Según blogger, nos han visitado todas estas personas

lunes, 9 de noviembre de 2009

Gerarld Finley en La Zarzuela. Sigue con buen pie el ciclo de lied.

El barítono canadiense Gerald Finley llegó, vio y venció en su debut madrileño, ante un público entregado, exigente, y ruidoso (qué asco de toses en el peor momento), como es el de los Ciclos de Lied del Teatro de la Zarzuela. Se trataba de la segunda entrega de esta XVIª edición, y el cantante estaba acompañado de un viejo conocido de la casa, el pianista Julius Drake, que en nuestro pequeño y encantador teatrillo ha actuado junto a grandes figuras como Ian Bostridge, de hecho volverá en junio para cerrar el ciclo con el famoso tenor inglés.Finley comenzó con Dichterliebe, de Schumann (Amor de poeta) un magnífico conjunto de poemas musicados con una duración total de unos 40 minutos, sin apenas pausas, todo un reto para cualquier cantante y cualquier pianista. Desde que comenzó, aparecieron las virtudes del barítono: una voz rotunda, fuerte, pesada, grave, de esas que algún aficionado a la ópera diría qué pena que no cante Verdi sin darse cuenta no sólo de que está diciendo una bobada sino perdiéndose algo tan maravilloso como el lied, ante el cual yo tiraría toda la ópera italiana que existe (y soy un amante de la ópera). Una buena entonación, afinación casi perfecta (sólo siendo puntilloso le sacaremos problemas a eso), una línea de canto excelente, buena técnica aunque con alguna sombra, quizás debida a una formación un poco tardía, dicción, fraseo inmaculado. Lo que tiene un buen cantante. Desgranaba cada poema con emoción, pues es un magnífico actor que sabe introducirse en el texto y transmitir una buena gama de emociones.Pero al mismo tiempo que estas virtudes, aparecieron los problemas, que para mí son cuatro: dificultad para matizar a media voz y en piano; problemas serios con el agudo, al que siempre llegaba apoyando levemente desde media nota, o un cuarto apenas, más abajo, ninguno salía libremente a no ser que fuera en ataque y en forte; problemas, muy serios también, con el volumen, pues tenía dificultades para graduarlo y de ahí derivaban los problemas de agudo, que en forte desaparecían; y una cierta falta de elegancia. No quiero decir que fuera basto, que no lo era, sino que le faltaba la elegancia, el estilo, la vulnerabilidad que exigía la pieza. Es un verdadero coñazo, permíteme la expresión pero esta es mi casa, hacer siempre alusiones a Fischer Dieskau, a Bostridge, a Baar, o a otros grandes liederistas, pero lo que a ellos les sobra a Finley le faltaba, ese punto intermedio en que el cantante debe ser más frágil para evocar con todo su significado el texto de Heinrich Heine y la música de Schumann, tan inspirada. Así, cuando Finley dice ¡florecillas, florecillas!, parece que las está pisando, más que contemplando. No quiero ser exagerado, pero si bien no me dejó frío, fue una eficiente interpretación y la obra es difícil y Finley la defendió con notable alto, le faltó ese punto que un género tan metido en el Romanticismo alemán necesita. Aún así el público agradeció y aplaudió a rabiar, y a mí me gustó aunque me causó cierto excepticismo.En la segunda parte, Finley se lanzó con canciones de Ravel, francamente difíciles, las Histories Naturelles en las que los protagonistas son animales, y aquí, que no necesitaba esa vulnerabilidad, estuvo a sus anchas, divertido, con talento, inspirado, varonil y con una intencionalidad que empapaba su voz. Me gustó especialmente la dulzura de El martín pescador. Lo mismo con las canciones de Charles Ives, que no necesitaban de un gran maestro para sacarlas adelantes, y con las, para mí, tediosas piezas finales de Samuel Barber, de las que sólo salvo las basadas en poemas de James Joyce, por lo buenísimo del texto, muy bien interpretado por Finley, que se está especializando en los compositores norteamericanos. El público, al final, estaba arrobado, y si bien yo no participaba de los bravos, creo que Finley aún puede dar más de sí y que en el futuro sí que lo bravearé si no se convierte en flor de un día. Finley regaló 4 bises, populares y divertidos, cerrando con una canción escocesa. Julius Drake, como siempre, impecable y un excelente pianista de acompañamiento. Me apetece mucho indagar en su carrera en solitario.Seguiré a Gerald Finley con mucho interés, aunque reconozco que lo que no me gusta de él me pesa demasiado, pero quizás se corrija en un futuro. ¡Ah! el cantante aprovechó para vender sus discos, anunciando que los firmaría a la salida del concierto, y había que ver lo lanzados que fueron muchos en comprar todo lo que se nos ofrecía. Nunca me ha gustado esa costumbre, la hizo Didonato el año pasado en el Real y me pareció una vulgaridad. Un video de youtube para que escuches a este buen cantante, en este caso de ópera, pues Finley ha ido desgranando a Mozart y el repertorio barroco intensamente, Tchaikowsky, Britten, Stravinsky, Debussy, y además, loable para mí, numerosas piezas contemporáneas, como un estreno absoluto de Saariaho.

No hay comentarios: