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lunes, 18 de agosto de 2008

Roma: cuando al televisión se sale de madre aparentando otra cosa


Llevo días dudando sobre si hacer o no esta entrada, porque al fin y al cabo ya he hablado de Dexter, y no me quiero convertir en cronista televisivo, pero he dedicado la semana pasada a la superproducción para TV Roma, y me ha dejado un sabor de boca extraño. Me apetece contároslo. Voy a empezar por lo que me gusta de la serie. En primer lugar, el realismo con que está tratada la vida cotidiana de los romanos, vale mucho esta serie para una clase sobre ese tipo de cosas. La posibilidad de ver y comparar la vida de la familia Julia, nobles patricios, y de Vorenus y Tito Pullo, dos legionarios que son un poco el hilo conductor de toda la serie, la convierte en una especie de Arriba y abajo a la historicista, y con mala leche. Los acontecimientos de la vida diaria están muy bien narrados y mejor hilados, y desde luego en ese sentido, un diez.

Tito Pullo.
Por otra parte, el guión es bueno, por cómo los creadores de la serie emplearon unos hechos a su antojo y crearon unos personajes y una acción que encajaba perfectamente con la historia, salvo un par de cuestiones cronológicas un tanto inexactas. No estoy diciendo que sea una serie históricamente válida, eso lo explicaré más abajo, sino que los guionistas son capaces de recrear la historia para hacer que todo encaje con un leitmotiv que posiblemente no tiene nada que ver con la realidad: las pasiones humanas. Pero que el guión sea bueno no significa que lo apruebe. Me interesó también el retrato social y moral de los romanos, aunque se va exagerando hacia el final y casi se caricaturiza. La liberalidad de las relaciones sexuales, mientras todo se haga en secreto, la futilidad del matrimonio, con divorcios interesados por doquier; el asesinato y la violencia como base legítima del poder y de las relaciones sociales y políticas, o el suicidio como un símbolo de nobleza ética, son algunos de esos valores.

Niove, esposa de Voreno.

También me ha parecido formidable la ambientación, y que los personajes tengan las edades que debían tener. Hacia finales de junio leí en un foro a alguien decir que el Octavio de esta serie le parecía demasiado adolescente… Es que lo era. No podemos dejar de recordar que Octavio obtuvo su primer consulado con 19 años, y eso es un postadolescente, al menos en lo que al físico se refiere, sé muy bien que las edades hay que relativizarlas según el momento histórico. Lo que pasa es que seguimos, creo, bajo la influencia de la gran serie Yo Claudio, y nos imaginamos a todos los personajes del Imperio Romano como eternos cuarentones. Quisiéramos que todos fueran así, cuarentones a los 19, cuarentones a los 60, casi cuarentones antes de nacer.

James Purefoy como Marco Antonio. Muy atractivo.


Otra cosa que me gustó mucho es el altísimo nivel del trabajo de los actores. Es curioso como cuando los ingleses o americanos quieren hacer una de romanos en serio, echan mano de la cantera de los actores shakespearianos. Como me he entretenido en bucear en las carreras de los diferentes protagonistas, sé que gran parte de ellos tienen una gran experiencia en el teatro de Shakespeare. No me parece casual. James Purefoy (que tiene web en español), encarna al más salvaje y soez de los Marco Antonio que yo he visto en el cine o la televisión, y tiene un sólido currículum en ese sentido, ya que incluso trabajó en la Royal Shakespeare Company. Lo mismo sucede con Tobias Menzies, Bruto, que recientemente ha sido Hamlet con un gran éxito de crítica. Y de ahí en adelante. ¿Por qué será? ¿Creen los ingleses y los americanos que para hacer algo épico necesitan shakespearianos, y que cualquier cosa que hable de romanos es, por ende, épica? Si recordamos la serie Yo Claudio, sus principales actores dominaban las tablas y los grandes papeles de Shakespeare. Y el ejemplo más claro quizás sean Laughton y Olivier, en Espartaco. Sorprendente Polly Walker, una excepcional Atia, un personaje riquísimo que tiene que ser capaz de mostrar una gran cantidad de matices, ¡y qué mujer más hermosa!, que enormes ojos y qué pinta de “italianona” al más viejo estilo de Anna Magnani o de Sofía Loren. Lo mismo, en cuanto a la actuación, cabe decir de la contenida, rabiosa, y finalmente antipática Servilia de Lindsay Duncan, físicamente mucho menos voluptuosa.

Sorprendente Polly Walker, Atia, gran actriz.

