Hoy he asistido a un bello concierto en el Teatro de la Zarzuela, el primero del XXIV Ciclo de Lied que organiza el Centro Nacional de Difusión Musical. Cantaba la mezzo-soprano Ann Hallenberg, que debutaba en el Teatro y en el Ciclo, acompañada por el pianista Mat Widlund. El programa estaba compuesto por los Ziegeunerlieder de Johanes Brahms, tres lieder de Clara Schumann, la Suite Vocalise de Nikolai Medtner, los Hjärtats Sanger de Gunnar de Frumerie y los Rückert-Lieder de Gustav Mahler. Un concierto comprometido, difícil en cuanto a la interpretación, y valiente. La presencia de obras muy conocidas implican que forman parte de la memoria musical de los espectadores en su gran mayoría. Yo se las he escuchado a grandísimos cantantes: Kathleen Ferrier, Kirsten Flagstad, Elisabeth Schwarkopf, Victoria de los Ángeles, Margaret Price, Jessie Norman… Incluso Dietrich Fischer Dieskau. Eso significa que es muy difícil conseguir que el espectador se sobreponga a esa memoria y se entregue a la nueva interpretación. Las obras menos conocidas, en este caso las de Frumerie y Medtner, dan más espacio al lucimiento, como sabían cantantes como Caballé, Sutherland o Callas, pero también puede costar más llegar a un espectador que se enfrenta a ellas por primera vez, o que ni siquiera tiene referencias.
No voy a hablar del repertorio en sí. Hay infinidad de información en internet sobre ello, especialmente las obras de Brahms, Schumann y Mahler. Quiero centrarme en la intérprete, porque me dejó gratamente sorprendido. No la conocía demasiado, sé que se ha labrado una carrera como cantante especializada sobre todo en Barroco y también ha cantado mucho Rossini. Así pues, esperaba una voz pequeña, no puedo negarlo. No suelen verse cantantes de Monteverdi con un gran volumen vocal. Pero me equivoqué. Las cuatro características, para mí, fundamentales de Ann Hallenberg son volumen vocal, capacidad técnica, búsqueda de la belleza en la emisión del sonido y una voz clara de mezzo. No una soprano corta, sino una mezzo con un timbre a ratos oscuro, que se mueve con facilidad en la zona media y baja del pentagrama, y que sube hasta donde debe, sin querer ir más allá. Eso que Renata Tebaldi decía que se había perdido. Cuando digo que la cantante se esfuerza por emitir un sonido bello, no me refiero a que pueda resultar fría o poco convincente. Al contrario, es una intérprete interesante, de recursos variados, con no demasiadas algaradas físicas, centra en el rostro, las manos y un parco repertorio gestual una capacidad de actriz que además enlaza con una incisiva interpretación del texto, en el que las palabras son emitidas y matizadas acorde a su significado.
Johannes Brahms |
Tiene un buen registro vocal, un rango adecuado, y una voz bella. Emite y proyecta sin dificultad porque además evita salirse de su rango o disfrazar los graves con emisiones inadecuadas. Resultan naturales y se escuchan con facilidad. A medida que sube, sentimos que está más cómoda cuando no tiene que llegar al agudo en forte, se le abre ligeramente la nota, por lo que la media voz y los pianos le resultan más adecuados cuando está en esas tesituras. Aún así los “Herr! Herr!” Del lied “A medianoche” de Mahler resultaron impresionantes. El volumen es muy bueno, de esas cantantes que cada vez se escuchan menos en los teatros, y uno sospecha que en este cambio de repertorio que parece que va introduciendo su carrera, pronto llegarán compositores más pesados. Puede llegar a donde quiera, la voz está ahí.
Clara Schumann |
El sonido es bello y pretende serlo. En un concierto como el de esta noche, era lo que le hacía falta. Brahms simplemente lo domina. Empezó sin titubeos y consiguió interesar al públicos. Las obras de Clara Schumann, de un romanticismo casi excesivo, estuvieron siempre en la frontera del buen gusto, sin caer en lo cursi, como ha sucedido a veces en otros cantantes. Hasta ahí había quedado claro que hay liederista, y que hay voz, en un repertorio en el que se siente cómoda. Gustó mucho la Suite Vocalise del para mí desconocido Medtner, autor que, pese a morir en 1951, resulta, al menos en esta composición, muy conservador, y está más entroncado con Brahms que con sus coetáneos. La obra es de 1927, con lo que había llovido musicalmente en esas fechas, y se basaba, además, en un texto de Goethe. Vamos, todo de un romanticismo absolutamente fuera de fecha. Personalmente no me acabó de llenar, me aburrió un poco, pero la voz de Hallenberg era perfecta para esta obra, y la intérprete aún más. Especialmente su cuarta parte, las Palabras del poeta, flotaron en el ambiente del teatro durante el descanso, e incluso algunos lo canturreaban en voz más o menos baja en el foyer.
Nicolai Medtner |
Con un público en el bolsillo, la segunda parte empezó con el ciclo del sueco Frumerie, autor fallecido en 1987 y que es conocido sobre todo por las interpretaciones de Anne Sophie Von Otter. De nuevo un post-romanticismo refinado, lleno de silencios, de reflexiones y de dulzura, donde la cantante está cual pez en el agua.
Gunnar de Frumerie |
Pero todo era una especie de gran prólogo para un final absolutamente maravilloso, los Rückter-Lieder de Mahler. Lo tuvieron todo: inteligencia, belleza, lirismo, introspección, voz, sentimientos, emociones y mucha música. Fue elevándose el nivel hasta llegar a la cima de “A medianoche”, y el poema final, “Me he retirado del mundo” fue el colofón perfecto. Todos aplaudimos a rabiar, y la noche, sin ser el concierto de su vida, sin duda dejó a Madrid con ganas de más Hallenberg. Un triunfo. Volverá, seguro. Y hay que estar pendiente de ella, está muy lejos de algunas estrellas mediáticas de la ópera actual, es una profesional seria y un gran músico. Si la tomamos como referencia de una voz de mezzo, entendemos que otras, más famosas, como la DiBoniato, es otra cosa. No sé por qué pone DiBoniato, debe ser cosa del corrector.
Gustav Mahler |
El pianista Mats Widlund estuvo muy bien, acompañando y acogiendo a la cantante en todo momento, certero en los ritmos y muy cuidadoso, con un sonido claro y limpio, fácil. Solo hubo algún momento en el que su ímpetu no parecía el más adecuado, como si perdiera sincronía con la mezzo. Pero en general fue un dúo bien avenido y vibrante.
El XXIV Ciclo de Lied ha comenzado a lo grande. Lástima del tercio largo de espectadores, muchos de ellos de abono, que faltaban.
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