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domingo, 28 de julio de 2019

Exposición "Balenciaga y la pintura española" en el Museo Thyssen de Madrid.

La exposición "Balenciaga y la pintura española", del Museo Thyssen, me ha parecido un ejemplo más de una tendencia actual que no acabo de entender. Se trata de relacionar la obra de grandes zapateros, modistos, diseñadores de joyas, etc., con la de artistas o géneros de las, todavía hoy, consideradas socialmente como "Bellas Artes". Así, en la muy exitosa exposición dedicada a Manolo Blanik hace uno o dos años, el empeño de los comisarios era conseguir que este apareciera como "algo más" que un diseñador de zapatos, y así comienzan relacionándolo con Fidias, de cuyo estudio obtuvo Blanik su pasión por los pies - lo que analizado es de una basteza fetichista singular; para luego evidenciar que muchos de los motivos de sus zapatos se basaban en los de grandes pintores. Ahora, con Balenciaga, ocurre lo mismo. Se escogen algunos diseños, junto al rumor o certeza, no lo sé, de que el modisto había estudiado la pintura española, de todas las épocas, y que ahí había obtenido la inspiración para los mismos. Se exponen, entonces, una larga colección de trajes y complementos acompañados de los cuadros que les dieron origen. El Greco, Velázquez, Ribera, Zurbarán, Murillo, Sánchez Coello, Pantoja de la Cruz, Goya, Madrazo, Maella, Zuloaga... En algunos casos, la inspiración es muy tenue, parece solo relacionada con los colores; en otros hay más evidencia, aunque en el caso más representativo, un retrato de Zuloaga de los años 10, parece más un plagio que una inspiración: el traje de la retratada y el diseñado por Balenciaga dos décadas o tres después son casi idénticos. El problema no es que yo pueda negar esa relación, que no lo hago, sino la sensación de que si quitas esos cuadros y pones otros, flamencos y holandeses, por ejemplo, el publico iba a apreciar las mismas conexiones. Por otro lado, y esto es lo mollar del asunto, es que parece que no se puede reivindicar a Blanik, o Balenciaga, o a los diseñadores de Bulgari, como artistas relevantes por sí mismos. Parece que  las entidades que organizan esas muestras sugieren que su labor creativa, en el campo de las que siempre se consideraron artes aplicadas, decorativas o suntuarias, va en menoscabo de su trascendencia. Así que hay que dar un paso. Si Balenciaga era un cultísimo erudito en pintura española, vale más que si es un mero diseñador de ropa. Curiosamente, lo que hacen es reducir por el procedimiento de tratar de amplificar. Una conclusión posible es: modistas, zapateros, joyeros, son una suerte de artesanos que solo se ven ennoblecidos cuando se ungen en el Arte en mayúsculas, que sigue siendo, parecen querernos decir, pintura, escultura y arquitectura. Sólo la siempre acertada Funcación Juan March, con su brillante exposición de la obra de William Morris y el Arts and Crafts, ha puesto en su justo lugar, como artistas relevantes, a estos diseñadores, sin necesidad de relacionarlos con nada que no fuera su propio proceso creativo. 
Un retrato de Zuloaga de los años 10 del S. XX y un traje diseñado por Balenciaga décadas después...
Desgraciadamente, pasó con Manolo Blanik, pasó con Bulgari, y pasa ahora con Balenciaga. Una exposición que mostrara su trabajo, su evolución, y su proceso creativo, se hurtan al espectador para glorificarlos por lo que me parece un camino equivocado. Creo que la una exposición sobre Balenciaga sin mostrar su proceso creativo, y su evolución artística, adolece de contenido. Ocurre, desgraciadamente en esta ocasión. Y como daño colateral se agotan temas, pues pasará mucho antes de que se dedique otra exposición sobre este modisto en Madrid, y la que se está desarrollando deja más sinsabores que aciertos. 

Espectacular retrato de Ana de Austria realizado por Sánchez Coello.
Otra cosa que me resultó chocante fue la auténtica avalancha de espectadores extasiados ante los trajes de Balenciaga, singularizados en sí mismos sin mayor explicación conceptual, y que apenas mostraban interés por pinturas superlativas, algunas de ellas venidas de lejos; y que eran meros decorados para trajes expuestos como esculturas de tela sin contexto. No creo que sea el camino de defender y difundir la labor de los grandes diseñadores, es más, considero que se consigue, a la larga, lo contrario.  

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