Según blogger, nos han visitado todas estas personas

miércoles, 7 de octubre de 2009

Anne Sophie Von Otter en el Teatro de la Zarzuela. Y se hizo el milagro.

En un oscuro tren, el oficial de las SS Kurt Gerstein, que había descubierto el gas Zyklon B y presenciado lo que los nazis estaban haciendo con él en los campos de concentración, coincide con un diplomático sueco. Destrozado por los remordimientos, Gerstein le pide hablar con él y le cuenta lo que está sucediendo. El diplomático, horrorizado, escribe un largo informe al respecto, esperando que surta efecto internacionalmente y poder frenar el Holocausto. Desgraciadamente, no hubo reacción oficial ante la noticia, y otros intentos, alrededor de la Santa Sede, también fracasaron. De parte de esta historia se ocupó Costa Gavras en el film Amen.
El diplomático sueco, secretario de la embajada de su país en Berlín, era el barón Göran Von Otter. Casi sesenta años después, su hija, Anne Sophie Von Otter, una de las mejores mezzosopranos de la historia, decide grabar un disco y hacer una serie de actuaciones en recuerdo del Holocausto y de los intentos de su padre por detenerlo.
Todo ello nos lleva a Theresienstadt, o Terezín, una ciudad fortaleza al norte de Praga fundada por José II de Austria en honor de su madre, María Teresa entre 1780 y 1790. En 1940, los nazis lo convierten en un asentamiento judío, el lugar donde tratan de lavar su imagen y convencer a la opinión pública internacional de que lo que estaban haciendo con esa minoría étnica no tenía nada que ver con un genocidio. No era un campo de concentración para el exterminio, sino un lugar de paso hacia el exterminio, principalmente Auschwitz. ¿Quiénes fueron deportados a Terezín? Fundamentalmente élites judías: personas pertenecientes a los ámbitos científicos y artísticos, así como veteranos de guerra judíos que habían luchado de parte de Alemania y Austria-Hungría. Incluso se permitió una visita de la Cruz Roja Internacional que pudo contemplar cómo los judíos vivían en un aparente ambiente de tranquilidad, y sin abusos. Los nazis permitían actividades culturales de todo tipo: conciertos, exposiciones, lecturas literarias, cabaret nocturno, todo en medio de la miseria, y todo a cargo de los reclusos. Y, por supuesto, todo arte degenerado. A tal punto llegó el afán nazi por demostrar lo que no era, que incluso llegaron a filmar una película, encargada al cineasta judío Kurt Gerron, bajo el título El Führer regala una ciudad a los judíos, de la que quedan unos 25 minutos me metraje pululando por internet. Informa Miguel Huertas, de cuyo espléndido programa para el concierto que nos ocupa me baso para estos datos históricos, que todos los participantes en dicho filme fueron premiados con un rápido viaje a Auschwitz, donde fueron ejecutados inmediatamente. Lo mismo ocurrió con el compositor de la ópera El Emperador de Atlántis, que se quiso montar en Terezin, pero que fue censurada por los nazis al entender las evidentes citas a Hitler. No sólo él, todos los participantes del proyectos fueron deportados y exterminados.
Nos ha llegado un breve legado de la música compuesta en Terezín, por parte de músicos fallecidos, casi todos, en el breve lapso transcurrido entre 1940 y 1945, por las razones que ya te imaginarás, salvo Emmerin Kálman, muerto en 1953 a resultas de la experiencia vivida, y el verdaderamente único superviviente del horror, Karel Berman, fallecido en 1995. Ese legado musical ha sido recuperado por y para Anne Sophie Von Otter, que junto con el pianista Bengst Forsberg, el violinista Daniel Hope, y el acordeonista, guitarrista y contrabajo Bebe Risenfors (normalmente dedicado al pop, muy especialmente a la música de Waits y de Costello); han grabado un disco excepcional titulado Terezín y editado por Deutsche Grammophon. Gracias a este disco, el ciclo de concierto programados por los tres músicos que el lunes 5 de octubre recaló en Madrid como primer concierto del XVI Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela. No defraudó. La música, de Ilse Weber, Karel Svenk, los citados Kálman y Berman, Robert Dauber, Viktor Ullman, Erwin Schulhoff, Pavel Haas y Carlo Sigmund Taube, amén de un interludio dedicado a Bach que a muchos nos sorprendió pero que tuvo su cómo y su por qué, además de convertirse en uno de los momentos más emocionantes de la noche.
