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miércoles, 15 de agosto de 2012

Un cuento y una película: "El carretero de la muerte" y "La carreta fantasma"


  
Este blog no suele detenerse a trazar biografías o ensayos sesudos de las personas que glosa, sea cual sea el sentido. Así que esta entrada tampoco va a ser una excepción. No voy a redactar una biografía de Selma Lagerlöf, primera mujer en ganar el premio Nobel de literatura,  porque es conocida y porque con buscarla en Wikipedia tienes de sobra, y nada puedo aportar yo. El cuento que leí hace unos días por obra y gracia de Quino y David puede encontrarse en castellano como “El carretero” o “El carretero de la muerte”, aunque al parecer la traducción más correcta sería “La carreta de la muerte”. Una chorrada, vamos. No es la primera obra que leía de Lagerlöf. Antes había ojeado algunos de sus cuentos y sobre todo, de niño, “El maravilloso viaje de Nils Holgersson”, que he decidido releer, y que demuestra lo mucho que se ha depauperado la vida cultural en general, pues ese era un libro para niños hace cien años, así como hoy lo son las insustanciales obras de “Barco de Vapor”. Pero reconozco que no he leído las grandes novelas de la autora sueca, aunque después de este experimento con mis amigos Quino y David he decidido leerlas en los próximos meses. 
En concreto, en “El carretero de la muerte” aparecen ya lo que, según me informo, son los principios de la literatura de Lagerlöf, basada en el universo folklórico e intensamente mágico en el que se crió, y que como literata la alejó tanto del realismo que recorría la literatura europea de su época, pues fue contemporánea de Longfellow, Wilde, Chejov, Jerome y tantos otros. Una noche de San Silvestre, Edith, una salutista (“monja” del Ejército de Salvación) agoniza a causa de la tuberculosis que le ha contagiado David Holm, encarnación misma del mal derivado del alcoholismo, el rencor y la impudicia. Estoy empezando “La saga de Gosta Berling” y sospecho que el alcoholismo es una de las claves de la obra de Lagerlöf. No quiero contar la historia, porque es muy corta y la destrozaría, pero con ese comienzo se desgrana un cuento en el que la fantasía, en forma del carro fantasmal que acude a recoger el alma de los moribundos, se mezcla con una tensa consecución de retratos psicológicos (¡qué momento cuando David Holm destroza el abrigo que amorosamente la salutista ha estado remendándole durante toda la noche!) y de escenas tensas y de atmósfera agobiante (como todo el moralizante final del cuento). 
Con su propia magia, Lagerlöf consigue una narración que recuerda, sin complejos porque estoy seguro que estaba en la mente de Lagerlöf, el “Cuento de Navidad” de Dickens sin absolutamente nada del humor o la dulzura del mismo (es curioso pero tiene hasta una estructura formal parecida); pasando por la literatura de Henry James y engastada en el asfixiante moralismo protestante propio de la cultura nórdica europea. Al final es la historia de siempre, la bondad venciendo a la maldad, pero en un entorno mucho más triste, y con una conclusión deprimente, si la pensamos con detenimiento: ojo con la muerte, que es especialista en desperdiciar vidas que se encuentran en su esplendor. Pero si bien la historia puede resultar un poco ñoña, al fin y al cabo, lo cierto es que las atmósferas y los personajes son tan interesantes y están tan conseguidos que engancha de principio a fin. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan tenso y ansioso leyendo una historia como a lo largo del paseo que David Holm hace hasta su casa en la última escena del cuento, sintiendo casi el peso de cada escalón que sube hasta lograr encontrarse ante la puerta. Merece la pena, y te recomiendo su lectura.
No leí este cuento de casualidad, sino porque Quino me hizo descubrir previamente una película sueca de 1921 titulada “La carreta fantasma” y que está basada, como no, es el cuento que antes te he reseñado. Tampoco voy a hacer la ficha de la película, sólo decirte que fue dirigida y guionizada por Victor Sjöström, que también interpreta el papel de David Holm. Sjöström Fue un magnífico director cuya producción se desarrolla principalmente durante la década de los 20 del siglo pasado entre Suecia y los Estados Unidos (allí como Victor Seastrom). Es especialista en los efectos fotográficos, de los que esta película es ejemplo. 
La película me ha parecido una pequeña joya, no sólo porque refleja muy bien el cuento, con las salvedades y los cambios propios de la adaptación de una obra escrita a otra visual sin el apoyo de sonido o diálogo alguno, sino que incluso enriquece algunos de los argumentos secundarios de la historia de Lagerlöf. Por ejemplo, se recrea más en la pasión de la salutista Edit por el malvado Holm, y como esa pasión la empuja a causar un gran perjuicio y dolor a la esposa de éste, cuestión por la que la más moralizante Lagerlöf pasa de puntillas. A cambio, la maldad de Holm es más perversa en el cuento que en su reflejo cinematográfico, que parece mostrar más conciencia y sombras de remordimiento con breves gestos circunspectos cada vez que realiza una maldad. 
 
La maravilla que consigue Sjöström es convertir una pequeña obrita, un divertimento, un cuento moralizante, en una gran película de sugerentes escenas donde además nos parece encontrar, gracias David, el antecedente de algunas de las más terribles escenas de Kubrick en “El resplandor”. Escenas que se detienen en el gesto, que funden en negro en un rostro que lo expresa todo, silencios que sirven para reflexionar y respirar después de escenas vibrantes, cambios radicales de ritmo según estemos en el carro de la muerte o en la habitación de Edit, en la casa de Holm o en el bar… El film lo tiene todo. Está al nivel de “Metrópolis” o “Nosferatu”. Sjöström demuestra el potencial de la cinematografía sueca, que consiguió en el periodo mudo su mayor esplendor. 
 
No hay que olvidar que no sólo Sjöström terminará en Hollywood, también otros nombres tan importantes para la historia del cine como Ingrid Bergman o Greta Garbo surgieron de la cinematografía muda escandinava. Sin embargo, Sjöström regresará a Suecia a principios de los años 30 y ya no dirigirá salvo en contadas ocasiones, dedicándose a la actuación. ¿Por qué abandonó Hollywood? Pues quizás porque, salvo “Viento”, las películas que le ofrecían no tenían nada que ver con las que él quería contar, y de las que “La carreta fantasma” es un claro ejemplo: personajes endurecidos, extremos a veces tanto en su maldad como en su bondad, y atmósferas agobiantes en las que el hombre ha de enfrentarse a la grandeza y la furia de la naturaleza, caso de su más importante película americana, “Viento”, con Lilian Gish, actriz que guarda un tremendo parecido con Hilda Borgström, que interpreta magistralmente a la mujer de David Holm y que llegó a tener una notable carrera cinematográfica.
Un cuento que merece la pena y una película imprescindible que nos recuerda que el cine mudo está lleno de obras magistrales que obligan al espectador a agudizar sus capacidades receptivas. Un periodo en el que las claves del lenguaje cinematográfico ya habían nacido. No puedes perdértela, y aquí te la dejo completa: