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lunes, 25 de diciembre de 2017

El Tito Leo canta (Nucci en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela)




El Tito Leo canta. Es una estrella famosa de la ópera. Cantaba por todo el mundo y lo hacía muy bien. Ahora todavía canta, para su familia. Sale el Tito Leo y empieza a cantar y la familia se divierte, se alegra mucho. Cante lo que cante. Tiene momentos mejores, como cuando canta algunas canciones lentas y largas que no tienen ni muchos agudos ni muchos graves. Entonces se crece, se le escucha y emociona mucho. En las demás también, cantando a Rossini, por ejemplo, el Largo al factotum de Il barbiere di Siviglia, que se ahoga y no se le escucha demasiado, y se lía con las palabras... Pero a la familia le encanta, y le aplauden a rabiar; y el Tito Leo canta y canta y canta y no para de cantar. Y su familia enfervorecida truena, grita, vitorea, y muere de placer. A veces, esas piezas que ha cantado tanto, recupera algún esplendor y a todos nos parece estar ante una estrella de la ópera en plenas facultades. Como cuando hizo Cortigiani, vil razza dannata de Rigoletto.

Realmente lo que pasa es que al Tito Leo ya no le hace falta cantar, basta conque esté. Lo mismo le pasaba a mi Tita Montserrat cuando todavía podía ponerse de pie al lado de un piano. O al Tito Plácido. Existen, están, llevan a su familia al éxtasis porque les recuerdan un tiempo dorado que ya terminó. Los Titos de la ópera no saben retirarse nunca a tiempo. 

El problema es cuando no eres de la familia y acudes a una de las fiestas en las que el Tito Leo termina cantando. Te pasa, como a mí el otro día, que no lo escuchaba nada bien, especialmente al final de los versos. También me costaba entenderlo, y yo recordaba las arias con otros textos, aunque a lo mejor el equivocado era yo. Sufrí mucho al sentir su ahogo, su bamboleo en la escena, sus tropiezos. Su aspecto de anciano en una fiesta loca que ya debería haberse ido a acostar. 

Pero yo no soy de la familia. Por eso no lo disfruté tanto. Por eso quise irme, pero me quedé, y cuando cantó un aria de I due foscari estuve a punto de morir de dolor de oídos. 



¿Debe seguir cantando el Tito Leo? Sí. Mientras sea para su familia, para los suyos, para los que lo aplauden porque ya no lo escuchan, porque no les hace falta. Advirtiendo bien a todo el mundo qué tipo de concierto es. Desde luego, no me lo imagino, por ejemplo, como concierto fuera de abono del XXIV Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela de Madrid. Allí no pintaría nada. Ni el Tito Leo, ni un repertorio fundamentalmente operístico. 

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