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jueves, 18 de marzo de 2010

De cine: Precious, de Lee Daniels.

Acabo de ver esta película, muy aclamada en las últimas fechas, de Lee Daniels, y si bien no me ha dejado indiferente, también es cierto que ha tenido cosas que no me han gustado. Si después de que la veas lees que pienso que en algunas partes es algo autocomplaciente, me dirás que si me he vuelto loco, repasando el argumento: una obesa adolescente negra de Harlem es madre de dos hijos, la mayor de ellos con sindrome de down, fruto de las continuadas violaciones de su padre; y vive con su madre, que la maltrata y le causa también todo tipo de abusos sexuales y verbales. Como para verla un lunes y quedarse con buena cara el resto de la semana, vamos. A partir de ahí, una historia de superación personal, pues la chica, semianalfabeta, encuentra una "escuela alternativa" donde va desarrollando sus cualidades hasta conseguir, finalmente, la ansiada independencia. Aunque cuando todo empieza a ir bien y parece que la vida va a ser color de rosa, un nuevo hachazo la desestabiliza, condenándola a una existencia precaria. Pese a todo, habrá final feliz, aunque promisorio.Lo mejor, la propia concepción del film, la crudeza de las imágenes, el estupendo diálogo, y sobre todo las interpretaciones, de entre las cuales brilla con luz propia la actriz cómica Mo'nique, aquí en un registro dramático de altura, interpretando a la atormentada y despiadada madre: es excepcional, tiene uno de los papeles más duros e intensos que yo he visto en una pantalla en muchos años, con una serie de monólogos terribles y un desequilibrio incontenible que plasma con una impresionante calidad interpretativa. Muy interesante también, aunque más limitada, la propia protagonista, Gabourey Sidibe... Hasta Mariah Carey está francamente bien en su papel de asistente social, ¿quién lo iba a decir?Lo peor, que esa América atroz que tan bien queda reflejada a lo largo del film se va malogrando porque el guión no puede dejar de caer en lugares comunes, como la profesora entregada que se implica en el proceso de superación de sus alumnas; o lo que finalmente parece el triunfo del "estilo de vida americano" donde si quieres, y con las oportunidades adecuadas, podrás salir adelante... Algo tremendamente maniqueo, que desluce el resultado final. Pero merece la pena, y yo de ti iría a verla, eso sí, en V.O.S., porque yo tuve la mala suerte de verla doblada, y el doblaje es simplemente espantoso.

viernes, 12 de marzo de 2010

De cine: Michael Haneke, La cinta blanca

Una película completa, excepcional, redonda, una auténtica obra maestra. Esta cinta muy laureada en Europa, me ha impresionado como pocas últimamente. Dirigida por Michael Haneke, puedes pensar (un pueblo alemán en el año previo a la Primera Guerra Mundial) que vas a ver otra cosa que al final se convierte en una estupenda película de suspense plagada de simbolismo. Empezamos con una idea que viene obsesionando a los creadores desde que en el S. XVIII en nuestro continente se redescubrió la infancia: ¿puede un niño ser perverso? Recuerdo al menos seis o siete buenas películas que juegan con esta idea, varios excepcionales libros o relatos, y muchas obras menores o definitivamente malas. La pureza de la infancia y de la adolescencia puesta en duda en medio de hechos trágicos de los que muy pronto empezamos a sospechar la autoría. El problema es el por qué, y eso nos lo encierra Haneke de manera magistral. Una atmósfera opresiva, asfixiante, de colores oscuros nimbados además por el blanco y negro de la fotografía. Personajes enteros y de aparente fortaleza moral que esconden secretos inquietantes. Un Conde que se maneja, de facto, como un señor feudal, un sacerdote luterano de grandes virtudes e inflexibles reglas educadoras; hombres de poderes ilimitados, mezquinos y ruínes; mujeres oprimidas, inexistentes, silenciosas. Y sexo, sexualidad punible y temida, represión concreta que empapa y empaña toda posible felicidad. El ritmo tenso, los hechos mostrados siempre fuera de cámara, los pecados insinuados, que imaginamos, que no acabamos de ver, y un grupo de niños que planea, rodea y pulula alrededor de todos los desastres, anticipo del gran desastre que estaba por llegar con la muerte del Archiduque en Sarajevo. Nada mejor que unas palabras del director para entender la profundidad temática de la historia: Mi objetivo principal era presentar a un grupo de niños a los cuales se le inculcan valores considerados como absolutos y la manera en la cual interiorizan estas ideas. Si se considera como absoluto un principio o un ideal, ya sea político o religioso, se vuelve inhumano y conduce al terrorismo. Es el mejor resumen. No debes perdértela.

De libros: Eudora Welty, La hija del optimista

La Editorial Impedimenta publica esta magnífica novela de Eudora Welty, escritora norteamericana fallecida en 2001 a los 92 años, y que con esta novela fue acreedora del Premio Pulitzer en 1973. Es curioso como una escritora más que notable, perteneciente a la gran generación del autores del Sur de los Estados Unidos, como Truman Capote, y con una trayectoria tan brillante, sea sin embargo poco conocida para el gran público en nuestro país, con sus obras escasamente editadas (de hecho, esta es la primera edición en castellano, con traducción de José C. Vales, de una novela con casi 40 años de vida).
En el magnífico prólogo de Félix Romeo se nos explica el gusto y casi la obsesión que Welty tenía por la literatura infantil y los cuentos de hadas, a los que consideraba un compendio de virtudes estéticas en lo que a localización espacio-temporal se refiere. No está mal esa referencia, porque así La hija del optimista se nos aparece como una obra que, enmarcada en un adusto realismo sin apenas concesiones, puede ser entendido, en clave fantástica, como un homenaje conceptual a esa literatura para niños, pues si rascamos un poco vemos todos los ingredientes posibles. También sorprende en una historia llena de misterios velados, de realidades ocultas, de pesimismo y tristeza, el título, que califica como optimista a quien en realidad vivió siempre en la huída y la ausencia. La historia es muy sencilla, Laurel, una mujer madura, viuda de guerra, regresa de su Chicago natal para atender a la enfermedad de su padre, un recio juez del sur que sufre una delicada operación que ha de superarse con un atroz reposo absoluto. La presencia ominosa de la madre muerta y de la segunda mujer, una vulgar idiota, coronan un relato de costumbres, luces y sombras, renuncias y un supremo acto de madurez intelectual y emocional plagado de abandonos. Un mundo de valores agotados en sus propias mentiras donde los personajes, dibujados con ligeras pinceladas, son al final presencia poderosas y macizas, en un ambiente donde el calor, el ruido y el polvo martillea nuestras conciencias. Excelentemente ambientada y concebida, es una de las grandes novelas americanas del Siglo XX, y no deberías de perdértela.