Hoy estuvimos en la que posiblemente sea la exposición de la temporada en Madrid: una retrospectiva de la obra de Hopper, que puede verse en el Museo Thyssen de Madrid hasta el próximo trimestre. Ni soy un gran conocedor de Hopper, ni creo que pueda ni quiera escribir aquí la vida y milagros del autor. Me voy a detener sólo en mis sensaciones.
La primera es que salí con las emociones un poco contrapuestas. Me gustó lo que vi, pero no me entusiasmó. Creo que el Hopper que más conocemos y que ha sido icono incluso del cine, no está bien representado en la muestra. Esos bares abiertos a altas horas de la madrugada, con personajes silenciosos y decadentes dentro, simplemente no están. Eso se echa mucho en falta, y es lo que finalmente te hace salir un poco descontento.
Pero sí hay que decir que es un retrospectiva de cada periodo del autor, incluso de los más desconocidos, que resulta muy interesante. Desde esos comienzos parisinos, hasta las series de paisajes de la América profunda, las arquitecturas decimononas, los jóvenes en sus barcos de vela... Unas épocas que corresponden a unas temáticas pero que pueden resumirse en una serie de características muy claras. En primer lugar, hay que decir que Hopper no es, en absoluto, un pintor del detalle. No se detiene en cortinajes o en los flecos de un telón de teatro, como otros pintores no pueden o podrían evitar. Al contrario, brochazos de colores muy puros, sin apenas mezclas, que se superponen para un todo, pues es la escena, la realidad total del mensaje, lo que Hopper intenta hacernos llegar.
Muy claro, sobre todo, en su primera época tan influenciada por Cezanne y los post impresionistas, no obstante viaja a París justo en plena eclosión de esos autores. En esos momentos, el trazo es grueso, rápido, con apenas tres manchas se hacen los huecos de las torres de Notre Dame, no hace falta más, es la imagen, el tema en sí, lo que interesa. No creo que te detengas, si ves uno de sus cuadros, a deleitarte con una esquina, es una pintura que simplemente no lo permite.
Otro elemento que se repite, hasta ser una característica fundamental, es la geometrización de las formas: líneas rectas, vértices, curvas, perfectamente trazadas como si fuera con un tiralíneas, con escuadras y cartabones, con compases... Especialmente en sus paisajes urbanos o de arquitecturas es una realidad, pero se ve perfectamente en toda su obra. A veces, si no se distinguieran las formas, por ejemplo en la arquitectura, estaríamos ante la abstracción. Me ha parecido ver a Mondrian, a Picasso, incluso a Pollock, todos están ahí, de ti depende decidir si antes o después.
La figura humana es un ejemplo, siempre, de soledad, de inexpresividad que sin embargo lo expresa todo. A veces queda remarcado por unos ojos negros, vacíos, pero lo normal que no haga falta ese elemento formal: basta con mirar y ver la falta de comunicación total de los personajes, cuando están en pareja o en grupos, y las miradas perdidas de aquellos que aparecen solos.
Un grito a la soledad, a la incomunicación, a la desnaturalización del ser humano, que sin embargo a veces parece perderse en sus personajes campestres, o en sus jóvenes pilotando un velero.
La tristeza de la cotidianeidad americana, donde hay residencias familiares, pero también muchos, demasiados, hoteles, oficinas, bares...
Lugares donde esa deshumanización, esa sordidez silenciosa y solitaria, se hace más latente. Entonces, no pude evitar recordar a Munch y su celebérrimo "Grito".
Los personajes, los árboles, los edificios, parecen detenidos, congelados, sin movimiento ni desarrollo, en una quietud que casi lo convierte en decorados, y al ser humano en maniquíes. Además, mostrados en encuadres novedosos, a veces extravagantes (picados y contrapicados que además fuerzan escorzos), muy influídos por la fotografía y quizás por el cine.
La pureza del color, el todo que hace la forma, la obsesión por la luz, que sin embargo no se convierte en científica, no hay nada de "óptico". La sombra sólo es una mancha gris. Es curiosos que en sus primeros periodos, los personajes aparezcan envueltos en luz y sombras, pero no emitan sombra. A medida que avanza si aparece también la propia sombra de los personajes, pero ha sido un camino de décadas.
Si sigo haré un ensayo sobre Hopper, y no creo que deba, ni sea capaz. Decir, por último, que es muy intensa también su labor como grabador, en la que, por la propia técnica, el detalle se abre paso frente a la mancha del óleo o la acuarela. Más encorsetada, y aquí entrando de lleno en el arte del cómic, las portadas de revistas, de la que se presenta un generoso audiovisual.
No sé si en este caso me gustan los antecedentes o las comparaciones que se intentan hacer entre Hopper y otros artistas para encontrar sus fuentes. No entiendo la presencia de un Degas en una de las salas, y me falta algún Cezanne, pero los comisarios, al menos presuntamente, deben conocer mucho mejor la obra de Hopper que yo, y si han elegido esos cuadros para ilustrar la formación del artista, ellos sabrán por qué. Pero estoy seguro de que te chocarán cuando los veas.
Es la exposición de la temporada (que me perdone el Rafael del Prado) y posiblemente del año tras el Hermitage en nuestra primera pinacoteca, y hay que verla. Ahora yo estoy atribulado entre pensar que es la exposición la que me dejó mal sabor de boca, o la propia obra de Hopper, que también puede ser. Pero sin duda, es para disfrutarla, y nosotros la hemos disfrutado. No dejes de ir.
2 comentarios:
Magnifico blog.
Sus alumnos son afortunados.
Gracias!!! Espero no aburrir demasiado!
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