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jueves, 4 de agosto de 2011

De libros: Recuerdos de un callejón sin salida de Banana Yoshimoto.

Hace una semana, más o menos, regalé a mi pequeño duende peruano el último libro de Banana Yoshimoto publicado en España, Recuerdos de un callejón sin salida. Lo hemos leído los dos, y es una obra sobresaliente. Comencé a leer a Banana Yoshimoto hace la friolera de 22 años. Lo recuerdo, porque su primer libro publicado en España, Kitchen, fue uno de los regalos de mi 18 cumpleaños. Era un libro con dos relatos maravilloso, y desde entonces he seguido con fruición todo lo que ha escrito esta grandísima escritora, hija del dibujante de manga Hiroshi Yoshimoto, más conocido como Fujiko F. Fujio, seudónimo con el que firmaba (fue el creador, entre otros personajes, de Doraemon). Suele estar publicada, en nuestro país, por Tusquets, dentro de la colección Andanzas.Nacida en Tokio en 1964, lo que destaca de esta escritora es su prosa limpia, nada rebuscada ni barroca, muy comprometida por mostrar, casi siempre narrando en primera persona, los demonios interiores y las esperanzas esperituales de los japoneses de hoy, de su generación, sin olvidar, por algo es japonesa, la mirada a la tradición y al pasado. Pero no encontraremos samurais ni un Japón exótico, como el que encandila a Amelié Nothomb, sino más bien un literatura interesada en el hoy, en el individuo, en analizar las relaciones entre seres humanosy hacer una poética mirada introspectiva a los valores que caracterizan nuestro tiempo. Poética, sensible, sencilla, y nada pretenciosa, su literatura es lo que es, ni más ni menos, pero siempre llevará a una melancólica reflexión cada vez que terminemos uno de sus relatos, pues es en el cuento donde Banana Yoshimoto se encuentra más cómoda y resuelve sus mejores historias.
Recuerdos de un callejón sin salida es una colección de 5 cuentos, el último con el mismo título que la colección.Escribe Yoshimoto en su epílogo (debo decir que tengo cierta tendencia a desconfiar de los escritores que escriben epílogos explicativos a sus obras, aunque Marguerite Yourcenar, mi escritora favorita, lo haga tan a menudo, y aunque en este caso no me moleste demasiado que Yoshimoto lo haga) que últimamente sólo escribe tristes y dolorosas historias de amor. Creo que exagera. Amorosas son todas las historias, pero tristes, sólo en su justa medida. Es verdad que todos estos cuentos, como muchos de los anteriores, destilan una nostalgia y una melancolía, repito el adjetivo, que no pasa desapercibido. Pero realmente no me parecen tan tremendamente tristes, o no creo que la tristeza sea su razón de ser. Puede ser una cuestión cultural, la diferencia entre lo que un japonés más o menos de mi generación y un europeo como yo entendemos como triste. Porque lo cierto es que esa tristeza de la que Yoshimoto habla y hace gala se enmiendan siempre por dos razones: porque siempre deja los finales abiertos de una manera positiva, y por la esperanza en el futuro que resuman todas las historias.Aún así, cinco personajes, todos femeninos, se preguntan por el sentido de su vida siempre después de haber vivido o recordado un momento desagradable de su vida, en el que el amor se convierte en un golpe de suerte o de desgracia. Mujeres independizadas, o recién independizadas, que sienten sin embargo una fuerte ligazón con su familia, con su pareja, con su pasado, o con una situación que las ha marcado. No puedo resumir mucho más, porque son cuentos relativamente cortos donde los olores, los fantasmas, los niños que vaticinan su propia muerte, el tacto, el sonido, la piel, nos dibujan un Japón distinto, que podría ser, salvo por leves matices, cualquier país occidental, pues todos hemos sentido, o podemos sentir, cosas parecidas.Muy curiosa es esa especial devoción que Banana Yoshimoto siente por la comida, por el sabor, la forma de prepararla, la evocación que un manjar, por sencillo que sea, puede generarnos. Es una constante desde su primera obra, que al fin y al cabo se titula Kitchen, y es curioso como muchos de sus personajes protagonistas son cocineros, o descienden de cocineros, o sus familias tienen restaurantes, reposterías, bares, casas de té... Lo cotidiano ascendido a la categoría de lo mágico y lo trascendente, como si cada sabor, cada forma de cocinar, diera lugar a una forma de vida. La comida, vista de este modo, se convierte en el personaje central, inmutable, y permanente, de cada una de sus historias. No dejes de leerlo, te gustará, y si es la primera vez que lees a Banana Yoshimoto, busca otros de sus libros, y disfrútalos.

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