero miras el teclado del ordenador, la pantalla en blanco, echas la vista atrás y... vuelven las ganas de contar aquí aquello que me apetezca. ¡A ver cuánto dura!
Deseo dedicar mi primera entrada, después de esta, a Montserrat Caballé, mi mejor amiga y compañera durante más de 25 años, la que ha conseguido siempre que salga de cualquier momento de tristeza y me ha dado las sensaciones más sublimes desde un escenario o desde un disco. Tras cerrar un ciclo con el Profesor Pérez Sánchez, nada mejor que empezar el nuevo con otro genio.
Deseo dedicar mi primera entrada, después de esta, a Montserrat Caballé, mi mejor amiga y compañera durante más de 25 años, la que ha conseguido siempre que salga de cualquier momento de tristeza y me ha dado las sensaciones más sublimes desde un escenario o desde un disco. Tras cerrar un ciclo con el Profesor Pérez Sánchez, nada mejor que empezar el nuevo con otro genio.
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