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lunes, 26 de julio de 2010

Plácido Domingo - Simon Boccanegra en el Teatro Real de Madrid.

No pasarán por históricas las representaciones en Madrid de la ópera de Verdi Simon Boccanegra por su especial calidad o interés musical, pero sí serán unas representaciones a recordar porque en ellas vimos y escuchamos a Plácido Domingo realizando un papel de barítono. Él lo considera un peldaño importante en su carrera, que no un broche final, y lo anima, según se cuenta, a abordar más papeles baritonales en el futuro... No lo tengo tan claro, pero él, que es un animal escénico aparte de un gran cantante, sabrá.Como barítono, Plácido Domingo suena "raro". Las notas bajas le cuestan, salen a veces con cierto ensanche, otras con algo de gola, pero en ningún caso de forma natural, aunque tampoco importa demasiado, no molesta. El problema es que, conocedores como somos de la voz de Plácido, uno, cuando empieza a subir, está esperando esos fortes brillantes que le caracterizan, y aquí, claro, por la tesitura, no aparecen. No es, además, Simon Boccanegra, un papel de lucimiento al uso. No hay arias, ni grandes solos, sino que la mayor parte de la calidad y cualidad de la partitura reside en la fuerza y dramatización. Es un papel, no me malinterpretes, muy exigente, y duro, casi diría que áspero. Y en el terreno de la dramatización a Plácido, hoy en día, no le gana nadie. Es un buen artista, un animal escénico, que si bien tiene tics y a veces me pone nervioso como actor, se entrega y trabaja como nadie. Musicalmente, hace el papel con dignidad y nervio, con oficio, y sale bien parado, bien lejos de convertirse en un Simon referencial. Es "suyo", el "suyo", sin más. Me interesó mucho su enrega escénica y cómo comprendió al personaje, humanizado, verdaderamente entregado a eso que dice al final de primer acto, la paz y el amor. Personaje que lo ha vivido todo, que lo ha sufrido todo, que no le interesa el poder por el poder, sino hacer algo con ese poder, conseguir una meta, una unidad, una patria común (idea que realmente Verdi explota con interés político e ideológico evidente debidos los tiempos que le tocan vivir, no obstante el famoso Viva Verdi se había convertido en grito de guerra para los unificadores de una patria que aún estaba en pañales). Ese, el hombre, con sus tristezas, grande por su propia vida y por su propio ideario más que por sus hechos, entregado a la melancolía de no conocer el paredero de su hija, doliente por la pérdida de la mujer amada y los rencores que había generado su amor ilícito. Ese es "su" Simon. El que no tiene miedo de morir una vez encuentra a su hija y se reconcilia con sus enemigos. Pero también el fiero, impresionante, Dux de Génova que reconoce al traidor Paolo y dirige la terrible escena de la maldición. Me puso los pelos de punta. Sin desfallecer, sin un sólo momento de descanso, el muy estudiado Simon de Plácido Domingo comenzó y terminó con nervio y brío, desgranándose, sabiendo su cómo, su qué, y su por qué. Increíble, también, la manera en que cae al suelo, a sus 70 años, como un fardo, a la hora de morir. Entrega total, y eso lo supo agradecer el público.
Otra noche de similar calidad no habría cosechado 25 minutos de aplausos, que a todas luces son exagerados, pero se estaba aplaudiendo algo más, no sólo una noche, ni una entrega, ni siquiera una carrera. Se estaba aplaudiendo para dar las gracias a Plácido y perdirle que siga ahí, que Madrid lo espera siempre. Nunca he sido dominguista. Me parece un gran tenor, un cantante más que correcto y dotado de una técnica sui generis. Pero por muy buenas que me parezcan sus interpretaciones, siempre encuentro otro tenor que me gusta más. Si es Otello, que representa con indudable calidad, ahí está Jon Vickers, que me llena mucho más. Si es Don Carlo, lo encuentro mejor terminado por Bergonzi. Y así suma y sigue, salvo quizás el Des Grieux, de Manon Lescaut de Puccini, donde si me parece referencial... Aunque esa ópera me resbala un poco. Pero pese a eso, cada vez que escucho en vivo a Domingo me parece un cantante espectacular, por su entrega, y disfruto mucho con sus representaciones. No llegó la de Madrid a la altura de las Die Walküre del Liceo hace dos años, pero aún así, su magnífico trabajo llegó a impresionarme. Hay que darle las gracias por noches así. Aunque he de decir que Simon Boccanegra me parece un tostonazo. Prólogo y primer acto, salvo la última escena, para no repetir jamás. Segundo acto ya mucho mejor.La impresentable Angela Gheorghiu dio la espantada, una vez más. Esta chica siempre cancela, salvo en Londres, donde no tiene narices para hacerlo. Lo que no entiendo es por qué siguen contratándola. Es una diva en el sentido más aborrecible del término. Vaga y mala profesional, porque las divas (Callas, Caballé, Freni, Schwarkopf, Nilsson, Sutherland, etc.) se distinguen no por sus caprichos sino por su seriedad. Madrid la va a recibir de uñas la próxima vez. Que no creo que sea, y lo escribo dos días antes, el próximo 28 de julio. Esa no canta más en el Real este año. Un día después de escribir esta entrada puedo confirmar que la Gheorghiu no cantará la función que le queda... Del Moral tuvo que salir a informarnos (todo tuvo que ser muy súbito), y se le notó que decía lo que pensaba. La mala noticia es que la Señora Gheorghiu no cantará por una indisposición, pero la buena es que en su lugar saldrá la Señora Inva Mula. Es decir, estoy harto de la caprichosa esa, y os ofrezco algo igual o mejor. Con dos narices. Inva Mula es una soprano demasiado ligera para el papel, cursi hasta la saciedad, muy mala actriz y con poca capacidad de expresión, y sobre todo fría hasta el témpano. No me convenció nada, o más bien poco, como siempre que la escucho, y además su dicción es tan penosa que no logré entender una palabra de lo que decía. Además, esos momentos en los que anuncia, claramente atended, atended, que voy a hacer una cosita en plan Caballé y tres minutos más tarde ahora voy a hacer otra, ahora otra, atentos... Aunque a la segunda no le salió. Pero se llevó el gato al agua, sobre todo de un público harto de la Gheorghiu, que además cuentan las crónicas no se sabe el papel. Inva Mula es muy seria, acostumbrada ya a ser casi la cover oficial de Angelita, pues ha tenido que sustituirla más de una vez en las espantadas de la Sra. o Ex Sra. de Alagna, y hay que agradecerle el esfuerzo que hizo. Triunfó, y se consagró en una noche especial: con toda la presencia mediáticas, con la Plaza de Oriente llena de espectadores que seguían la retrasmisión en una pantalla gigante, y en presencia de Su Majestad la Reina Doña Sofía. Es una profesional, y no tiene mala voz, pero a mí no me convence.Para mí las sorpresas de la noche fueron Ferrucio Furlanetto, bajo que no me gusta demasiado pero que estuvo impresionante, sobre todo al final de la ópera (en el prólogo más discutible), con una voz hiriente y terrible que supo dulcificarse en el perdón; y sobre todo Ángel Ódena como Paolo, a quien si bien critiqué en el pasado en alguna función, esta noche me gustó a rabiar. Fue el traidor perfecto, con una presencia escénica imponente, y una voz que se a oscurecido y ensanchado para tomar cuerpo. Un hallazgo, lo seguiré en el futuro con fruición.Ya he hablado alguna vez de Marcello Giordani en este blog, si quieres pincha aquí y lo podrás comprobar. Es un tenor inusual hoy en día, de voz potente y amplia, pero no me acaba de gustar porque creo que matiza poco, es sucio en la resolución de los versos, tiene problemas de afinación y francamente no me gusta su línea de canto. Aunque, como dice una amiga mía, tiene una italianidad inmensa (esto sea leido entre carcajadas).La puesta en escena, de Giancarlo del Monaco, fue correcta, con momentos muy poéticos, ese escenario en mármol blanco sobre el que se mueven personajes en rojo y gris, la idea de la pantalla con el mar de fondo... Ayudaba a la acción, no entorpecía, era plástica, pero tampoco aportaba mucho más para lo que se cacareó en su momento. La orquesta, irregular. Poco fina de volumen, sobre todo en los vientos. Dirigía ese que por fin se despide del Real, otro vago a la par que soberbio que además para despedirse ha hecho una entrevista poniendo a parir a sus dirigidos, especialmente al coro. Hay que ser de una pasta especial para hacer algo así, desde mi punto de vista. Y lo llamo vago porque si esta orquesta suena bien con otros directores, y con él siempre pifia, por algo será. Muy aplaudido, ojo, yo creo que más bien por lo que de despedida tienen estas representaciones.Las anécdotas de la noche las protagonicé yo, por partida doble. Primero porque estaba la Ministra de Cultura, Seña Sinde, en el vestíbulo y dije a media voz "La ministra, cuidado con la cartera" y hubo ciertas risas a mi alrededor (creo que la ministra me oyó, por suerte no me mandó un guardaespaldas, porque estos la libertad de expresión la entienden como la entienden). La segunda parte fue que cuando estábamos en el segundo piso esperando, al final de la ópera, que el elenco pasara hacia la terraza, donde iban a saludar al público congregado en la Plaza de Oriente, vi barullo, creí que era Plácido Domingo, empecé a aplaudir y grité ¡Bravo!... Y resultó que en ese momento pasaba... ¡¡¡López Cobos!!! Los que me conocen se morían de la risa. Sí, yo braveé a López Cobos. Lo que me faltaba.Una noche emocionante, diferente, divertida y de las que se sale con franca emoción. Añadido, además, la presencia de Su Majestad la Reina. Para un monárquico como yo, poder ver a Su Majestad pasar por tu lado a medio metro en dos ocasiones, e incluso sentir que te mira y te sonríe, fue muy bonito. Gracias, Majestad, por acompañarnos una noche así. Como una campeona, resistió en el Palco Real hasta que se apagaron los últimos aplausos, y salió a saludar al público de la Plaza con dignidad y humildad, a petición de Plácido Domingo, y sin querer, en ningún caso restarle protagonismo. En los tiempos que corren, cuando tanta gente absurda dice tantas cosas absurdas de nuestra monarquía (¡ojo! no me refiero a los Republicanos de buena fe), fue fantástico ver a Su Majestad entrar y salir del Teatro entre los aplausos de su pueblo.
Pero hasta en el Paraiso hubo una serpiente. La Señora de Zapatero, una vez más, en el escenario porque no llega a fin de mes y le quita el puesto a un músico que a lo mejor lo necesita más que ella. Pero eso no fue lo peor, sino cuando las cámaras internas del Teatro, esas que están para que las personas sin visibilidad o que tienen su entrada en las plazas más altas puedan seguir la escena, la enfocaron directamente y la tuvimos que ver a gran pantalla. No se hizo con nadie más del coro. Vergonzoso. Lo pongo en letra pequeña porque a mí esta señora no me mancha la entrada en el blog.

