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sábado, 23 de agosto de 2008

De Exposiciones por el Museo del Prado

Antonello de Messina: Retrato de un hombre.


Desde que se inauguró la ampliación del Museo del Prado, he leído con atención casi todas las críticas que he podido acerca del mismo. Se dividen en dos: las hagiográficas hacia Moneo, o las que glosan la tipología del edificio, y su concepto, pero apenas van más allá. Adolecen, todas ella, de una cosa: casi ninguna de las que he leído hablan directa o exactamente del edificio, pasan por él casi de puntillas. Así, Calvo Serraller dedicó una página entera de El País a admirarse de un edificio concebido para no tener personalidad propia, como ideal de una forma de entender la arquitectura al servicio de una idea y no de sí misma. Precioso artículo, y magnífica argumentación, que sin embargo nada decía de la edificación en sí. A partir de ahí, me he ido encontrando ese tipo de cosas: el edificio que no intenta ser un hito en sí mismo sino nimbar a la institución que alberga (lo contrario, parecen decir, que la excelente ampliación del Reina Sofía). Por otro lado, artículos que dicen que Moneo es dios, y en su grandeza ha hecho una maravilla más, pero a la que dedican, realmente, muy poco tiempo y espacio. ¿Por qué? No voy a ser yo el que resuelva el enigma. Tampoco voy a hablar demasiado del edificio, que uno no sabe lo que va a depararle el futuro ni qué ojos ávidos leen este blog. Lo único que quiero decir es que casi todo lo que esperaba del edificio, al que conocía en proyecto y en obra, se ha cumplido. Y más allá. Voy a añadir, nada más, que la mano de obra ha sido espantosa, y los acabados por tanto se han resentido. Eso puede verlo cualquiera: un vistazo a las juntas, a los churretes de silicona, al corte de las placas metálicas, y me entenderéis.


Cy Twombly: Lepanto (detalle). Vale, tenía que poner un ejemplo para que me entendiérais.



Pero esta entrada era para glosar las exposiciones temporales que actualmente pueden verse en esa ampliación. Empezaré por la peor, sin duda alguna, a la que voy a dedicar muy poco espacio. Se trata de Lepanto, de Cy Twombly, pintor americano que empezó a ser conocido en los 50, en pleno apogeo del Expresionismo Abstracto, y que nació en Lexington, Virginia, en 1928. Su estilo es peculiar, con una manera de entender el espacio y la forma tremendamente personal. Si bien ha tenido obras que me han interesado, esta exposición no es una de ellas. Se supone que es una lectura diferente, desdibujada, más allá de lo que significó la propia batalla de Lepanto, como mito y como hecho, para nuestro país. Una visión incluso irónica. Vale, puede ser, pero finalmente, en realidad, no es sino la repetición sin consecuencias ni solución de continuidad de dos ideas pictóricas: barcazas apenas dibujadas con grandes trazos en negro, ora más cerca, ora más lejos; o manchas de color, rojas y amarillas, que se enfocan y desenfocan, se derriten y se hunden… Lo mismo cuadro a cuadro, idea a idea. El intento del folleto explicativo por introducir esta exposición como un nuevo eslabón en la fabulosa secuencia de la “tradición veneciana” (sic) me parece presuntuoso, extremo, hablar por hablar, y justificación de lo injustificable. La exposición es mala, no hay que darle más vueltas, y la propuesta de Twombly carece de interés, por lo repetitiva y por lo ocasional, insubstancial y oportunista. La presencia como prólogo a la muestra del retrato del Bufón conocido como Don Juan de Austria, de Velázquez, es rizar el rizo del dislate, y buscar una ligazón forzada donde no la hay. No creo que nadie, leyendo este blog, pueda acusarme de anticontemporanista, porque esa es mi formación, y ese mi perfil.



Callot: El sitio de Breda (detalle).



La segunda muestra es muy pequeña, y está dedicada a las Representaciones de Batallas de Jacques Callot y de Pieter Snayers. Callot (1592-1635) es uno de los creadores de todo un género, la pintura de batallas. Normalmente, sus obras responden a una misma composición: un primer plano que nos muestra a la soldadesca y su vida cotidiana, una ascensión paisajística, y por encima, coronándolo todo, una visión de las zonas en conflicto y de las maniobras de las partes que luchan en el mismo. Así, se convierten en propaganda, pero también en difusión de las artes militares y de las técnicas logísticas. Artísticamente son más flojas, aunque su dificultad técnica es manifiesta. Una de las piezas más importantes de Callot es su Sitio de Breda, que consta de seis partes.



Pieter Snayers: El Sitio de Gravelinas.



Pieter Snayers es uno de sus seguidores, y trabaja en la Flandes española. Con un esquema compositivo similar, aunque en mi opinión un poco más de calidad artística, nos legó importantes escenas de batallas, como el Sitio de Gravelinas. Es una exposición muy coqueta, y francamente bonita, pero exigua, apenas una sala con un puñado de cuadros de gran tamaño. Es un complemento, se supone de la anterior (¿o viceversa?).



Jan Van Eyck: Retrato de su esposa.



Tras un vistazo a las esculturas de los Leoni que pueden verse ya permanentemente en la Sala del Claustro (salvo Carlos V venciendo al furor, que se integró en la exposición estrella del momento en el Prado), me introduje en el verdadero motivo de mi visita, aparte de conocer el edificio: la exposición El Retrato del Renacimiento. Últimamente estoy volviendo a mis orígenes contemporáneos, por lo que debo reconocer que la exposición me daba algo de pereza. Asimismo, algunas cosas que no me estaban gustando de la política expositiva de Museo del Prado me hacían tener reticencias ante la exposición. Pero todas se disiparon enseguida. Sólo tengo una crítica, funcional, y otra conceptual. La primera la diré rápidamente: demasiada obra y poco espacio, yo habría optado por eliminar algunos ejemplos (que se podía) o por desechar el espanto de Lepanto y hacer la muestra algo más llevadera.



Antonio Moro: Retrato de Felipe II



La exposición es excepcional, y el Prado sale no sólo bien parado sino que puede vanagloriarse de darnos la posibilidad de ver una exposición de una notable calidad artística. Si la exposición del momento en Madrid sigue siendo la de Joan Miró en el Thyssen, esta no le va a la zaga. El prólogo: el retrato medieval. A partir de ahí, un estudio complejo y sagaz de un género que realmente renació y se reescribió en el siglo XV: el retrato. Hombre, muy exagerado, como he leído, sería decir que realmente en el XV nació el retrato como concepto artístico en pintura… No me atrevería yo a decir algo parecido con las siglos de arte antiguo que todos podemos tener en la mente.



Tiziano: Carlos V a caballo.



La muestra es muy seria en cuanto a sus conclusiones, y francamente interesante. De un lado, Flandes, de otro Italia, como las dos vertebradoras del género (Antonello de Messina, un híbrido de ambas, es uno de los primeros en aparecer, quizás yo habría expuesto otro de sus retratos).



Este es el retrato de Antonello de Messina que yo habría puesto, uno de los mejores, en mi opinión, de la historia.



Poco a poco, el retrato evoluciona, escoge su propia iconografía, sus propios derroteros. Elige sus fuentes, se democratiza (pues llega a todas las clases sociales, eso sí, con notables diferencias entre retratar a un Rey, a un noble, a un burgués o a un hombre de la calle).

Un conocidísimo retrato aúlico debido a uno de mis pintores favorito: Sánchez Coello.

Sobre todo, se convierte en psique reflejada y perseguida más allá de un físico minuciosamente elaborado. Establece unas claves de expresión, y evoluciona rápidamente, aumenta el tamaño, la importancia, desaparecen los fondos, regresan, se hacen oníricos (de ahí la presencia del Caballero de la Mano en el Pecho de El Greco.

El Greco: Caballero de la Mano en el pecho.

Un género redescubierto que se ve pronto invadido por decenas de tipologías. Una de las más sobresalientes, y que está presente también en la exposición, es el autorretrato, donde el pintor da rienda suelta a su oficio y a su vanidad. La exposición termina con el retrato de corte, que va poco a poco perfilándose, de modo que cuando vemos la secuela, un retrato de Rubens ya en pleno barroco, entendemos que la idea, la forma, ya está hecha, terminada, y difundida. Por cierto, que las piezas dedicadas a explicar la difusión de los modelos me parecieron excepcionales, y que la muestra se ocupara de ello fundamental.



Ghirlandaio: Anciano con su nieto, no sabía que era post mortem



Muy interesante el cuadro de un Niño mostrando un dibujo infantil pintado por Caroto, a quien no conocía. No es más que un bosquejo, pero es curioso y delicado.



Caroto: Niño mostrando un dibujo infantil.



Están todos los grandes: Moro, Tiziano, Ghirlandaio, Van Eyck, Lotto, El Greco, el ya referido Messina, mi admiradísimo Sánchez Coello, el colofón de Rubens… ¿Quién falta? Ahí está mi crítica conceptual. Falta Velázquez. Y dado que no hay argumento teórico posible, y la cronología no es una opción puesto que está Rubens; y tampoco es que el Prado ande falto de retratos de Velázquez, me lleva a pensar que ha sucedido una de estas tres cosas:


El Velázquez que falta lo pongo yo: El famoso retrato de las mariposas.


O es que a los organizadores ya les cansaba que todo lo que se haga en el Prado pase por exponer algo de Velázquez, hasta el punto de que Prado y Velázquez ya parecen sinónimos (y yo encantado, que conste); o que tras el Velázquez mitológico del año pasado nos espera otra exposición sobre Velázquez y el retrato o una continuación de esta con el Retrato Barroco; o que las obras de Velázquez llevan un año dando demasiadas vueltas por el edificio y por Europa y ya toca dejarlas tranquilas una temporada. En todo caso, sea cual sea la razón, el agujero dejado por Velázquez es insalvable incluso para una muestra de una calidad tan extraordinaria como esta. Hay que felicitar al Museo del Prado: el faro sigue dando luz.

Lorenzo Lotto: Retrato de mujer inspirado en Lucrecia.

jueves, 21 de agosto de 2008

Madrid: la ciudad y la tragedia


No es el día de hacer entradas para glosar lo sucedido en el Aeropuerto de Barajas. Los medios de comunicación ya se encargan de poner todo el morbo y decir las barbaridades que no se deben decir... A las tragedias nadie se acostumbra, y cuando tienes la desgracia de ser testigo, menos. En Tenerife, allá a lo lejos, viví muy pocas. En las grandes ciudades, aunque sólo sea por estadística, es más fácil vivirlas. Nunca me ha afectado una tragedia humana, tengo esa suerte. Como máximo he tenido tragedias privadas, pero, por ejemplo, los dos cataclismos climatológicos que viví en mi isla no me causar más daño que ligerísimos problemas materiales... No conozco a nadie que haya tenido que ver con las grandes tragedias de nuestros tiempos, es la suerte que tengo.

Pero, por desgracia, he vivio en Madrid, a lo largo de los años, tres cataclismos, y siempre la ciudad se ha comportado de la misma forma. El primero fue el atentado que le costó las piernas a Irene Villa y a su madre, aparte de varios muertos. El segundo fue el atentado de la T4 que acabó para todos menos para el Presidente del Gobierno con el Proceso de Paz. Y ahora, me ha tocado, ya como residente cercano, el accidente aéreo de ayer. Se da la circunstancia de que, además, el avión siniestrado iba hacia mi tierra... Pero por ahora parece que nadie conocido iba en él. No es consuelo, para las familias de las 153 víctimas cuyo goteo, morbosa y sádicamente, fue dando ayer la Cadena Ser (qué Ventana más execrable).

Ayer estaba en Madrid, fui de visita, a pasear por el Prado y al cine. Allí me pilló el desarrollo de la noticia. Y sucedió lo mismo que en las otras dos ocasiones: el silencio. Un silencio pesado, estóico, triste y frío, con el que la ciudad responde a la tragedia. Un silencio respetuoso, solidario, español en el sentido que Felipe II quiso dar a la palabra, parco, sereno, contenido, sin excesos. Pasaba por las calles, tristemente calmas por estar agostando, pasaba en los museos, pasaba en el metro, donde sólo se escuchaba el ruído mismo de la máquina, ni una conversación. Yo soy un sociólogo de metro y por ende, de pacotilla, suelo fijarme mucho en lo que sucede en los vagones, y ayer me sorprendió ese silencio sepulcral. Las caras serias, la mirada triste pero firme. Una ciudad que se acostumbra a que le sucedan cosas, y responde con admirable serenidad y con solidaridad. Todos querían saber, todos querían ayudar, pero sin expresarlo a viva voz. Madrid es estóica, Madrid se duele, Madrid se cae y se levanta, pero siempre sin ruido, siempre valerosa, siempre en el lugar donde todos debemos estar. Ayer, Madrid, fue nuestra casa, como siempre, pero más que nunca. La casa, también, de mi tierra, a la que quiero mandar un guiño, y no puedo dejar de recordar pues tantas familias sufren hoy en la isla en la que he vivido algunas de mis mejores experiencias vitales, Gran Canaria.

