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martes, 30 de septiembre de 2008

Hamlet en Toledo... Fiasco!


Me he estrenado en el coquetísimo Teatro de Rojas de Toledo, un joyerito que me ha encantado, vamos, una bombonera. No tengo ni idea de cuántas plazas tiene, pero es el teatro más pequeño en el que yo he estado, y debe andar por el mismo tamaño que el de Ourense, que tanto me gustó hace un año cuando lo pude visitar.

Dentro del ciclo de teatro clásico, que presenta interesantísimas obras, la pieza escogida para comenzar ha sido Hamlet, de William Shakespeare. La compañía Centro de Nuevas Creaciones firma una producción dirigida por Juan Diego Botto, con Dramaturgia de Borja Ortíz de Gondra y el mismo Juan Diego Botto. Por la razón que sea, en lugar de usar una traducción crítica actual, que las hay y muy buenas, se decantan por la firmada en el siglo XVIII por Leandro Fernández de Moratín. Se nota, le falto cierta exactitud.

Trataré de ser muy breve. La puesta en escena me gustó, pero resultaba algo anticuada: toda la escena en gris con la sola presencia de dos tronos al fondo y un contínuo juego con una sábana de seda que se utiliza para varias cosas. Bueno, está visto, pudieron haber picado algo más alto. En algún momento los personajes aparecían desordenados, sin un sentido claro del espacio, pero fueron los menos. EL diseño de producción, basado en una extrapolación del drama al siglo XIX, ya la conocemos, es más, es burdamente parecida en lo que a vestuario se refiere a la presentada por Kenneth Branagh para el cine, pero sin aquella voluptuosidad visual.

Los actores estuvieron irregulares. Ninguno de ellos es un gran especilista en teatro clásico inglés, y se nota. Lució por encima de todos Luis Hostalot como Polonio, realmente el más de teatro de todos, y con casi toda la parte joven pudimos aseverar que las nuevas generaciones de actores y actrices no se preocupan casi nada por dicción, vocalización, cadencia o proyección. Así pues me abstengo de nombrarlos a todos y hacerles críticas, algunos mejores, otros peores, en general irregulares. La jovencísima Marta Etura no estuvo bien del todo, hablaba demasiado deprisa, se atropellada, a veces perdía el texto, pero tiene algo... Con el tiempo despuntará, eso se nota. Tiene una buena presencia escénica y pese a que su Ofelia era más una niña malcriada que la heroína de Shakespeare, lo cierto es quen firmando una interpretación mediocre logró interesarme.
Nieve de Medina hizo una buena Gertrudis, con una hermosísima voz, que si bien no acaba de conseguir el tono adecuado a este tipo de obras, salió airosa. Lo mismo cabe predicar de José Coronado como Claudio. Tiene tablas y presencia escénica. Y en un teatro tan pequeño sabe que no necesita proyectar con demasiado esfuerzo, logrando a veces introspecciones que no puede repetir en un teatro de grandes dimensiones a no ser que la técnica se ponga a su servicio. Supo salir airoso.

Me hizo gracia el uso de un mismo actor para varios papeles, al más puro estilo del Siglo XVII.

Bueno, Juan Diego Botto. Este chico lleva años vendiéndose como eximio actor, y está muy lejos de ello. Su cadencia era monótona y espantosa, su proyección puros gritos descarnados, tiene un pequeñísimo repertorio de expresiones de las que abusa hasta la exasperación. No sabe recitar en verso, se pierde, la dicción es penosa, lucha contínuamente con su acento argentino y le sale algo parecido al gallego... Finalmente destacaba entre los demás no por lo que él querría, sino por estar absolutamente fuera de papel y de estilo. Su tono, a veces ridículo, hacía que el público rompiera a carcajadas en momentos muy dramáticos, como cuando rechaza a Ofelia con el conocido ¡Vete a un convento! (el público se rió a gusto). La escena en la que dialoga con el fantasma de su padre fue patética: el actor Jordi Dauder ha grabado la parte, sin necesidad de proyectar la voz. Frente a él, un Botto desgañitándose, a grito puro y casi doloroso, la entonación inexistente. Sus pausas carecen de sentido y no tienen nada que ver con lo que Shakespeare exige, eran a la buena de dios. Uno piensa ¿no tenía un director que lo centrara y frenara? No. Porque el director es él. A eso hay que sumarle una presencia escénica penosa al estar en un grado de delgadez que parece anorexia. Lo peor: olvidaba el texto una y otra vez, y se notaba, y el momento más poco disculpable, en medio del celebérrimo monólogo Ser o no Ser, cuyo resultado fue inenarrable, sin la más mínima emoción. Como dijo Dorothy Azner de Katharine Hepburn en una ocasión, Botto desplegó todo su repertorio de emociones, de la A a la B.