lunes, 19 de julio de 2010

Ian Bostridge en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Si repasas las dos entradas que he dedicado en este blog a Ian Bostridge, la primera hablando de su calidad como cantante, y la segunda sobre su concierto anterior en Madrid (pincha en cada una de esas frases y las verás), entenderás que me queda poco o nada que decir de Bostridge. Creo que es la mejor voz que hoy en día pulula por los escenarios del mundo. Y me tirarán muchos los trastos a la cabeza porque si no tiene volumen si la voz es pequeña si no podría cantar Radamés. La respuesta a todo eso es ¿y qué más dará? Vocalmente, es un tenor inteligentísimo, que no hace nada que no pueda y sobre todo que no haya estudiado hasta la saciedad. Ahí están sus Britten, absolutamente arrebatadores, como en Otra vuelta de tuerca, donde nadie ha hecho lo que él. Dramáticamente impecable. No le sobra nada, no le falta nada. Para lo que hace y quiere hacer, lo posee todo. No cantará nunca Radamés, claro, pero no creo que le interese, ni le importe. A mí, desde luego, me da lo mismo. Porque ningún Radamés, y lo afirmo con rotundidad, podrá cantar lied y las óperas que Bostridge canta, como él. Poesía, lirismo, timbre... La voz es hermosísima, bien proyectada, inteligente. Me gusta tanto el lied, disfruto tanto, que he llegado a la conclusión de que cantarlo es el acto más supremo del canto, muy por encima de la ópera. Por favor, repásate las entradas que le he dedicado, no quiero repetirme una vez más.Verlo en La Zarzuela siempre es maravilloso. ¡Ojo! para que no pienses que soy un adorador, te diré que en la primera parte, el Winterraise de Schubert, estuvo distraido, y es una partirura que se sabe de memoria, pero no llegó a los niveles que yo le conozco. Posiblemente por la alergia que arrastraba, posiblemente porque era 30 de junio con un calor asfixiante y al final de la temporada, pero no lo logró, le faltó fuerza. También he de decir que su manera lánguida de moverse en el escenario a veces me pone nervioso, esa altura desgarbada que a veces se deja caer desmayado sobre el piano... No me gusta demasiado. Pero en la segunda parte, dedicada íntegramente a Britten, fue espectacular. Como tiene la voz tan parecida a Sir Peter Pears, para quien Britten escribió gran parte de su producción, la voz se adapta a estas partituras como la de nadie. Lo conoce, lo domina, y nos llevó al éxtasis. Es lo mejor que ha venido a Madrid este año. Con timidez y cansancio, me atendió al salir del Teatro, y me firmó su foto. No es muy dado a hablar con el público, se nota, pero estuvo atento, y su foto está ya colgada en mi pared de fotos recuerdo que siempre veo nada más entrar en mi casa. Escuchar a Bostridge es siempre un placer, un honor, y los años que pueda hacerlo yo estaré allí para verlo. No puedo dejar de nombrar al gran Julius Drake, su acompañante habitual, que es posiblemente el mejor pianista de acompañamiento que hay ahora en el mundo.

La ciudad muerta, de Korngold, en el Teatro Real de Madrid.

Otra representación que vi en junio y de la que no había hecho comentario alguno en el blog por falta de tiempo. Se trata de La ciudad muerta, de Erich Korngold. Fue la representación que renovó mi incredulidad con respecto al público del Real. Me explico. Yo no soy nadie, absolutamente nadie, para juzgar cómo se comporta un público. No me creo ni mejor ni peor que nadie, pero cuando algo escapa a mis entendederas, tengo que decirlo. La noche fue triunfal, al público le encantó esta ópera, llegué a escuchar que era lo mejor del año en Madrid. Los braveos fueron generalizados y merecidos, pero a veces extravagantes, como mínimo. Un público que hundió las representaciones de Lulú al inicio de la temporada, sin embargo vibra hasta el paroxismo con esta ópera de Korngold. Y a mí me alucina. Lulú es una de las mejores óperas que yo he escuchado en mi vida, y la que se hizo en el Real de lo mejor que he tenido la oportunidad de ver en este Teatro. Y fue hundida sin piedad. La ciudad muerta sin embargo triunfa, y yo no entiendo por qué. Es una ópera musicalmente aburrida. Con momentos cursis, terriblemente cursis, otros muy poco interesantes, y sobre todo es una especia de clímax continuo, y eso no puede ser. Ninguna obra dramática puede ser eso, una representación, como una película, debe tener momentos culminantes y otros de perfil más bajo, graduar la intensidad, porque el exceso no cansa: hastía. Y La ciudad muerta es una sucesión de clímax hasta en los momentos menos adecuados. A mí este tipo de cosas me harta, como me hartó esa noche. El libretto es interesante, muy Henry James: esposa muerta que se aparece fantasmagóricamente, misteriosa mujer con enorme parecido físico, protagonista algo desequilibrado, presencia contínua de lo onírico... Fue lo que me salvó la noche. Me gustó el primer acto y algunos momentos del final, donde Mahler hacía acto de presencia, pero en general no lo pasé bien. La he escuchado, y ya está, no vuelvo a a poner esta ópera en mi agenda. ¿A nadie le parece que tiene partes que casi son calcos de Strauss, especialmente de Salomé? Cuando la misteriosa doble anuncia que va a bailar, ¿no es exactamente igual que cuando Salomé anuncia al Tetrarca que bailará para él? Si a algún director de escena con sentido del humor y la complicidad del director musical se le ocurre, en ese momento, empezar con la Danza de los Siete Velos, nadie hubiera dado un respingo en la butaca.En cuanto a la contemporaneidad de la partitura... Fue estrenada en 1920, así que échale hilo a la cometa, Turandot es más moderna. Como alguien me dijo, una obra que le gusta a aquellos amantes de Puccini que creen que con él se acabó la ópera tiene algo que me escama. Y cuando la vi y escuché, lo entendí. La dirección escénica, de Willy Decker, funcionó bien aunque no me entusiasmó, en algunos momentos me pareció un poco sucia y con demasiada gente en escena. De los cantantes, hay que reconocer que el dúo protagonista le tiene que echar muchas narices a una ópera como esta, porque cantan mucho y están mucho sobre el escenario. Manuela Uhl, como Marietta y Marie estuvo muy bien, como actriz excepcional, como cantante algún pero en la zona aguda, pero poco que decir, recibió una ovación más que merecida aunque a mí no fuera lo que más me gustó. Porque el tenor Klaus Florian Vogt estuvo sobresaliente, increíble, enorme... Un tenor que otras veces no me ha llenado tanto hace de este papel su piedra de toque. Cantó como los ángeles, lo tenía todo y no tuvo el más mínimo error, ni siquiera casual y perdonable. Una partitura que le exige todo, y él supo darlo. Por encima del pentagrama, por debajo, en la zona media, en forte, en piano... Supo y pudo rejuvenecer su voz para adecuarse al personaje y calzárselo como un guante. Me hizo vibrar y hacía mucho tiempo que no veía una entrega escénica como esa. Tan acostumbrado a los grandes héroes épicos, hacer a este hombrecillo, desequilibrado, perdido, que navega en el onirismo más inquietante, que tiembla y teme, que se deshace en escena, que se muestra vulnerable... Pocas veces, insisto, he visto algo así en escena. Para mí, lo mejor que ha pisado en Real este año en lo que a profesionalidad se refiere. La sorpresa, para mí, de la noche fue que, por primera vez en mi vida, he braveado, y digo braveado que no aplaudido, a la Orquesta del Real. Yo que he sido el más crítico, que he llegado a ridiculizarlos, el miércoles 30 de junio de 2010 los braveé hasta perder la garganta. ¿Por qué? Porque estuvieron al nivel de las más grandes orquestas, estuvieron impecables y brillantes, no hubo el más mínimo atisbo de problema. Una vez más, estuvo dirigida por un gran director que supo sacar lo máximo de ellos y evitó los excesos. Pinchas Steinberg consiguió darnos un sonido como hace años no se conseguía en este teatro, y nos demostró, sin género de dudas, que el director titular de la orquesta, López Cobos, es el problema. Sus coríferos siguen cacareando por internet y por extranet, y cuando llegue su sucesor, si llega a haberlo, lo masacrarán y gritarán que con López Cobos estábamos mejor pero será mentira.Ahora voy con el momento incredulidad con el público del Real. Que se bravee al coro, a la orquesta, a Manuela Uhl, a Klaus Florian Vogt; es normal, son los verdaderos protagonistas de la noche. Pero sale a saludar Nadine Weissmann, que hizo el papel de Brigitta, y el teatro se viene abajo. Vamos a ver, esta señora cantó unos 5 o 6 minutos del total de la representación, y desde luego no tuvo tiempo de demostrar buen hacer, porque tampoco es un personaje que haga nada. Tras ella, sale a saludar Lucas Meachem, que hizo de Frank y Fritz. Y otra vez el teatro se viene abajo con los braveos... Pues también es un personaje que no llega a más de 10 minutos de canto en total, y tampoco con grandes momentos. La pregunta es si no serán estos braveos un poco excesivos con unos cantantes que apenas son algo más que comprimarios, que no resultan ni cruciales ni importantes, que no pasaría nada si no salieran a escena y además que no tienen una partitura especialmente brillante... Creo que cuando llega el momento de aplaudir, el público, por lo común frío, del Real, se lanza a la piscina y se pasa, porque hay cosas que no es que puedan ser discutibles (a mí me gusta, o a mí no me gusta) sino que objetivamente no tienen sentido.

Los Bellini del Teatro Real de Madrid.

Aunque con muchísimo retraso, no quiero dejar de dar mi opinión sobre algunas representaciones que he visto en los últimos meses. De lo primero que quiero hablar es de las representaciones de dos óperas de Bellini en versión concierto que tuvieron lugar en abril y mayo. La primera fue I Puritani, con la presencia de Juan Diego Flórez, y la segunda fue Norma, con Violeta Urmana en el papel titular. Los resultados, para mí, fueron irregulares.
De I Puritani tengo que decir que me aburrí como una ostra, por dos razones. Primero porque esta ópera no es santo de mi devoción. El argumento es una chorrada, incluso tiene fallos temporales en su ejecución, y debo decir que además la interpretación que todos nos regalaron en el Real no fue especialmente buena. La estrella era Juan Diego Flórez, que estuvo simplemente correcto. Parece que tenía el tenor una afección viral, y se le notaba. En la voz porque cuando tenía que subir, sobre todo en los, para él, fáciles agudos de la partitura, los lanzaba con una mueca de dolor, y uno de ellos nos punzó a todos porque estuvo cerca del grito. Además estaba ensimismado, quizás preocupado, y aunque siempre es un milagro escucharlo, uno esperaba algo más de él. Finalmente, aunque aquí muchos me matarán por lo que voy a decir, sé que es un papel que le ha dado grandes éxitos, por ejemplo en su debut en Las Palmas de Gran Canaria que pude escuchar en su día, pero sigo pensando que le falta cierta bravura y heroicidad, no es un papel que borde. Le falta algo al peruano para Bellini, y muy especialmente para este Bellini, y pude comprobar, pese a los braveos, que sin duda se merecía, que su primera intervención en solitario se saldó sin aplausos. Bueno, el público del Real suele necesitar calentarse, y pudo ser, simplemente, eso. Yo soy florezido convencido, y espero que la próxima vez que lo vea Juan Diego me deje extasiado, como siempre. Tal vez, tal vez, está un poco aburrido de una carrera que está siendo espectacular pero si vemos la evolución no pasa de correcta, siempre dando vueltas a una serie de roles que, en los último tiempos, no parecen evolucionar demasiado. Muchos me dirán que Kraus no llegó a la veintena de papeles a lo largo de su vida, pero hay que escucharlo en uno de sus grandes papeles en los años 60, 70, 80 y 90 y entenderán lo que quiero decir, Kraus siempre tenía algo que decir o que aportar. Juan Diego Flórez también, pero quizás necesita más aire fresco. Su mentor, Ernesto Palacio, seguro que sabrá hacerlo. En resto del elenco... Irregular. Roberto Ragliavini, como Gualtiero, a veces parecía estar confundido de ópera e incluso de voz, intentando unos finales a trompetazo agudo que dejaban un poco extrañado al respetable. Pero estuvo, en líneas generales, correcto. Gabriella Colecchia, como Enrichetta di Francia, estuvo perfectamente olvidable, un vibrato molesto, un exceso de volumen que no servía para nada, falta total de matices, línea de canto francamente fea... Un auténtico suplicio, menos mal que no interviene demasiado. En cuanto a la ahora muy reconocida Eglise Gutiérrez como Elvira... Me parece una de las sopranos más flojas que he visto en mi vida. Muy justita de volumen, los agudos cortos, cortitos, porque no puede con ellos y los emite sacando fuerzas hasta de los tobillos... Cursi hasta la desesperación, no me parece una cantante de 2ª fila sino de 7ª... porque a partir de la 8ª fila no se la escucha. Y si todo eso en lo vocal, en lo dramático aún peor. Fría, incoherente... Un solemne fiasco. Como me dijo una buena amiga mía, la señora de la limpieza del Real tuvo al día siguiente del paso de la Eglise por el escenario trabajo doble recogiendo todas las corcheas y semicorcheas que la soprano se dejó sin poder sacar, porque le rebotaban en la garganta. No pienso darle otra oportunidad, no me interesa esta cantante. No creo que fuera cosa de esa noche, creo que sus defectos son más profundos. Por primera vez en mi vida me marché del teatro antes de que acabaran los aplausos. El Coro, sólo correcto, la orquesta algo mejor que cuando la dirige el joven titular de la misma, pero con algunos problemas que a veces le son endémicos aunque una buena batuta sabe hacerlos desaparecer: exceso de volumen en los vientos, muy especialmente en el viento metal. Miguel Ortega, el responsable de la batuta esa noche, estuvo bien, pero tampoco sacó de la partitura belliniana todo lo posible... O a lo mejor es que no hay más que sacar.