No fue un concierto típico del ciclo de lied, fue imposible contener al público a la hora de aplaudir. Además, los participantes, en algún momento, explicaban las piezas que iban a tocar y su historia, creando una atmósfera mágica. De las partes vocales, hubo de todo, más popular, como la canción de cabaret Terezin Lied compuesta por Kálman y que arrancó una de las ovaciones de la noche, y otras de un gran nivel de exigencia. Los textos, en general, giran alrededor de la idea del horror, el desarraigo, la lucha por vivir, la muerte siempre expectante, el horror, o, como escribe Huertas ¿cuándo tocará a su fin este sufrimiento? Bellísimas canciones de cuna para que los niños olviden lo que están pasando, canciones de huída, de resignación, de humor, de esperanza... Todas esas sensaciones se fueron desgranando en una noche madrileña excesivamente cálida, y ante un público excéptico de entrada que terminó ovacionando a los participantes con fervor.
Anne Sophie Von Otter tiene ya la edad que tiene, y eso significa que debe tener cuidado con los agudos, y que el volumen ya no es lo que era. Pero el resto, que es un tesoro, permanece intacto. Sigue siendo una cantante inteligentísima, que ha hecho su carrera muy al margen de los intereses musicales habituales en los cantantes de ópera, sin salirse jamás de una senda: Barroco, Mozart, Gluck, algo, muy escogido, de Strauss, una pequeña veleidad con Offenbach y sobre todo con la Carmen de Bizet, algo de repertorio francés, como la Charlotte del Wherter de Massenet, y música contemporánea en general. Además, un par de divertidísimos discos dedicados a Elvis Costello y a ABBA. Una versatilidad que la ha mantenido al márgen del repertorio italiano más manido, y que últimamente la acerca a Wagner. Siempre acompañada por los mejores directores, y siempre en las mejores salas. No podemos olvidar, por supuesto, su formidable carrera como liederista, donde se ha convertido, por derecho propio, en una de las cantantes referenciales de Schubert, Schumann, Strauss, Korngold, y compositores escandinavos como Grieg. Una voz hermosa, con una técnica excepcional, un manejo formidable de la cabeza, la cara, para empujar la voz, y, sobre todo, un estilo interpretativo impecable, viviendo, sintiendo, lo que canta, ayudando al espectador a meterse en la música y sentirla. Todo eso sigue ahí, y salimos del concierto con la seguridad de haber escuchado a una de las grandes en un gran concierto. La belleza de su voz, de las más hermosas de cuantas ha dado la ópera y el lied, convenció y venció. No lo interesa ser una gran estrella, es un músico, en toda la extensión de la palabra.
Las partes instrumentales a algunos les sobraron, a mí no, y fueron interesantísimas. Por fin llegó la explicación a Bach: era el compositor empleado muchas veces en el campo para relajarse, para acompañar las actividades diarias, y para los traslados a los campos de exterminio. El violinista Daniel Hope logró uno de los momentos mágicos de la noche: sin pausa, enlazando la nota final de la Sonata para violín de Schulhoff con una selección de la Sonata para violín y contínuo número 4 de Bach, creando un momento intimista y circunspecto, lo que uno espera de un concierto de lied, y emocionó tremendamente al público. También el pianista, Bengt Forsberg, un gran conocedor del repertorio contemporáneo y de su difusión, tuvo su momento mágico interpretando varios temas del ciclo de Karel Berman Reminiscencias de Terezín, donde una gama de sentimientos y sensaciones se desgranaron virtuosísticamente.
Para finalizar, Anne Sophie Von Otter estuvo simplemente increíble en las dos piezas finales, El niño judío, de Taube, y, sobre todo, Wiegala, una canción de cuna de Ilse Weber, con la que llegó a un nivel tan elevado de maestría y de profundidad, que simplemente se convirtió en lo más increíble que yo he escuchado en un teatro en mucho tiempo. El silencio del público, sólo roto por la tos de un imbécil que no sabe taparse la boca con un pañuelo, se mantuvo en tensión durante varios segundos después de terminar la pieza, surgiendo entonces un aplauso atronador. Había que escucharlo para entender la belleza, la intensidad, y la hermosura de lo que escuchamos en ese momento. Anne Sophie Von Otter triunfó en Madrid, y perderse ese concierto hubiera sido un error irreparable. Vamos con un vídeo para celebrar su bella voz.


domingo, 4 de octubre de 2009

Richard Rodgers: De la casa a la ciudad.

De nuevo el Caixaforum de Madrid nos trae una buena exposición de arquitectura, que ha pasado antes por otras capitales europeas´. Se trata de labor del arquitecto británico Richard Rodgers, desde sus comienzos con Renzo Piano en los primeros años 70, que dio lugar al sobresaliente Museo Georges Pompidou, hasta sus obras más actuales, desde su despacho de arquitectura Rogers Stirk Harbour + Partners. No hay nada peor que un arquitecto divinizado. Se me ocurren algunos ejemplos de grandes creadores, o algo menos, que toman más consciencia de su importancia de la que en realidad tienen y alcanzan una postura de arrogancia y petulancia casi insoportable, como si estuvieran convencidos de que la virgen les tocó el culo al nacer. Les ha pasado a algunos, como Calatrava, a quien escuchar hablar suele ser bastante desagradable por su prepotencia vacua, y he tenido lla suerte de comporbarlo en persona charlando con otros a quien prefiero dejarme en el tintero. Por suerte la nueva generación de arquitectos españoles que voy conociendo, se han bajado del todo de esa burra, salvo excepciones chinchillescas.
Este párrafo viene a colación a que Richard Rogers supone una auténtica excepción en todo este universo de grandes arquitectos divinizados, y eso se nota cada vez que lo oyes hablar. Su sentido humanista de la creación, al más genuino estilo renacentista (creo que si Bramante fuera contemporáneo sería Richard Rogers), se une a una gran sencillez, y con todo ello ha elaborado uno de los discursos arquitectónicos más interesantes de la actualidad. Empleando nuevos materiales, siempre a la vanguardia de la técnica, construye, siempre en equipo, estructuras ligeras, comprometidas con su tiempo, con su usuario, con el medio ambiente y el entorno, obsesionadas con la luz y el diálogo con el espacio; y finalmente sencillaz, funcionales, utilizables, vivibles.
Me gustan casi todos los proyectos de Rogers, incluso los no realizados, salvo la T4 de Madrid, que es un edificio que me agobia y en el que creo que traicionó algunos de sus principios. Pero quizás es el arquitecto más importante de la actualidad, y contar con él en un proyecto es indispensable. La exposición se divide en tipologías temáticas muy poco al uso: Sistemas, Públicos, Urbanos, Ecológicos, Ligeros, Transparentes y Legibles, estableciendo el abecedário básico para entender uno de los procesos creativos más interesantes de la actualidad. Los dos vídeos que recorren la obra del autor, enlazados por una entrevista al mismo, aclaran muchas dudas que puedan planteársenos, y es un verdadero placer enfrentarse a este hombre que habla desde la seguridad de la humildad. Me apetecía copiar todo el manifiesto constructivo de Rogers, lo que sería una excepción en este blog que rara vez toma textos de otros, pero lo voy a resumir en el primer apartado: Nuestra Filosofía: El ejercicio de la arquitectura es indisoluble de los valores socioeconómicos de los individuos que la realizan y de la sociedad que la sustenta. Como individuos, tenemos la responsabilidad de contribuir al bienestar de la humanidad, de la sociedad a la que pertenecemos y del equipo con el que trabajamos. Estas palabras, y otras, deberían grabarse con fuego en la frente de los aspirantes a arquitectos, y si no existe un juramento hipocrático para los arquitectos debería ser este. El hecho de recalcar tanto la necesidad de sostenibilidad, y el sistema económico del estudio, son loables: Cada año una parte de los beneficios se reparte entre entidades benéficas, y cada uno de los directores y empleados elige a cuál quiere enviar su parte. Además, el reparto de salarios es proporcional y justo, y se establece de acuerdo con el más bajo, del cual surge el resto de la cadena, sin que existan diferencias onerosas. Todo un ejemplo. Si puedes, vete a ver esta exposición en la que verás gran cantidad de maquetas, móviles, planos, dibujos, expuestos de una manera tan ordenada como sugerente. Podremos ver edificios tan importantes como el mencionado Centro Pompidou, el Lloyds de Londres, el aeropuerto de Heathtrow, el Millenium Dome, y un largo etcétera de referentes clásicos del mundo contemporáneo.

Camboya en el Caixaforum... ¿Tierra de esperanza?