Shakespeare no merecía esto. Espero que si ya han presentado en Madrid, la crítica diga lo que este montaje se merece, aunque como muchos de los implicados, Botto por delante, forman parte del Equipo Médico Habitual (yo me entiendo) sospecho que leeremos grandes elogios. De hecho ya he repasado una en ABC del estreno en Almagro, y tiene la solvencia de cometer dos errores garrafales describiendo la obra y a los personajes... Así que como para creérsela entera... Al final 5 salidas a saludar (inmerecidas y artificiales) dos o tres miembros del público que se fueron durante la representación (yo no porque estaba con amigos y me daba algo de vergüenza dejarlos solos) y algún ocasional pateo, entre ovaciones intensas pero no excesivas.

Por cierto, Horacio es aquí negro... ¿Explicación? Correcto actor, sin embargo, quien lo encarnó, Emilio Buale.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Toros: Definitivamente NO.

Me apetecía escribir esto. No voy a poner una sola foto de corridas de toros, no alimentaré el morbo ni sustentaré mis escasas palabras en imágenes sensacionalistas. En Canarias hay pocos toros, la verdad, y poca afición. Que yo recuerde, no ha habido corridas desde finales de los 60. Ahora, creo, están prohibidas por ley (la misma ley que permite las peleas de gallos por tradicionales). Así que siempre he tenido opiniones encontradas al respecto, y nunca he acabado de decantarme. Ahora vivo en un entorno muy taurino, pero muchísimo, incluso tengo alumnos y alumnas que dicen querer ser toreros y toreras. Y he empezado a vivir los toros, desde otro punto de vista. He visto toros embolados, he visto algún encierro, he visto vaquillas... Me falta, lo sé, una corrida, pero ya no quiero ir (hace tiempo sí pensé en hacerlo).
Algunos buenísimos amigos son muy taurinos, y tengo el caso de dos amigas íntimas que siendo de entrada antitaurinas, fueron a una corrida y se metieron en el tema, en lo mitológico, en el rito de la lucha contra la muerte o contra la barbarie, y ahora tienen sentimientos cruzados. Pero aunque pensé que a mí me podría pasar lo mismo, ya sé que no va a pasarme. Conozco todos los argumentos que se me van a dar, desde los del valor de la tradición, a los que intentan crear paradojas: comes carne, a los animales los matan en mataderos de forma tremenda y no te importa; son animales, nosotros seres humanos, no podemos compararnos; te interesas por el bienestar de los animales y luego eres pro-abortista; y un larguísimo etcétera.
A todo ello, desde mi pensamiento, respondo con un ¿y eso qué demonios tiene que ver? Como carne, claro. Mi fisiología animal me obliga, lo necesito para sobrevivir, como un león me comería si me viera. Hay una cadena alimentaria, una cadena trófica, y un orden ecológico. Cuando metemos mano en ese orden, malo del todo. Sí, a los animales no los tratan especialmente bien en los mataderos. Yo puedo pedir que la muerte de un animal para ser comido sea menos dolorosa, más rápida, y minimizando sufrimientos (fíjaos que no uso el término dignidad, pues aunque podría no quiero empezar ese debate, y realmente no me hace falta). Pero eso no significa que, porque como animales, me tiene que gustar torturarlos en público y divertirme con ello.
Tortura. Veamos qué dice el diccionario:
1. f. Grave dolor físico o psicológico infligido a alguien, con métodos y utensilios diversos, con el fin de obtener de él una confesión, o como medio de castigo.
2. f. Causar tormento.
3. f. Dolor o aflicción grande, o cosa que lo produce.
4. f. Desviación de lo recto, curvatura, oblicuidad, inclinación.
Evidentemente, aplicando con rigor el diccionario de la RAE, la posibilidad de llamar tortura a las corridas de toros queda en entredicho. A un toro no se le causa dolor para que dé una confesión. Pero sí se le causa tormento. Y sí se le produce dolor y aflicción grande... Y si el fin no es una confesión, sí lo es la diversión, la risotada, el disfrute, el placer, el morbo... Casi me parece más innoble, creo que habría que inventar otra palabra. No entiendo el causar dolor por diversión de ninguna forma, entendiendo que hay que matar animales y que los matamos. Entiendo la caza, es otra cosa, y el resultado de esa caza se come, alimenta, termina en un valor. Entiendo que matemos ratas, insectos, plagas, pues van en contra de nuestro desarrollo, de nuestra alimentación de nuestro bienestar. Pero no me entra en la cabeza por mucho que lo intento matar lo que sea por diversión, por elevada que ésta sea.
No me atrevo a llamar asesino a un torero, no lo es. Para un asesinato hace falta que el muerto sea un ser humano, seamos serios. No saquemos las cosas de quicio. Pero en general creo que los toreros tienen algo que no me acaba de gustar. Matar un animal no puede ser un acto glorioso, por favor, y desear matar animales tiene que estar motivado por algo no del todo sano.
Miro a mis perros, Mafi y Suerte, y los veo tan desvalidos, me necesitan tanto. Ni se les pasaría por la cabeza un acto violento. Mafi es durísima, sobreviviría a todo. Aún así, es débil. Sin mí no podría vivir, no sería nada. Vive por y para mí, es un acto de supremo egoismo tener una mascota, incluso aunque también sea un acto de amor.
Una vez vi una imagen de un cazador furtivo de tigres de bengala. El poderoso animal atrapado por una pata, extenuado tras horas de permanecer en la misma posición. Llega el cazador, pequeño, que no tendría nada que hacer en un combate cuerpo a cuerpo, y con un fusil lo mata de un tiro. La mirada de ese tigre, que no comprendía nada, y sobre todo, su debilidad, me dejaron muy impresionado.
Seamos serios: los animales son la parte más débil en su relación con nosotros. Sea el bicho que sea, por duro que sea, siempre ganaremos. No tienen ninguna posibilidad. Son como los niños o como los ancianos: débiles e inocentes, no pueden defenderse de lo que les hagamos. La lucha entre un toro y un hombre no es entre iguales, por mucha fuerza física que tenga el toro, no puede compararse a las posibilidades de superviviencia del torero. El hombre posee destreza, inteligencia, entrenamiento, conocimiento, agilidad... El toro sólo posee su instinto, muy depauperado además en una situación de tanto estrés como es una corrida (lo han sacado de su entorno natural, lo han metido en un camión, ha recorrido media España, ha estado encerrado en un chiquero o como se llame, luego lo sueltan a una plaza donde no oye más que gritos y un tipo lo acosa con una tela, y otros le clavan cosas en la espalda).
Una vez oí gemir a un toro, por televisión. Con las banderillas. No cuando lo mataron. Mi perra, Mafi no ha gemido nunca. Para que un animal gima realmente tiene que padecer. En su enfrentamiento con el torero, su posición es tan débil que resulta atronadora. Y la respuesta la tenemos en la estadística: ¿cuántos toreros mueren al año..? Pues algo hay de lo que digo. Son animales, nosotros seres humanos. Pues eso, en la propia formulación del argumento está la respuesta. Como seres humanos, deberíamos de desterrar el dolor gratuito de la existencia. Y quien diga que el dolor es bueno porque si no hacemos tonta a la sociedad, que me cuente cuánto dolor ha soportado desde niño... Porque eso me lo suelen decir personas muy acomodadas... Y sí, me intereso por el bienestar de los animales y soy estoy a favor de que se permita abortar (que no significa que soy abortista). Yo no abortaría, y creo que una mujer mayor y con una vida medianamente hecha no tiene justificación para el aborto... Pero vistas las barbaridades que se cometen, las muertes que había en el pasado por abortos clandestinos, los niños que aparecen en los cubos de la basura, las adolescencias tiradas por el retrete... El aborto me parece un mal menor de una sociedad enferma. El problema es que una corrida de toros también me parece de sociedad enferma, y no es un mal menor. El hecho mitológico... la sociedad cambia, los tiempos cambian... Las tradiciones no son un valor en sí mismo, hay tantas cosas que han desaparecido a lo largo de la historia... ¿Por qué justo esta debe permanecer? No, la tradición no es plastilina que a todo se adapta. Seamos serios, si una tradición que denigra a una mujer, por ejemplo, es mala (que lo es), no podemos usar el argumento de es una tradición, pues queda claro que todas las tradiciones no son buenas. Esta no tiene por qué serlo.