Norma fue otra cosa. Porque es un pedazo de ópera. Musicalmente, es buena hasta la obertura. Vibrante, redonda, inspirada. Tiene momentos musicales que llevan al clímax emocional, el libretto es muy propio de la época neoclásica en que se gesta, una Medea pasada por el tamiz del buen gusto. Los personajes están dibujados con brío, el tempo dramático es formidable... Una ópera que te puede hacer disfrutar en sí misma, cante quien cante... Hasta cierto punto. Tiene un problema, como La Traviata o Salomé, y es que si el papel protagonista falla, ya pueden los demás ser excepcionales cantantes que la función no caminará. Hay un ejemplo en disco. La grabación que en los 80 hacen Joan Sutherland como Norma, Luciano Pavarotti como Pollione, ni más ni menos que Montserrat Caballé como Adalgisa y Samuel Ramey en el rol de Oroveso. Pavarotti está impresionante, Caballé, pese a la edad y estarse peleando con un papel para mezzo (uno no se explica por qué no usaron la versión original en la que Adalgisa también es soprano) está gloriosa, y en su dúo con el tenor saltan chispas, posiblemente la mejor versión grabada de esa parte de la ópera. Ramey da de sobra, es un lujo para Oroveso... Pero la Norma de Sutherland falla. Ella ha sido una de las grandes y más definitivas Norma de la historia, sin duda alguna, posiblemente la que entendió mejor el aspecto neoclásico del personaje, frente a una Callas que lo lleva demasiado hacia un tono más romántico y una Caballé que siempre se enfrentó a Norma sin algaradas, muy centrada en la partitura y el estudio introspectivo del personaje. Pero en esta grabación falla, y se nota especialmente en los dúos con Caballé, donde la catalana le hace más de un favor, porque esas dos mujeres, olímpicas del canto, se respetan demasiado la una a la otra. Ya me he ido por los cerros de Úbeda. Pues eso, esa grabación falla, y termina siendo aburrida, porque pese a unos secundarios que están mejor que perfectos, la titular falla. Es uno de los grandes problemas de Norma. Por suerte, la noche de la representación en el Real, esto no sucedió. Esperábamos con absoluta curiosidad a Violeta Urmana en el papel. Nadie la consideraba, en principio, adecuada para el papel. Pero Urmana es una de las cantantes más serias e inteligentes del momento, y no se enfrenta a ningún papel no ya sin estar segura de él, sino sin haberlo estudiado hasta la saciedad. Yo ya he dicho en este blog que el problema que yo tengo con Urmana es su frialdad vocal y escénica. Pues lo curioso es que en Norma eso juega a su favor. No es la Norma ideal, quizás. Tampoco referencial... No se trata de eso cuando te enfrentas a un rol. Pero ya no tengo tan claro que el papel sea inadecuado para ella. Anunció la megafonía del teatro que la Urmana no estaba del todo bien de salud. Pues debió tomarse un par de aspirinas antes de salir a escena, porque salvo algunas dificultades puntuales en un par de agudos, lo cierto es que estuvo bien, salió del paso con notable, y nos hizo vibrar. Supo llevar la partitura a sus posibilidades, no se salio de ella ni quiso adornarla (como hacía Caballé), fue sincera, y todo le salió bien. Me gustó, me entusiasmó, y repetiría sin duda alguna. Una soprano solvente que hizo una Norma solvente. Y de acuerdo con el neoclasicismo de la pieza, su frialdad vocal estuvo de su parte, como, quizás, sucedía con Sutherland. Era el tono perfecto. Para mí, la ocasión en la que más he disfrutado de Violeta Urmana... Aunque alguien debería decirle algo de los trajes, porque sacó uno que parecía recién robado al Conde Drácula en una versión postmoderna. Carlo Colombara, como Oroveso, me decepcionó, y eso que era mi apuesta segura. No llegó a ser su noche, estuvo extremadamente correcto y muy aburrido. A Francesco Hong, en el papel de Pollione, sólo puedo adjetivarlo con una palabra muy poco recurrente en el mundo de la crónica musical: un auténtico coñazo. Aburrido, con cara de tonto cuando tenía que ser heróico, de idiota cuando debería ser de enamorado, y de no se sabe qué en todo lo demás. Muy fluido en sus agudos, pero perdido en todo lo demás. Un cantante sin zona media no es nadie, y Hong no tiene zona media. El Real apostó, pero falló, este señor aburrió hasta a las ovejas. La gran revelación y sensación de la noche fue Sonia Ganassi, mezzo, que bordó el papel de Adalgisa. Luchando contra Hong en su primera intervención, y rallando la gloria en sus partes con Violeta Urmana. Una mezzo que suena a mezzo, como las de antes. El personaje bien aprendido e interiorizado, lo dominó con grandeza. Una gran voz a tener en cuenta en el futuro: bien en la zona aguda, correcta en la grave, magnífica en todo lo demás. Esperamos que el Real le otorgue más oportunidades, porque es una gran cantante, y merece convertirse en estrella al mejor nivel. Fraseo, vocalidad, timbre, belleza... Lo tiene todo. La orquesta sonó formidablemente bien, con Massimo Zanetti a la cabeza, sin ninguno de los problemas que a veces suele arrastrar y sonando como jamás ha conseguido López Cobos que suene (todavía los bobos solemnes dicen aquello de que lo echaremos de menos cuando se vaya... panda de tarados, han tenido una temporada en la que la orquesta sólo sonó bien cuando él no estaba dirigiéndola, y siguen diciendo tonterías). El coro también se portó y eso que estaba entre sus integrantes la Sra. de Zapatero...

Algún día habrá que explicar que hace esta señora interviniendo en representaciones que no le tocan, aquí y fuera de aquí, mientras otros coristas que se ganan la vida con ello se quedan en su casa... Quizás es que no llega a fin de mes (tenía que decirlo, la discretísima que sigue haciendo su vida lo que en realidad hace es quitarle trabajo a los que de verdad lo necesitan y merecen... Y si no fuera quien es, las narices la veríamos cantando donde la vemos cantar).

miércoles, 14 de julio de 2010

Contra la tauromaquia... Una iniciativa más.


Primera manifestación virtual contra la tauromaquia. Ya sabes lo que pienso de los toros. Así que te pido que colabores.

Manifestación Virtual contra la Tauromaquia.

Mi proyecto árbol.

En el recorrido de 75 km. de ida y 75 de vuelta que hago a diario hacia mi trabajo, hay muchos árboles hermosos. Pero siempre ha habido uno que me gusta más. Está entre Santa Cruz del Retamar y Novés, en Toledo, y cae sobre la carretera brillante y muy hermoso. Pensaba que era un sólo árbol, un día descubrí que eran 3 cuyos troncos están muy pegados. Ni siquiera sé qué especie es. Un día comencé a sacarle fotos. Desde octubre a junio. Y las he publicado todas, 108 en total, e mi perfil de facebook. Aquí te dejo el enlace por si lo quieres ver. Es un año en la vida de un árbol, con sus cambios, su muerte y su renacer, como igual es un año en mi vida. El año en el que he descubierto la felicidad en forma de pequeño duende peruano.

domingo, 11 de julio de 2010

Pagando atrasos (5): De libros. Amelié Nothomb. Ordeno y mando.

Pues España ha ganado el Mundial, y un servidor, que sólo seguía el partido oyéndolo, porque me negaba a verlo por pura superstición, tuvo la suerte de ver el gol cuando me levanté a hacer pis. A ver si mis riñones van a ser como el Pulpo Paul... Sigo adelante con la última reseña de libros que quiero hacerte, por ahora (luego pasaré a conciertos que he visto en los últimos dos meses). Se trata de mi admirada Amelié Nothomb, de quien acabo de terminar su libro Ordeno y Mando. De la Nothomb creo que ya lo he escrito todo. Que me gustan más sus obras autobiográficas que sus novelas de ficción, aunque estas también me atraen por lo extraño de las situaciones que presenta. Aquí una más. Un cuidadano anodino, próximo a los 40 años, recibe de manera frívola un consejo durante una noche de cena: Si alguien muere en su casa, no llame a urgencias, sino a un taxi, y cuando llegue al hospital diga que se ha muerto en el trayecto, para evitar que lo investiguen y que la sombra de la sospecha no caiga sobre usted. A la mañana siguiente, ocurre. Un ciudadano sueco afincado en Francia le pide usar el teléfono para comunicar una avería en su coche, y mientras lo hace cae fulminado al suelo. Aterrorizado por la casualidad, en plena paranoia, el protagonista toma la decisión más increíble: como el desconocido se le parece, quiere suplantarlo. A partir de ahí, la historia, extraña, extravagante, centrada en una mujer misteriosa y alcoholizada con champán, navega por los oníricos torrentes de la más genuina Amelié Nothomb. Pese a que me ha gustado, aunque le pongo peros a cómo resuelve la historia, tengo la sospecha de que o la Nothomb empieza a buscar una línea de historias menos extremas o terminará por agotarse. Con Ordeno y mando hace lo que se espera de ella, pero cierto espíritu crítico y altocultural que existía en sus obras precedentes parece aquí quedar oscurecido por un simple ejercicio de estilo. Interesa, es una buena obra, pero aún Las Catilinarias sigue siendo, para mí, la novela más conseguida de Amelié Nothomb.
Una cosa más: comienza a irritarme que como ilustración de todas sus portadas se usen fotos de la autora, más o menos artísticas y, sobre todo, mostrándola mucho más atractiva de lo que realmente es. La portada en plan Virgen de los Remedios de esta novela es lo más kistch que he visto en años.

Pagando atrasos (4): De libros. Abdelá Taia. Mi Marruecos.

