A veces quedan libros en la estantería que, por la razón que
sea, languidecen porque te has olvidado de ellos. Un amigo íntimo me regaló en
diciembre de 2002 el libro que voy a reseñar, como celebración de nuestro
primer año de amistad. Posiblemente por tener muchos libros pendientes, en un
mes lleno de compromisos vitales y profesionales, el libro fue guardado y quedó
en una estantería. Luego pasó por tres
mudanzas, donde volvió a quedar relegado. Posiblemente primero sucedió que
pensé que lo había leído. Luego incluso olvidé que lo tenía. El amigo que me lo
regaló, uno de los mejores, no me lo tendrá en cuenta, nos conocemos lo
suficiente como para saber que no hubo ninguna otra razón que las expresadas.
Hace unos meses leí la última novela de Mario Vargas Llosa
(la reseñaré, es una gran obra), y en ella uno de los personajes reflexionaba
sobre diversos aspectos de la vida y el acto creativo, citando de fondo el
ensayo de Italo Calvino "Seis
propuestas para el próximo milenio". Entonces se encendió una luz en
mi memoria. Yo tengo ese libro, me dije, creo que lo leí, pero no recuerdo nada
de él. Así que lo busqué, y efectivamente, en el lugar adecuado al apellido del
autor, allí estaba. Claro que lo recordé, y no, no lo he leído pensé
cuando lo tuve en mis manos. Entonces lo abrí. Había una dedicatoria,: "Chuang Tzu dibujó un cangrejo... ¿Qué
haremos nosotros en los próximos diez años? Esperemos que sea bello... (ni rico [?] ni leches)". Me emocionó. Han pasado doce años, amigo mío, y mira
que hemos vivido cosas. Pero aquí seguimos los dos, amigos después de tantas
cosas. No recuerdo una sola vez que nos hayamos enfadado el uno con el otro. Tu
dedicatoria, además, resultó predictiva respecto al libro, como descubrirás
algo más abajo.
Por supuesto, leí el ensayo. Tenía dos elementos de interés
añadido: confío enormemente en la capacidad intelectual de mi amigo, y además causó
honda impresión a uno de los grandes escritores del último tercio del S. XX y
principios del S. XXI. Un libro publicado en 1988, que debemos entender como
"póstumo", y que analiza cómo deberá ser la literatura del segundo
milenio. Ahí es nada. Realmente concebido como un conjunto de seis conferencias
que Italo Calvino debió haber dictado en la Universidad de Harvard, dentro de
la Cátedra "Charles Eliot Norton
Poetry Lectures" que fue invitado a ocupar en el curso 1985 - 1986, el
primer italiano que recibía tal encargo. Esta Cátedra tiene como peculiaridad
que cada año es ocupada por un gran creador e intelectual (entre otros
Stravinsky, Borges, Octavio Paz, Panofsky, Hindemit, Baremboin... y sólo un
española: Jorge Guillén), que debe elegir un tema y desarrollarlo en seis
sesiones. Casi todas ellas han sido publicadas, desde 1926 en adelante.
Pero Italo Calvino falleció una semana antes de trasladarse
a Harvard, y nunca llegó a escribir la última conferencia, que había decidido
completar durante su estancia en la Universidad. Sin embargo, las otros cinco,
inmaculadamente mecanografiadas y archivadas, fueron encontradas intactas, y a
decir de Esther Calvino y de otros grandes estudiosos del autor italiano, lo
más probable es que las hubiera publicado tal cual se encontraron, con pocas
correcciones. Cada una lleva como conciso título una característica que para
Italo Calvino ha de tener la literatura del S. XXI: Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad y Multiplicidad. Por supuesto, el contenido de las mismas desarrolla
cada concepto. La sexta sabemos que debería titularse "Consistency", que en español puede
traducirse como Consistencia, pero
también como Consecuencia e incluso
como "Lista de componentes";
así que si los editores de la obra no se atreven a traducir el concepto, yo
tampoco lo voy a hacer. Calvino emplea en cada conferencia diversos ejemplos de
la historia de la literatura para reforzar sus ideas: Ovidio, Bocaccio,
Cavalcanti, Gadda, Musil, Mann, Borges... De las notas que dejó, se sabe que
esta última conferencia iba a emplear, entre otros, a Melville, y en concreto a
su obra Bartleby. A partir de la
edición de 1998, se añadió una conferencia que se encontró entre sus papeles
ocho años después de la muerte del escritor, "El arte de empezar y el arte de acabar". Al parecer, Calvino
había dicho que tenía material para escribir ocho conferencias, pero la cátedra
le exigía cerrar el tema en seis. Incluso llegó a decir que había escrito una más
que nunca se encontró y que quizás sea esta, aunque Esther Calvino no se atreve
a afirmarlo. Sea lo que sea, está perfectamente encajada en el conjunto, aunque
no tenga el acabado perfecto de sus cinco compañeras de edición.
No voy a desarrollar cada capítulo, imagino que de una obra
editada en 1988 debe haber decenas de reseñas, críticas, reflexiones e incluso
ensayos que expliquen mucho mejor que yo cada uno de los contenidos, con los
que me he sentido muy identificado como escritor
(incluso para reconocer mis defectos, caso de Rapidez). Sólo quiero decir que me parece un libro indispensable
para quien desee escribir actualmente, y también para quien desee enfrentarse a
los estudios literarios. Es de una gran contundencia, con ideas difícilmente
refutables: es Alta Cultura con mayúsculas y surge de un proceso vital,
literario e intelectual profundo, exhaustivamente comprendido y analizado.
Además es un texto bello en su concepción y su calidad.
Sólo quiero detenerme en algo que me impresionó desde el
principio de mi lectura. Mi amigo se preguntaba en su dedicatoria qué nos
depararían los siguientes diez años. Curiosamente, esa pregunta tiene mucho que
ver con lo que me admiró de las propuestas del libro. Italo Calvino ni conoció,
ni se imaginó, la existencia de internet, buscadores y navegadores, redes
sociales, teléfonos móviles, procesadores de texto, correctores o editores
informáticos. Cuando fallece, en 1985, todavía eso del "ordenador
personal" era algo que sonaba a quimera futurista. Nunca se enfrentó a las
tecnologías de la información y la comunicación que hoy inundan nuestra
realidad y que sin duda han revolucionado nuestra vida y nuestra sociedad hasta
límites que aún ni siquiera sospechamos. Insisto en la idea, no sólo no las
conoció, sino que ni siquiera las intuyó.
Sin embargo, sus propuestas para una literatura del segundo
milenio encajan, una a una, en el panorama actual. No hay nada de lo sucedido
gracias a la tecnología y a internet que pueda hacer variar un ápice lo
reflexionado por el autor. Las propuestas de Italo Calvino parecen haber sido
formuladas pensando en la celeridad que hoy en día se exige al texto escrito,
motivada por los email, las entrada en facebook o en un blog, los chats como
whassap, los casi fallecidos sms, Google e incluso los tuits; en una sociedad
en la que el bombardeo informativo audiovisual puede llegar a ser asfixiante.
Piensa sólo en el significado de las palabras levedad, rapidez, exactitud, visibilidad,
multiplicidad y consistency... ¿Las aplicarías o no a la nuevas formas de
comunicación y, por ende, de creación? Pues sí, una tras otra. Otrosí, si estas
nuevas formas de expresión quieren ser sustanciales y tener consistencia para convertirse en un
proceso creativo trascendente, deberán cumplir estas premisas, o no serán nada.
Ahí está la grandeza de los grandes intelectuales, en la
trascendencia de su pensamiento, en la perdurabilidad de sus ideas, en la
aplicación de sus análisis incluso cuando las cosas han cambiado tanto. No pasa
todos los días, ni siquiera hay muchos ejemplos en la historia. Italo Calvino
se convierte, con este libro, no en un visionario, como escribirá algún curso,
sino en uno de los indispensables pensadores del S. XX, dejando atrás a otros
que aún hoy parecen tener más renombre, pero que el tiempo dejará atrás, tarde
o temprano. Te dejo este video encontrado en youtube, de la serie de televisión mexicana "Imaginantes" dedicado a Italo Calvino.
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