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viernes, 27 de febrero de 2009

Dominique Perrault en la Fundación ICO

La (para mí) recién descubierta Fundación ICO dedica una magnífica exposición al arquitecto francés Dominique Perrault, gran autor que se ha dibujado en los últimos años como uno de los grandes de la arquitectura internacional. La exposición no es ni exhaustiva ni agotadora, y se centra en los últimos diez años -si no me perdí nada- de la obra de Perrault. La sala principal muestra la obra en España del arquitecto, la segunda a su obra internacional. La exhibición comienza con un amplio texto de Perrault en el que deja clara su concepción de la arquitectura, y también de paisaje, de entorno, o de ciudad. Especialmente atractiva, en los tiempos que corren, es su reflexión acerca de la historia y que cito de memoria, viniendo a decir algo así como que no entiende por qué la arquitectura contemporánea, o más bien los arquitectos contemporáneos, han abandonado el concepto de historia en favor del de geografía, amputando así una parte fundamental no sólo al proceso creativo, sino también al concepto mismo de aruqitectura. No sólo es una declaración, también es un hecho en la obra de Perrault, donde la tradición histórica, con mayúsculas, y el hecho histórico del concepto ciudad están presente, en una dialéctica continua entre entorno, paisaje, realidad, pasado, presente, futuro y expresión.Dominique Perrault no se queda sólo en eso, sino que además quiere construir una arquitectura que se convierte en hecho social, entendido este como lugar de intercambio entre seres humanos, y también una arquitectura de espacios íntimos, donde, como no podía ser menos, el edificio no se olvida de la definición más concisa y correcta de la arquitectura: la articulación del ser humano en el espacio. Buscar constantes en Perrault es más sencillo de lo que a priori parece, o yo soy un chico muy listo... Evidentemente no es eso, al menos con el sentido irónico con que lo he escrito: las constantes están ahí, ya sea en arquitecturas enterradas, soterradas o realzadas. Volúmenes puros en geometrías yuxtapuestas, colores diversos con especial mención de platas y dorados, e incluso tonos en principio "antiurbanos"; espacios diáfanos, presencias físicas serenas (el exponente es la Bibliteca Nacional de Francia, en París. Espacios de formas inmutables que, pese a la transparencia, implican intangibilidad y temporalidad. Por encima de todo, un redescubrimiento del metal, como sede, definición, cubrimiento, disfraz, cómo y por qué. El Madrid Olímpico con su Centro de Tenis, el Tenerife moderno de la actuación en la Playa de las Teresitas, el Palacio de Congresos de León; sólo son algunas de las intervenciones de Perrault en España; que conviven y dialogan en esta exposición con el impresionante casco dorado del Teatro Mariinsky II de San Petersburgo, el impecable Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas en Luxemburgo, o la piscina olímpica y el velódromo de Berlín. A modo de conclusión: ahce tiempo hablé con una buena amiga de su experiencia en la Biblioteca Nacional de Francia como usuaria -proyecto tan bello como disutible por diversas razones funcionales como que la luz del sol no es excesivamente buena para la conservación de los libros, especialmente los antiguos. Esta amiga me hacía una narración certera de lo que costaba acceder y salir del edificio, con ese espíritu de la grandeur francesa que al final se traduce en "has llegado aquí, vas a formar parte de una élite, pues para entrar vas a tener que sufrir". Sin esas palabras, pero conociendo el edificio, la propia descripción que del mismo hace Perrault para la exposición redunda exactamente en esa misma idea. No es casual, por disparatada que parezca: como diría Obléliz, "están locos estos franceses". En fin, una exposición que hay que visitar.

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