España y Holanda en plena prórroga (¿acabará esto en penalties?) y yo quiero contarte que he descubierto a un interesantísimo autor marroquí, Abdelá Taia, que por suerte la antes citada editorial Cabaret Voltaire se está dedicando a traducir y publicar en nuestro país. Taia, nacido en 1973 en Salé, vive desde hace unos años en París, desde donde publica su obra, escrita en francés. Homosexual, culto, conocedor de la cultura occidental pero también un gran analista de la realidad marroquí, me parece uno de los mejores exponentes del diálogo cultural que se establece entre nuestro mundo y los países del Magreb. En Mi Marruecos se esfuerza por dar una imagen del Marruecos más genuino, casi rural, donde los ritos y constumbres, la vida cotidiana y los secretos misteriosos que suelen quedar ocultos al visitante se nos desgranan con una prosa limpia y madura. Pero si bien adolece de todo tipismo o pintoresquismo, mostrando escenas reales y realidades profundas y certeras, lo cierto es que huye de ahondar en las partes más negativas de su experiencia personal, como por ejemplo cuando vivió el rechazo por su sexualidad tanto por parte de la familia como por sus conciudadanos, pese a que los hombres de su barrio lo perseguían y presionaban sexualmente cuando se hartaban de buscar aventuras entre las mujeres. Rechazado por todos, incluso por su omnipresente madre, Taia decide formarse, hacer del conocimiento sus alas, y marchar a Francia. Allí, en la segunda parte de este libro, se encuentra en la bipolaridad: anhelando toda su vida conocer de primera mano la cultura que dominaba en el ámbito teórico, se encuentra con una desesperada nostalgia de su país. Es un símbolo de una situación por la que pasan millones de personas, hoy, en Europa. Me gusta Mi Marruecos porque recrea lo que para mí fue Marruecos, uno de los países a los que he estado vinculado en mi pasado y que me marcó profundamente por su imprecisión, su sutileza, su sinceridad doliente y sólida. Cuando Taia recupera las comidas, las situaciones, los rincones y el paisaje urbano de su niñez, me parece estar viendo por sus ojos lo que yo pude ver casi treinta años después de que él lo viviera. Dice mucho sobre lo poco que Marruecos ha cambiado, lo inmutable de su personalidad nacional.
Creo que Taia me va a dar muchas sorpresas en el futuro, y creo que es una manera desnuda y sincera de adentrarse en el conocimiento de una cultura diferente, pero también de conocer de primera mano el hecho sociográfico que la multiculturalidad va a significarnos. Huye Taia de mostrarnos todo en su crudeza, decide filtar mentalmente su vida y sus vivencias para que nos llegue lo más genuino, pero no lo más difícil de entender o de aceptar. Hace bien, pues además, de esa forma, resguarda su propia vida de cualquier espíritu revanchista. El libro termina con un interesante artículo, Encuentro con Abdelá Taia de Lydia Vázquez Jiménez, que también es la traductora; y que nos trata de desentrañar los secretos de un autor cuya carrera debemos seguir de ahora en adelante.

Pagando atrasos (3): De libros. Tom Sharpe, Los Grope.

España y Holanda siguen 0-0, y yo sigo en esta febril intención de ponerme al día en contarte cosas en el blog. Los Grope es una novela que demuestra que los grandes autores, a veces, también fallan. Soy un gran seguidor de Tom Sharpe, y he leído todas sus novelas traducidas en castellano. Por supuesto, las cuatro dedicadas a Wilt, pero también Reunión Tumultuosa, El bastardo recalcitrante, Exhibición impúdica, Una dama en apuros, Vicios ancestrales, El temible Blott, Zafarrancho en Cambridge, Becas Flacas, La gran pesquisa y Lo peor de cada casa. Todas tienen el mismo esquema: personajes absolutamente desquiciados y fuera de todo límite de normalidad, situaciones imposibles que cada vez empeoran más hasta llegar a un clímax inenarrable y absolutamente delicioso, y un final que cierra todos los cabos dando giros increíbles. Pero todo concuerda. He soltado las mayores carcajadas de mi vida leyendo a Tom Sharpe, que tiene un humor brutal, sin resquicios de piedad, misántropo sin duda alguna, crítico y nada complaciente, siempre poniendo el solfa los valores básicos de la sociedad inglesa y por ende de la sociedad occidental... No hay que olvidar que ha dedicado parte de su vida a la lucha política, que incluso lo llevó a ser encarcelado primero y deportado después de Sudáfrica por sus actividades en contra del Apartheid (la burricie y crueldad de la sociedad blanca sudafricana queda muy bien retratada en varias de sus novelas).
Compré Los Grope con auténtica ilusión, ultimísima novela de Sharpe, pero me ha decepcionado. Tiene todos los ingredientes anteriores, pero le falta garra. Una historia cruzada: una familia de rancia tradición inglesa que vive en el más absoluto matriarcado, usando a los hombres sólo como fecundadores y trabajadores, secuestrándolos incluso si se hace necesario; y un matrimonio entre una desquiciada y un banquero aburrido de la vida que tienen un hijo anodino y sin personalidad por el que se produce el pandemonium típico de las novelas de Sharpe. Pero parece escrita con desgana, es previsible, tiene momentos muy aburridos, los clímax disparatados son muy ligeros y apenas tienen fuerza... Aunque la idea de un matadero de animales que se rige por el lema "Mátelo usted mismo" es puro Sharpe y nos recuerda la calidad de su autor. Esperaremos a la siguiente, una carrera tan brillante como la de Sharpe, que a nadie puede dejar indiferente, no puede terminar con un broche tan poco interesante.

Pagando atrasos (2): De libros. Agustín Gómez Arcos. El cordero carnivoro.

Interesantísima novela que paso a glosarte mientras España sigue 0-0 en la final del Mundial. Me parece más interesante, todo sea dicho, por el autor que en sí misma. Agustín Gómez Arcos es un escritor español exiliado en los años 60, que una vez se instala en Francia comienza una reconocida carrera como novelista en francés. Consigue cierto éxito en el país vecino y en parte de Europa, pero lo curioso es que a día de hoy es un casi desconocido en nuestro país, aunque la editorial Cabaret Voltaire, que últimamente me da muchas alegrías, se está encargando de traducir sus obra y darlo a conocer en España. Lástima que el propio Gómez Arcos no pueda ver este renacer de sus libros en su propio país pues falleció en 1998. El cordero carnívoro es su primera novela en francés, que obtuvo el Premio Hermès en el momento de su publicación. La traducción de Adoración Elvira Rodríguez es fabulosa, y la edición muy cuidada.
¿La historia? Un poco rara, desde luego. Un niño enfermizo vive prácticamente asalvajado desde su nacimiento, entre la desidia de su madre, psicótica, y el amor de su hermano. A partir de ahí, una recreación que trata de poner el solfa la denuncia abierta sobre el régimen franquista, aunque cae en topicazos importantes, con cura pederasta y sudoroso incluído. Además, la novela está llena de antifranquistas que expresan abiertamente sus ideas, como una criada que, además, es la mujer más moderna y avanzada de su época. En fin, que todo eso, no se lo cree ni el autor ni nadie que conozca mínimamente lo que era el Franquismo. Pero en Francia funcionó porque quizás dice lo que ideológicamente muchos querían escuchar. Pero dudo yo que durante los grises y siniestros años de la dictadura franquista en el seno de una familia bien española pudieran pasar las cosas que esta novela cuenta, beso público y en la boca de dos hermanos incluída. Al final, en el paroxismo de la locura, los hermanos enamorados consagran su vida al amor, con boda simbólica oficiada por la criada antifranquista. Hay que navegar mucho en el simbolismo de la historia para que todo lo que sucede, a ratos aburrido, a ratos desconcertante, a ratos delirante, nos permita ver el fin último de la historia, y que dejo en tus manos desentrañar. No es la mejor novela que he leído este año, pero merece la pena conocer al autor.

Pagando atrasos (1): De libros. Abril Rojo, de Santiago Roncagliolo

Tres meses, tres, sin escribir en el blog. Tiempo de mucho trabajo, poco descanso, pero siguiendo la actividad que me apetece contarte en este blog. En este intervalo he leído mucho, no obstante he estado quince días de baja por lumbalgia y tiempo, todo el del mundo, pero claro, una lumbalgia no es compatible con estar sentado delante del ordenador. Así que aprovecho que toda España está viendo la final del Mundial de Fútbol y me pongo a escribir algunas reseñas. ¿Por qué no la veo yo? Puro nerviosismo y algo de superstición: si la veo, pierden fijo.
El día del libro me regalaron una novela del escritor peruano Santiago Roncagliolo que se titula Abril rojo. Últimamente estoy muy relacionado con Perú, así que era una oportunidad más de ahondar en mi conocimiento de ese país. La historia es más o menos sencilla: escondido tras una serie de asesinatos con trazas psicopáticas pulula el retorno de la guerra contra el terrorismo en Perú, que quizás, se nos avisa, no ha terminado nunca, por mucho que Fujimori cacareara haberla terminado (es lo que tienen los protodictadores). Bueno, lo cierto es que Sendero Luminoso es un repugnante grupo terrorista que en un lapso de tiempo realmente corto asesinó a más de 25.000 personas, casi todas ellas de las clases menos favorecidas. Bajo el manto siniestro de la Revolución y el Maoismo, una serie de iluminados hicieron de la muerte y el espanto su principal arma. De una vez por todas: la muerte, el asesinato, no se justifican por la nobleza de ninguna idea. Nadie tiene derecho a erigirse en salvador de nadie, y mucho menos a decidir sobre la vida de los demás creyéndose en una posición de superioridad moral. Cierto es que Perú, como tantos países Latinoamericanos, viven en un sistema que no dudo en denominar de propio del Antiguo Régimen, con trazas democráticas, y que las desigualdades, el racismo, la pobreza, son cosas sobre las que nadie parece hacer nada positivo y sirven de caldo de cultivo a los iluminados (como Cháves en Venezuela). Pero aún así, lo que hizo Sendero Luminoso no fue una lucha revolucionaria en defensa de los débiles. Fue una masacre perfectamente asimilable a la que Pol Pot hizo en Camboya no hace mucho tiempo. El fascismo es, por definición, la mayor lacra del siglo XX. Pero bajo esta lacra se ha escondido otra, con la que seguimos tonteando, que es el comunismo en todas sus vertientes. Yo lo pienso y lo digo sin género de dudas: el comunismo es una de las mayores lacras de la historia de la humanidad.
Me he dejado ir. Bueno, como te decía, la historia cuenta una serie de crímenes que parecen tener un hilo conductor que lleva hacia Sendero Luminoso. El anti-héroe es el fiscal Chacaltana, un hombre que nada entre la esquizofrenia y la pobreza de espíritu, a quien toda la historia le viene muy grande, y que al final se ve obligado a actuar como bien puede. La historia de Roncagliolo obtuvo el Premio Alfaguara de novela en su edición de 2006. Desde el punto de vista narrativo, tiene grandes valores pero no me gustan demasiado sus descripciones, que me parecen algo tediosas, sus diálogos, que me resultan artificiales, y algún otro elemento de su prosodia que no me convence. Pero la historia tiene garra y funciona, aunque al final huele a cierta ambigüedad ideológica: Roncagliolo parece tontear, aunque no se atreve del todo, con la idea de presentar a los terroristas como víctimas. Y no es que lo haga porque realmente sienta simpatía por ellos, sino porque en su crítica a la policía, los militares, la justicia y el sistema político peruano al final los asesinos parecen los buenos de la película. Y son cosas diferentes: la corrupción generalizada en las instituciones peruanas, y sobre todo en sus fuerzas de orden, es una, sobre la que habrá que actuar o hablar en un determinado sentido; y el terrorismo es otra, malo en sí mismo, y sin excusa. La policía y los militares se exceden: muy bien, denúnciese y júzguese. Pero que se hayan excedido con los terroristas no significa que éstos sean mejores de lo que son. No quiero decir con ello, no intentes leer eso en mis palabras, que actuar de forma irregular y excederse hasta límites insospechados en la lucha contra el terrorismo sea correcto... Aunque tampoco, y como llego a los 4o he decidido ser todo lo bruto que me apetezca, creas que voy a llorar mucho cuando se contravengan los derechos constitucionales de un asesino. Sí, es una perversión del sistema y no se debe permitir, pero no me verán rasgándome las vestiduras por los derechos humanos de los asesinos.
Con todo, la novela merece la pena, pero cuidado. Sería interesante complementarla con información sobre lo que fue y es Sendero Luminoso para evitar tentaciones de piedad.