lunes, 18 de agosto de 2008

Roma: cuando al televisión se sale de madre aparentando otra cosa


Llevo días dudando sobre si hacer o no esta entrada, porque al fin y al cabo ya he hablado de Dexter, y no me quiero convertir en cronista televisivo, pero he dedicado la semana pasada a la superproducción para TV Roma, y me ha dejado un sabor de boca extraño. Me apetece contároslo. Voy a empezar por lo que me gusta de la serie. En primer lugar, el realismo con que está tratada la vida cotidiana de los romanos, vale mucho esta serie para una clase sobre ese tipo de cosas. La posibilidad de ver y comparar la vida de la familia Julia, nobles patricios, y de Vorenus y Tito Pullo, dos legionarios que son un poco el hilo conductor de toda la serie, la convierte en una especie de Arriba y abajo a la historicista, y con mala leche. Los acontecimientos de la vida diaria están muy bien narrados y mejor hilados, y desde luego en ese sentido, un diez.

Tito Pullo.
Por otra parte, el guión es bueno, por cómo los creadores de la serie emplearon unos hechos a su antojo y crearon unos personajes y una acción que encajaba perfectamente con la historia, salvo un par de cuestiones cronológicas un tanto inexactas. No estoy diciendo que sea una serie históricamente válida, eso lo explicaré más abajo, sino que los guionistas son capaces de recrear la historia para hacer que todo encaje con un leitmotiv que posiblemente no tiene nada que ver con la realidad: las pasiones humanas. Pero que el guión sea bueno no significa que lo apruebe. Me interesó también el retrato social y moral de los romanos, aunque se va exagerando hacia el final y casi se caricaturiza. La liberalidad de las relaciones sexuales, mientras todo se haga en secreto, la futilidad del matrimonio, con divorcios interesados por doquier; el asesinato y la violencia como base legítima del poder y de las relaciones sociales y políticas, o el suicidio como un símbolo de nobleza ética, son algunos de esos valores.

Niove, esposa de Voreno.

También me ha parecido formidable la ambientación, y que los personajes tengan las edades que debían tener. Hacia finales de junio leí en un foro a alguien decir que el Octavio de esta serie le parecía demasiado adolescente… Es que lo era. No podemos dejar de recordar que Octavio obtuvo su primer consulado con 19 años, y eso es un postadolescente, al menos en lo que al físico se refiere, sé muy bien que las edades hay que relativizarlas según el momento histórico. Lo que pasa es que seguimos, creo, bajo la influencia de la gran serie Yo Claudio, y nos imaginamos a todos los personajes del Imperio Romano como eternos cuarentones. Quisiéramos que todos fueran así, cuarentones a los 19, cuarentones a los 60, casi cuarentones antes de nacer.

James Purefoy como Marco Antonio. Muy atractivo.


Otra cosa que me gustó mucho es el altísimo nivel del trabajo de los actores. Es curioso como cuando los ingleses o americanos quieren hacer una de romanos en serio, echan mano de la cantera de los actores shakespearianos. Como me he entretenido en bucear en las carreras de los diferentes protagonistas, sé que gran parte de ellos tienen una gran experiencia en el teatro de Shakespeare. No me parece casual. James Purefoy (que tiene web en español), encarna al más salvaje y soez de los Marco Antonio que yo he visto en el cine o la televisión, y tiene un sólido currículum en ese sentido, ya que incluso trabajó en la Royal Shakespeare Company. Lo mismo sucede con Tobias Menzies, Bruto, que recientemente ha sido Hamlet con un gran éxito de crítica. Y de ahí en adelante. ¿Por qué será? ¿Creen los ingleses y los americanos que para hacer algo épico necesitan shakespearianos, y que cualquier cosa que hable de romanos es, por ende, épica? Si recordamos la serie Yo Claudio, sus principales actores dominaban las tablas y los grandes papeles de Shakespeare. Y el ejemplo más claro quizás sean Laughton y Olivier, en Espartaco. Sorprendente Polly Walker, una excepcional Atia, un personaje riquísimo que tiene que ser capaz de mostrar una gran cantidad de matices, ¡y qué mujer más hermosa!, que enormes ojos y qué pinta de “italianona” al más viejo estilo de Anna Magnani o de Sofía Loren. Lo mismo, en cuanto a la actuación, cabe decir de la contenida, rabiosa, y finalmente antipática Servilia de Lindsay Duncan, físicamente mucho menos voluptuosa.

Sorprendente Polly Walker, Atia, gran actriz.

La serie me empezó gustando, las pasiones y las historias son cada vez más interesantes, pero en ese afán de superarse y de darle a todo un sentido, los dos o tres últimos capítulos me decepcionaron enormemente. Pero claro, ¿dónde empezó a fallar? No soy yo especialmente mirado en cosas como la realidad histórica cuando veo cine o televisión. Pero esta serie me sorprendió, por lo que hizo. Nada que antes no hicieran Robert Graves o Marguerite Yourcenar, pero más chabacano y obvio. Lo curioso es que se respetan casi con filológica neurosis los hechos históricos. Es decir, todo lo que se narra pasó, y salvo algunos detalles, además en el orden en que se muestra. Algunas licencias que yo he pillado: por ejemplo, la primera Filípica de Cicerón contra Marco Antonio fue pública y en el senado. A cara descubierta aunque sin que Marco Antonio estuviera presente. Se produjo porque Cicerón había faltado el día anterior a una reunión fundamental en el Senado en el que se iban a conceder honores a Julio César y ampliar los poderes de Marco Antonio; y éste se lo tomó muy mal. Cicerón adujo una falsa enfermedad, aunque simplemente no quería estar en esa reunión. Al día siguiente se presenta en el Senado y expone su primera Filípica. Bueno, aquí los guionistas falsean un poco el asunto, hacen coincidir la importante reunión del Senado a la que Cicerón no asiste con la lectura por otro Senador de esa primera Filípica. En el fondo no es tan importante. Lo mismo con las dos protagonistas femeninas, cuya lucha parece que hace girar a su alrededor la historia de la humanidad, Servilia y Atia. No es ya que los personajes estén falseados, eso ya lo contaré, sino que se cambia la fecha de su muerte. Servilia murió en el 42 a.d.C. y Atia en el 43 a.d.C. Es decir, Atia antes que Servilia. En la película, Servilia muere antes, y a Atia ni siquiera la vemos morir… El último plano de la serie es para ella. Lucio Voreno y Tito Pullo son personajes reales, pero hay cambios. En la serie, el primero es centurión, y el segundo legionario raso, ambos de la XIIIª Legión. En realidad, según aparecen en La Guerra de Las Galias, citados por el propio César, ambos fueron centuriones, pero de otra legión.

Lucio Voreno.

Bien, como decía los hechos históricos son casi perfectos, pero… la explicación de los mismos es lo que aquí se reescribe. La causa de todo está en las pasiones humanas, las más bajas pasiones: el sexo y la lujuria, unidos a la ambición, el poder, la fama y la vanidad. Julio César muere por decisión de una amante despechada que, importándole la República un bledo, teje a su alrededor con esmero la tela de araña llevará a Casio y Bruto a perpetrar el tiranicidio. Es toda una revelación, pero me temo que la realidad debió de ser más prosáica, e incluso quizás más noble. La lucha encarnizada entre Atia y Servilia, que no es más que la expresión del antagonismo de dos grandes familias romanas, es la razón principal por la que suceden todos estos hechos históricos. Esto significa que alguna de las bases de nuestra cultura, que se gesta justo en esos años, y que nos hacen ser lo que somos y cómo somos, se debe a la lucha de poder de dos mujeres enamoradas y despechadas, es decir, a bajas pasiones.

Bruto, o sea Tobias Menzies, es guapo pero en esta foto no.

Los personajes no tienen desperdicio. Nadie queda a salvo. Los que han pasado a la historia por su nobleza y grandeza moral (Atia, Servilia, Mecenas, Agripa, Octavia…) son aquí, sin excepción, seres humanos execrables (bueno, Agripa sólo tonto, Octavia una marioneta). Cicerón es un cobarde que va a pairo de lo que le salva la vida (¿puede ser así quien, sin importarle su integridad, escribió las Filípicas o las Catilinarias?). Julio César un manipulador engreído, Marco Antonio un chulo de limitadas luces (quizás el más realista retrato, no debió de ser mucho más), Bruto un pánfilo manipulable, Casio un ambicioso con doble cara…

Cicerón.


Cleopatra resulta interesante, porque mantiene ese hálito de Reina que intenta que su pueblo sobreviva a la invasión romana con dignidad, y le da un punto de libertinaje que quizás si tenía, frente a visiones más nobles y honrosas que el teatro shakespeariano (y Elisabeth Taylor) nos han dado. Muy buena la caracterización.

Cleopatra.

Como en otras series e historias, al final el público siente simpatía por Julio César, por Octavio, por Marco Antonio… pero en realidad, en buena lid, estos eran los malos, porque intentaban acabar con toda lo que de democracia y libertad hay en la República, para imponer una tiranía. Pero aquí, como en otras series, e incluso en el teatro de Shakespeare, Bruto, Casio, Cicerón, Catón o Pompeyo parecen más miserables de lo que en realidad era su, en principio y con todas las reticencias y comillas que queráis darle, noble interés por la República (y por mantener los privilegios de la nobleza romana).

El adolescente Octavio. Magnífico actor Simon Pirkis.

El peor parado es Octavio, y uno intuye que fue un personaje que no tenía una imagen clara para los guionistas al inicio de la serie, sino que se fue dibujando a medida que ésta avanzaba. Casi tan diferentes como los actores que lo encarnan. Primero nos encontramos con un Octavio adolescente, frío, inteligente, pero aún humano, tierno e incluso cariñoso. Ahí lo interpreta muy bien Max Pirkis (que por cierto estudia teología, angelito). Pero el Octavio que vuelve triunfante, el que vence a Marco Antonio en la Galia, ese Octavio, interpretado por Simon Woods, con un insufrible labio superior que nunca se está quieto, ese es un psicópata. Es un claro psicópata al que se le atribuyen unas cualidades que yo creo que no tuvo del todo. Lo que me mató es cuando nos lo presentan como un sadomasoquista, y a Livia como la única mujer que sabe darle lo que quiere (bofetones y asfixiarlo antes del orgasmo… un encanto). De pronto todo lo que hay de ambición y de épico, por negativo que sea, en la lucha por el poder de Octavio, se convierte en lo más sórdido, porque casi parece que lo que lo motiva es que querría estar en el lugar de su madre, en la cama de Marco Antonio, y que su odio hacia éste viene dado porque nunca lo escogió como amante (esta lectura es mía, ¿eh?). No, es un Octavio demasiado enfermo, con una Livia demasiado mala, que conecta, eso sí, con la recreada por Robert Graves para Yo Claudio.

Simon Woods, si alguien le dijera que ese labio superior siempre arqueado da la sensación de que está al borde del vómito, y que lo mantenga quieto, mejoraría.

Por cierto, que las escenas de sexo en la serie son cada vez más explícitas, al final todos los protagonistas principales tienen su escena de cama (la escena entre Octavio y Libia es tremenda). Me parece que el éxito de la primera parte y su fuerza mediática generó un guión para la segunda parte totalmente salido de madre. Que Octavio se revele como sadomaso en el penúltimo capítulo es casual, estoy seguro que a los guionistas se les ocurrió sobre la marcha. Por eso el Octavio interpretado por Pirkis y el de Woods son tan diferentes, porque en realidad son dos personajes distintos. Quizás al primero le faltaba fuerza, y por eso decidieron reescribirlo. Las escenas de sexo de Marco Antonio, son formidables por el físico tan imponente de Purefoy.

Ademas es buen actor

Si Octavio parece el peor parado desde el punto de visto de su personalidad histórica, no le van a la zaga las pobres Atia y Servilia, aunque desde luego el resultado es más interesante. Ambas pasaron a la historia por su piedad y nobleza, por su religiosidad, por su prudencia. Servilia fue amante de César pero llevó una vida tranquila y al fallecer su hijo se retiró bajo la protección de otro noble y tuvo una muerte natural y serena. Atia es casi una mujer insignificante para la historia. Aquí adquieren una dimensión estratégica singular, pero no son ellas, son totalmente inventadas.

Servilia.

Voreno y Pullo son los pacientes plebeyos. El primero es el reflexivo, marcado por su decencia y su defensa de la tradición y de todo lo que de noble hay en Roma, es el que ve el mundo desmoronarse a su alrededor y lo analiza con una agudeza increíble, es casi un mito: la voz de la razón. Tito Pullo es un primo cercano de Sancho Panza… El personaje que más evoluciona de toda la serie. Y el que se hace más simpático y es más pragmático. Por cierto… ¿alguien cree que Cesarión podrá sobrevivir? ¿alguien se imagina que Octavio no se iba a enterar de su presencia en Roma de la mano del hombre que él mismo envió para matarlo? Una soberana pifia, bonita, algo así como “esto no va a acabar en violencia, va a ser otra cosa” y por eso mismo, por no acabar en violencia, resulta tan inverosímil.

Voreno y Pullo

Por otro lado, empiezo a estar harto de que cada vez que haya que contar una de romanos, sea de este período. El que sigue a la muerte de Nerón sería también genial, o las vidas de Trajano, de Adriano, de Marco Aurelio… En fin, que mira que hay siglos y siempre vemos coser a Julio César a cuchilladas…

Matando a Julio César... oootraaaa veeeeezzz

¿Qué es, en resumen, lo que esta serie plantea que no me gusta? Que los guionistas quieren hacer a esos romanos, nobles e innobles, patricios y plebeyos, demasiado parecidos a los hombres del siglo XXI. Algo así como “¡Oh! Bueno, todo está inventado, en realidad los romanos eran como nosotros”. Puede que sí, puede que no, pero yo, desde luego, no lo creo. En ese intento por hacer un paralelismo tan claro entre el hombre del siglo XXI y el del S. I a.d.C. los guionistas destruyen algunas de las bases de nuestra cultura, e impiden el lógico proceso de reflexión sobre el pasado para lo que la historia debe servirnos.

Reparto:
Julio César: Ciarán Hinds.
Atia: Polly Walker.
Octavio: Max Pirkis y Simon Woods.
Marco Antonio: James Purefoy.
Pompeyo: Kenneth Cranham.
Servilia: Lidsay Duncan.
Bruto: Tobias Menzies.
Cleopatra: Lynsdey Marshal.
Voreno, centurión de la XIIIª Legión: Kevin McKidd.
Tito Pullo, legionario de la XIIIª Legión: Ray Stevenson.
Octavia: Kerry Condon.
Niobe, esposa de Lucio Voreno: Indira Varma.
Vorena, hija de Lucio Voreno: Coral Amiga.
Quinto Pompeyo: Rick Warden.
Porcio Catón: Karl Johnson.
Marco Tulio Cicerón: David Bamber.
Timón, judio, hombre de confianza de Atia: Lee Boardman.
Mascius: Micheal Nardone.
Irene, esposa de Tito Pullo: Chiara Mastalli.
Gaya: Zuleikha Robinson.
Jocasta: Camilla Rutherford.
Marco Agripa: general de Octavio: Allen Leech.
Mecenas, hombre de confianza de Octavio: Alex Wyndham.
Levi, hermano de Timon: Nigel Lindsay.
Cesarión: Nicolò Brecci (bebé) y Max Baldry (niño).

lunes, 11 de agosto de 2008

Theo Jansen, mi primera subida a youtube

Una mini entrada. Más abajo, en la reseña de la Exposición Máquinas y Almas, del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, os hablé de Theo Jansen y sus animales de aire. Bueno, pues lo que no quise poner en esa reseña lo pongo ahora, y es mi primer ensayo de subida de vídeo a youtube: un animal de aire de Jansen tratando de caminar por el suelo de la entrada al museo, debidamente enmoquetado... No salió nada bien.

Opera in the park, San Francisco: Una idea para disfrutar

Estados Unidos, país que tanto criticamos a este lado del Atlántico, porque asimilamos que una administración nefasta implica un pueblo nefasto. Que nos reímos de ellos, que creemos que estamos a año luz culturalmente. Que nos atrevemos a llamarlos paletos porque aplauden a Plácido Domingo cuando sale a escena en Die Walküre… Ese país tan paleto, no necesitaba ni de los tres tenores, ni de Freddy Mercury, ni de Aidas en Plazas de Todos o de Luís Cobos para llevar la música a las masas. Ahí estaban los maravillosos conciertos escolares de Leonard Bernstein (¡qué tendrán que ver con El conciertazo!), y allí estaban las veladas en las que los grandes teatros de ópera sacaban, y sacan hoy, a sus estrellas a la calle. Un neoyorkino podía ver a Luciano Pavarotti y a Montserrat Caballé gratis cantar La Boheme en Central Park, en medio de sus representaciones habituales en el Metropolitan Opera House, y no pasaba nada. Todos iban allí, la mayor parte de las veces gratuitamente, se lo pasaban bomba, y embriagan a un público que quizás, más tarde o más temprano, iría a verlos al teatro. Para cuando en Europa inventamos algo así, los estadounidenses llevaban haciéndolo décadas. No es una declaración proamericana, es que es justo dar al César lo que es del César, y si eso lo dijo el segundo en mando de la Junta Directiva Celestial, entonces es que está bien.
Toda esta perorata es para poneros lo que he podido recuperar en youtube de dos maravillosos conciertos de la serie Opera in the park celebrados en San Francisco en 1981 y 1984. Ambos con un denominador común, o una denominadora comuna, que diría cierta ministra de cierto gobierno, que es Montserrat Caballé. Que para mí es la mejor soprano de la historia muchos lo tienen claro, algún día escribiré por que. Empezamos por 1981, Montserrat Caballé, soprano, y Marilyn Horne, mezzosoprano, dan un memorable concierto al aire libre en San Francisco, del que he rescatado seis cortes. Me consta que faltan muchos, como un fantástico dúo de la Semiramide de Rossini en el que un avión hace perder el tino a las dos y aún así llegan al final sin parar de dar una sola nota. Pero lo recuperado, por obra y gracia, como no, de Onegin65, es fantástico. Dos cantantes pasándoselo en grande, y haciéndoselo pasar al público, que las trata como lo que son: diosas. No sé el orden original, yo he hecho este. Empiezan las dos cantándonos el dúo Mira, o Norma de la ópera Norma de Bellini.

Sigo con Marilyn Horne cantándonos Cruda Sorte de L’italiana en Algeri de Rossini.

Ahora es Montserrat la que ataca una de sus grandes recreaciones rossinianas, de la ópera La Donna del Lago, Tanti affetti in tal momento.

De nuevo Marilyn Horne, esta vez con Thomas, del que interpreta Connais-tu le pays? de la ópera Mignon.

Y Montserrat Caballé con la primera de las dos veces que la escucharemos, en esta entrada, cantando Pace, pace mio Dio de La Forza del Destino de Verdi.

El final del concierto (los Opera in the park de San Francisco siempre terminan cuando salen los globos, lo veremos más abajo) no puede ser más cursi y arrebatador a la vez: las dos divas interpretando La Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann de Offenbach.


En 1984, Montserrat Caballé vuelve a Opera in the park acompañada por Sherrill Milnes, barítono, Paul Plishka, bajo, Nunzio Todisco, tenor, y un cuarto cantante que no he logrado indentificar, pero que sale al final del concierto… Igual no es ni cantante. La cosa empieza de manera espectacular, con Milness, Todisco y Caballé, haciendo una escena de Il Trovatore verdiano.

No sé si este es el orden, pero pongamos ahora a un tembloroso Plishka cantando Come dal ciel del Macbeth verdiano.

Mi barítono favorito, con diferencia, Sherrill Milnes, con su pelucón y su impresionante planta, regala este Prólogo de I Pagliacci de Leoncavallo.

El olvidable, y obviable, tenor Nuncio Todisco hizo dos interpretaciones dentro del mundo de la ópera verista. De un lado, Cavalleria Rusticana, Addio alla madre (Mascagni).

Y en segundo lugar, de nuevo I Pagliacci, el conocidísimo Vesti la giubba.

La única dama entre tanto cantante, recibida como la más grande, que es lo que es, por ese público formado por melómanos, turistas, curiosos, y habituales de estos saraos. Que bien se lo está pasando Montserrat. De nuevo Pace, pace mio Dio de La Forza del Destino de Verdi.

Y cerramos el concierto con globos, por supuesto, y con el celebérrimo Brindis de La Traviata. Todos tienen claro quién manda ahí, Montserrat Caballé, que no para de hacer el ganso, decir algunas de sus partes en inglés, y dirigir a la orquesta, a sus compañeros, al público, y hasta a los globos. Esta Caballé divertida y dueña de la escena demuestra que cuatro años antes, con Horne, había aprendido bien la lección.

Espero que lo hayáis pasado muy bien. No intentan ser versiones de melómano, sólo divertimentos que estoy seguro hicieron que muchos se aficionaran a la ópera. Hay que ver lo mucho que parecen divertirse los que pudieron estar allí. Y aún quedaban años para el Barcelona pero el público estadounidense sabía muy bien quién era La Caballé.

domingo, 10 de agosto de 2008

De exposiciones por Madrid, 5: Joan Miró: Tierra

He dejado para el final la que me parece una de las mejores exposiciones que se ha organizado en Madrid en el presente año, teniendo en cuenta tanto la presencia en el Reina Sofía de los fondos del Museo Picasso de París como las que el Museo Thyssen dedicó a Modigliani, y tantas otras (por ejemplo la muestra sobre el mundo etrusco que se presentó en el Museo Arqueológico Nacional). Sobre el Museo del Prado opino poco porque, en general, me parece que tras el –para mí- bluff que resultó el año pasado la exposición de Tintoretto, en general las muestras que ha organizado desde entonces me han parecido temáticamente aburridas y monótonas, quizás alguien debería hacer algo con la política expositiva de nuestra primera pinacoteca, y ahí lo dejo.
La Exposición que tanto me ha impresionado, aunque todo hay que decirlo, yo iba preparado para que me impresionara, es la que el Museo Thyssen está presentando dedicada a Joan Miró, con el título de Tierra. Digo que iba yo preparado para que me impresionara porque no en vano es Miró uno de los pintores que más me gusta e interesa del panorama artístico contemporáneo, dejando atrás a los dos nombres con los que siempre se asocia dentro del arte español (Picasso y Dalí), y realmente muy por encima de todos los demás.
¿Por qué Tierra? Tomo prestadas (no suelo hacerlo, pero es que está francamente bien explicado) unas palabras del folleto de la exposición: ”Tierra”, para Miró, quiere decir su tierra, Cataluña; pero es también una clave que le permite acceder a ciertos valores y cualidades propios de las culturas rurales, como la fertilidad, la sexualidad, la fábula o la desmesura. Tiene que ver, por otra parte, con la búsqueda de lo ancestral y lo primitivo. En términos de lenguaje pictórico, lo terrestre se manifiesta como una desconfianza por la forma y una propensión a experimentar con la materia. Lo firmo todo salvo la primera idea, que si bien no es incorrecta, me parece que tendría que matizarse. Y si no, mírese la exposición, véase, es bien cierto, la fuerte presencia de lo catalán y de Cataluña, pero también muy de cerca la presencia de lo español. Quizás habría que decir algo al respecto, pero no soy yo, ni mucho menos, un especialista.
La exposición cuenta con 70 obras repartidas en siete grandes bloques, todos ellos introducidos por una frase del propio autor. El primer bloque se titula Mont Roig, y hace referencia a la Masía que los Miró tenían en esa localidad de Tarragona. Es un Miró que pinta entre 1918 y 1919 paisajes minuciosos, en los que lo rural tiene una sobreexposición que casi llega a la exaltación gloriosa, y que dejan bien claro que estamos ante un pintor que busca su propio lenguaje artístico, su propio interés estético (ahí está la sombra de las vanguardias y del cubismo todavía levemente entendidos) pero que también está enraizado en la tradición pictórica precedente (los paisajes animados). Están ya algunas de las obsesiones que Miró desplegará a lo largo de su carrera, como los elementos simbólicos de la fertilidad, que lo son, al fin y al cabo, de una feroz sexualidad. Personalmente, me gustó mucho Huerto con asno ¡Qué semillas se engendraban ya en Miró!
La segunda etapa que la exposición propone para la carrera de Miró se desarrolla a partir de 1920, y se titula Trasparencias Animadas. Tras su contacto con los círculos de vanguardia de París, muy especialmente con los dadaístas, los surrealistas y tras descubrir a Klee, esta época empieza a significar la generación del discurso estético que Miró no abandonará nunca. Se acaba la figuración concreta, a favor de otra, más expresiva y abstracta, sin dejar de ser figuración. Sin abandonar sus ideas principales, su idea de tierra, de elementos básicos, sus ideas reconocibles, su pintura comienza a desmaterializarse, a volverse transparente. Un prometedor caballo blanco anima el lienzo Tierra Labrada, uno de los que más me impresionó por el desfile de ideas, personajes, y el fuerte movimiento. De ese período me impresionó también, muchísimo, por lo macizo de la imagen y el fuerte ruralismo, el cuadro La masovera, de un sombrío tono oscuro.

Entre 1924 y 1929 sitúan los organizadores de la muestra el siguiente periodo, al que titulan Paisajes del origen. Un Miró renovado, que destruye gran parte de su obra anterior, lector de Nietzsche y que quiere dotar a su trabajo de una nueva ética, de un discurso rompedor, simplifica aún más la forma, elige grandes fondos en tonos puros y monocromos, las composiciones son casi infantiles, primitivas, incluso africanas (no es extraño, por otra parte). Liebre, gallo, conejo y flor es un claro ejemplo, dentro de un grupo de siete paisajes que pintará en 1927 y se consideran el clímax del período. También en esta parte de la exposición hay al menos dos lienzos que yo no habría colocado jamás, pero si se echa un vistazo a quién es su propietario, se entiende por qué están. Es el precio que hay que pagar. Me parecen un error. Y no digo más, sólo doy pistas.
Entre 1929 y 1932 Joan Miró se convierte, según sus propias palabras, en un asesino de la pintura. En medio de una fuerte crisis creativa, deja de pintar e investiga en el collage, el dibujo, los montajes, la escultura… Soportes con tanto relieve, con una textura tan rugosa y sólida, que impide un buen desarrollo de la mano creadora, materiales extravagantes… Rupturas, incoherencias, hipérboles… El asesinato de las bellas artes, del buen gusto, de la dictadura del comprador. La creación se crispa, pero también se estiliza. Ahí siguen las enormes vaginas, los penes en erección siniestros, el sexo salvaje y desaforado, y sigue el dolor, la reflexión humanista, pero muy escondida, muy perdida, sin rumbo. Esta etapa se llama Polimorfismos.
Figuras Plutónicas nos da una visión del trabajo del artista entre 1932 1940. Años convulsos en los que Miró regresa a la pintura, con un discurso más claro, materiales diferentes, grandes fondos ocres en los que se introducen figuras muy sencillas. Son sus pinturas salvajes, en las que aparecen materiales como cartón, cobre, masonite, alquitrán, arena, y demás elementos que dificultan enormemente el trabajo de los restauradores y conservadores. Emocionalmente la renovación material viene de la mano de figuras que se ablandan, se retuercen, se deshumanizan. Dicen los encargados del catálogo que son como muertos en el Reino de Plutón. La humanidad se ha vuelto loca, hay guerra en España, se adivina la guerra mundial, los fascismos, el comunismo… Miró deshumaniza su arte, en un mundo deshumanizado. Dos ejemplos claros son Pintura y, sobre todo Dos Mujeres en el que la rabia de los personajes refleja la amargura de una época. Pero soy incapaz de encontrar la obra en Internet. Tampoco hay que desdeñar su Cabeza de Toro tan alejada de las tauromaquias épicas de otros autores. No he encontrado la que quería, pero esta, de 1970, vale también para expresar exactamente lo que quiero decir.

A partir de 1940 Joan Miró se reinstala en España y dispuesto a llegar al espíritu del los otros hombres, puso en duda el trabajo sobre caballete, y dirigió su atención hacia la cerámica, la escultura, y el arte popular. Conoce y comienza su fructífera relación artística con Josep Llorens Artigas, que lo pone en contacto con técnicas tradicionales, que emplearán para un arte nuevo, un arte de taller, que quisiera ser desconocido, anónimo, aunque no puede. Empleando materiales puros, como la piedra, el hueso, la madera, sin importarle los errores o los rotos, apoyándose incluso en ellos, el arte materializa una dialéctica entre lo formal, lo expositivo, lo emocional, lo sensorial y lo visual. Causalidad y casualidad en aras de un proyecto estético de gran envergadura. Mi obra favorita: El pájaro de plumaje rojizo anuncia la aparición de la mujer de belleza cegadora, pero no hay manera de encontrarla en Internet, así que la sustituyo por esta: Mujer.
Desde los años 50 al final de sus días Joan Miró se convierte en uno de los más cotizados artistas del planeta, y posiblemente en uno de los más importantes de la historia. Se traslada a vivir a Mallorca, donde Sert le ha diseñado un taller a su medida, y su obra se inunda de elementos universales: el paso del tiempo, la vida, la muerte; sin dejar atrás las ancestrales enseñanzas de la tierra, de la naturaleza. Un Miró a ratos destructivo y terrible, desasosegado, descarnado y desencantado, descreído y desposeído de esperanza. De esa destrucción sale creación, un universo personal que se hizo de todos, que se introdujo en el imaginario iconográfico del siglo XX y ya pertenece al repertorio visual de todos. Un Miró que, hasta el fin de sus días, investigó, innovó, renovó, dislocó y transgredió. Aquí está su famosa Mujer y pájaro, bueno, una de tantas, pues el tema se repitió mucho.
Joan Miró es, para mí, uno de los pintores no sólo más reconocibles, sino más emocionales. Su manera de pintar refleja, en cada momento, sus estados de ánimo. Lo que sucede a su alrededor, lo que le sucede a él, lo que sucede al mundo, tiene mucho que ver con los colores, las formas, las composiciones que salen de su paleta. Recuerdo que una de las experiencias estéticas y emocionales más fuertes de mi vida la tuve en la Fundación Miró, en Barcelona, contemplando un conjunto de cuadros del artista que me desasosegaron, y no era más que lo que el público llamaría “manchas de colores”… Tiempo después descubrí que esos cuadros fueron pintados mientras Joan Miró sufría una dolorosa pérdida personal. Esas manchas de colores eran su rabia, sus lágrimas, su amargura, e impresionaron totalmente a un, por entonces, jovencísimo espectador, pues no tenía yo más de 18 años. Desde entonces, mi pasión por este artista no ha ido más que en aumento. Sin Miró el arte hubiera avanzado más despacio. Es el cimiento del expresionismo abstracto, y su diálogo continuo con otros artistas, incluso con los que no lo reconocen, es crucial. Posiblemente es el creador más influyente del siglo XX, con el permiso de Picasso. Permítanme terminar con una obra que desde 1973 está en las calles de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, y forma parte de mi memoria vital, y de las huellas de mi retina. La Mujer Botella. Esta vez no hay vídeo.

viernes, 8 de agosto de 2008

De exposiciones por Madrid, 4: Máquinas & Almas


Uno de los problemas, a veces, del arte más actual, es, como ha sido siempre, la incomprensión por parte del público. A eso, añadiría yo, se le une la tomadura de pelo por parte del artista. El tiempo, gran escultor, como dijo Marguerite Yourcenar, se encarga de poner las cosas en su sitio. ¿Me gusta? ¿No me gusta? ¿Comunica algo interesante? ¿No comunica nada? quizás sólo esas deberían de ser las claves.

Entramos en el siglo XXI, ya casi consumida una década, y aquel arte a camino entre la ciencia y la tecnología, ese arte difícil de entender pero sumamente atractivo, ese arte que quizás nace de los -ya- viejos montajes de videoarte y algo más, se ha convertido en una realidad consolidada, más allá de la pintura, la escultura, los audiovisuales... Una concepción de la estética, un discurso ético, y una relación con el espectador absolutamente nueva.

De eso se trata en esta exposición del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, un montaje oscuro, alternativo -como muchos de sus espectadores, algún día reflexionaré sobre ello- que intenta ser casual sin serlo, a ratos incómodo. Las cartelas digitales (que a veces se apagan y el espectador tiene que esperar a que se reinicien para enterarse de algo) combinadas con otras al uso e incluso en algún caso con las explicaciones estratégicamente diseñadas como meras fotocopias tiradas por el suelo o en cajas de cartón (absurdo por otro lado querer dar ese aire desastrado o populachero de casa okupa a algo que está embutido en un gran centro de arte internacional). Una exposición que yo recomendaría, aún teniendo en cuenta que, personalmente, me gustaron sólo una par de cosas. Otras me resultaron curiosas, y a muchas otras simplemente respondí con un "pues vale".

Todos los artistas que se incluyen en la muestra tienen como factor común el unir ciencia, tecnología y arte, como antes he expresado. Unos a través de la mecánica, otros a través de la química, otro con un claro contenido ecológico, y los más por medio de la todopoderosa informática. El hombre, nos recuerda el folleto explicativo, es el que le da forma a todo eso. Los objetos, las tecnologías, no tienen alma, no hacen nada por sí mismos, aunque lo parezca, es el impulso, el aliento de la humanidad, el que es capaz de moldearlos para dar lugar a la expresión.

Al ser muchas propuestas, y muy diferentes, es normal que al final nos quedemos con algunas, desechemos otras, y vituperemos unas cuantas. Es el sentido de este tipo de exposiciones. No sería lógico, tal es la variedad, que lo quisiéramos asumir todo, que todo nos gustara. Pero sí nos esboza un lugar en el campo de las artes actuales, una especie de estado de la cuestión que, de ninguna manera, nos dejará indiferentes.

Los artistas que están expuestos son (los unidos con & trabajan juntos): David Byrne & David Hanson, Daniel Canogar, Evru, Paul Friedlander, Theo Jansen, Sachiko Kodama, Rafael Lozano-Hemmer, John Maeda, Chico McMutrie & Amorphic Robot Works, Daniel Rozin, Ben Rubin & Mark Hansen, Antoni Abad, Vuc Cosic, Harun Farocki, Pierre Huyghe, Natalie Jeremijenko & Ángel Borrego, y Antoni Muntadas.

¿Qué me gustó a mí? En primer lugar los animales alimentados por el viento de Theo Jansen, diseñados para moverse por la playa, por la arena, por el medio natural, y que esta exposición demostró no pueden encerrarse en el medio urbano y mucho menos en un museo, porque no caminan, no funcionan igual, no se desarrollan, ni viven, ni respiran... Uno de sus animales nos reciba a la entrada del museo, y hay que ver los sufrimientos de sus encargados por hacerlo caminar con un mínimo de gracia, que finalmente no aparece por ningún lado. Como un león no puede vivir en un ático, un animal de Jansen no puede caminar en la ciudad. Bonita metádora, por otro lado. No sé si me gustó tanto como idea artística que como objeto animado y complicado, si me interesa el discurso o es como esos robots que cantan com Elvis que de tanto en tanto aparecían en las ferias, porque la fascinación que me produce es parecida. Jansen es un compilador de ingeniería y arte, de hecho ha afirmado que la frontera entre ambas disciplinas sólo existe en la mente. Podría poner mi propio vídeo de lo que sucedía con sus animales en la muestra, pero francamente me da pena, prefiero poneros una imagen de cómo deben moverse en realidad:

Posiblemente la propuesta que más me gustó fue la de la japonesa Sachiko Kodama. La idea es la siguiente: usa un ferrofluido al que somete a un campo magnético cambiante. Eso hace que el espectador vea como un líquido se comporta de una manera cambiante y asombrosa, formando puntas de flecha, montañas, formas cóncavas y convexas, espirales imposibles... El resultado artístico es el líquido manipulado en sí mismo (que hace multitud de formas que se pierden instantáneamente y ya no regresan), las fotografías que la artista toma de sus constantes y caprichosos cambios, o los vídeos que se graban con la misma intención. Brillantísimo y estéticamente muy intenso, fracamente interesante, aunque el sentimiento de artilugios de feria no acababa de escapárseme. Os recuerdo que todo lo que véis es líquido:

Por último, gustarme, lo que se dice gustarme, y además mucho, fue el montaje de Harun Farocki titulado Deep play. Se trata de la retransmisión de la final del último Mundial de Futbol, en tiempo real, visto desde multitud de pantallas en las que suceden diferentes cosas. En la primera se ve la retransmisión como la vé el realizador de televisión, y se escuchan sus órdenes de ir pasando de una a otra cámara. Otra pantalla muestra lo que se veía al mismo tiempo desde un balcón cercano al estadio. Otra cámara sigue a un jugador de Francia durante 15 minutos, sin parar, mostrando todo lo que hace; mientras otra hace lo propio con un jugador italiano, analizándose su velocidad de reacción. En otras pantallas se analiza en juego por diferentes medios, en otra se vé a dos visualizadores de las cadenas de televisión contando caídas, pases, etc., que van comunicando a una tercera persona que rápidamente efectúa estadísticas que luego se venden a los medios de comunicación. También se ven las grabaciones de las cámaras de seguridad... Salvo ésta última o la cámara que Farocki coloca en un balcón, el resto son recursos reales, que usan las televisiones para emitir un partido. Realmente divertido e interesante, mostrándonos la interactividad y multiperspectiva de un mismo hecho, y colocándonos a nosotros, en el centro, como espectadores pasivos de un enorme despliegue que se produce para entretenernos. He encontrado este vídeo (malo) en youtube.

Interesantes las propuestas, nacidas de analizar la comunicación en internet y la calidad de la información son las de Rubin & Hansen en Listening Post, que colocan decenas de pantallitas conectadas a tiempo real en chats y que muestras frases que se están escribiendo en ese momento, siendo I am la más repetida; o el gran montaje de Antoni Muntadas que analiza la información que se cruza entre grandes corporaciones del mundo, en tiempo real, empleando un color distinto para cada tipo de comunicación que se produce. Hay que verlo y estudiarlo para entenderlo. Otro vídeo malo.

Por último, muy interesante el proyecto UrbanSpaceStation de Jeremijenko y Borrego, una cubierta vegetal para tejados de grandes ciudades que asocia y reutiliza el CO2, las aguas residuales, celulosas y basura orgánica generada por el propio edificio y los convierte en nutrientes y oxígeno. En los links de la columna derecha pongo su blog.

En fin, que la recomiendo, y además mucho.