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sábado, 17 de enero de 2015

Sufrir la presencia de niños maleducados en espacios para adultos.

Los padres, desde mi punto de vista, pueden y deben llevar a sus hijos a exposiciones, conciertos, etc. Pero también deben enseñarles a saber estar en esos sitios. No pueden desentenderse, poner sonrisa bobalicona, y decir el clásico "son niños" mientras se encogen de hombros. Y si no, ir sólo a actividades "para niños", pero si quieren que sus hijos vayan a recintos normalmente para adultos, hay que enseñarles urbanidad. Hoy en la exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid sobre Francisco Ibáñez (por cierto, muy floja, le dedicaré una entrada), había decenas de críos. Para empezar: Los padres por un lado, los niños por otro. Es decir, los niños mirando cosas sin entenderlas y nadie que los guiara y enseñara a comprender. Sentándose en las vitrinas, acercándose peligrosamente a los originales expuestos, sáltando entre la gente... Vi a uno pasar su coche de juguete por la silueta del Botones Sacarino (que debe costar una pasta). Gritos, carreras, empujones... Así no es. Esos niños parecían asilvestrados, no moviditos ni traviesos, sino verdaderamente salvajes; y nadie hacía nada por controlarlos. Es la segunda vez que me marcho de una exposición a causa de la presencia de niños maleducados. A eso encima hay que unir a los adultos tontos, porque eso es lo que son, que sacan fotos de todo. ¡Pero si nunca vas a hacer nada con esas fotos! ¡Si las terminarás borrando! ¡Si las puedes encontrar en internet de mejor calidad! ¡Si con el fogonazo del flash la foto va a ser una porquería! De verdad, la falta de educación, urbanidad y respeto a los demás me hizo salir huyendo. Me fui a la Sala Minerva del mismo Círculo, donde había una discreta exposición sobre perfumes, asociada a corrientes artísticas. Allí había un padre con su niña, además discapacitada psíquica. Lo mismo, dejó a la niña a sus anchas. Había unas semiesferas de cristal con una abertura para que acercaras la nariz y olieras diferentes perfumes. La niña literalmente se encaramó a uno, lo vapuleó, lo zarandeó, metió la cabeza dentro de la urnilla hasta que logró hacer caer el perfume que estaba dentro sin que el padre hiciera nada. Me acerqué a la empleada de seguridad para quejarme, y me dijo "pobrecita es que es una niña, y además se ve disminuida" (usó otro adjetivo). Vamos, que si la niña tira abajo la exposición completa, hubiera dado igual... Y échale narices y llama la atención a ese padre, que se sentirá ofendidísimo porque su hija es igual a las demás y tiene los mismos derechos y cómo te atreves tú a decirle nada... Pues sí, tiene los mismos derechos: los mismos que yo a disfrutar con tranquilidad de una exposición... Estuve tentado de ponerme a zarandear uno de los recipientes de perfume a ver qué pasaba... Luego, cuando proliferen los lugares con "niños no permitidos", que no se quejen. Pagan justos por pecadores, mis sobrinos y los hijos de mis amigos, por ejemplo, que no tienen ese comportamiento.

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