Lo peor de todo es que nunca he visto un pro taurino que argumente con sensatez y tranquilidad, que serenamente exponga sus ideas, o que respete a los que no piensen como él. Cada vez que hay un debate en televisión o en la radio, siempre veo lo mismo: desprecio total hacia el antitaurino, insultos, gritos, no dejar hablar... Joaquín Sabina, traidor a casi todo lo que ha sido, escribió un poema hace poco haciendo una lista con los personajes populares, populacheros, famosillos y realmente de altura que son taurinos. Ahora, los pro taurinos (que por cierto, se ha convertido en algo comodesuperizquierda¿sabes?) lo usan como manifiesto. La respuesta es ¿qué más da? ¿Hacemos la lista de los famosos antitaurinos? La encabezan S.M. La Reina y José Luis Rodríguez Zapatero... luego están muchos otros, como Forges, con quien encabezo este artículo. Pero los famosos dan igual. ¿Es la opinión de Serrat o de Hemmingway mejor que la mía? ¿Por qué? No entiendo nada.
Miro a mis perros, están echados en la cama. Pienso en que ahora yo, a quien conocen, los cojo con violencia y los meto en un cajón. Los transporto sin parar a refrescarlos durante 10 o 12 horas, haga frío o calor, al llegar a mi destino, los encierro en una habitación con muchos más perros, ya no me ven más. Luego los saco a un lugar donde todos gritan, les clavo una divisa. UN desconocido los provoca con un trapo, otro desconocido les clava cinco o seis tachuelas en la espalda, luego cojn un cuchillo de cocina les hago una buena herida en mitad del lomo... y sigo mareándolos mientras sangran, corren, se llenan de arena, se debilitan... Luego les clavan un buen punzón que les atraviese la médula y el corazón, y que debería matarlos en el acto. Pero, seamos serios, los toreros cada vez aciertan menos, y hay que hacerlo varias veces. Mientras agonizan, cinco o seis tipos los agobian con más trapos y más gritos... Sería un acto de absoluta crueldad, de tremenda deshumanización, aunque sea hacia animales. ¿Por qué a un toro nos parece otra cosa?
Junto con las corridas de toros, metan cualquier tradición que signifique dolor o muerte de cualquier animal, y me tendrán enfrente.
Lo peor de todo es que ni siquiera creo que los toreros, los apoderados, los ganaderos, hagan nada por el noble arte sino por dinero, sólo por dinero, en un negocio que da pingües beneficios. Fueron a Europa no a convencer a nadie de que los toros molan, sino a pedir dinero, a mantener un negocio que sin ayudas y subvenciones no existe. Que se mueve en cifras irreales y falsas. Fue un acto vergonzoso, en el que se pedía que aflojáramos todos la pasta para mantener los cortijos y los yates. Ya es suficiente con mantener la fortuna de la Duquesa de Alba o de Mario Conde gracias a las subvenciones europeas (que salen de... ¿dónde?), encima mantener el chiringuito de Mihura, de Jesulín o de Francisco Rivera, o el neurótico de José Tomás, tiene delito. Yo sin llegar a fin de mes y pagando a esos señores su invento. De una vez por todas: si no diera esos rendimientos, no habría toros, y daría lo mismo. Quítenle el dinero, y quizás empiece a creérmelo.
Sólo hay un argumento que es difícil de responder: si no hubiera corridas de toros no habría toros... Bueno, tremenda cuestión. No sé si es cierto, tampoco tengo claro que el argumento sea válido. Me parece un poco fascista, y si lo humanizo pone los pelos de punta, pues justificaría hasta a Pol Pot. Necesita mucha reflexión este argumento, yo aún no le he dedicado el suficiente. Sólo sé que en un mundo cada vez más loco, deshumanizado, y terriblemente cruel, eliminar algo de crueldad no me parece una bagatela. Casi es nuestra superviviencia. En el apartado de links de interés os dejo una de una asociación de veterinarios antitaurinos. Que los hay.

martes, 9 de septiembre de 2008

Tesoros sumergidos de Egipto

He ido a ver en Madrid esta exposición "estrella", una de esas muestras "de alquiler" que van recorriendo Europa y cuyo fin es ser contempladas por decenas de miles de personas. Nada que objetar, ojo. Este sistema de "Exposiciones en Franquicia", como yo las denomino, hace mucho por el desarrollo y la expansión de la cultura, aunque podemos encontrar de todo. Desde la exposición de los instrumentos de tortura, hasta la de Bodies, tan espantosa que he estado un mes dudando si ilustrárosla en el blog o no (ha ganado el no). Es un nuevo negocio, un nuevo sistema de cultura, a veces es más blanco e inocente (este es más o menos el caso) a veces es más despreciable. Pero por principio, no tengo nada en contra.
¿De qué trata? El arqueólogo submarino Franck Goddio lleva una década dedicado a recuperar objetos de la cultura egipcia (y de paso de otras culturas) en la bahía este de Alejandría y en la de Abukir. Su principal fuente de trabajo son barcos hundidos (los pecios como ahora sabemos que se denominan) y las ruínas de algunas ciudades o zonas urbanas desaparecidas por una ola de terremotos que al parecer acaeció, siglo arriba siglo abajo, en la frontera de nuestra Era.
La exposición está bien, quien quiera verla no saldrá defraudado, pero yo salí algo desencantado y con mucho agobio. ¿Por qué? Para empezar, había demasiada gente, y la mayor parte de las 500 piezas expuestas son muy pequeñas. A mí la aglomeración de personas en una exposición o museo me agobia, y me impide la más mínima concentración.
En segundo lugar, otra cuestión más personal que otra cosa, la mayor parte de las piezas debidas a la cultura egipcia datan del periodo Ptolemáico, es decir, un mundo de fusión entre lo griego, lo romano y lo egipcio. Realmente, no es el que más me interesa de la historia de Egipto, yo soy de los Ramsés, los Tutmosis, y toda la parentela; es decir, de los Imperios Antiguo y Medio principalmente. Es la cultura egipcia que más me llama la atención, aquí la presencia de los cánones griegos es demasiado latente.Además, hay demasiadas piezas. No necesito una vitrina con 8 cuencos exactamente iguales, con uno sólo me basta, y así suma y sigue, especialmente con las monedad y las piezas de joyería. Sé que si vas a cobrar 11 euros por la entrada, tienes que hacer una exposición al peso, pero no hace falta, y la museología contemporánea tiende a lo contrario: exposiciones pequeñas, que se puedan disfrutar, bien organizadas. Las que ya he comentado en el Prado sobre el retrato renacentista y sobre todo la dedicada a Joan Miró en el Thyssen son un clarísimo ejemplo.
Por último, la exposición, que insisto merece la pena, no acaba de tener una buena organización. Lo lógico, dada la procedencia de las piezas, es que el tema fuera, en sí misma, la arqueología submarina. Daría mucho juego, se aprendería mucho, y además se podrían ilustrar elementos de la historia egipcia. Pero los organizadores prefieren que sea al revés: la historia y cultura egipcias como hilos narrativos y para ilustrar algunas anotaciones sobre arqueología submarina. Entonces pasa que no tienen suficientes obras para ejemplificar todos los temas que eligen, y se queda corta, teniendo en cuenta además que no se puede hablar, aunque ellos lo hacen, de la cultura egipcia cuando sólo tienes piezas de un periodo muy concreto y algún ejemplillo, por lo demás menor, de otras etapas. Es algo así como si hubieran ido reuniendo las piezas en lotes, y a partir de sus sumilitudes crear los conjuntos expositivos, cuando la cosa debería ser al revés: primero hago el ideograma de la muestra, y luego añado las piezas que lo ejemplifiquen. Hacia el final de la exposición, un mercadillo de piezas bizantinas, árabes, etc.; con las que no saben qué hacer, y uno no entiende que pintan allí, y el área final simplemente de grandes piedras que nos sobran.
Por cierto que tengo algo que decir del lugar, el Matadero de Legazpi. Si bien la recuperación de entornos arquitectónicos me parece en general muy buena y beneficiosa, algunos elementos conceptuales, muy muy modernos (o como diría Forges, modelnos, y sé que me entendéis), molestan al espectador y no dicen ni aportan nada. Así que los graffitis que podemos ver en las paredes interiores, anodinos por su reiteración, inaguantables por su suciedad, vacuos por su falta de significado, deberían de desaparecer. No todo en el arte es bueno, y eso también se aplica a los graffitis, estos son espantosos y no tienen el más mínimo valor, ni siquiera testimonial. Sólo las ínfulas de los que gestionan el entorno les han dado protagonismo, pero sospecho que el sustrato intelectual que da base a esa concepción es miserable y mediocre.

Amélie Nothomb (2): A veces las personas con talento pinchan en hueso.




Es de rigor que, tras dedicar la semana pasada una entrada a la magnífica escritora belga Amélie Nothomb, ahora haga esta segunda parte, pues en este lapso de tiempo he leído otro de sus libros, y francamente no me ha gustado. Se trata de Antichrista, publicado en nuestro país, España, por Anagrama, en su colección Panorama de Narrativas. La historia trata de una adolescente, Blanche, con una gran capacidad intelectual, que conoce a Christa en la Universidad. Si en un primer momento se siente atraída por su nueva y única amiga, a medida que la conoce y analiza su comportamiento sufre un fuerte rechazo hacia ella: Christa la ha vampirizado, invadiendo la totalidad de su vida.