La serie me empezó gustando, las pasiones y las historias son cada vez más interesantes, pero en ese afán de superarse y de darle a todo un sentido, los dos o tres últimos capítulos me decepcionaron enormemente. Pero claro, ¿dónde empezó a fallar? No soy yo especialmente mirado en cosas como la realidad histórica cuando veo cine o televisión. Pero esta serie me sorprendió, por lo que hizo. Nada que antes no hicieran Robert Graves o Marguerite Yourcenar, pero más chabacano y obvio. Lo curioso es que se respetan casi con filológica neurosis los hechos históricos. Es decir, todo lo que se narra pasó, y salvo algunos detalles, además en el orden en que se muestra. Algunas licencias que yo he pillado: por ejemplo, la primera Filípica de Cicerón contra Marco Antonio fue pública y en el senado. A cara descubierta aunque sin que Marco Antonio estuviera presente. Se produjo porque Cicerón había faltado el día anterior a una reunión fundamental en el Senado en el que se iban a conceder honores a Julio César y ampliar los poderes de Marco Antonio; y éste se lo tomó muy mal. Cicerón adujo una falsa enfermedad, aunque simplemente no quería estar en esa reunión. Al día siguiente se presenta en el Senado y expone su primera Filípica. Bueno, aquí los guionistas falsean un poco el asunto, hacen coincidir la importante reunión del Senado a la que Cicerón no asiste con la lectura por otro Senador de esa primera Filípica. En el fondo no es tan importante. Lo mismo con las dos protagonistas femeninas, cuya lucha parece que hace girar a su alrededor la historia de la humanidad, Servilia y Atia. No es ya que los personajes estén falseados, eso ya lo contaré, sino que se cambia la fecha de su muerte. Servilia murió en el 42 a.d.C. y Atia en el 43 a.d.C. Es decir, Atia antes que Servilia. En la película, Servilia muere antes, y a Atia ni siquiera la vemos morir… El último plano de la serie es para ella. Lucio Voreno y Tito Pullo son personajes reales, pero hay cambios. En la serie, el primero es centurión, y el segundo legionario raso, ambos de la XIIIª Legión. En realidad, según aparecen en La Guerra de Las Galias, citados por el propio César, ambos fueron centuriones, pero de otra legión.

Lucio Voreno.

Bien, como decía los hechos históricos son casi perfectos, pero… la explicación de los mismos es lo que aquí se reescribe. La causa de todo está en las pasiones humanas, las más bajas pasiones: el sexo y la lujuria, unidos a la ambición, el poder, la fama y la vanidad. Julio César muere por decisión de una amante despechada que, importándole la República un bledo, teje a su alrededor con esmero la tela de araña llevará a Casio y Bruto a perpetrar el tiranicidio. Es toda una revelación, pero me temo que la realidad debió de ser más prosáica, e incluso quizás más noble. La lucha encarnizada entre Atia y Servilia, que no es más que la expresión del antagonismo de dos grandes familias romanas, es la razón principal por la que suceden todos estos hechos históricos. Esto significa que alguna de las bases de nuestra cultura, que se gesta justo en esos años, y que nos hacen ser lo que somos y cómo somos, se debe a la lucha de poder de dos mujeres enamoradas y despechadas, es decir, a bajas pasiones.

Bruto, o sea Tobias Menzies, es guapo pero en esta foto no.

Los personajes no tienen desperdicio. Nadie queda a salvo. Los que han pasado a la historia por su nobleza y grandeza moral (Atia, Servilia, Mecenas, Agripa, Octavia…) son aquí, sin excepción, seres humanos execrables (bueno, Agripa sólo tonto, Octavia una marioneta). Cicerón es un cobarde que va a pairo de lo que le salva la vida (¿puede ser así quien, sin importarle su integridad, escribió las Filípicas o las Catilinarias?). Julio César un manipulador engreído, Marco Antonio un chulo de limitadas luces (quizás el más realista retrato, no debió de ser mucho más), Bruto un pánfilo manipulable, Casio un ambicioso con doble cara…

Cicerón.


Cleopatra resulta interesante, porque mantiene ese hálito de Reina que intenta que su pueblo sobreviva a la invasión romana con dignidad, y le da un punto de libertinaje que quizás si tenía, frente a visiones más nobles y honrosas que el teatro shakespeariano (y Elisabeth Taylor) nos han dado. Muy buena la caracterización.

Cleopatra.

Como en otras series e historias, al final el público siente simpatía por Julio César, por Octavio, por Marco Antonio… pero en realidad, en buena lid, estos eran los malos, porque intentaban acabar con toda lo que de democracia y libertad hay en la República, para imponer una tiranía. Pero aquí, como en otras series, e incluso en el teatro de Shakespeare, Bruto, Casio, Cicerón, Catón o Pompeyo parecen más miserables de lo que en realidad era su, en principio y con todas las reticencias y comillas que queráis darle, noble interés por la República (y por mantener los privilegios de la nobleza romana).

El adolescente Octavio. Magnífico actor Simon Pirkis.

El peor parado es Octavio, y uno intuye que fue un personaje que no tenía una imagen clara para los guionistas al inicio de la serie, sino que se fue dibujando a medida que ésta avanzaba. Casi tan diferentes como los actores que lo encarnan. Primero nos encontramos con un Octavio adolescente, frío, inteligente, pero aún humano, tierno e incluso cariñoso. Ahí lo interpreta muy bien Max Pirkis (que por cierto estudia teología, angelito). Pero el Octavio que vuelve triunfante, el que vence a Marco Antonio en la Galia, ese Octavio, interpretado por Simon Woods, con un insufrible labio superior que nunca se está quieto, ese es un psicópata. Es un claro psicópata al que se le atribuyen unas cualidades que yo creo que no tuvo del todo. Lo que me mató es cuando nos lo presentan como un sadomasoquista, y a Livia como la única mujer que sabe darle lo que quiere (bofetones y asfixiarlo antes del orgasmo… un encanto). De pronto todo lo que hay de ambición y de épico, por negativo que sea, en la lucha por el poder de Octavio, se convierte en lo más sórdido, porque casi parece que lo que lo motiva es que querría estar en el lugar de su madre, en la cama de Marco Antonio, y que su odio hacia éste viene dado porque nunca lo escogió como amante (esta lectura es mía, ¿eh?). No, es un Octavio demasiado enfermo, con una Livia demasiado mala, que conecta, eso sí, con la recreada por Robert Graves para Yo Claudio.

Simon Woods, si alguien le dijera que ese labio superior siempre arqueado da la sensación de que está al borde del vómito, y que lo mantenga quieto, mejoraría.

Por cierto, que las escenas de sexo en la serie son cada vez más explícitas, al final todos los protagonistas principales tienen su escena de cama (la escena entre Octavio y Libia es tremenda). Me parece que el éxito de la primera parte y su fuerza mediática generó un guión para la segunda parte totalmente salido de madre. Que Octavio se revele como sadomaso en el penúltimo capítulo es casual, estoy seguro que a los guionistas se les ocurrió sobre la marcha. Por eso el Octavio interpretado por Pirkis y el de Woods son tan diferentes, porque en realidad son dos personajes distintos. Quizás al primero le faltaba fuerza, y por eso decidieron reescribirlo. Las escenas de sexo de Marco Antonio, son formidables por el físico tan imponente de Purefoy.

Ademas es buen actor

Si Octavio parece el peor parado desde el punto de visto de su personalidad histórica, no le van a la zaga las pobres Atia y Servilia, aunque desde luego el resultado es más interesante. Ambas pasaron a la historia por su piedad y nobleza, por su religiosidad, por su prudencia. Servilia fue amante de César pero llevó una vida tranquila y al fallecer su hijo se retiró bajo la protección de otro noble y tuvo una muerte natural y serena. Atia es casi una mujer insignificante para la historia. Aquí adquieren una dimensión estratégica singular, pero no son ellas, son totalmente inventadas.

Servilia.

Voreno y Pullo son los pacientes plebeyos. El primero es el reflexivo, marcado por su decencia y su defensa de la tradición y de todo lo que de noble hay en Roma, es el que ve el mundo desmoronarse a su alrededor y lo analiza con una agudeza increíble, es casi un mito: la voz de la razón. Tito Pullo es un primo cercano de Sancho Panza… El personaje que más evoluciona de toda la serie. Y el que se hace más simpático y es más pragmático. Por cierto… ¿alguien cree que Cesarión podrá sobrevivir? ¿alguien se imagina que Octavio no se iba a enterar de su presencia en Roma de la mano del hombre que él mismo envió para matarlo? Una soberana pifia, bonita, algo así como “esto no va a acabar en violencia, va a ser otra cosa” y por eso mismo, por no acabar en violencia, resulta tan inverosímil.

Voreno y Pullo

Por otro lado, empiezo a estar harto de que cada vez que haya que contar una de romanos, sea de este período. El que sigue a la muerte de Nerón sería también genial, o las vidas de Trajano, de Adriano, de Marco Aurelio… En fin, que mira que hay siglos y siempre vemos coser a Julio César a cuchilladas…

Matando a Julio César... oootraaaa veeeeezzz

¿Qué es, en resumen, lo que esta serie plantea que no me gusta? Que los guionistas quieren hacer a esos romanos, nobles e innobles, patricios y plebeyos, demasiado parecidos a los hombres del siglo XXI. Algo así como “¡Oh! Bueno, todo está inventado, en realidad los romanos eran como nosotros”. Puede que sí, puede que no, pero yo, desde luego, no lo creo. En ese intento por hacer un paralelismo tan claro entre el hombre del siglo XXI y el del S. I a.d.C. los guionistas destruyen algunas de las bases de nuestra cultura, e impiden el lógico proceso de reflexión sobre el pasado para lo que la historia debe servirnos.

Reparto:
Julio César: Ciarán Hinds.
Atia: Polly Walker.
Octavio: Max Pirkis y Simon Woods.
Marco Antonio: James Purefoy.
Pompeyo: Kenneth Cranham.
Servilia: Lidsay Duncan.
Bruto: Tobias Menzies.
Cleopatra: Lynsdey Marshal.
Voreno, centurión de la XIIIª Legión: Kevin McKidd.
Tito Pullo, legionario de la XIIIª Legión: Ray Stevenson.
Octavia: Kerry Condon.
Niobe, esposa de Lucio Voreno: Indira Varma.
Vorena, hija de Lucio Voreno: Coral Amiga.
Quinto Pompeyo: Rick Warden.
Porcio Catón: Karl Johnson.
Marco Tulio Cicerón: David Bamber.
Timón, judio, hombre de confianza de Atia: Lee Boardman.
Mascius: Micheal Nardone.
Irene, esposa de Tito Pullo: Chiara Mastalli.
Gaya: Zuleikha Robinson.
Jocasta: Camilla Rutherford.
Marco Agripa: general de Octavio: Allen Leech.
Mecenas, hombre de confianza de Octavio: Alex Wyndham.
Levi, hermano de Timon: Nigel Lindsay.
Cesarión: Nicolò Brecci (bebé) y Max Baldry (niño).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu habla todo lo bienq ue quieras de los actores, pero es para matar al director de los extras. Te sacan de la acción a la menor de cambio. Y ese senado lleno de bocadilleros de Telecinco.... Como decían en aquella película española, "Ya no hay extras como los de antes. No se movía ni Dios. ¿QUé pasa con los negros?"

Nina dijo...

La verdad es que la primera vez que vi "Roma", que sigo desde que se estrenó la primera temporada, me atrapó la reconstrucción histórica. Por fin los romanos, y Roma, parecían de verdad, y no tenían ese aspecto de actores recién salidos del vestuario que tienen en las producciones en glorioso technicolor del Hollywood de siempre. Aquí ni las túnicas están recién planchadas ni Roma es una ciudad recién limpia con todas y cada una de las calles adoquinadas y sin una gota de fango. Y por fin, sin cristianos y leones. En muchas cosas la serie recuerda a las novelas sobre la última etapa de la República de Collen McCullough ("El primer hombre de Roma" y demás), en las que intervienen los mismos personajes. El retrato de Servilia como víbora manipuladora y vengativa también puede verse en esas novelas, incluída la abundancia de sexo y violencia.
El retrato de los personajes y las tramas son otra cosa, claro. Siempre tiene que haber un emperador loco o sucedáneo, y en esta ocasión le tocó a Octavio, al que convierten en una especie de prefigura de Calígula. Lo de Livia ya es tradición.Sorprendente lo de Octavia, sobre cuya virtud y nobleza todas las fuentes están de acuerdo, y a quien convierten en una pobre tontorrona manipulable que además pide gladiadores a su hermano a cambio de ir a buscar a Antonio a Alejandría(!) ¿Gladiadores? ¿Octavia? Por otra parte me alegra que no emprendan la labor de convertir en santa a Cleopatra, cosa que suele irritarme (no lo era, pero entre los Ptolomeos resulta normal su comportamiento). Ni lo que decían los escritores romanos de ella, ni lo que los modernos escritores y directores de cine han hecho con su figura.

Eugenio dijo...

¿Y a mí este anónimo que me suena? jejejejeje, gracias por tu aportación, creo que tienes razón, lo de los extras para matarlos.
Nina, anotado el libro, me interesa mucho, del resto estoy totalmente de acuerdo contigo.