Según blogger, nos han visitado todas estas personas

sábado, 27 de octubre de 2018

Montserrat Caballé a través de sus interpretaciones (2)

Siguiendo con la idea que expuse hace un par de semanas, intento explicar algunos de los aspectos que más me interesan de la figura de Montserrat Caballé, a través de algunas de mis grabaciones predilectas. Esta quizás extrañe a muchos, porque ni es la mejor de sus grabaciones, aunque es excepcional, ni desde luego está entre los grandes papeles de Montserrat. Se trata del personaje de Amalia de la ópera "I masnadieri" de Verdi. Una de las obras de juventud del maestro, compuesta expresamente para la Royal Opera House, que fue un pequeño fracaso en su momento, y que desde luego no está entre sus obras más inspiradas. Un argumento algo delirante y de cartón piedra, personajes que tienen escondidos puñales por todos lados, y momentos de auténtico "chumba chumba pum pum pum", sobre todo en los dúos entre los protagonistas. Lamberto Gardelli dirigió para Philips una producción con un elenco de campanillas: Montserrat Caballé, Carlo Bergonzi (qué pena que sus dúos sean tan rematadamente malos cuando ellos están formidables), Piero Cappuccilli y Ruggiero Raimondi. Las intervenciones de Montserrat en solitario son formidables, aunque a lo largo de la grabación hay momentos en los que pareciera que está cantando de un modo un tanto frío. La partitura no da para más. El primer aria, "Lo sguardo..." es de una belleza indescriptible. ¿Por qué, entonces, me quedo con esta segunda aria? Porque creo que resume muchos de los elementos esenciales de Caballé. Para empezar canta toda el aria en un hilo de voz que está al 60% de su capacidad (el porcentaje no me lo invento, realmente lo he leído en algún sitio y me gusta la idea y la cifra). En segundo lugar los acabados son preciosistas, elegantes, llenos de intencionalidad emocional. El control del sonido, asociado al fiato, es impecable, los pianísimos que tanto se esperan de Caballé están ahí, sin excesos. Pero sobre todo, desde mi punto de vista, son un reflejo de una de las obsesiones de Caballé: cumplir con la partitura. El tempo y el ritmo se mantienen de principio a fin sin que nada varíe para ayudar a la soprano, que no tiene ninguna dificultad en someterse a la batuta incluso forzando una pequeña floritura (minuto 2:54) final sin exigir que la orquesta se detenga. Tampoco es que Gardelli imponga un metrónomo estricto, hay fluidez, pero no caprichos. Para que se me entienda, habría que comparar esta grabación con la de otras sopranos, como Joan Sutherland, que sin embargo impone el ritmo adecuado a sus peculiaridades vocales. Luego viene la cabaletta, y Caballé, que no es una soprano de agilidad pero tiene la capacidad suficiente para atacar esta pieza, la canta de una forma prístina, sin fuegos artificiales, limpiamente y con un final espectacular. De nuevo propongo escuchar a Sutherland, donde la coloratura es el cómo y el por qué de su interpretación. Sutherland siempre cantará mejor las coloraturas, especialmente las muy veloces, pero aquí Caballé hace un cambio de registro dramático tan brutal, y expone la música con tanta claridad, que nos permite entender algo: una intérprete puede tomar una partitura casi olvidada, llena de telarañas, a ratos aburrida, y hacerla revivir e incluso elevarla gracias a sus facultades vocales, su técnica y su sentido de la musicalidad; sin sobrecargarla, forzarla ni excederse. Es una escena que me ha acompañado desde hace 30 años. La primera vez que la escuché me pareció de una belleza incomparable, luego entendí que era Caballé el vehículo de esa belleza, convirtiendo con rigor la partitura en un sonido lleno de sentido y de emoción. Sigue siendo, para mí, una de las prestaciones más bellas que Caballé ha dado en disco, por su simpleza, su sencillez y su humildad. De la triste melancolía serena del aria a la alegría de la cabaletta hay interpretación, del mayor nivel. Espero que te guste.



Montserrat Caballé a través de sus interpretaciones (1)

Una semana después de haberse convertido en mito, me gustaría hacer algo que en realidad llevo haciendo años, pero ahora con algo más de método. Me gustaría ir explicando, sin ninguna pretensión porque mi Facebook solo es espacio para mis amigos, lo que para mí significa Montserrat Caballé en la historia de la música, eligiendo interpretaciones que me parecen excepcionales o que me impresionan mucho todavía hoy y describiendo algunos aspectos, sobre todo emocionales. No lo voy a hacer todos los días, ni estoy seguro de que lo consiga todas las semanas, pero lo haré, poco a poco. 
Para comenzar algo así, con Montserrat Caballé, es obligatorio hacerlo con "Norma", de Bellini. Y la entrada de la "Casta Diva" es posiblemente lo más representativo. "Norma" es la cumbre del estilo belcantista del que Caballé fue máximo exponente. Enfrentarse a "Norma", y salir airosa, era esencial hace unos años para cualquier soprano que se preciara. Hay óperas, posiblemente, más duras, "Il Pirata", por ejemplo, por solo citar una del mismo autor. Pero "Norma" lo tiene todo: exigencia vocal y profundidad emocional. Contaba Montserrat Caballé que la primera vez que se enfrentó a la partitura de "Norma" fue porque se la regaló otra grande, Joan Sutherland, diciéndole algo así como "todo lo que cantas está muy bien, Montsy, pero ahora tienes que cantar esto". Caballé sólo conocía la obra por haberla escuchado, y cuando oía las coloraturas que Sutherland añadía en algunos pasajes de canto "a piaccere", momentos en los que el autor da cierta libertad al intérprete para desarrollar una melodía, pensaba que ella iba a ser incapaz de cantarla. Pero descubrió que en la partitura original no había nada de eso, y Sutherland lo corroboró diciendo que todos esos fuegos artificiales que la ilustre australiana añadía eran para llevar la partitura a su terreno. Tiempo después fue Maria Callas, en una cena a la que invitó a Montserrat y su marido en su apartamento de París, quien quiso medir la capacidad de Caballé con el personaje, y a los postres preguntó a sus invitados si podrían cantar juntos el gran terceto con el que finaliza el primer acto, con Caballé como Norma, Callas como Adalgisa, y Martí como Pollione. Se me ponen los pelos de punta solo de imaginar esa escena. Cuando terminaron, Callas se sorprendió de que Montserrat cantara el papel tal y como estaba escrito, sin añadir nada de su cosecha. Redundó en la idea de que para hacerse con el papel había que adaptarlo a las cualidades vocales de cada uno. Montserrat, a la que muchas veces se criticó por lo que se consideraban licencias, era sin embargo una intérprete a la que, salvo por algunas ocasiones, no solía gustarle salirse de lo escrito por el compositor. Así se enfrentó siempre a "Norma", y al final fue así como hizo suyo el personaje. Su fraseo inmaculado, apoyado en una técnica sin parangón que le permitía cantar compases interminables sin respirar, se puso al servicio de Bellini. Esa elegancia en los finales de cada verso, la morbidez del sonido y todas las cualidades vocales de Caballé la llevaron al éxito. Llegó a la cumbre y fue la "Norma" indiscutible de una larga década. Cantó el papel en los teatros referenciales, fue la única en hacerlo: Scala de Milán, Covent Garden de Londres, Metropolitan de Nueva York, Ópera de Viena, Ópera de París y Bolshoi de Moscú. También el Madrid, y por supuesto en el Liceo de Barcelona, pero además en muchos teatros de Estados Unidos, en Japón, en Sudáfrica, en Australia, en Alemania, y en infinidad de ciudades españolas, incluidas las capitales Canarias. Por supuesto, ahí están también las legendarias representaciones del Anfiteatro Romano de Orange, de las que se hizo una película dirigida por Pierre Jourdan, en la que se ve a Montserrat luchando contra un autentico vendaval que a punto estuvo de arruinar la representación, y sin embargo consiguió una de sus mejores interpretaciones. Incluso cantó la ópera en su tonalidad original, más alta, en Viena. Interpretaba el personaje con inteligencia, y los escollos que menos se adecuaban a su voz los sacaba adelante con trabajo, oficio y sentido de la musicalidad; hasta acercarse a la perfección. El público lo agradecía. Por poner un ejemplo, en su primera "Norma", cantada en el Liceo, se advierte una Caballé insegura que se acerca mucho más a Callas que a lo que se espera de ella. En las 72 horas que pasaron entre la primera y la segunda representación, consciente de que había hecho una buena "Norma" pero no la "suya", se replanteó totalmente el personaje y se acercó a él con una visión diametralmente diferenciada. La "Norma" de Caballé es la madre, mientras que la de Callas es la amante despechada. A partir de ahí, todo fue crecer. En unas declaraciones a televisión, dijo que tras años cantándola estaba convencida de que "Norma" era el personaje más falso de la historia de la ópera: todas sus acciones son una mentira. Cuando implora a la diosa en la "Casta Diva", en realidad está pensando en su amante, cuando decide llevar a su pueblo a la guerra, lo hace como venganza personal; se plantea, como Medea, asesinar a sus hijos, que es la traición de la madre; y cuando al final se redime, lo hace en medio de un trance, sin consciencia. Para mí, la entrada de la "Casta Diva" es esencial, pero si quieres entender y comprender lo que Caballé significó para "Norma", debes escucharla en el principio del segundo acto, esa madre ante los hijos, cuchillo en mano. Pierre Jourdan decía que cuando veías a Callas en esa escena su fiereza te hacía dudar si asesinaría a sus hijos o no, pero con Caballé, en el mismo momento que decía la primera frase, tenías la seguridad de que no lo iba a hacer. 
Para entender un poco más la dimensión de Caballé en el personaje, hay que hacer una última reflexión: sólo tres sopranos han llevado el papel a su máximo esplendor desde que tenemos registros sonoros: Maria Callas, Joan Sutherland y Montserrat Caballé. Y desde que Caballé lo eliminó de su repertorio, a principios de los ochenta, no ha vuelto a haber una soprano referencial. Muchas lo han cantado, incluso lo han hecho muy bien, pero el trono de "Norma" sigue vacío. Maria Callas, que se consideraba la única capaz de cantar bien esa ópera, se enfadó mucho cuando se hizo la película de Orange, pero fue al estreno. Jourdan cuenta que cuando terminó la representación, parecía desolada, y se limitó a decir "la habéis sacado demasiado guapa". Días después, Montserrat recibió una carta escrita por la Divina en la que le agradecía su servicio al personaje, la maravilla que había conseguido con la partitura, junto con unos pendientes que la griega había usado para cantar el personaje en París, pidiéndole que por favor los usara alguna vez en una representación. Sé que a este largo comentario le falta hablar de música y de voz, pero ni soy especialista ni quiero incidir en cosas que debes descubrir por ti mismo. 
Si nunca te has detenido a escuchar a Montserrat Caballé cantando ópera, este es un buen momento. He elegido la que considero la mejor "Casta Diva" que cantó en su vida: en el Bolshoi de Moscú en 1974. Es simplemente perfecta, genial, y resume lo que era Montserrat. Absolutamente quieta, en medio del escenario, poniendo todo el acento en la interpretación vocal, que no sólo es sonido bello, es comunicación. El público responde con un nivel de aplausos interminables que Caballé detienen con un gesto firme. No por soberbia, sino porque la vetusta y gigantesca lámpara de araña que iluminaba el teatro estaba en riesgo de caerse, en un edificio ruinoso a la espera entonces de una restauración. Lo normal, cuando tras una escena las ovaciones llegan a tal límite, es que el cantante se "salga" momentáneamente de la representación y salude, agradeciendo la deferencia. Montserrat lo hacía siempre, y bastante a menudo, pero aquí no, para evitar que las ovaciones fueran a más: Tal era el pánico que tenía a que la lámpara se viniera abajo. 
Pero todo eso no son más que anécdotas. Ahora dale al play y solo escucha: te invadirá un sentido de la belleza que te dejará sin palabras. Esa es Montserrat Caballé al servicio de la música. Indescriptible.