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martes, 25 de noviembre de 2008

El pintor de su deshonra en el Teatro de Rojas de Toledo

Dentro del ciclo de Teatro Clásico, el maravilloso (salvo la tapicería y las cortinas) Teatro de Rojas de Toledo presentó este drama del honor de Calderón de La Barca, El Pintor de su deshonra. Y una vez más, a cargo la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Bueno, no es una de las obras que más me ha gustado, debido a que este tipo de dramas del honor suelen ser no sólo ideológicamente execrables (desde el punto de vista de la contemporáneidad, por supuesto, pues de acuerdo a la época son perfectamente normales), sino normalmente muy similares unos a otros, e incluso algo absurdos desde el punto de vista de la acción. Aquí sucede lo de siempre: una mujer es deshonrada por un amante secuestrador, que se la lleva en contra de su voluntad, pero con ello realmente el que pierde su honor es el marido, que no puede hacer menos que matarla. A esta tremenda y trágica trama se le yuxtapone una segunda, los amores del Príncipe de Ursino y Porcia, de corte cómico.
En fin, si la obra en sí misma no me gustó del todo, y casi me pareció un ladrillito, lo cierto es que el montaje, el vestuario, y el trabajo de los actores me pareció bastante bueno, como es habitual en nuestra Compañía Nacional. Además, la escena era acompañada por tres músicos femeninos que con instrumentos de época (clave y violas de gamba) remarcaban la acción. Un lujo, además muy bien interpretado por Agathá René Bosch y Alba Fresno a las violas de gamba, y Mercedes Torres en el teclado del clave. El vestuario y la escenografía, que tanto me gustaron, se debieron a Pedro Moreno y Carolina González, respectivamente. Versionada, a su vez, por Rafael Pérez Sierra, la dirección corre a cargo de Eduardo Vasco.Del elenco de actores, destacaría a Francisco Merino, como Don Luis, a Arturo Querejeta como Don Juan Roca, a Eva Trancón como Porcia y a Fernando Sendino como el Príncipe de Urbino. Realmente memorables, con un dominio del verso y del texto (a menudo agobiante) que demostraba la calidad y la clase. El resto del elenco muy bien, especialmente José Ramón Iglesias como Juanete. Algo menos Muriel Sánchez, como Serafina (normalmente el papel lo interpreta la actriz Nuria Mencía, que curiosamente comparte nombre con una de mis compañeras de trabajo) y Daniel Albadalejo como Don Álvaro (conocido por su papel de Benito el segurata en Camera Café). A la primera había muchos momentos que no se le escuchaba, y está muy verde, al fin y al cabo es una cover, pero una cover floja, y el papel es protagonista. El segundo, siendo un buen actor, aún no tiene la calidad suficiente, o la formación, para enfrentarse al teatro clásico... Quedó muy descolgado de sus compañeros.En fin, un buen trabajo dramático y una buena propuesta escénica, pero un texto realmente, al menos en mi opinión, que tampoco es para tirar cohetes, aunque a decir de algunos entendidos es de los más hermosos dramas del Siglo de Oro (yo disiento)... Quién ame el teatro disfrutará, quien quiera acercarse para conocer el teatro clásico, mejor que se espere. Aún así, el trabajo de los actores merece la pena terminar con lo que ya es un clásico en este blog: ¡Aprende Botto!

lunes, 24 de noviembre de 2008

Olga Borodiná en Madrid: uná mantxá le caiojojojo



Sirva el título de simple ironía para el que ha sido un magnífico concierto, dentro del XV Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela. La excepcional mezzosoprano rusa Olga Borodiná deleitó al público madrileño con un muy buen concierto, bastante pensado y equilibrado, en el que derrochó su talento y su voz con gallardía. Fue un éxito en general, a juzgar por los interminables aplausos (de ahí vendrá una solapada crítica que haré a la mezzosoprano). Éscuché por primera vez a Borodiná hace ya más de 15 años, en aquella memorable representación de Samson et Dalila, de Massenet, en la que cortó el pelo y dió la réplica a un impresionante Plácido Domingo, pero reconozco que poco después le perdí la pista. Ahora ha sido mi reencuentro, no lleno de sorpresas, entre las que destaca su rotunda fisonomía (toma eufemismo). Las voces del este son muy especiales, con un mordiente generoso, y un brillo magnético en los agudos. Posee, además Borodiná, un sobresaliente volumen, que hace que nos demos cuenta de cómo muchas de las voces que escuchamos hoy en día realmente poseen muy poco peso específico. Pero, hay que decir a los nostálgicos, en este caso el tamaño no importa, y si bien Borodiná estuvo magnífica, Bostridge es un genio pese a tener la mitad de su volumen vocal. Expresivamente es correcta, no sobrada, y aunque matiza y tiene una media voz y un piano más que dulce, lo cierto es que acusa, de tanto en tanto, cierta frialdad. Quizás su actual dieta vocal, consistente en la masacrante -y horrenda- Gioconda de Ponchielli, tenga algo que ver (de una vez, sopranos y mezzos del mundo, Gioconda le quitó diez años de carrera a Callas, acabó con Cerquetti, y no ayudó a Caballé... aprended y escarmentad en cabeza ajena).El programa que escogió no es de mis favoritos: Tchaikovschi y Rajmaninov. Son dos músicos que realmente no me apasionan, muy sobrados en emotividad, pero hay que reconocer que sus canciones, aunque muy dulces y efectistas, no se encuentran entre lo más antidiabético de su producción. Hombre, no fue un programa enjundioso desde el punto de vista de la dificultad, aunque facilón tampoco era; y al ser dos compositores tan desmedidamente emotivos, haciéndolo bien y tornando la voz con las inflexiones necesarias, realmente te permite ganarte al público sobradamente, como Borodinà hizo esta noche. Si además optas por las propinas (lo explicaré luego) por las que ella optó, pues es un éxito clamoroso casi asegurado. La primera parte, dedicada a Tchaikovski, constó de lo siguiente: . Nam zvjozdy krotkije sijali Op. 60, n.º 12, Net, tolko tot kto znal Op. 6, n.º 6, Otchevo Op. 6, n.º 5, To bylo ranneiou vesnoi Op. 38, n.º 2, Notchi bezoumnye Op. 60, n.º 6, Pervoe svidanie Op. 63, n.º 4, Kolybel"naya Op. 16, n.º 1, Serenada Op. 65, n.º 3, Zakatilos solntse Op. 73, n.º 4, Snova kak prezhde odin Op. 73, n.º 6S. Aquí hubo un problema: un miembro del público tuvo un enorme ataque de tos y tuvo que salir corriendo hacia el foyer a mitad de la cuarta canción. Así que se perdió parte de el programa, molestó mucho, hasta la cantante lo miró con furia, y se mantuvo fuera hasta que los aplausos le permitieron, ya recuperado, volver, aunque ya no pudo recuperar la intensidad ni la concentración en toda esa primera parte... Obvio decir que fui yo, primera vez en la vida que eso me ocurre, y no he pasado mayor vergüenza jamás, ni mayor ataque de paranoia. Algunas de las canciones las había escuchado uno ya en grandes voces como Nicolai Ghiaurov: Borodiná les hace justicia. Realmente, con un instrumento como el suyo, y una técnica tan personal y depurada, casi todo lo demás no importa. Hablando de técnica, me sorprendí al comprobar que cuando tiene que atacar un agudo en forte, Borodiná toma aire exclusivamente por la nariz, lo que parece incongruente dado que con ese acto la garganta se tensa, y cabría esperar que necesita tenerla relajada para poder llegar a esas alturas. Caballé, Kraus, Pavarotti, y otros muchos grandes sin ir más lejos preferían tomar aire por la boca, salvo que estuvieran en momentos de línea melódica reposada y poco comprometida. Creo que es la primera vez que escucho o veo hacer algo como lo que ha hecho hoy Borodiná (realmente sus inspiraciones nasales se escuchaban furiosamente), y si a ella le funciona, y son más de veinte años cantando y una voz que no muestra signos de cansancio, pues es que sin duda ha sabido encontrar una técnica muy adecuada a sus capacidades. Las grandes voces operísticas muchas veces no consiguen el suficiente nivel de intimismo y de interpretación cuando se pasan al lieder o a la canción en general, como en este caso las romanzas rusas. A Borodiná le pasa hasta cierto punto, y si bien salió airosa, y lo pasamos bien, uno echó de menos una prestación operística para alcanzar cierto clímax.
En la segunda parte, integramente dedicada a Rajmaninov, quizás ese clímax si devino de las propias romanzas. Se trató de la siguiente selección de las mismas: Utro Op, 4, n.º 2, Ditya, kak tsvetok ty prekrasna Op. 8, n.º 2, Son Op. 8, n.º 5, V moltchanyi notchi tainoi Op. 4, n.º3, Rechnaia lileya Op. 8 n.º 1, Zdes khorosho Op. 21, n.º 7, Ona kak polden" horosha Op. 14, n.º 9, Siren Op. 21, n.º 5, Ya zjdu tebya Op. 14, n.º 1 . Aquí las interpretaciones de Borodiná llegaron a lo excepcional, y yo estaba más relajado y, aunque con miedo a repetir el incidente de la tos, pude lograr mayor concentración y tranquilidad. La última romanza, que traducida al español significa ¡Te espero! fue emocionante hasta el arrobo. La brillante y vibrante zona grave de la que la cantante puede alardear jugó muchos puntos a favor del placer de escuchar estas interpretaciones.
Terminado con ovaciones el programa oficial, Borodiná regaló dos propinas, escasas, ambas de... ¡¡¡Manuel de Falla!!! Que tras un recital de romanzas rusas te rematen con esto, es como mínimo curioso, y aunque habría mucho que decir desde el punto de vista teórico sobre la idoneidad de la elección, realmente si no te metes en grandes disquisiciones intelectuales, el salto fue un tanto extravagante. La primera propina fue El paño moruno, donde descubrimos que, sin llegar a orientativo o dudoso, el español del que hizo gala Borodiná fue un tanto eslavo, oyéndose cosas como "uná mantxá lé caio ojojojó". El público agradeció el esfuerzo, y Borodiná regaló un segundo Falla, de nuevo las Siete Canciones Populares Españolas, en concreto Nana en la que el "lucerrito dela maiana" venció y convenció... El público obligó a Borodiná a salir al menos 3 veces más a saludar, pero se mantuvo la rusa inflexible en cuanto a cantar una sola nota más... Debió haberlo hecho, fue un error por su parte cuando estaba teniendo un éxito clamoroso y cuando con menos grandes cantantes del pasado como Berganza o Caballé se lanzaban con quince propinas para arrobo de su público. Lo que me recuerda que le echó narices Borodiná con semejantes propinas, correctas y basta, eso sí tengo que decirlo, a un público acostumbrado a las antes señaladas Caballé o Berganza, y sobre todo a Victoria de los Ángeles.
Quiero hacer una mención especial al pianista acompañante Dmitri Yefímov, uno de los que más me ha sorprendido y gustado en los últimos años: magnífico trabajo (a veces tan poco valorado), máxima compenetración con la cantante, apoyo constante y verdadero pergeñador de que todo saliera redondo, en calidad, cualidad e intensidad. Realmente bueno. En fin, una gran noche, pese a la tos, y pese al frío intenso de la noche madrileña. Vamos con un vídeo para recordar a la mezzosoprano, y si ella fue capaz de coronar un recital de repertorio ruso con Falla, yo por la misma regla de tres la pongo cantando una de mis arias favoritas, la muy cursi Mon coeur s'ouvre a ta voix de Samsom et Dalila, compuesta por Saint Saens.

lunes, 10 de noviembre de 2008

El triunfo del Tiempo y el Desengaño, en el Teatro Real.


El Teatro Real de Madrid ha tenido a bien representar escénicamente este bello oratorio de Haendel. El resultado, para mí, un solemne fiasco. De hecho me marché al terminar la primera parte de la representación, y no recomendaría este montaje ni esta versión a nadie.

¿Qué ha fallado?
  1. Los cantantes han estado irregulares, con gravísimos problemas de afinación y volumen. Quizás por no contar con auténticos especialistas en todo el reparto. La triunfadora de la noche, Vivica Genaux, está absolutamente sobrevalorada, su coloratura es muy sucia, y la mayor parte de las veces la aspira.
  2. El montaje era ininteligible, y muy soso, muy aburrido, en un oratorio sin coros y que no es más que una sucesión de recitativos y arias, con algún dúo muy de tarde en tarde, la puesta en escena no puede ser tan estática. Por otro lado, desentrañar los símbolos se hacía a veces imposible, y cuando deja de interesar hacerlo, te aburres soberanamente.
  3. La orquesta no estuvo mal del todo, pero para este repertorio hacen falta orquestas especializadas, e incluso otros instrumentos más acordes a lo que se está interpretando. Musicalmente la obra es un pequeño joyerito, pero interpretada así, se convierte en un ladrillo infumable.
  4. Una vez más tengo que decir que este tipo de óperas no debe representarse en el Real, porque es un teatro demasiado grande, y el sonido se pierde hasta la desesperación. La Zarzuela, u otro coliseo que haya de buscarse, serían más adecuados.
  5. Un oratorio es un oratorio, y representarlo es una memez. En versión de concierto hubiera estado infinitamente mejor. Vaya manía de inventar la rueda cada cinco minutos.

¿Por qué me fui? Porque me dormía, porque era incapaz de meterme en la historia, y porque los cantantes me estaban llevando al límite de la indignación. Nada de todo eso, con estos mimbres, iba a mejorar en la segunda parte, porque la concepción misma de la representación era un soberano error, así que personalmente un chocolate caliente me iba a ser de más provecho que un muy mal representado Haendel.

Recomiendo escuchar la versión de Minkowsky. Entonces encontraremos la verdadera dimensión de esta obra.

domingo, 9 de noviembre de 2008

El Mercader de Venecia en el Teatro de Rojas

Continúa la temporada del Teatro de Rojas de Toledo, y continua el Festival de Teatro Clásico. En este caso, la sociedad Darek Teatro S.L., o diciéndolo a la antigua, la Compañía de Fernando Conde, presenta El Mercader de Venecia de William Shakespeare...

... y lo presenta muy bien...

Grandes sorpresas durante la noche, pero vayamos por partes. Primero el elenco:

Antonio: Juan Gea.
Salerio / Juez: Ángel García Suárez.
Solanio / Baltasar /Cofre / Juez: Carlos Ibarra.
Basanio: Luis Rallo.
Lorenzo: Jorge Lucas.
Graciano: Camilo Rodríguez.
Porcia: Natalia Millán.
Nerisa: Luz Nicolás.
Shylock: Fernando Conde.
Príncipe de Marruecos / Tubal / Carcelero / Juez: Dritan Biba.
Launcelot/ Cofre / Juez: David Fernández (fabu).
Gobo / Dux: José Hervás.
Yésica / Cofre: Ruth Salas.
Príncipe de Aragón / Juez: Carlos Moreno.

Director de Escena: Denis Rafter.
Escenografía: Javier Roselló / Pedro Moreno.
Figurines: Pedro Moreno.
La puesta en escena muy bonita y preciosista. Basada en cuadros reconocidos del Quatroccento Italiano, por allí pudimos ver propuestas plásticas que recordaban claramente a Piero della Francesca o a los Bellini, entre otros. Un vestuario rico, de colores vivos, variado y elegante. Ni una atribulada concesión a la dramaturgia modernizante o descontextualizante (que también está bien, pero decidieron hacerla de corte tradicional, porque quizás los experimentos que los pague el dinero público, y las manos privadas que conjuguen saber hacer con negocio, o el invento del teatro libre y de calidad se nos viene abajo). La idea general es presentar a los personajes como son, miembros de una fábula, intentando despojarlos de descarnadas lecturas actuales (sí, es un texto antisemita, pero no se regodea en ello, aunque finalmente reivindica el amor de un padre y de una hija). En general una propuesta ideológica sencilla que funciona y se agradece, pues encumbra un texto encantador y genial.
Los actores van de bien a muy bien, y de ahí a excepcional, así que si me perdonáis no me iré deteniendo en cada uno de ellos. Sólo decir que Fernando Conde está inmenso, con una concepción de Shylock impecable, magistral, aunque le pongo un pero: cuando baja el volumen de voz y llega a niveles de franca circunspección debería cuidar más la proyección de la voz pues hay momentos en los que no se le escucha. Un actos de su talla no debería de permitirse ese lujo, y el Teatro de Rojas es más pequeño que el más pequeño de los teatros de Madrid. Su monólogo "si nos pincháis, ¿no sangramos?" ha sido de lo más emocionante que he visto en tiempos, un verdadero ejercicio de estilo, con un dominio escénico total.
Quiero detenerme muy especialmente en Natalia Millán, a quien tuve el placer de saludar al salir del Teatro. Esta actriz, esta magnífica actriz, una de las mejores que he visto en mi vida en un escenario, suele provocarme la mayor abulia, aburrimiento y hasta rechazo cuando la veo en series de televisión. Quizás por su físico delgado y sus facciones la han encasillado en papeles tortuosos donde necesita mucha pose, mucho gesto roto y mucha lágrima, además de suspiros, aspiraciones elocuentes, y mucho pathos. Así estaba en UPA, y así está en El internado, que casi nunca veo y esta semana vi, curiosamente. Pues la Natalia Millán del teatro es otra, simplemente es perfecta. Domina la escena, tiene una voz exquisita (incluso yo diría que algo más aguda que la que ofrece en TV, aunque quizás eso es un requerimiento del personaje de Shakespeare por el travestismo del que hace gala durante el juicio a Antonio), entona y frasea con nitidiez y una buenísima expresividad; y sobre todo me encandiló la elegancia que tiene en sus movimientos corporales, domeñando un vestuario rico pero incómodo sin duda alguna, especialmente con los brazos. No hay que olvidar que es bailarina, con lo cual esa elegancia refinada viene de alguna parte. Es una de las estrellas de la noche, y merece la pena ir a verla sólo por disfrutar de su interpretación. Alguien debería darse cuenta y darle a esta impecable actriz (que hasta hoy un servidor tenía por una starlette de televisión bastante sosa y del montón) la oportunidad de seguirse luciendo. ¿Cómo? A lo mejor con más comedia y menos dramón. Su carisma en la comedia sofisticada queda con este montaje demostrado (y eso en la historia del cine español lo han tenido muy pocas, porque comedia sofisticada no ha habido demasiada, y en el cine americano creo que han dominado este género sobre todo Carole Lombard y Katharine Hepburn). Y cn un texto dramático inteligente es capaz de hacer maravillas. Natalia, por favor, en la tele, más comedia, que eres una diosa en ese registro. Y que cante algo más, que las dos veces que lo hizo durante la función de esta noche nos embelesó.Y ya digo que no voy a seguir uno a uno, porque cometería injusticas (¿qué decir a estas alturas de Juan Gea?), aunque permítanme un apunte: me encantó Dritan Biba, a quien támbien sólo lo había visto luciendo espectacular físico en Los novios búlgaros, y algo más venido a menos en ese sentido en la serie La Tira de La Sexta.
En fin, que salimos encantados. Una nueva propuesta de teatro clásico en España que me sirve, una vez más, para decir: ¡¡¡aprende, Botto!!!

viernes, 7 de noviembre de 2008

El privilegio de escuchar a Ian Bostridge en Madrid

Si recordáis, hace tiempo escribí una entrada dedicada a Ian Bostridge, el excelente tenor inglés de 44 años. Para los que no la conozcan, aquí os dejo el enlace:
Esta semana he tenido el enorme privilegio de escuchar a Ian Bostridge en directo, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, dentro del XV Ciclo de Lied. Acompañaro al piano por Graham Johnson, Bostridge desgranó un magnífico recital dedicado a Schubert:
1ª parte
Widerschein
Der Winterabend
Die Sterne
2ª parte:
Schwanengesand (textos de Rellstab)
3ª parte:
Schwanengesand (textos de Heine).

