Según blogger, nos han visitado todas estas personas

lunes, 18 de junio de 2012

Lo que dije a mis alumnos en su ceremonia de graduación.

 Este es el discurso que leí a mis alumnos, que se van a la Universidad, en la ceremonia de graduación, donde fui escogido para la última lección. Me apetece publicarlo. Elimino las referencias más personales.
Quiero agradecer que me hayan escogido para dar esta última lección del claustro a nuestros alumnos. Debo reconocer que me apetecía porque este año me ha tocado ser tutor de un buen número de vosotros y ha sido una experiencia tan enriquecedora como emocionante. No empezamos con buen pie, ni vosotros ni yo, tuvimos desconfianzas y un trato distante. Pero andando el curso, poco a poco, ganamos en cariño y afecto, y hoy por hoy puedo decir que ha sido un placer trabajar por y para vosotros. Todos, alumnos de ciencias y de letras, sois encantadores y habéis significado mucho para mí y creo que para todos nosotros.
Esta intervención en actos académicos tiene el nombre de “Última lección” pero no siempre se emplea para ello. Discursos más o menos divertidos, con anécdotas de vuestro paso por este centro, alusiones a vuestros padres, peticiones de que no os olvidéis de nosotros y de que sintáis este centro, siempre, como vuestra casa. Yo he decidido no hacer nada de eso, yo quiero de verdad daros mi última lección. Deciros cosas que rara vez decimos en clase, pero que espero os sirvan para algo. Enseñar al fin y al cabo es mi trabajo. Reconozco que no fue mi primera intención, sobre todo después de ese divertidísimo filón que fue, en twiter, el hashtag “#NoEresDelCovarrubiasSi”.
No os espera un futuro difícil, sino todo lo contrario. Y no porque la crisis habrá terminado para cuando acabéis vuestros estudios o porque habrá trabajo para todo el mundo, ni nada parecido. Es porque vais a tener más oportunidades y opciones que las generaciones anteriores. Me vais a decir que con la que está cayendo eso es una chorrada, pero no es verdad. Por ser estos tiempos tan difíciles, vosotros tendréis que hacer un esfuerzo con la imaginación para salir adelante y conseguir todo aquello que os propongáis. Se os abre un futuro en el que lo normal será ir a trabajar a otros países, abrir pequeñas o grandes empresas, formaros continuamente para ser los mejores en vuestro trabajo, establecer relaciones con personas a lo largo y ancho de todo el planeta que puedan serviros en lo emocional pero también en lo práctico. En definitiva, se os abre un futuro que tendréis que construir pero para el que surgirán miles de nuevas formas, que aprovecharéis con vuestro ingenio. Y de eso tenéis mucho. Recordad lo que os digo: en estos tiempos pequeños y mezquinos, es el momento de las grandes ideas. Emprended. Sacad adelante los proyectos que se os ocurran, pero no esperéis que nadie os ayude u os financie, luchad para conseguirlo con todas vuestras fuerzas. El año pasa, en Brasil, dos jóvenes pidieron un crédito al que unieron sus ahorros y compraron 10 Ipads. Se dedicaron a alquilarlos a turistas y a empresas que podían necesitarlos para los desplazamientos de sus ejecutivos. Fijaos que idea tan sencilla y barata. Un año después tenían 200 Ipads en la empresa y un beneficio neto de 500 mil dólares. El futuro es del ingenio, de los que construyan, hagan, defiendan, de los que proyecten. Eso casi no se nos ocurría a los que os precedemos, que nos lanzábamos a la búsqueda de un trabajo para toda la vida y luego nos aggiornábamos, que es una forma fina de decir  que nos quedábamos quietos y sin casi evolucionar, mirando como si fueran bichos raros o culpables de algo a los amigos, compañeros y conocidos que se atrevían a arriesgarse y crear algo. Vosotros no podréis quedaros quietos, y eso me parece fabuloso. De los malos tiempos siempre surgen mejores sociedades y mejores mundos, como de las depresiones siempre emergemos convertidos en mejores personas.
         Sed ingeniosos, emprendedores, no le tengáis miedo a nada, pero sumad a eso algunos principios. El primero, y fundamental, no os dejéis manipular. Y el menos manipulable no es el que está mejor informado, sino el que es capaz de analizar críticamente los datos que recibe. Eso sólo se consigue con educación, formación y fortalecimiento del espíritu. Ni os indignéis ni os conforméis porque os digan que hay que hacerlo, sino porque en la esencia de vuestro ser formáis una opinión. A ello sumo una segunda idea, aportad, ayudad, comprometeos. Parafraseo una frase de Kennedy a los jóvenes: no os preguntéis que puede hacer España por vosotros, sino qué podéis hacer vosotros por España. Y quien dice España dice vuestra comunidad, vuestros amigos, vuestra familia, vuestro mundo. Comprometeos con vuestro entorno social y devolvedle o regaladle algo de lo que recibisteis. El compromiso, con una sociedad, con una familia, con vuestra pareja, comienza por el compromiso con vosotros mismos. No tengáis miedo de cambiar, incluso de opinión, porque en el cambio, en la evolución, creceréis. No tengáis miedo de crecer. Lo tendréis que hacer con 20, con 30, con 50 y con 90 años. Creced cada día, cultivaos, regad ese jardín que se forma en vuestro cerebro con ideas, opiniones, historias, fracasos y éxitos. Aprended continuamente de todo lo que la vida os ofrece. Por favor, eliminad de vuestro vocabulario y de vuestro pensamiento la peor expresión que el ser humano ha inventado: matar el tiempo. ¿Cómo vais a matar el tiempo si es la esencia de la vida? Olvidadlo, el tiempo no se mata, el tiempo se disfruta, se llena, se paladea, pero nunca se mata ni se pierde. No ahorréis en tiempo, gastadlo con generosidad, pero siempre respetándolo. Matar el tiempo es matar una parte de vuestra vida, olvidaos de ello. Mi último consejo, aparte de que seáis ingeniosos, emprendedores, que no os dejéis manipular, que compartáis y os comprometáis y que crezcáis, es que cultivéis la lealtad. Es el valor más preciado, porque con lealtad podréis ser todo lo que queráis en la vida conjugando ambición y deseo de crecimiento con honestidad. Sed leales con vuestra familia, con vuestros amigos, vuestra pareja, con vuestros compañeros de trabajo, con vuestros jefes y con vuestros subordinados. Sólo con lealtad, alejando del espíritu cualquier atisbo de mezquindad, podréis conseguir vuestro más preciado valor: la dignidad. Siempre que os parezca que vuestros actos tendrán consecuencias negativas para algo o para alguien, reflexionad y obrad con sinceridad. Vivimos, en estos tiempos pequeños, como he dicho antes, una realidad terrible, y es que cada vez el ser humano se comporta con más deslealtad. De ahí la intolerancia, la insolidaridad, los conflictos y las exclusiones.
         Espero no haberos abrumado. Hoy es vuestro día, un día feliz, una etapa que termina pero otra que empieza, un momento de esperanza tras tantos esfuerzos. Dentro de un rato nos iremos a cenar y más tarde de fiesta. Es lo que tenemos que hacer, y es algo que no podemos olvidar. Vivir también es ser feliz. Vivir también es celebrar, pero no sólo las grandes ocasiones, sino cada ocasión de nuestra vida. Hoy hay que comerse el mundo, pero también mañana o dentro de 20 años. Comeros el mundo cada amanecer, y sed felices, haced felices a los demás, pelead porque este mundo pequeño, oscuro y miserable sea el mundo de la felicidad. Una idea tan ingenua como posible, porque a veces no hacen falta grandes gestos ni grandes celebraciones para ser feliz, bastará con que cada vez que os miréis al espejo, por las mañanas, no sintáis ningún desaliento ni ninguna vergüenza, sino que podáis pensar con orgullo “cuánto he crecido, y cuánto me queda por crecer”.
         Quiero terminar con un poema que ha marcado mi vida. Es un poema de Jaime Gil de Biedma, que tuvo una muerte dura pero también una vida larga y plena de experiencias. Lo leí por primera vez con vuestra edad, y sobre todo su primer verso ha quedado fijado en mi mente desde entonces. No pienso explicároslo, vosotros sabéis perfectamente a qué me refiero:

No volveré a ser joven

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

         Muchas gracias a todos y mi más sincera enhorabuena.