Camboya es uno de esos países en los que se ha producido quizás la mayor tragedia del siglo XX. Superior incluso al horror del Holocausto, por una razón estadística. Durante el corto periodo de su historia en el que vivió bajo la férrea disciplina de una dictadura comunista, al frente del cual estaba Pol Pot, más de una tercio de su población fue aniquilada. ¿Imaginas? Es como si en menos de diez años desaparecieran 13 de los 40 millones de españoles. El país, además, fue sembrado de minas que han causado la friolera de un 90 por mil de la población discapacitada por desmembración, lo que es el índice de minusvalía más alto, espantósamente más alto, de la historia. Estas minas, además, siguen en el subsuelo camboyano causando estragos, y eliminarlas cuesta millones de dólares y una gran inversión en tiempo.Además, la mayor parte de la población está en la edad joven, y se calcula que más de un tercio accederá al mundo laboral en la próxima década. Es lo que sucede con países en los que la selección de sus habitantes se ha realizado de manera artificial, horrible eufemismo que habla del aniquilamiento. Ancianos, mujeres, niños de hasta 6 años, todos fueron parte de los terribles campos de exterminio de los Jemeres Rojos, la secta comunista más sangrienta de la historia (las versiones asiáticas del comunismo han sido extremadamente eficientes).Lo más difícil, sin duda, es la reconciliación nacional, debido a los fuertes rencores que se han ocasionado entre los habitantes del pequeño país, y la recuperación económica con un índice de paro galopante y tantos jóvenes esperando para entrar en un mercado laboral que no será capaz de recibirlos.Con estos mimbres aparece esta preciosa exposición en el Caixaforum de Madrid, que cerrará el próximo 31 de octubre, con lo cual aún estás a tiempo de ir a verla. Se trata de una bella colección de fotos de Gervasio Sánchez y un espléndido vídeo de Oriol Gispert, que, lo digo sin estar seguro, creo que también se hace cargo de toda la información escrita que aparece en la exposición. Es muy interesante, las imágenes son hermosísimas, hacen mucho énfasis en la labor de los voluntarios y misioneros, con Kike Figaredo a la cabeza, pero pierde un poco de objetividad al intentar hablar sólo de los horrores del pasado con respecto a la esperanza del futuro, pero sin fijarse en que esa esperanza, que existe, está plagada de peligros, como los que yo expuse antes. Por ejemplo, dan un gran valor a la juventud de la población, pero esa juventud es un arma de doble filo, porque como advierten otros, no va a haber posibilidad alguna de dar trabajo a todas esas personas. Además, pasa de puntillas por el enorme poder de las grandes familias y las escasas posibilidades de los más desfavorecidos. En general, el vídeo, pieza clave de la exposición, es más realista y claro que el resto, y pone más los puntos sobre las íes.Sin embargo, yo iría a verla, no se tarda más de media hora en contemplarlo todo, y es necesario que veamos lo que ha pasado en ese pequeño rincón del mundo, y nos enfrentemos con horror a la maldad de un régimen absolutamente maligno, y de las atrocidades que esos regímenes de iluminados pueden llegar a hacer. El mismo comunismo que asoló parte de Asia, que asoló Vietnam, la antigua Unión Soviética, o que asola la tan simpática, para algunos, Cuba castrista, o la China post Mao. Estados Unidos, Nixon a la cabeza, tuvo mucho que ver en esto, pero no sólo eso, no voy a caer en el peripatético antiamericanismo. Lo cierto es que, ahora, estoy convencido de que el comunismo es la mayor lacra del siglo XX, incluso algo mayor que la segunda, el fascismo, su primo hermano.