¿Cuál es el problema? En primer lugar que la historia es floja y a menudo carece de interés: una adolescente neurótica y otro psicópata que se encuentran y comienzan una relación tortuosa y torturante... Situaciones que se salvarían con un buen grito o un plantón, y la protagonista nos demuestra a lo largo de toda la historia que es capaz de hacerlo y que no carece de capacidades para reconducir toda la caótica situación... Entonces ¿por qué no lo hace antes? No lo sabemos. Para la dramaturgia de la historia, la resolución de la misma es muy efectista, pero carece de sentido.

Otro pero es que no siempre se pueden resolver las historias en 100 páginas. Ésta es a ratos muy prolija, pero no son los momentos esenciales; cuando llegamos a uno de ellos, se resuelve con demasiada celeridad. Al final uno comprende la historia, pero hace aguas por todos lados, realmente, es algo absurda. Los personajes son estereotipos, y en conjunto aportan a la ya de por sí maltrecha historia una onerosa falta de credibilidad. Ese intento de Nothomb de moverse, como siempre, en los límites de lo realista y lo no realista le falla ostensiblemente: aquí la historia es demasiado terrena, y por eso todo lo que sucede, así como las soluciones que Nothomb propone, resultan incoherentes.


Los grandes, de lo que sea, a veces también fallan, y Nothomb, que sigue siendo una de las grandes de la actual literatura europea, no acaba de perfilar una buena novela, ni siquiera una correcta.


lunes, 1 de septiembre de 2008

Amélie Nothomb, escritora (¡y cuanto!)


Os presento a una escritora que hace poco menos de un año que conozco, y cuya lectura me ha dejado francamente impresionado. Se trata de Amélie Nothomb (nacida el 13 de agosto de 1967 en Kobe, Japón) una escritora belga en lengua francesa. Su padre es diplomático, con lo cual la infancia de Nothomb se desarrolla entre Japón, China, Laos, Birmania, Estados Unidos, Bangladesh… Ello le ha servido no sólo de formación, sino también de base para muchas de sus historias, puesto que sus vivencias de niña en esos mundos exóticos se han ido convirtiendo, poco a poco, en novelas autobiográficas más o menos veraces.


Hasta los diecisiete años no regresa a Europa, y siendo belga se siente extranjera en su país. Su paso por la Universidad Libre de Bruselas no es fácil, dado que por su apellido es identificada con una familia altoburguesa y católica, además con un bisabuelo vinculado a la extrema derecha… De ahí sale el argumento de “Anticrista”. Regresa a Tokio tras licenciarse, y de su experiencia laboral en esa ocasión surge “Estupor y Temblores”, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. Pero es con “Higiene del Asesino” con la novela que comienza su éxito más fulgurante. Pedante cuando quiere, misteriosa, un poco altiva, diferente… Lo que me gusta de Amèlie Nothomb es la calidad de sus imágenes, con historias que muchas veces responden a un mismo esquema: dos personajes, una confrontación. Magnífica “empleadora” del idioma, domina la narrativa y tiene un léxico apabullante, así como una cultura sobresaliente. Brillante, compulsiva, diferente, se está convirtiendo, por derecho propio, en una de las grandes de las letras europeas del comienzo de siglo.


Bibliografía:

Hygiène de l’assassin, 1992 (Higiene del asesino, Circe Ediciones, 1996)
Le Sabotage amoureux, 1993 (El sabotaje amoroso, Anagrama, 2003)
Légende un peu chinoise 1993
Les Combustibles, 1994
Les Catilinaires, 1995 (Las catilinarias, Circe Ediciones, 1997)
Péplum, 1996
Attentat, 1997 (Atentado, Circe Ediciones, 1998)
Mercure, 1998
Stupeur et tremblements, 1999 (Estupor y temblores, Anagrama, 2004)
Le Mystère par excellence, 1999
Métaphysique des tubes, 2000 (Metafísica de los tubos, Anagrama, 2001)
Brillant comme un casserolle, 2000
Cosmétique de l'ennemi, 2001 (Cosmética del enemigo, Anagrama, 2003)
Aspirine, 2001
Sans Nom, 2001
Robert des noms propres, 2002 (Diccionario de nombre propios, Anagrama, 2004)
Antéchrista, 2003 (Antichrista, Anagrama, 2005)
L’Entrée du Christ à Bruxelles, 2004
Biographie de la faim, 2004 (Biografía del hambre, Anagrama, 2006)
Acide Sulfurique, 2005 (Ácido sulfúrico, Anagrama, 2007)
Journal d’Hirondelle, 2008 (Diario de Golondrina, Anagrama, 2008)
Ni d’Ève, ni d’Adam , (Aún no traducida al español, publicada en francés por Ed. Albin Michel, 2007).