Miren, si quisieran leer un artículo de erudito aficionado (es decir, un coñazo pedante y el 90% de las veces equivocado, inexacto o directamente ignorante) bastaría con echar un vistazo a algunos foros de ópera de por aquí, donde he llegado a leer cosas que no sólo son estupideces, sino que llegan al invento, y me refiero específicamente a Bostridge... Así que hablemos de otras cosas.

Ian Bostridge es uno de los grandes intérpretes del la historia de la lírica. Con una pose de languidez melancolía victoriana y afectada, perfectamente estudiada y escogida, posee la mayor expresividad que yo he escuchado a un cantante en mi vida; y la sensación que tenía al salir sólo la he tenido antes con Montserrat Caballé o Birgit Nilsson. Para empezar, es un músico excepcional, y sabe perfectamente lo que está cantando y cómo debe de cantarse, con una magnífica musicalidad y una interpretación que conjuga la perfección técnica con un estudiadísimo sentido del mensaje. No hay matiz musical que no nos llegue, y siempre va unido a una necesidad expresiva, pues Bostridge sabe sacar el jugo a todo el texto que interpreta. Sus apoyos son Dietrich Fischer Dieskau (del que es seguidor, o continuador, no imitador como cacarean algunos que no saben que en interpretación musical también existen escuelas y corrientes), pero sobre todo, me mantengo en lo que ya dije una vez, es Peter Pears. Pero es que cuando está en el escenario tiene una capacidad de embelesar, de llevarnos a los puntos más elevados de nuestras sensaciones -siempre intelectualizadamente- que consigue unas atmósferas de tensión dramática en el público poco habituales.

La formación intelectual de Bostridge tiene mucho que ver con sus resultados (yo hace años que dejé de creer en las capacidades de natura, porque donde esté la formación que se quite todo lo demás). Porque lo mejor de todo es que no tiene una gran voz, es una voz pequeña en cuanto a su amplitud, con un volumen que va justo para llenar el teatro y nada más; y sobre todo es una voz muy trabajada, muy entrenada, que sube a las cumbres más altas del pentagrama porque hay una gran concentración técnica y un control impecable de sus posibilidades. Se dosifica con un estudiadísimo equilibrio en los esfuerzos, tanto físicos como emocionales. Al término del recital, tras una escasa hora casi sin pausa, estaba exahusto, como pudimos notar sobre todo en la segunda propina, Du bist Die Ruh, donde un pianísimo lo cogió tan desprevenido que terminó convirtiéndose en falsete perfectamente emitido. Porque los grandes músicos rectifican en los errores también con maestría. Aparte de ese ligero error, debido al agotamiento pero del que supo salir airoso, en el lied Ständchen caló una nota, pero se dio cuenta rápidamente (no todos los cantantes se dan cuenta, no se crean, y sobre todo, no todos los que se dan cuenta rectifican con éxito), y supo aumentar la intensidad del volumen lo suficiente como para alcanzar el tono requerido. Cuando tuvo que repetir la melodía, repitió el traspiés, pero sin que fuera tan perceptible (un ligero temblor en la emisión), así que a la tercera decidió no arriesgarse, y empujó la voz con fuerza y volumen, suficiente para que el agudo apareciera impecable, pero sin excederse como para salirse de estilo. Pues alguien que es capaz de hacer eso y de estar midiendo continuamente el resultado expresivo, aunando tan magistralmente técnica y expresividad, consigue todo lo que se propone. Y el público, conmigo como partícipe en este caso, está ante una de las experiencias vocales de sus vidas. Ian Bostridge es uno de los grandes. Como en su día escribió Terenci Moix, un genio se levanta cada mañana siendo un genio, pase lo que pase... Pero un reventador sólo es un reventador.

Os recomiendo que lo escuchéis. El próximo 20 de noviembre Radio Clásica emitirá el concierto en diferido. Yo pienso repetir. Ahora un video: