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miércoles, 7 de octubre de 2009

Anne Sophie Von Otter en el Teatro de la Zarzuela. Y se hizo el milagro.

En un oscuro tren, el oficial de las SS Kurt Gerstein, que había descubierto el gas Zyklon B y presenciado lo que los nazis estaban haciendo con él en los campos de concentración, coincide con un diplomático sueco. Destrozado por los remordimientos, Gerstein le pide hablar con él y le cuenta lo que está sucediendo. El diplomático, horrorizado, escribe un largo informe al respecto, esperando que surta efecto internacionalmente y poder frenar el Holocausto. Desgraciadamente, no hubo reacción oficial ante la noticia, y otros intentos, alrededor de la Santa Sede, también fracasaron. De parte de esta historia se ocupó Costa Gavras en el film Amen.
El diplomático sueco, secretario de la embajada de su país en Berlín, era el barón Göran Von Otter. Casi sesenta años después, su hija, Anne Sophie Von Otter, una de las mejores mezzosopranos de la historia, decide grabar un disco y hacer una serie de actuaciones en recuerdo del Holocausto y de los intentos de su padre por detenerlo.
Todo ello nos lleva a Theresienstadt, o Terezín, una ciudad fortaleza al norte de Praga fundada por José II de Austria en honor de su madre, María Teresa entre 1780 y 1790. En 1940, los nazis lo convierten en un asentamiento judío, el lugar donde tratan de lavar su imagen y convencer a la opinión pública internacional de que lo que estaban haciendo con esa minoría étnica no tenía nada que ver con un genocidio. No era un campo de concentración para el exterminio, sino un lugar de paso hacia el exterminio, principalmente Auschwitz. ¿Quiénes fueron deportados a Terezín? Fundamentalmente élites judías: personas pertenecientes a los ámbitos científicos y artísticos, así como veteranos de guerra judíos que habían luchado de parte de Alemania y Austria-Hungría. Incluso se permitió una visita de la Cruz Roja Internacional que pudo contemplar cómo los judíos vivían en un aparente ambiente de tranquilidad, y sin abusos. Los nazis permitían actividades culturales de todo tipo: conciertos, exposiciones, lecturas literarias, cabaret nocturno, todo en medio de la miseria, y todo a cargo de los reclusos. Y, por supuesto, todo arte degenerado. A tal punto llegó el afán nazi por demostrar lo que no era, que incluso llegaron a filmar una película, encargada al cineasta judío Kurt Gerron, bajo el título El Führer regala una ciudad a los judíos, de la que quedan unos 25 minutos me metraje pululando por internet. Informa Miguel Huertas, de cuyo espléndido programa para el concierto que nos ocupa me baso para estos datos históricos, que todos los participantes en dicho filme fueron premiados con un rápido viaje a Auschwitz, donde fueron ejecutados inmediatamente. Lo mismo ocurrió con el compositor de la ópera El Emperador de Atlántis, que se quiso montar en Terezin, pero que fue censurada por los nazis al entender las evidentes citas a Hitler. No sólo él, todos los participantes del proyectos fueron deportados y exterminados.
Nos ha llegado un breve legado de la música compuesta en Terezín, por parte de músicos fallecidos, casi todos, en el breve lapso transcurrido entre 1940 y 1945, por las razones que ya te imaginarás, salvo Emmerin Kálman, muerto en 1953 a resultas de la experiencia vivida, y el verdaderamente único superviviente del horror, Karel Berman, fallecido en 1995. Ese legado musical ha sido recuperado por y para Anne Sophie Von Otter, que junto con el pianista Bengst Forsberg, el violinista Daniel Hope, y el acordeonista, guitarrista y contrabajo Bebe Risenfors (normalmente dedicado al pop, muy especialmente a la música de Waits y de Costello); han grabado un disco excepcional titulado Terezín y editado por Deutsche Grammophon. Gracias a este disco, el ciclo de concierto programados por los tres músicos que el lunes 5 de octubre recaló en Madrid como primer concierto del XVI Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela. No defraudó. La música, de Ilse Weber, Karel Svenk, los citados Kálman y Berman, Robert Dauber, Viktor Ullman, Erwin Schulhoff, Pavel Haas y Carlo Sigmund Taube, amén de un interludio dedicado a Bach que a muchos nos sorprendió pero que tuvo su cómo y su por qué, además de convertirse en uno de los momentos más emocionantes de la noche.
No fue un concierto típico del ciclo de lied, fue imposible contener al público a la hora de aplaudir. Además, los participantes, en algún momento, explicaban las piezas que iban a tocar y su historia, creando una atmósfera mágica. De las partes vocales, hubo de todo, más popular, como la canción de cabaret Terezin Lied compuesta por Kálman y que arrancó una de las ovaciones de la noche, y otras de un gran nivel de exigencia. Los textos, en general, giran alrededor de la idea del horror, el desarraigo, la lucha por vivir, la muerte siempre expectante, el horror, o, como escribe Huertas ¿cuándo tocará a su fin este sufrimiento? Bellísimas canciones de cuna para que los niños olviden lo que están pasando, canciones de huída, de resignación, de humor, de esperanza... Todas esas sensaciones se fueron desgranando en una noche madrileña excesivamente cálida, y ante un público excéptico de entrada que terminó ovacionando a los participantes con fervor.
Anne Sophie Von Otter tiene ya la edad que tiene, y eso significa que debe tener cuidado con los agudos, y que el volumen ya no es lo que era. Pero el resto, que es un tesoro, permanece intacto. Sigue siendo una cantante inteligentísima, que ha hecho su carrera muy al margen de los intereses musicales habituales en los cantantes de ópera, sin salirse jamás de una senda: Barroco, Mozart, Gluck, algo, muy escogido, de Strauss, una pequeña veleidad con Offenbach y sobre todo con la Carmen de Bizet, algo de repertorio francés, como la Charlotte del Wherter de Massenet, y música contemporánea en general. Además, un par de divertidísimos discos dedicados a Elvis Costello y a ABBA. Una versatilidad que la ha mantenido al márgen del repertorio italiano más manido, y que últimamente la acerca a Wagner. Siempre acompañada por los mejores directores, y siempre en las mejores salas. No podemos olvidar, por supuesto, su formidable carrera como liederista, donde se ha convertido, por derecho propio, en una de las cantantes referenciales de Schubert, Schumann, Strauss, Korngold, y compositores escandinavos como Grieg. Una voz hermosa, con una técnica excepcional, un manejo formidable de la cabeza, la cara, para empujar la voz, y, sobre todo, un estilo interpretativo impecable, viviendo, sintiendo, lo que canta, ayudando al espectador a meterse en la música y sentirla. Todo eso sigue ahí, y salimos del concierto con la seguridad de haber escuchado a una de las grandes en un gran concierto. La belleza de su voz, de las más hermosas de cuantas ha dado la ópera y el lied, convenció y venció. No lo interesa ser una gran estrella, es un músico, en toda la extensión de la palabra.
Las partes instrumentales a algunos les sobraron, a mí no, y fueron interesantísimas. Por fin llegó la explicación a Bach: era el compositor empleado muchas veces en el campo para relajarse, para acompañar las actividades diarias, y para los traslados a los campos de exterminio. El violinista Daniel Hope logró uno de los momentos mágicos de la noche: sin pausa, enlazando la nota final de la Sonata para violín de Schulhoff con una selección de la Sonata para violín y contínuo número 4 de Bach, creando un momento intimista y circunspecto, lo que uno espera de un concierto de lied, y emocionó tremendamente al público. También el pianista, Bengt Forsberg, un gran conocedor del repertorio contemporáneo y de su difusión, tuvo su momento mágico interpretando varios temas del ciclo de Karel Berman Reminiscencias de Terezín, donde una gama de sentimientos y sensaciones se desgranaron virtuosísticamente.
Para finalizar, Anne Sophie Von Otter estuvo simplemente increíble en las dos piezas finales, El niño judío, de Taube, y, sobre todo, Wiegala, una canción de cuna de Ilse Weber, con la que llegó a un nivel tan elevado de maestría y de profundidad, que simplemente se convirtió en lo más increíble que yo he escuchado en un teatro en mucho tiempo. El silencio del público, sólo roto por la tos de un imbécil que no sabe taparse la boca con un pañuelo, se mantuvo en tensión durante varios segundos después de terminar la pieza, surgiendo entonces un aplauso atronador. Había que escucharlo para entender la belleza, la intensidad, y la hermosura de lo que escuchamos en ese momento. Anne Sophie Von Otter triunfó en Madrid, y perderse ese concierto hubiera sido un error irreparable. Vamos con un vídeo para celebrar su bella voz.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Un post bellisimo, desconocia esa parte del horror. Había visto la pelicula y sabia la historia del inventor del gas pero no tenia ni idea de ese "campo transitorio". Eso es publicidad engañosa y lo demas tonterias, da pena enterarse de lo que es capaz de idear el hombre para justificar lo injustificable (perdon por la aporia).Tuve que ser un concierto precioso.
Ah el video me ha gustado mucho, casi tantocomo el del otro cantante de lied (que ahora no recuerdo el nombre) que tanto me gusto.
Un besazo. Quino.