Henry Matisse en Madrid

A causa del mes tan absurdamente liado que he tenido, no he podido comentarte la maravillosa exposición que el Museo Thyssen-Bornemisza dedicó a Henry Matisse durante todo el largo y cálido verano. Desgraciadamente, cerró el 20 de septiembre, con lo cual llego tan tarde que no puedo animarte a ir a verla. Apenas diré unas ideas, porque reseñar una exposición que ya no está es trampa.Sin embargo merece un comentario. Henry Matisse es uno de los más grandes pintores del siglo XX, constante como pocos, y un exponente claro de figura artística relevante. La exposición se dedica fundamentalmente a su larguísima segunda etapa, entre 1917 y 1941, periodo convulso para el artífice en el que estableció las pautas de su lenguaje, dialogó con otros estilos y decidió cuál sería su camino, y se hundió varias veces en crisis creativas de las que salió reforzado.Matisse se esforzó por entender la pintura desde el punto de vista del espectador, lo que se denominó pintura de intimidad, regresando para ello a conceptos como volumen o espacio, que había abandonado en toda su primera época, y que además eran desdeñados por una buena parte de la pintura de su época. Henry Matisse se mantuvo siempre al margen, conocedor de lo que lo rodeaba, pero dispuesto a una fuerte singularidad que, sin embargo, lo relacionaba activamente con la tradición, encarnada esta por una cadena que terminaba en Cezanne y al que se anudó el resto de su vida (no obstante guardaba algunos de los cuadros del maestro en su casa, que una vez estudiados hasta la saciedad cedió a un museo, y que pudimos ver en esta exposición).Lo que más costaba entender en la muestra era donde quería llegar Matisse, era una de las frases que más repetíamos mi acompañante y yo, pues Matisse se desdibujaba, daba saltos, parecía un eterno investigador, y era difícil encontrar esa línea de comunicación que forma un discurso estético. Pero poco a poco, ayudados por las cartelas y las explicaciones, fuimos dando con ese discurso, y finalmente Matisse nos cautivó. La obsesión por mostrar, por la forma, porque el espectador entendiera y captara las ideas más allá de la forma, por expresar el máximo de contenido con el mínimo de líneas, bosquejar apenas aquello que sin embargo es clave en el cuadro, detener el tiempo, congelándolo en una realidad puntual para desde ahí abarcar un universo general... Las claves y las ideas principales se iban desgranando, y Matisse se abría a nuestros ojos como uno de los pintores claves del siglo, con un intenso discurso pictórico, eminentemente estético, poco interesado en elementos sociales u oníricos, lo que le valió el rechazo de sus contemporáneos y el desdén de la otra cara de la moneda, Picasso; dos pintores que sin embargo nunca pudieron desasirse el uno del otro.Me gustó especialmente su Odalisca de pie con brasero, una revisión de un evidente tema clásico encarnado por Ingres, por su claridad, su sencillez compositiva y su sensualidad, alejado totalmente del relamido neoclasicismo francés. También el peculiar uso de la luz y el juego de manchas con el que las más veces se conforma el conjunto. Sin duda, Matisse es uno de los grandes pintores a descubrir, y a recrear, si aún no lo has hecho. Es probable que esta exposición se repita en algún sitio, harás bien en ir a verla si tienes la ocasión.