Ahora una referencia a alguna de sus obras:

Estupor y Temblores, Anagrama (Panorama de narrativas). Una novela intensa de esta joven escritora belga que ahora mismo está muy de moda, y con razón. Literatura ágil, culta cuando quiere, con un dominio endiablado del idioma y una gran maestría para describir sensaciones y atmósferas. Semi biográfica, la joven Amélie regresa al Japón del que se enamoró siendo niña, pues había nacido allí como hija del Cónsul General de Bélgica. Aunque ha vivido en muchos lugares, Japón es el sitio con el que se siente más identificada, y de hecho durante sy juventud se sentía realmente japonesa. En su reencuentro con el país, decide pedir trabajo en una gran empresa como traductora. A partir de ahí, va bajando peldaños, en lugar de subirlos, hasta llegar a ser encargada de los cuartos de baño, pues por una serie de problemas, inadecuaciones, e intrigas, va siendo fulminantemente degradada, aunque todos saben, a cuenta de un informe que nunca debió escribir, que estaba más que cualificada para trabajar en el departamento comercial de la empresa. Pinta la autora una visión de Japón menos idealista y poética a las que estamos acostumbrados, y usando la empresa como un universo (no cuenta nada de su vida habitual fuera del trabajo, y además en una parte del libro expone que no es de ese Japón agradable donde todo el mundo la quiere del que le apetece hablar en este libro, sino del otro, más siniestro), expone las diferencias culturales entre occidente y oriente, el racismo con el que suele ser tratada, los contrastes en cuanto a tradición y modernidad, y en definitiva deja claro que es muy difícil para unos y otros entendernos, lo mejor es soportarnos y tolerarnos. Copio una crítica que he leído por ahí, y con la que estoy de acuerdo: El libro pone de manifiesto la gran diferencia entre las culturas de oriente y occidente, sobre todo en el mundo empresarial, que es descrito de forma despiadada: la penalización de la iniciativa propia de los empleados (tomar una iniciativa sin consentimiento del jefe es algo indigno); el control absoluto de los sentimientos; las fórmulas burocráticas que exigen incluso que se repita ante cada uno de los superiores jerárquicos la petición de renuncia. Pero no solo la empresa japonesa es puesta en la picota; también se dedican muchas páginas a criticar su cultura en general, las grandes exigencias sociales hacia el ciudadano, especialmente si es mujer, y que llevan a que Japón sea el país con mayor índice de suicidios del mundo. Sobre este particular la autora reflexiona mediante una digresión terrorífica que explica las pocas expectativas de "felicidad" que le quedan a la mujer japonesa (aunque al hombre tampoco le quedan muchas que digamos). Aquí añado yo que la clave de humor es fundamental, y hay momentos en los que puede surgir una carcajada gracias a un humor inteligente. Como cuando la autora se muestra perpleja de que el índice de suicidios, especialmente el femenino, no sea mayor en el país del sol naciente. Políticamente incorrectísima, el que busque un Japón bucólico, que pase de largo por este libro.

Metafísica de los tubos, Anagrama. Esta novela es arrasadora, impresionante, divertidísima y llena de sentido. Ahora tomo totalmente prestados los comentarios de una página de críticas amateur porque no tengo tiempo de escribir mucho más y los suscribo de pe a pa: Según explica en una parte del relato, los japoneses tratan a sus bebés como pequeños dioses más o menos hasta los tres años: Rápidamente me di cuenta de que mi edad me confería un estatus especial. En el país del Sol Naciente, desde el nacimiento hasta el parvulario inclusive, uno es Dios... Yo era un Okosana: una honorable excelencia infantil, un señor niño. En esta historia Nothomb establece un claro paralelismo entre ella misma, Dios y Jesús, y consigue hacerlo perfectamente creíble utilizando un par de escenas que acercan a la vida de Jesucristo y la suya. Después de llegar a los dos años y medio en estado de tubo, la pequeña Amèlie despierta al mundo por obra y gracia de un "milagro" propiciado por su abuela que le descubre el sentido de la vida, el placer. Desde ese momento comienza a observarlo todo con mirada prudente, irónica, midiendo cada paso que da (oculta a su familia que sabe hablar y les regala sus primeras palabras en etapas fríamente meditadas), meditando sobre la vida y la muerte, el mar, aprende a leer sola... También a esa edad decide ser japonesa, mostrando el profundo amor que siente hacia un país que no es el suyo. En parte parece ser por la adoración que le muestra su aya: Nishio-san se prosterna cuando aparece, le da la comida de su plato, la adora: y entre unos padres que la trataban igual que a los demás y una aya que la divinizaba no había duda. Sería japonesa. Aunque puede hablar en los dos idiomas y para ella no hay diferencias entre ellos, decide lanzarse a hablar en japonés, comunicándose así con su adorada Nishio-san (y con sus fieles), gracias a la cual descubre algunos de los grandes temas de la vida, como la pérdida, en contraposición con Kashima-san, una japonesa aristocrática y amargada que culpa a los occidentales de todo lo que ha sido malo en su vida. Parece difícil, pero en esos seis meses de su vida, Amèlie aprende mucho de lo que necesita para desenvolverse en la vida, y lo expresa con su habitual crudeza e ingenio, rematando una obra autobiográfica conmovedora y sorprendente. El libro es mucho más que eso. La metáfora del tubo es muy buena, y su identificación con Dios, aún mayor. Es semi biográfica, más que autobiográfica, hay cosas que simplemente no nos podemos creer, pero ¡es tan lúcida!, llega a un nivel de análisis cuajado de cultismo y envuelto en sentido del humor y diafanidad. Para leer, releer y disfrutar, con muchos matices dando vueltas por ahí. Una novela que, de ser escrita en un tono más solemne, sería terrible, por su crudeza.

Cosmética del enemigo, Anagrama. Un ejecutivo que espera la salida de su vuelo retrasado en el aeropuerto es asaltado por un hombre de una edad similar empeñado en que conversen. Por mucho que el primero lo intenta, se tiene que rendir pues la perseverancia del segundo, amenazando con perseguirlo por todo el aeropuerto, es enfermiza y hostil. Una conversación obligada y desequilibrada entre dos desconocidos da comienzo: el asaltante se presenta y desgrana una vida llena de atroces momentos, de asesinatos cruéles y de actos viles... A partir de ahí, todo se desarrolla en muy pocas páginas (es poco más que un cuento largo) hasta un inesperado desenlace. No puedo desvelar absolutamente nada, y dar una opinión sobre cuál es el tema o de qué trata el libro sería una pista que fastidiaría el final. Les prometo que es apasionante e incluso genera ansiedad por momentos. Inquietante. Magistral por crear una atmósfera tan atractiva en tan poco espacio.

Higiene del asesino, Circe. Primera novela publicada de Nothomb, magnífica pero con una edición pésima en castellano, hasta 5 faltas ortográficas en las primeras 54 páginas. Un escritor, ganador del Nobel que jamás da entrevistas, anuncia que va a morir en menos de dos meses de una extraña enfermedad y consiente en recibir a un puñado de periodistas de todo el mundo. Uno a uno, los periodistas son despachados con una violencia verbal certera y lesiva. Pero la entrevista final pone al escritor contra las cuerdas obligándolo a enfrentarse a su triste realidad. Como en el anterior, desvelar algo más fastidiaría el desenlace. Es una primera novela, es muy brillante, muy cruda, muy metafórica (está plagada de metáforas, sobre la condición femenina, por ejemplo, lo que por otro lado es hilarante, cuando lean la novela me entenderán). Los personajes son tremendos, desagradables, a ratos desdibujados, y bien es verdad que Nothomb no había alcanzado aún madurez como escritora y le falla un poco la capacidad de dar realismo a la situación, a veces oyes el engranaje de las ruedas girar. Pero sigue siendo muy recomendable.

Sabotaje Amoroso, Anagrama. De nuevo la niña Amélie en el Pekín comunista de la Banda de los Cuatro, a mediados de los setenta. La niña que se enfrenta a un nuevo país, a una nueva realidad, y al descubrimiento del amor. Continuación lógica de “Metafísica de los tubos”, Nothomb desgrana el desdén y la vitalidad de una niña que, como todos los niños, se cree el centro del universo, y como tal no puede soportar ser desplazada, o que algo inquietante le de a entender que no está en ese privilegiado puesto. Con una premisa sencilla, y su habitual maestría, Nothomb llega, como siempre, más allá.

Pon a Amèlie Nothomb en tu vida... Es francamente buena.