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jueves, 19 de julio de 2012

De libros: Amelie Nothomb, "Ácido Sulfúrico" y "Diccionario de nombres propios"


Me gusta mucho la escritora belga Amelié Nothomb, pese a todos sus defectos, de entre los cuáles la necesidad de figurar, singularizarse y "ser alguien" casi es la peor (esa manía de ser portada de todos sus libros, ¡por favor!). Pero tras varios años tragándome con avidez todo lo que publicaba, hace un año y medio o algo así dejé de leerla voluntariamente por un tiempo, aún con dos de sus libros esperándome, aquellos a los que dedico esta entrada. Necesitaba algo de perspectiva, porque la Nothomb empezaba a cansarme. Sin duda alguna, prefiero sus libros autobiográficos a los puramente de ficción, me parecen más cuidados y mejor escritos, haciendo gala de una gran sinceridad narrativa que a veces pierde en las novelas porque se enjaula en su propia necesidad de epatar. Realmente sólo hay una, de entre todas sus novelas, que me ha parecido un auténtico coñazo, "Anticrista", aunque también hay una sola de entre todas sus novelas que me parece excepcional y que debería pasar a la historia de la literatura europea: "Catilinarias", donde consigue todo lo que se propone: atmósfera, ritmo, una historia interesante, unos personajes vivos, y una espectacular narración.
Hay muchas cosas que se convierten en lugares comunes en Amelié Nothomb. No voy a enumerarlas, pero sí a citar una fundamental: la necesidad de hacer historias casi surreales que se desgranan a nuestros ojos con calculada extravagancia. Pero suele cometer un fallo, que siempre está en sus finales. No porque los haga abiertos, sino porque pareciera que agotada por hacer de lo inverosímil algo real, no sabe cómo culminar sus historias. Eso es exactamente lo que sucede con "Diccionario de nombres propios", en los que una historia bastante hermosa, muy bien hilada, con todos los elementos propios de la magia personal de la escritora, se vienen abajo con un final absurdo en el que ella misma, Amelié Nothomb, convertida en personaje, hace acto de presencia, y además inventando la pólvora: genera una reflexión en la protagonista tan evidente que uno se pregunta cómo un personaje tan brillante y capaz de analizar la realidad desde niña como Plectrude (así se llama el personaje) no ha llegado a esa reflexión mucho antes. Además es tan vanal que uno duda que una mujer tan rica espiritualmente pueda sentir la más mínima ansiedad por ese pensamiento que su amiga escritora. Demasiado, y fastidia una historia que encanta desde que comienza. Plectrude es hija de una joven de 19 años que asesina a su marido ante el temor de que arruine la vida de su hija y que acto seguido a dar a luz decide suicidarse. Es criada por una tía algo neurótica y que finalmente se vuelve loca, y su paciente marido, junto a sus primas, que la adoran como una hermana. Niña extraña, sólo encuentra en el ballet clásico el modo de expresarse y sobresalir, su estado natural, que la sumerge en un mundo de princesas, dragones, caballeros y castillos que se convierten en su realidad alternativa. Sin embargo, es mediocre en la escuela, como un personaje de Ionescu, escritor que tendrá su parte protagonista en la novela. Por el ballet llegará a estar a punto de morir, autodestrucción de la que ha hecho gala también en su infancia más tierna, hasta que una lesión le obliga a retirarse, quedándose arrasada. Y hasta aquí puedo contar. Por extraña que parezca, la historia es deliciosa, y merece mucho la pena leerla. Aún así, me atrevo a dar un consejo: déjala inconclusa. Cuando Plectrude y su amor de niñez se reencuentren en un puente parisino, puedes dejar la novela, aventurándote sólo si quieres a unos párrafos más. Pero en cuanto aparezca Amelié Nothomb en escena, deja de leer. Apenas te quedará una página, y recordarás la novela con más placer que si dejas que ese final absurdo se perpetre.
Otra cosa que Amelié Nothomb no puede evitar es querer mostrar a toda costa su enorme cultura y capacidad intelectual. Que la tiene. El problema es que a veces habla de memoria o de oídas, y mete patas culturalmente importantes. Sucede varias veces en "Diccionario de nombres propios", más flagrante en "Ácido Sulfúrico", el otro título de la Nothomb del que quiero hablaros. Cuando llegues a la metáfora con la que recrea al bíblico Simón El Cirineo, lo entenderás, porque la metedura de pata es evidente y echa por tierra toda una parte de su argumentación sólo por no comprobar la autora el ejemplo que la lleva a la reflexión. La historia es apasionante: en un país europeo, en tiempos cercanos, una televisión que recuerda mucho a Tele 5, lo que significa que en Bélgica deben tener algo parecido, se produce un nuevo reality. Se trata de encerrar a cientos de personas en un campo de concentración y tratarlos como sucedió en sus homónimos nazis. Los celadores, los guardas, incluso los prisioneros, son elegidos meticulosamente, con la salvedad de que ser prisionero de ese reality no es voluntario, te "pescan", no se sabe por qué argumentos, y ya está. Dentro de esa miseria esclava del share, Nothomb establece un magnífico análisis de la miseria humana, de la esperanza, de la falta de sentido crítico de la sociedad, de la importancia cada vez mayor de los medios de comunicación más malsanos (¿nos ofrecen lo que queremos o nos ofrecen lo que quieren que queramos?). Son muchos los frentes que abre, y son muchas las lecturas que tú puedes hacer. Esta vez el final es menos agresivo para la historia, y aunque tiene sus problemas, sin embargo mantiene el tipo en una novela notable.
Ambas me gustaron, disfruté un poco más con "Diccionario de nombres propios" pero su final me llegó a enfadar, y "Ácido Sulfúrico" siendo mejor novela es más fría e inverosímil. Yo te las recomiendo, aunque empiezo a situar a la Nothomb en un lugar un poquito más alejado del Olimpo literario donde la tenía ubicada hasta hoy mismo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Me ha hecho ilusión haber encontrado a alguien que comparta mis pensamientos sobre esta autora. Hasta ahora nunca había podido comentar sus novelas con nadie y la verdad es que subrayo cada una de tus palabras en esta entrada. Concretamente el final de Diccionario de nombres propios me hizo dejar de leerla por absurda. Sin embargo, con el tiempo siempre me acaba apeteciendo leer algo de ella. Acabo de empezar "la nostalgia feliz" a ver qué nos depara. Un saludo

Eugenio dijo...

Muchas gracias, espero que podamos seguir comentando obras de Ameliè Nothomb!!!

Unknown dijo...

Tras leer su última novela, "la nostalgie hereuse" (aún no está publicado en español) puedo confirmar que la autora está dando de sí al máximo su experiencia nipona porque sinceramente, ya no le queda más que contar. Primero nos volcó sus memorias del Japón que conoció en su infancia en Metafísica de tubos, siguió relatando su estancia en Asia con El sabotaje amoroso, más tarde narró su regreso a Japón en Ni de Eva ni de Adan, Estupor y temblores y ahora, en este último libro, nos cuenta lo que las cámaras de France 5 no captaron en el documental que grabó la cadena francesa sobre su vida nipona, su vuelta al país 16 años después y todas las sensaciones y recuerdos que despertó este viaje. Me pregunto si le queda algo más de Japón que contarnos. Eso sí, como todas sus novelitas, muy bien narrado.