sábado, 3 de octubre de 2009

Henry James: La maestría de los clásicos

O nos pasamos el día leyendo las más rabiosas novedades, y olvidamos así a autores de siempre que nos hacen falta, o hacemos lo contrario, y se nos escapa la actualidad literaria. Hablo en primera persona del plural, pero en realidad es una reflexión en voz alta que me hago a mí mismo.Henry James era una de mis asignaturas pendientes, y por suerte este verano la he aprobado, y con nota. De Nothomb a James, sólo algunas incursiones en otros escritores, pocas, y al final mucha satisfacción. No voy a haceros ahora una biografía ni un estudio de Henry James, porque para eso hay miles de páginas en internet o en enciclopedias, y en todo caso lo único que haría serían corta y pegas. Pero sí quiero reseñar el placer que varios libros de Henry James me han causado en estos meses de verano. Ya he hablado de alguno de ellos, voy ahora con el resto. Como decía, salvo algún cuento suelto en antologías literarias, no me había enfrentado nunca a Henry James, y eso a año y poco de cumplir cuarenta, como diríamos hoy en día, ya me vale. Así que este verano, y del tirón, me hice con algunos de sus libros, otro me lo recomendó Quino, y me puse más o menos al día. Y digo más o menos porque James es tan prolífico que parece imposible abarcarlo todo.El primero, tras los cuentos fantásticos que ya reseñé en este blog, fue Otra vuelta de tuerca, un clásico en toda la extensión de la palabra que llevaba años queriendo devorar. No sólo conocía la película protagonizada por Deborah Kerr en los cincuenta, que lleva por título Suspense, y que está basada en este libro, sino también alguna otra versión, como otra española, en la que el personaje de la institutriz se convierte en un preceptor, Pedro María Sánchez, y la relación entre este y el niño protagonista contiene tintes evidentemente homosexuales. No es el caso de la novela de James. ¿Qué fue lo que más me sorprendió? En primer lugar, lo corta que es, y lo poco, o lo casi nada, que Henry James se ocupa de grandes descripciones. Bien al contrario, las escenas más tensas se desarrollan en pocas páginas, apenas se presentan y se dibujan, pero la atmósfera, puesta en boca de la protagonista, está tan claramente definida, y las sensaciones que pasan por la cabeza del personaje son tan claras, que el ambiente turbio y mágico que el escritor recrea queda perfectamente claro al lector. Tortuosa a veces, impactante, siempre con el alma en vilo, nos encontramos con la sensación contínua de qué va a pasar ahora. Henry James es uno de los mejores hacedores de atmósferas que yo he tenido el placer de leer, y con una cortedad de medios expresivos consigue más que cualquier otro embebido en largas descripciones. También me sorprendió el final: la institutriz sin duda queda malparada, una niña huye de su lado, el niño protagonista tiene un momento trágico, y todo queda ahí, flotando, dejándonos claro qué es lo importante del asunto. De la institutriz ya sabemos que tuvo una vida serena y murió anciana, así que el bache que supone la historia de este libro afectó a su vida profesional en un grado más o menos controlable, pero lo importante estaba en su honda impresión emocional.El mundo del más allá, el mundo del más acá, mezclados en una historia de momentos extaviados y de situaciones extravagantes: dos niños abandonados al mundo por un padrino que decide hacerse cargo de ellos pero no dedicarles nada más que dinero, exiliándolos al olvido porque no desea tener mayor contacto con ellos que le separe de sus obligaciones. Dos mujeres diferentes en clase, edad, condición, que se ven hermanadas rápidamente en el horror y una situación que las sobrepasa. Dos niños inquietantes, querubines y acaso demonios, y un largo paseo de fantasmas de pasado violento. En algunos momentos venía a mi memoria Cumbres borrascosas, de Emily Brönte, porque había elementos en las dos historias que se me antojaban paralelos. Y esa angustia, no liberada, esa historia que mezcla inocencia con mal, seres ocultos y perversos con la candidez de la infancia, va atrapándonos y nos vemos envueltos en sus oníricos pasajes. ¿Queremos ver algo más? Sin duda lo hay, y la rígida moral, las formas, de la sociedad victoriana, una inamovible realidad en medio de los cambios propios del final del siglo XIX, aparecen también ahí, dándonos un ejemplo de realidades pasadas. Henry James consigue, además, hacerse cronista de una época. El bien, el mal, la eterna dualidad del hombre, la corrupción de la inocencia, el paso a la vida adulta extorsionado por la oscuridad, la impotencia del hombre frente a los hechos supraterrenales, que siempre parecen vencer, el cuento de hadas de James llevado a una expresión tan suprema como no diletante.
Tras este repaso por una de sus grandes novelas, pasé a otra, más corta, de tema menos fantástico: la relación del creador con el arte. Se trata de La lección del maestro, al parecer considerada una de sus mejores novelas. Aquí la historia, y el paisaje, es diferente. Un joven escritor se encuentra con uno de los grandes autores de su tiempo, que además de ser el espejo en el que se mira es también un referente contínuo acerca de los logros sociales de la literatura. En un ambiente de clases elevadas, de círculos intelectuales, y de una Inglaterra exclusiva que ya no existe, ambos creadores comparten una inquietanto conversación, en la que el mayor reconoce estar agotado como creador y considerarse un farsante porque pese a lo que pueda parecer a sucumbido a lo mundano y abandonado la soledad, el egoismo, el sacerdocio que significa consagrar la vida a la literatura. El joven, sin negar ni afirmar porque es cierto que ha reconocido ese agotamiento en su admirado mentor, recibe entonces una serie de lecciones que pasan, entre otras cosas, por consagrarse al trabajo, olvidar las futilidades, y por supuesto renunciar al amor. Entre ellos hay una jovencita por la que ambos se sienten definitivamente atraídos, y que se convierte en la clave de todo el asunto. Finalmente, hondamente impresionado, el joven autor se marcha de Inglaterra y comienza un largo viaje tanto físico como espiritual, abominando de parte de su obra, estableciendo los cimientos de su carrera, y creándose a sí mismo. A su regreso, un cúmulo de situaciones que culmina en una situación que lo deja perplejo, da lugar a la verdadera lección del maestro, con su miseria y con su grandeza, y que anuda, además, las pasiones de lo real y lo cotidiano al discurso, ahora más gastado, del espíritu creativo. Estamos, por tanto, ante una novela que trata de ser un tratado acerca del compromiso del artista con el arte, que pone en guardia frente a los elementos que separen al autor de su sagrado camino, que pueden ser discutibles desde nuestro actual punto de vista, pero que fueron una realidad en el pensamiento de su época. Pero James no lo deja aquí: la divergencia entre el discurso intelectual del autor maduro y sus actos mundanos es tan grande, que con verdadera maestría presenta tesis y antítesis, y nos deja colgada una pregunta: ¿Debe el arte convertirse en un catalizador de normas de conducta para el artista, o todo eso no son más que majaderías? En una época tan marcada por los manifiestos artísticos y el fervor creativo, James no deja títere con cabeza. Sólo una cosa parece quedar clara: el individualismo y la libertad de acción deben de ser los únicos condicionantes en la labor del artista. Desde el punto de vista formal, lo mismo que en la anterior, y que parece ser el leit motiv de James: parquedad de recursos, rapidez narrativa, no extenderse más allá de lo meramente necesario. Pero eso sólo lo pueden hacer los buenos maestros.Los mismos recursos, salvo que en este caso narrada en primera persona como también lo está la primera novela reseñada, aparecen en La figura de la alfombra, que bien podría subtitularse retrato de una obsesión. Está editada por una pequeña editorial, Impedimenta, que hace un buen producto pero que aparece manchado por un error garrafal que yo no había visto antes: al final de uno de los capítulos, se repiten enteras dos páginas de un capítulo anterior, gazapo propio del corta y pega que debió ser subsanado previo a la impresión, y que un buen corrector habría tenido que detectar. Y si no se detecta, como tuvo que saltar sin duda alguna nada más ponerlo a la venta, una fe de erratas no hubiera venido mal. Pero no es más que un detalle. Esta vez, James vuelve a filosofar sobre el hecho artístico, en una obra a caballo entre el realismo y lo fantástico por algunos de sus detalles. Pero esta vez no es sólo el autor frente a lo creativo, con la quimera de un secreto especial detrás de la obra de un notable escritor que se niega a explicar a los demás, sino que más bien pone en solfa cuál debe de ser la relación entre el lector y aquello que lee. El famoso escritor anuncia a uno de sus críticos que nadie ha descubierto el secreto de su proceso creativo, lo que lo hace sentirse superior a todos los que se enfrentan a su obra, despreciando las opiniones de todos porque no han sido capaces de darse cuenta de la verdad. Comienzan entonces dos procesos: el receptor de la confidencia se debate entre la posibilidad de que esto sea verdad o una mera majadería del autor, pero un segundo intelectual, más imbuido de la necesidad de dotar al arte de un componente casi místico, se lanza a descubrir este secreto, que al final logra desvelar. Pero todos los que son partícipes de esa realidad terminan muriendo, y al final el secreto queda en manos de una mujer que no lo revelará jamás. Al final, el secreto carece de todo sentido, no es sino una anécdota que conforma la obsesión del primero de los críticos, y que lo corroe durante años sin obtener respuesta. No es importante descubrirlo, sólo es importante que parezca que existe, y que algunos son capaces de desvelarlo... ¿Es ese un resumen de una declaración de intenciones?¿Debe el espectador desvelar verdades ocultas y consagrar su proceso lector a encontrarlas?¿O una vez escrita la obra deja de pertenecer a quien la escribe y todas las lecturas que de ella puedan encontrarse son válidas? Me parece recordar a Buñuel cuando afirmó que le importaba poco que su obra fuera entendida, le bastaba con que el espectador sintiera algo, y pudiera afirmar, aún sin comprender, me gusta o no me gusta. Lo que está claro es que a James sí le preocupa el hecho intelectual de la creación desde todas sus vertientes, y esta novela, que mantiene la tensión del espectador, angustiado por ese secreto que nunca se revela, y un estilo narrativo directo y rápido, se ve envuelto en una discusión en la que debe tomar parte, y de la que James deja algunas pistas para poder seguir. Una obra sorprendente, y que yo no dejaría de recomendar a todo el que quiera enriquecer su visión hacerca de este gran escritor americano, sin duda uno de esos autores imprescindibles en cualquier biblioteca.